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  • PRIMERA LECTURA

    Antes que todo fue creada la sabiduría.

    Comienzo del libro del Eclesiástico 1, 1-10b

    Toda sabiduría viene del Señor y está con él eternamente.

    La arena de los mares, las gotas de la lluvia y los días del mundo, ¿quién los contará?

    La altura de los cielos, la anchura de la tierra y la profundidad del abismo, ¿quién las escrutará?

    ¿Quién ha escrutado la sabiduría de Dios, que es anterior a todo?

    Antes que todo fue creada la sabiduría, y la inteligencia prudente desde la eternidad.

    La fuente de la sabiduría es la palabra de Dios en las alturas y sus canales son mandamientos eternos

    La raíz de la sabiduría, ¿a quién fue revelada? y sus recursos, ¿quién la conoció?

    La ciencia de la sabiduría, ¿a quién fue revelad? y su mucha experiencia, ¿quien la conocía?

    Uno solo es sabio, temible en extremo: el que está sentado en su trono.

    El Señor mismo creó la sabiduría, la vio, la midió y la derramó sobre todas sus obras.

    Se la concedió a todos los vivientes y se la regaló a quienes lo aman.

    Palabra de Dios.

    Sal 92, 1ab. 1c-2. 5

    R. El Señor reina, vestido de majestad.

    El Señor reina, vestido de majestad;

    el Señor, vestido y ceñido de poder. R.

    Así está firme el orbe y no vacila.

    Tu trono está firme desde siempre,

    y tú eres eterno. R.

    Tus mandatos son fieles y seguros;

    la santidad es el adorno de tu casa,

    Señor, por días sin término. R.

    Aleluya Cf. 2 Tim 1, 10

    R. Aleluya, aleluya, aleluya.

    Nuestro Salvador, Cristo Jesús, destruyó la muerte,

    e hizo brillar la vida por medio del Evangelio. R.

    EVANGELIO

    Creo, Señor, pero ayuda mi falta de fe.

    Lectura del santo Evangelio según san Marcos 9, 14-29

    En aquel tiempo, Jesús y los tres discípulos bajaron del monte y volvieron adonde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor, y a unos escribas discutiendo con ellos.

    Al ver a Jesús, la gente se sorprendió, y corrió a saludarlo.

    Él les preguntó:

    «¿De qué discutís?».

    Uno de la gente le contestó:

    «Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no le deja hablar y, cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda rígido. He pedido a tus discípulos que lo echen, no han sido capaces».

    Él, tomando la palabra, les dice:

    «¡Generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuando os tendré que soportar? Traédmelo».

    Se lo llevaron.

    El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; este cayó por tierra y se revolcaba echando espumarajos.

    Jesús preguntó al padre:

    «¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?».

    Contestó él:

    «Desde pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y al agua, para acabar con él. Si algo puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos».

    Jesús replicó:

    «¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe».

    Entonces el padre del muchacho gritó:

    «Creo, pero ayuda a mi falta de fe».

    Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo:

    «Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: sal de él y no vuelvas a entrar en él».

    Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió.

    El niño se quedó como un cadáver, de modo que muchos decían que estaba muerto.

    Pero Jesús lo levantó, cogiéndolo de la

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  • Lectura del santo Evangelio según san Marcos 9, 2-13

    En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.

    Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

    Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:

    «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».

    No sabía qué decir, pues estaban asustados.

    Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube:

    «Este es mi Hijo amado; escuchadlo».

    De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.

    Cuando bajaban del monte, les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.

    Esto se les quedó grabado, y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos.

    Le preguntaron:

    «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?».

    Les contestó él:

    «Elías vendrá primero y lo renovará todo. Ahora, ¿por qué está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? Os digo que Elías ya ha venido, y han hecho con él lo que han querido, como estaba escrito. acerca de él».

    Palabra del Señor.

  • PRIMERA LECTURA

    Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

    Lectura del libro del Levítico 19, 1-2. 17-18

    El Señor habló a Moisés:

    «Di a la comunidad de los hijos de Israel

    “Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo.

    No odiarás de corazón a tu hermano, pero reprenderás a tu prójimo, para que no cargues tú con su pecado.

    No te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo.

    Yo soy el Señor”».

    Palabra de Dios.

    Sal 102, 1bc-2. 3-4. 8 y 10. 12-13

    R. El Señor es compasivo y misericordioso.

    Bendice, alma mía, al Señor,

    y todo mi ser a su santo nombre.

