Episoder

  • Como bien nos advirtieron, cambiamos la cerradura de la puerta y tomamos medidas para evitar que entrara. También colocamos cámaras de seguridad dentro de casa por cualquier eventualidad. Tan solo a cuatro días de nuestra llegada, amanecí con un regalo en la puerta de casa. Un trabajo de brujería. Una cabeza de gallina con velas consumidas, maíz, bombones y algunas cosas más. No era creyente hasta ese entonces, así que lo más inteligente fue juntar todo en una bolsa de basura, tocar la puerta de “la loquita” y entregársela.

    —Se le perdió esto —le dije.

    Ella tomó la bolsa, observó su contenido, y levantó la mirada hacia mí con una sonrisa tan inquietante que me hizo comprender por qué le pusieron ese apodo. Por un momento se me heló la sangre al intercambiar miradas. De pasar de ser una mujer cualquiera, su rostro parecía ser de la hija del diablo. Me dio miedo, solo con esa sonrisa me demostró que sería capaz de cualquier cosa


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  • Mi padre estaba sentado a la altura de los pies de la cama, me costó comprender qué sucedía, mi padre emitía una sonrisa enternecedora Bajo su bigote, verlo me hizo feliz entendí que estaba soñando y viendo eso o por lo menos creyéndolo, me di el gusto de hablarle...Hola papá le dije, Hola mijo respondió.... como lo hacía habitualmente, me quedé contemplándolo no tenía realmente qué decirle, intenté incorporarme pero mi padre apagó su sonrisa y con un gesto de su mano él me detuvo... No, dijo con firmeza, aquella seriedad me estremeció de como lo conocía solo hablaba Así cuando había una situación que era realmente seria hasta me hizo sentir culpa, como si hubiese cometido algún pecado, pero no se trataba de eso.... esa mujer ya no te quiere, déjala, dijo mi padre no me lo ordenó directamente sino me lo dijo como si fuese un consejo, lo dijo de una manera tan sincera, tan fría

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  • Le escondí que le hice brujería a mi abuelo, aunque fui honesto con la parte de las pesadillas que tenía con él. Fue muy estresante recordarle a mi madre, la basura de persona que era Don Antonio y que solo servía para hacernos daño. Pero tras mi estado de salud, y algunas cosas que sucedían en el hogar, aceptó la visita de la bruja. Una vez que esta llegó, mi madre se mostró muy incómoda. Le temía como si nos fuese a hacer daño. La bruja notó la incomodidad de mi madre, pero no le dijo nada. La aparté a la bruja y le pedí disculpas por ella, pero dijo estar acostumbrada, así que lo tomó bien. Mientras esta mujer recorría la casa, mi madre lanzó un grito por la casa. Dijo que escuchó a mi padre llamarla por su nombre. Casi le da un ataque de nervios. Comenzó a llorar y a agitarse. La bruja habló con ella, le dijo que mi padre se aferraba a la casa, pero que se iba a encargar de que su alma se elevara y descansara en paz

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  • No toqué el tema del cementerio, me sentí muy culpable por hacer algo así. Entonces, traté de descansar. Fue una noche muy dura, sentía calor y frío al mismo tiempo. Me despertaba cada 15 minutos con fuertes dolores de cabeza, por lo que me moví de lado a lado tratando de dormir. Al despertarme en la mañana, una gran comezón me castigaba en los genitales. Toda la zona de la ingle estaba rojiza. Pensé que algún insecto me picó provocándome una reacción alérgica. Mi novia no estaba en la cama, y al recorrer la casa la encontré sentada en el suelo contra un rincón. Estaba pálida, con la mirada perdida como en una especie de estado de shock. Le hablé, no obtenía respuestas de ella, estaba absorta en su propio mundo. Preocupado por su estado, debí llamar a emergencias. Sin importar que hiciera no reaccionaba, incluso a los doctores que la atendieron. Me preguntaron si pasó por alguna circunstancia traumática, de manera automática contesté que no

