Episoder
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"El husmo. Los filos reseguidos del dolor", que yo hubiera titulado "Sombras de resistencia: Entre la lucha y el desencanto" es una profunda exploración de la condición humana a través de relatos entrelazados de personajes que enfrentan el horror, la opresión y la lucha por la identidad en distintos contextos históricos y personales. Desde la resistencia antifranquista y la lucha anarquista, hasta la introspección de los daños emocionales y físicos que estos conflictos han dejado en las vidas de los implicados. La obra sumerge al lector en un viaje a través de la memoria, el sacrificio, y la búsqueda de significado en medio de la desolación, destacando la persistente lucha contra la pasividad y el conformismo en la sociedad contemporánea.
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Comentario y selección de aforismos de Baltasar Gracián de su obra Oráculo manual y arte de prudencia (1647)
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Manglende episoder?
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Constante exhortación de Epicuro a realizar siempre un cálculo prudente en orden a la elección de nuestros placeres.
«(...)por este motivo no elegimos todos los placeres, sino que en ocasiones renunciamos a muchos cuando de ellos se sigue un trastorno mayor. Y muchos dolores los consideramos preferibles a los placeres si obtenemos un mayor placer cuanto más tiempo hayamos soportado el dolor. Cada placer, por su propia naturaleza, es un bien, pero no hay que elegirlos todos. De modo similar, todo dolor es un mal, pero no siempre hay que rehuir el dolor. Según las ganancias y los perjuicios hay que juzgar sobre el placer y el dolor, porque algunas veces el bien se torna en mal, y otras veces el mal es un bien» [Epicuro, Carta a Meneceo].
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Entre la sindéresis y el delirio hay un tabique muy fino. Nunca me importó estar de un lado o de otro. A menudo, adarga en ristre con triste rocinante, me he sentido exiliado de ambos mundos. Habito la ínsula de los que, sin estar locos, mataron la cordura, la bandera y la borrega de los que no quisieron andar otro camino, de los que no supieron vivir de otra manera.
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Mi mano anquilosada de escribir sobre las teorías soteriológicas del misticismo, y de vuesa merced, Fray Luis, un místico frustrado que no alcanzó plenamente el último estado de unión con Dios, un dolor sordo, ramplón, un sufrimiento que partía de las entrañas de vuestra impotencia porque no alcanzaba el misticismo ni las alturas cristianas de San Juan de la Cruz y Santa Teresa; así lo aseveró Dámaso Alonso, llamándoos “poeta doloroso”. Y escribí sobre vos, sobre las tres grandes Odas místicas de San Juan de la Cruz, sobre la pedagogía y sobre los versos verdaderamente malos pero auténticos y puros de Santa Teresa.
Y a mi cerebro llegó, como luz de pedantería cisterciense, la doctrina del hispanista Allison Peers, y las escuelas del Renacimiento Cristianizado de la época de Felipe II, de las escuelas poéticas de Salamanca y Sevilla, y de sus ingratos componentes para con mi recuerdo y plasmación en Sevilla, tan ingratos como vuecencia, Fray Luis, que hablabais del cielo, del abandono del mundo, del ascensus platónicus necesario para alcanzar el verdadero camino, la verdadera senda que conduce hacia Dios.
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«Desde aquel día en que te vi por el retrovisor de mi coche, mientras la lluvia no cesaba en su intensidad, intuí que eras un personaje literario que valía la pena novelar”
En esta frase logra compendiarse el principal argumento de la obra del catedrático y exdirector de la UNED en Valencia, D. Javier Paniagua: la literatura como sucedáneo –droga intelectiva que se necesita para vivir-, literatura como recurso intelectual de posesión del objeto deseado, literatura como bisturí de cirujano para llegar a un fondo abstracto donde extirpar la espina de la imposibilidad.
Y esa imposibilidad se recubre de palabras, expresión de un sueño inteligible, como una mano distante intenta alcanzar la escurridiza y nebulosa esencia.
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«Desde aquel día en que te vi por el retrovisor de mi coche, mientras la lluvia no cesaba en su intensidad, intuí que eras un personaje literario que valía la pena novelar”
En esta frase logra compendiarse el principal argumento de la obra del catedrático y exdirector de la UNED en Valencia, D. Javier Paniagua: la literatura como sucedáneo –droga intelectiva que se necesita para vivir-, literatura como recurso intelectual de posesión del objeto deseado, literatura como bisturí de cirujano para llegar a un fondo abstracto donde extirpar la espina de la imposibilidad.