    Bendice, alma mía, al Señor,

    y no olvides sus beneficios. R.

    Él perdona todas tus culpas

    y cura todas tus enfermedades;

    él rescata tu vida de la fosa

    y te colma de gracia y de ternura. R.

    El Señor es compasivo y misericordioso,

    lento a la ira y rico en clemencia.

    No nos trata como merecen nuestros pecados

    ni nos paga según nuestras culpas. R.

    Como dista el oriente del ocaso,

    así aleja de nosotros nuestros delitos.

    Como un padre siente ternura por sus hijos,

    siente el Señor ternura por los que lo temen. R.

    SEGUNDA LECTURA

    Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.

    Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 3, 16-23

    Hermanos:

    ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?

    Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: y ese templo sois vosotros.

    Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio.

    Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: «Él caza a los sabios en su astucia». Y también: «El Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos»

    Así, pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues todo es vuestro: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.

    Palabra de Dios.

    Aleluya 1 Jn 2,5

    R. Aleluya, aleluya, aleluya.

    Quien guarda la Palabra de Cristo,

    ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. R.

    EVANGELIO

    Amad a vuestros enemigos.

    Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 38-48

    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

    «Habéis oído que se dijo: «Ojo por ojo, diente por diente». Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.

    Habéis oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”.

    Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.

    Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».

    Palabra del Señor.

  • Homilías de los Siervos del Hogar de la Madre. Pentecostés.

    Primera lectura Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles Hch 2, 1-11 El día de Pentecostés, todos los discípulos estaban reunidos en un mismo lugar. De repente se oyó un gran ruido que venía del cielo, como cuando sopla un viento fuerte, que resonó por toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas de fuego, que se distribuyeron y se posaron sobre ellos; se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en otros idiomas, según el Espíritu los inducía a expresarse.

    En esos días había en Jerusalén judíos devotos, venidos de todas partes del mundo. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.

    Atónitos y llenos de admiración, preguntaban: “¿No son galileos, todos estos que están hablando? ¿Cómo, pues, los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay medos, partos y elamitas; otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene. Algunos somos visitantes, venidos de Roma, judíos y prosélitos; también hay cretenses y árabes. Y sin embargo, cada quien los oye hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua”.

    Segunda lecturaLectura de la carta del apóstol san Pablo a los RomanosRom 8, 8-17
    Hermanos: Los que viven en forma desordenada y egoísta no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no llevan esa clase de vida, sino una vida conforme al Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes. Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. En cambio, si Cristo vive en ustedes, aunque su cuerpo siga sujeto a la muerte a causa del pecado, su espíritu vive a causa de la actividad salvadora de Dios. Si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes, entonces el Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra de su Espíritu, que habita en ustedes.

    Por lo tanto, hermanos, no estamos sujetos al desorden egoísta del hombre, para hacer de ese desorden nuestra regla de conducta. Pues si ustedes viven de ese modo, ciertamente serán destruidos. Por el contrario, si con la ayuda del Espíritu destruyen sus malas acciones, entonces vivirán.

    Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. No han recibido ustedes un espíritu de esclavos, que los haga temer de nuevo, sino un espíritu de hijos, en virtud del cual podemos llamar Padre a Dios.

    El mismo Espíritu Santo, a una con nuestro propio espíritu, da testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos también herederos de Dios y coherederos con Cristo, puesto que sufrimos con él para ser glorificados junto con él.

    EVANGELIO DEL DÍA
    Lectura del santo evangelio según san Juan Jn 14, 15-16. 23b-26

    En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos; yo le rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad.

    El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió.

    Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho”.

  • Homilías de los Siervos del Hogar de la Madre. Semana VII del Tiempo de Pascua.

    Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles Hch 25, 13-21 En aquellos días, el rey Agripa y Berenice llegaron a Cesarea para saludar a Festo. Como se detuvieron algún tiempo allí, Festo expuso al rey el caso de Pablo con estas palabras:

    “Tengo aquí un preso que me dejó Félix, cuya condenación me pidieron los sumos sacerdotes y los ancianos de los judíos, cuando estuve en Jerusalén. Yo les respondí que no era costumbre romana condenar a ningún hombre, sin carearlo antes con sus acusadores, para darle la oportunidad de defenderse de la acusación.