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  • Claudia me dijo que escuchaba cosas durante las noches, decía que se sentía una vibra muy mala en la casa. Sospechaba que Mariza nos estuviese haciendo algún tipo de brujería. Era cierto. Ambas estábamos muy mal. Yo comencé con migrañas, mientras que a Claudia se le adelantó su periodo una semana y media. Las dudas sobre Mariza comenzaron a aumentar cada vez más, pero no nos atrevíamos a hacer algo al respecto. Quise echarla de la casa, pero Claudia tenía miedo. Incluso cada vez que Mariza llegaba a casa, Claudia se escondía. Yo no lo soportaba más, tenía que hacer algo. Tuve que hablar con Claudia y exigirle que fuese valiente. Ella creía mucho en brujería, pero solo era una fanática del tema. A la práctica, no sabía nada, ni tampoco conocíamos a alguien quien pudiese guiarnos. Tampoco me atrevía hablar con mi padre, y decirle a mi novio no era buena idea. Incluso llegué a considerar que si le decía a él que sospechaba que Mariza nos hacía brujería, iría corriendo a contarle

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  • Llegué a casa con las cosas y le mostré a mi novia los regalos. No le gustaron para nada solo por venir de parte de una amiga. Incluso le mostré la blusa, y me observó de manera extraña. Le insistí en que tuvo un detalle con ella, y fue cuando se le pasó un poco el malestar. Tanto mi novia como aquella amiga tenían cuerpos similares, por lo que aquella prenda le quedó a medida. Se lo probó y se miró al espejo, se sentía muy cómoda con la prenda y se la dejó puesta. Por mi parte, limpié un poco las estatuillas de cerámica y los coloqué sobre un mueble adornando el hogar.

    No pasaron muchas horas para que comenzaran a pasar cosas extrañas. Mi novia estuvo con vómitos todo el día. No era normal en ella, hemos comido cualquier cosa en la calle y no le ha pasado nada. Siempre tuvo un estómago muy fuerte, por lo que se me hizo muy inusual. Creo que de los seis años de relación que teníamos en ese entonces, fue la primera vez que la vi vomitar. Fui hasta la farmacia a comprarle medicamentos, y al regresar a casa noté que perdí las llaves


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  • Desperté a los gritos, aterrado, con el sudor frío recorriendo mi cuerpo. Traté de levantarme, pero un fuerte mareo me lo impidió. Respiraba como si verdaderamente me hubiesen ahorcado. Podía sentir mi garganta rasposa, y al tocar mi cuerpo noté una sensación extraña en mi piel. Acudí hasta el baño para encontrar rasguños en la zona. Algo había estado en mi casa, eso ya no era solo un sueño, aquello se manifestó físicamente.

    No tenía forma de recurrir a alguien porque no sabía lo que estaba pasando. Solo se me ocurrió que tenía un muerto dentro de mi casa, aunque nunca me imaginé como pudo haber pasado. Asistí a la iglesia para hablar con el cura y contarle mi experiencia, aunque no se vio muy convencido


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  • No se negó a recibirme, pero tampoco demostró esa emoción que esperaba de él. Fue una de las cosas que me llamó mucho la atención y me llevaron a sospechar que algo pasaba. Tomé algunas cosas y mi ropa como para pasar la semana con él y me fui a su casa. Un jueves, yo tenía el día libre y me iba a quedar sola en su casa mientras él trabajaba. Antes de irme, él me dio una advertencia. En un pasillo antes de la cocina, me señaló una pequeña puerta sobre la pared. No daba a ninguna habitación, parecía ser algún tipo de armario pequeño de esos que están por dentro de la pared. Y fue que me dijo: —esa puertita que está ahí, no se abre

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  • Isabela se retiró de la habitación dejándome a solas. Creí que tenía sueño, así que intenté dormir. Pero no era eso, tampoco una resaca por alcohol. De todas formas, no pude dormirme. Intenté moverme como pude, sentarme en la cama fue toda una odisea. Puede que suene exagerado, pero mi cuerpo se sentía realmente pesado. Bebí el vaso de jugo de un solo sorbo. Era cierto, estaba reseco. Traté de recordar cuanto había bebido en la noche anterior, pero recuerdo llegar bastante sobrio a su hogar. Me levanté con toda la paciencia del mundo y fui por mis cosas. Lo primero que hice fue revisar mi billetera, tenía todo el dinero. Mientras veía la decoración de su casa y buscaba respuesta a lo que había pasado, noté sobre una repisa algo un tanto sospechoso. Había un libro colocado de una manera extraña, como si intentase cubrir algo. Al moverlo, encontré una figura satánica. Era un muñeco completamente negro de Baphomet