    Vinieron conmigo a Cesarea, y sin dar largas al asunto, me senté en el tribunal al día siguiente y mandé que compareciera ese hombre. Los acusadores que se presentaron contra él, no le hicieron cargo de ninguno de los delitos que yo sospechaba. Se trataba sólo de ciertas discusiones acerca de su religión y de un tal Jesús, ya muerto, que Pablo asegura que está vivo.

    No sabiendo qué determinación tomar, le pregunté a Pablo si quería ir a Jerusalén para que se le juzgara allá de esos cargos; pero como él pidió ser juzgado por el César, ordené que siguiera detenido hasta que yo pudiera enviárselo”.

    EVANGELIO DEL DÍA
    Lectura del santo evangelio según san Juan Jn 21, 15-19 En aquel tiempo, le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”.

    Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Pastorea mis ovejas”.

    Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería, y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.

    Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme’’.

  • Homilías de los Siervos del Hogar de la Madre. Semana VII del Tiempo de Pascua.

    Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles

    Hch 28, 16-20. 30-31

    En aquellos días, cuando llegamos a Roma, se le permitió a Pablo vivir en una casa particular, con un soldado de guardia. Tres días después de su llegada, convocó a los judíos principales, y una vez reunidos, les dijo:

    “Hermanos, sin haber hecho nada en contra de mi pueblo, ni de las tradiciones de nuestros padres, fui preso en Jerusalén y entregado a los romanos. Ellos, después de interrogarme, querían ponerme en libertad, porque no encontraron en mí nada que mereciera la muerte. Pero los judíos se opusieron y tuve que apelar al César, sin pretender por ello acusar a mi pueblo. Por esta razón he querido verlos y hablar con ustedes, pues llevo estas cadenas a causa de la esperanza de Israel”.

    Dos años enteros pasó Pablo en una casa alquilada; ahí recibía a todos los que acudían a él, predicaba el Reino de Dios y les explicaba la vida de Jesucristo, el Señor, con absoluta libertad y sin estorbo alguno.

    EVANGELIO DEL DÍA

    Lectura del santo evangelio según san Juan

    Jn 21, 20-25

    En aquel tiempo, Jesús dijo a Pedro: “Sígueme”. Pedro, volviendo la cara, vio que iba detrás de ellos el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había reclinado sobre su pecho y le había preguntado: ‘Señor, ¿quién es el que te va a traicionar?’ Al verlo, Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ¿qué va a pasar con éste?” Jesús le respondió: “Si yo quiero que éste permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú, sígueme”.

    Por eso comenzó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no habría de morir. Pero Jesús no dijo que no moriría, sino: ‘Si yo quiero que permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?’

    Éste es el discípulo que atestigua estas cosas y las ha puesto por escrito, y estamos ciertos de que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús y creo que, si se relataran una por una, no cabrían en todo el mundo los libros que se escribieran.

  • Homilías de los Siervos del Hogar de la Madre. Semana VII del Tiempo de Pascua.

    Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles Hch 22, 30; 23, 6-11 En aquellos días, el comandante, queriendo saber con exactitud de qué acusaban a Pablo los judíos, mandó que le quitaran las cadenas, convocó a los sumos sacerdotes y a todo el sanedrín, y llevando consigo a Pablo, lo hizo comparecer ante ellos.

    Como Pablo sabía que una parte del sanedrín era de saduceos y otra de fariseos, exclamó: “Hermanos: Yo soy fariseo, hijo de fariseos, y me quieren juzgar porque espero la resurrección de los muertos”.

    Apenas dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, que ocasionó la división de la asamblea. (Porque los saduceos niegan la otra vida, sea de ángeles o de espíritus resucitados; mientras que los fariseos admiten ambas cosas). Estalló luego una terrible gritería y algunos escribas del partido de los fariseos, se pusieron de pie y declararon enérgicamente: “Nosotros no encontramos ningún delito en este hombre. ¿Quién puede decirnos que no le ha hablado un espíritu o un ángel?”

    El alboroto llegó a tal grado, que el comandante, temiendo que hicieran pedazos a Pablo, mandó traer a la guarnición para sacarlo de allí y llevárselo al cuartel.

    En la noche siguiente se le apareció el Señor a Pablo y le dijo: “Ten ánimo, Pablo; porque así como en Jerusalén has dado testimonio de mí, así también tendrás que darlo en Roma”.

    EVANGELIO DEL DÍA
    Lectura del santo evangelio según san Juan Jn 17, 20-26 En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre, no sólo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado.

    Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que su unidad sea perfecta y así el mundo conozca que tú me has enviado y que los amas, como me amas a mí.

    Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que me has dado, para que contemplen mi gloria, la que me diste, porque me has amado desde antes de la creación del mundo.

    Padre justo, el mundo no te ha conocido; pero yo sí te conozco y éstos han conocido que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que me amas esté en ellos y yo también en ellos’’.

  • Homilías de los Siervos del Hogar de la Madre. Semana VII del Tiempo de Pascua.

    Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles Hch 25, 13-21 En aquellos días, el rey Agripa y Berenice llegaron a Cesarea para saludar a Festo. Como se detuvieron algún tiempo allí, Festo expuso al rey el caso de Pablo con estas palabras:

    “Tengo aquí un preso que me dejó Félix, cuya condenación me pidieron los sumos sacerdotes y los ancianos de los judíos, cuando estuve en Jerusalén. Yo les respondí que no era costumbre romana condenar a ningún hombre, sin carearlo antes con sus acusadores, para darle la oportunidad de defenderse de la acusación.

    Vinieron conmigo a Cesarea, y sin dar largas al asunto, me senté en el tribunal al día siguiente y mandé que compareciera ese hombre. Los acusadores que se presentaron contra él, no le hicieron cargo de ninguno de los delitos que yo sospechaba. Se trataba sólo de ciertas discusiones acerca de su religión y de un tal Jesús, ya muerto, que Pablo asegura que está vivo.

    No sabiendo qué determinación tomar, le pregunté a Pablo si quería ir a Jerusalén para que se le juzgara allá de esos cargos; pero como él pidió ser juzgado por el César, ordené que siguiera detenido hasta que yo pudiera enviárselo”.

    EVANGELIO DEL DÍA
    Lectura del santo evangelio según san Juan Jn 21, 15-19 En aquel tiempo, le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”.

    Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Pastorea mis ovejas”.

    Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería, y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.

    Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme’’.

  • Homilías de los Siervos del Hogar de la Madre. Semana VII del Tiempo de Pascua.

    Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles Hch 22, 30; 23, 6-11 En aquellos días, el comandante, queriendo saber con exactitud de qué acusaban a Pablo los judíos, mandó que le quitaran las cadenas, convocó a los sumos sacerdotes y a todo el sanedrín, y llevando consigo a Pablo, lo hizo comparecer ante ellos.

    Como Pablo sabía que una parte del sanedrín era de saduceos y otra de fariseos, exclamó: “Hermanos: Yo soy fariseo, hijo de fariseos, y me quieren juzgar porque espero la resurrección de los muertos”.

    Apenas dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, que ocasionó la división de la asamblea. (Porque los saduceos niegan la otra vida, sea de ángeles o de espíritus resucitados; mientras que los fariseos admiten ambas cosas). Estalló luego una terrible gritería y algunos escribas del partido de los fariseos, se pusieron de pie y declararon enérgicamente: “Nosotros no encontramos ningún delito en este hombre. ¿Quién puede decirnos que no le ha hablado un espíritu o un ángel?”

    El alboroto llegó a tal grado, que el comandante, temiendo que hicieran pedazos a Pablo, mandó traer a la guarnición para sacarlo de allí y llevárselo al cuartel.

    En la noche siguiente se le apareció el Señor a Pablo y le dijo: “Ten ánimo, Pablo; porque así como en Jerusalén has dado testimonio de mí, así también tendrás que darlo en Roma”.

    EVANGELIO DEL DÍA
    Lectura del santo evangelio según san Juan Jn 17, 20-26 En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre, no sólo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado.

    Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que su unidad sea perfecta y así el mundo conozca que tú me has enviado y que los amas, como me amas a mí.

    Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que me has dado, para que contemplen mi gloria, la que me diste, porque me has amado desde antes de la creación del mundo.

    Padre justo, el mundo no te ha conocido; pero yo sí te conozco y éstos han conocido que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que me amas esté en ellos y yo también en ellos’’.

  • Homilías de los Siervos del Hogar de la Madre. Semana VII del Tiempo de Pascua.

    Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles Hch 20, 28-38 En aquellos días, Pablo dijo a los presbíteros de la comunidad cristiana de Éfeso: “Miren por ustedes mismos y por todo el rebaño, del que los constituyó pastores el Espíritu Santo, para apacentar a la Iglesia que Dios adquirió con la sangre de su Hijo.

    Yo sé que después de mi partida, se introducirán entre ustedes lobos rapaces, que no tendrán piedad del rebaño y sé que, de entre ustedes mismos, surgirán hombres que predicarán doctrinas perversas y arrastrarán a los fieles detrás de sí. Por eso estén alerta. Acuérdense que durante tres años, ni de día ni de noche he dejado de aconsejar, con lágrimas en los ojos, a cada uno de ustedes.

    Ahora los encomiendo a Dios y a su palabra salvadora, la cual tiene fuerza para que todos los consagrados a Dios crezcan en el espíritu y alcancen la herencia prometida. Yo no he codiciado ni el oro ni la plata ni la ropa de nadie. Bien saben que cuanto he necesitado para mí y para mis compañeros, lo he ganado con mis manos. Siempre he mostrado que hay que trabajar así, para ayudar como se debe a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: ‘Hay más felicidad en dar que en recibir’ ”.

    Dicho esto, se arrodilló para orar con todos ellos. Todos se pusieron a llorar y abrazaban y besaban a Pablo, afligidos, sobre todo, porque les había dicho que no lo volverían a ver. Y todos lo acompañaron hasta el barco.

    EVANGELIO DEL DÍA
    Lectura del santo evangelio según san Juan Jn 17, 11-19 En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me diste; yo velaba por ellos y ninguno de ellos se perdió, excepto el que tenía que perderse, para que se cumpliera la Escritura.

    Pero ahora voy a ti, y mientras estoy aún en el mundo, digo estas cosas para que mi gozo llegue a su plenitud en ellos. Yo les he entregado tu palabra y el mundo los odia, porque no son del mundo, como yo tampoco soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

    Santifícalos en la verdad. Tu palabra es la verdad. Así como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Yo me santifico a mí mismo por ellos, para que también ellos sean santificados en la verdad’’.

  • Homilías de los Siervos del Hogar de la Madre. Semana VII del Tiempo de Pascua - Visitación de la Santísima Virgen María.

    Del Libro de Sofonías Sof 3, 14-18 Canta, hija de Sión,
    da gritos de júbilo, Israel,
    gózate y regocíjate de todo corazón, Jerusalén.
    El Señor ha levantado su sentencia contra ti,
    ha expulsado a todos tus enemigos.
    El Señor será el rey de Israel en medio de ti
    y ya no temerás ningún mal.

    Aquel día dirán a Jerusalén:
    “No temas, Sión,
    que no desfallezcan tus manos.
    El Señor, tu Dios, tu poderoso salvador,
    está en medio de ti.
    Él se goza y se complace en ti;
    él te ama y se llenará de júbilo por tu causa,
    como en los días de fiesta”.
    Aparté de ti la desgracia
    y el oprobio que pesa sobre ti”.

    EVANGELIO DEL DÍA
    Lectura del santo evangelio según san Lucas Lc 1, 39-56 En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea y, entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.

    Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.

    Entonces dijo María:
    “Mi alma glorifica al Señor
    y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador,
    porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.

    Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
    porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede.
    Santo es su nombre
    y su misericordia llega de generación en generación
    a los que lo temen.

    Ha hecho sentir el poder de su brazo:
    dispersó a los de corazón altanero,
    destronó a los potentados
    y exaltó a los humildes.
    A los hambrientos los colmó de bienes
    y a los ricos los despidió sin nada.

    Acordándose de su misericordia,
    vino en ayuda de Israel, su siervo,
    como lo había prometido a nuestros padres,
    a Abraham y a su descendencia,
    para siempre”.

    María permaneció con Isabel unos tres meses, y luego regresó a su casa.

  • Homilías de los Siervos del Hogar de la Madre. Semana VII del Tiempo de Pascua.

    Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles Hch 19, 1-8 En aquellos días, mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó las regiones altas de Galacia y Frigia y bajó a Éfeso. Encontró allí a unos discípulos y les preguntó: “¿Han recibido el Espíritu Santo, cuando abrazaron la fe?” Ellos respondieron: “Ni siquiera hemos oído decir que exista el Espíritu Santo”. Pablo replicó: “Entonces, ¿qué bautismo han recibido?” Ellos respondieron: “El bautismo de Juan”.

    Pablo les dijo: “Juan bautizó con un bautismo de conversión, pero advirtiendo al pueblo que debían creer en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús”.

    Al oír esto, los discípulos fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús, y cuando Pablo les impuso las manos, descendió el Espíritu Santo y comenzaron a hablar lenguas desconocidas y a profetizar. Eran en total unos doce hombres.

    Durante los tres meses siguientes, Pablo frecuentó la sinagoga y habló con toda libertad, disputando acerca del Reino de Dios y tratando de convencerlos.

    EVANGELIO DEL DÍA
    Lectura del santo evangelio según san Juan Jn 16, 29-33 En aquel tiempo, los discípulos le dijeron a Jesús: “Ahora sí nos estás hablando claro y no en parábolas. Ahora sí estamos convencidos de que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por eso creemos que has venido de Dios”.

    Les contestó Jesús: “¿De veras creen? Pues miren que viene la hora, más aún, ya llegó, en que se van a dispersar cada uno por su lado y me dejarán solo. Sin embargo, no estaré solo, porque el Padre está conmigo. Les he dicho estas cosas, para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulaciones; pero tengan valor, porque yo he vencido al mundo”..

  • Homilías de los Siervos del Hogar de la Madre. Semana VII del Tiempo de Pascua.

    Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles Hch 20, 28-38 En aquellos días, Pablo dijo a los presbíteros de la comunidad cristiana de Éfeso: “Miren por ustedes mismos y por todo el rebaño, del que los constituyó pastores el Espíritu Santo, para apacentar a la Iglesia que Dios adquirió con la sangre de su Hijo.

    Yo sé que después de mi partida, se introducirán entre ustedes lobos rapaces, que no tendrán piedad del rebaño y sé que, de entre ustedes mismos, surgirán hombres que predicarán doctrinas perversas y arrastrarán a los fieles detrás de sí. Por eso estén alerta. Acuérdense que durante tres años, ni de día ni de noche he dejado de aconsejar, con lágrimas en los ojos, a cada uno de ustedes.

    Ahora los encomiendo a Dios y a su palabra salvadora, la cual tiene fuerza para que todos los consagrados a Dios crezcan en el espíritu y alcancen la herencia prometida. Yo no he codiciado ni el oro ni la plata ni la ropa de nadie. Bien saben que cuanto he necesitado para mí y para mis compañeros, lo he ganado con mis manos. Siempre he mostrado que hay que trabajar así, para ayudar como se debe a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: ‘Hay más felicidad en dar que en recibir’ ”.

    Dicho esto, se arrodilló para orar con todos ellos. Todos se pusieron a llorar y abrazaban y besaban a Pablo, afligidos, sobre todo, porque les había dicho que no lo volverían a ver. Y todos lo acompañaron hasta el barco.

    EVANGELIO DEL DÍA
    Lectura del santo evangelio según san Juan Jn 17, 11-19 En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me diste; yo velaba por ellos y ninguno de ellos se perdió, excepto el que tenía que perderse, para que se cumpliera la Escritura.

    Pero ahora voy a ti, y mientras estoy aún en el mundo, digo estas cosas para que mi gozo llegue a su plenitud en ellos. Yo les he entregado tu palabra y el mundo los odia, porque no son del mundo, como yo tampoco soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

    Santifícalos en la verdad. Tu palabra es la verdad. Así como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Yo me santifico a mí mismo por ellos, para que también ellos sean santificados en la verdad’’.

  • Homilías de los Siervos del Hogar de la Madre. Semana VII del Tiempo de Pascua - Visitación de la Santísima Virgen María.

    Del Libro de Sofonías Sof 3, 14-18 Canta, hija de Sión,
    da gritos de júbilo, Israel,
    gózate y regocíjate de todo corazón, Jerusalén.
    El Señor ha levantado su sentencia contra ti,
    ha expulsado a todos tus enemigos.
    El Señor será el rey de Israel en medio de ti
    y ya no temerás ningún mal.

    Aquel día dirán a Jerusalén:
    “No temas, Sión,
    que no desfallezcan tus manos.
    El Señor, tu Dios, tu poderoso salvador,
    está en medio de ti.
    Él se goza y se complace en ti;
    él te ama y se llenará de júbilo por tu causa,
    como en los días de fiesta”.
    Aparté de ti la desgracia
    y el oprobio que pesa sobre ti”.

    EVANGELIO DEL DÍA
    Lectura del santo evangelio según san Lucas Lc 1, 39-56 En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea y, entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.

    Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.

    Entonces dijo María:
    “Mi alma glorifica al Señor
    y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador,
    porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.

    Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
    porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede.
    Santo es su nombre
    y su misericordia llega de generación en generación
    a los que lo temen.

    Ha hecho sentir el poder de su brazo:
    dispersó a los de corazón altanero,
    destronó a los potentados
    y exaltó a los humildes.
    A los hambrientos los colmó de bienes
    y a los ricos los despidió sin nada.

    Acordándose de su misericordia,
    vino en ayuda de Israel, su siervo,
    como lo había prometido a nuestros padres,
    a Abraham y a su descendencia,
    para siempre”.

    María permaneció con Isabel unos tres meses, y luego regresó a su casa.

  • Homilías de los Siervos del Hogar de la Madre. Semana VII del Tiempo de Pascua

    Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles Hch 19, 1-8 En aquellos días, mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó las regiones altas de Galacia y Frigia y bajó a Éfeso. Encontró allí a unos discípulos y les preguntó: “¿Han recibido el Espíritu Santo, cuando abrazaron la fe?” Ellos respondieron: “Ni siquiera hemos oído decir que exista el Espíritu Santo”. Pablo replicó: “Entonces, ¿qué bautismo han recibido?” Ellos respondieron: “El bautismo de Juan”.

    Pablo les dijo: “Juan bautizó con un bautismo de conversión, pero advirtiendo al pueblo que debían creer en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús”.

    Al oír esto, los discípulos fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús, y cuando Pablo les impuso las manos, descendió el Espíritu Santo y comenzaron a hablar lenguas desconocidas y a profetizar. Eran en total unos doce hombres.

    Durante los tres meses siguientes, Pablo frecuentó la sinagoga y habló con toda libertad, disputando acerca del Reino de Dios y tratando de convencerlos.

    EVANGELIO DEL DÍA
    Lectura del santo evangelio según san Juan Jn 16, 29-33 En aquel tiempo, los discípulos le dijeron a Jesús: “Ahora sí nos estás hablando claro y no en parábolas. Ahora sí estamos convencidos de que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por eso creemos que has venido de Dios”.

    Les contestó Jesús: “¿De veras creen? Pues miren que viene la hora, más aún, ya llegó, en que se van a dispersar cada uno por su lado y me dejarán solo. Sin embargo, no estaré solo, porque el Padre está conmigo. Les he dicho estas cosas, para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulaciones; pero tengan valor, porque yo he vencido al mundo”..

  • Homilías de los Siervos del Hogar de la Madre. Domingo VII del Tiempo Pascual - La Ascensión del Señor.

    Primera lectura Lectura de los Hechos de los Apóstoles Hch 1, 1-11 En mi primer libro, querido Teófilo, escribí acerca de todo lo que Jesús hizo y enseñó, hasta el día en que ascendió al cielo, después de dar sus instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había elegido. A ellos se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios.

    Un día, estando con ellos a la mesa, les mandó: “No se alejen de Jerusalén. Aguarden aquí a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que ya les he hablado: Juan bautizó con agua; dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”.

    Los ahí reunidos le preguntaban: “Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?” Jesús les contestó: “A ustedes no les toca conocer el tiempo y la hora que el Padre ha determinado con su autoridad; pero cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra”.

    Dicho esto, se fue elevando a la vista de ellos, hasta que una nube lo ocultó a sus ojos. Mientras miraban fijamente al cielo, viéndolo alejarse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: “Galileos, ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto alejarse”.

    Segunda lectura Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios Ef 1, 17-23 Hermanos: Pido al  Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, que les conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerlo.

    Le pido que les ilumine la mente para que comprendan cuál es la esperanza que les da su llamamiento, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da a los que son suyos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros, los que confiamos en él, por la eficacia de su fuerza poderosa.

    Con esta fuerza resucitó a Cristo de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, por encima de todos los ángeles, principados, potestades, virtudes y dominaciones, y por encima de cualquier persona, no sólo del mundo actual sino también del futuro.

    Todo lo puso bajo sus pies y a él mismo lo constituyó cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo, y la plenitud del que lo consuma todo en todo.

    EVANGELIO DEL DÍA
    Evangelio según San Lucas Lc 24, 46-53 En aquel tiempo, Jesús se apareció a sus discípulos y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto. Ahora yo les voy a enviar al que mi Padre les prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la fuerza de lo alto”.

    Después salió con ellos fuera de la ciudad, hacia un lugar cercano a Betania; levantando las manos, los bendijo, y mientras los bendecía, se fue apartando de ellos y elevándose al cielo. Ellos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén, llenos de gozo, y permanecían constantemente en el templo, alabando a Dios.

  • Homilías de los Siervos del Hogar de la Madre. Domingo VII del Tiempo de Pascua - La Ascensión del Señor.

    Primera lectura Lectura de los Hechos de los Apóstoles Hch 1, 1-11 En mi primer libro, querido Teófilo, escribí acerca de todo lo que Jesús hizo y enseñó, hasta el día en que ascendió al cielo, después de dar sus instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había elegido. A ellos se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios.

    Un día, estando con ellos a la mesa, les mandó: “No se alejen de Jerusalén. Aguarden aquí a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que ya les he hablado: Juan bautizó con agua; dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”.

    Los ahí reunidos le preguntaban: “Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?” Jesús les contestó: “A ustedes no les toca conocer el tiempo y la hora que el Padre ha determinado con su autoridad; pero cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra”.

    Dicho esto, se fue elevando a la vista de ellos, hasta que una nube lo ocultó a sus ojos. Mientras miraban fijamente al cielo, viéndolo alejarse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: “Galileos, ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto alejarse”.

    Segunda lectura Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios Ef 1, 17-23 Hermanos: Pido al  Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, que les conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerlo.

    Le pido que les ilumine la mente para que comprendan cuál es la esperanza que les da su llamamiento, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da a los que son suyos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros, los que confiamos en él, por la eficacia de su fuerza poderosa.

    Con esta fuerza resucitó a Cristo de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, por encima de todos los ángeles, principados, potestades, virtudes y dominaciones, y por encima de cualquier persona, no sólo del mundo actual sino también del futuro.

    Todo lo puso bajo sus pies y a él mismo lo constituyó cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo, y la plenitud del que lo consuma todo en todo.

    EVANGELIO DEL DÍA
    Evangelio según San Lucas Lc 24, 46-53 En aquel tiempo, Jesús se apareció a sus discípulos y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto. Ahora yo les voy a enviar al que mi Padre les prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la fuerza de lo alto”.

    Después salió con ellos fuera de la ciudad, hacia un lugar cercano a Betania; levantando las manos, los bendijo, y mientras los bendecía, se fue apartando de ellos y elevándose al cielo. Ellos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén, llenos de gozo, y permanecían constantemente en el templo, alabando a Dios.

  • Homilías de los Siervos del Hogar de la Madre. Ascensión del Señor (vísperas del sábado).

    Primera lectura Lectura de los Hechos de los Apóstoles Hch 1, 1-11 En mi primer libro, querido Teófilo, escribí acerca de todo lo que Jesús hizo y enseñó, hasta el día en que ascendió al cielo, después de dar sus instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había elegido. A ellos se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios.

    Un día, estando con ellos a la mesa, les mandó: “No se alejen de Jerusalén. Aguarden aquí a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que ya les he hablado: Juan bautizó con agua; dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”.

    Los ahí reunidos le preguntaban: “Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?” Jesús les contestó: “A ustedes no les toca conocer el tiempo y la hora que el Padre ha determinado con su autoridad; pero cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra”.

    Dicho esto, se fue elevando a la vista de ellos, hasta que una nube lo ocultó a sus ojos. Mientras miraban fijamente al cielo, viéndolo alejarse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: “Galileos, ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto alejarse”.

    Segunda lectura Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios Ef 1, 17-23 Hermanos: Pido al  Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, que les conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerlo.

    Le pido que les ilumine la mente para que comprendan cuál es la esperanza que les da su llamamiento, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da a los que son suyos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros, los que confiamos en él, por la eficacia de su fuerza poderosa.

    Con esta fuerza resucitó a Cristo de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, por encima de todos los ángeles, principados, potestades, virtudes y dominaciones, y por encima de cualquier persona, no sólo del mundo actual sino también del futuro.

    Todo lo puso bajo sus pies y a él mismo lo constituyó cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo, y la plenitud del que lo consuma todo en todo.

    EVANGELIO DEL DÍA
    Evangelio según San Lucas Lc 24, 46-53 En aquel tiempo, Jesús se apareció a sus discípulos y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto. Ahora yo les voy a enviar al que mi Padre les prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la fuerza de lo alto”.

    Después salió con ellos fuera de la ciudad, hacia un lugar cercano a Betania; levantando las manos, los bendijo, y mientras los bendecía, se fue apartando de ellos y elevándose al cielo. Ellos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén, llenos de gozo, y permanecían constantemente en el templo, alabando a Dios.