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  • Si bien ambos se habían dejado de hacer brujería entre sí, dijo que se habían agotado mucho entre ellos. Solamente detuvieron el mal, pero el daño ya estaba hecho y no había vuelta atrás. Me sentí realmente angustiado por sus palabras. Le pedí consejo, pero me dijo que no había mucho que hacer. Lo único que estaba a mi alcance era portarme bien y apoyar a mi familia. Que, al menos, ya no iban a salir dañadas las personas a su alrededor. Pero que ellos ya estaban con un pie del otro lado. Cerca de seis meses después, un 11 de mayo, mi padre cayó de las escaleras y se rompió el cuello perdiendo la vida en el acto. Con mi madre no lo podíamos creer. Nos tomó por sorpresa. Luego nos confirmaron que sufrió un pico de presión y por eso perdió el conocimiento. Todos acudimos a su funeral, incluso mi tío. Fue muy incómodo verlo ahí. No se veía realmente triste, pero tampoco nada cómodo. Al menos mostró respeto. Si no hubiese asistido, habría pensado que le volvió a hacer brujería a mi padre. Pero su presencia lo descartó

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  • Al otro día, antes de cenar, me dispuse a limpiar todo el tiradero que había dejado. Noté que en uno de los platos había cuatro líneas marcadas como si alguien le hubiera pasado los dedos. Me pareció curioso, no recordaba hacerlo y asumí que por el suelo yo había pasado la mano de esa manera, así que resté importancia. Mientras limpiaba todo, escucho la puerta del refrigerador cerrarse con brusquedad, me giré por reflejo pensando que mi abuela había llegado y que dejé la puerta del refrigerador abierta. Esa fue la idea que tuve en ese reflejo por así decirlo. Pero no, no había nadie. Tampoco recordaba dejar la puerta del refrigerador abierta. Uno de los gatos estaba sentado frente al refrigerador, no le quitaba la mirada de encima. Analicé de qué manera él pudo abrirla, porque era la única explicación que mi mente desarrollaba. Todo se volvió intenso cuando el gato se erizó y lanzó ese maullido especial de cuando se enojan. Tomé al gato para tranquilizarlo, se veía asustado

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  • Su amiga estaba en casa, la aparte para hablar con ella, ya estaba en un punto de esa situación que comencé a creer en brujería, le dije lo que había hablado con Marta ya que era cierto, todo estaba mal en la casa, pasamos de ser una familia unida y feliz a vivir un infierno, su amiga prometió ayudarnos dijo que conocía a alguien... al otro día un joven se presentó en casa, dijo venir de parte de la amiga de Marta, le dejé pasar y cuando dio algunos pasos realizó un gesto de repugnancia, Aquel chico tenía gestos delicados y muy refinados, dudaba de que verdaderamente supiera que estaba pasando, que solo quisiera jugar con nuestra fe para sacarnos dinero... me dijo que lo acompañara a su casa y no acepte, él me insistió, me dijo que mi familia corría peligro, le pedí a Lucía que si se quedaba con su madre mientras el joven aguardaba afuera, se resistía a entrar, si bien tenía mis dudas hacia él no me quedó más que confiar... tomé mi coche y partimos a su casa, en el camino me hacía preguntas de toda la vida como si quisiera conocerme, yo me sentía cada vez más incómodo sospechaba que tuviera otras intenciones, al llegar a su casa quedé deslumbrado

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  • Me puse nervioso y respondí que sí, aunque mi mandíbula temblaba por los nervios. La señora pasó delante de mí para guiarme hacia el aire acondicionado, y cuando avanzo hacia delante, al dar dos pasos siento que algo me toma del abrigo y me detiene. No había nadie detrás de mí más que aquella estatua. Solté la caja de herramientas y la escalera, cubrí mi rostro y agaché mi cabeza, estaba realmente asustado. Imaginaba que La Santa Muerte me estaba por llevar. La señora se colocó frente a mí, trató de calmarme.

    —Tranquilo, es un malentendido —dijo ella —. Entraste muy nervioso, solo pide disculpas.

    Seguía sintiendo como algo me jalaba del abrigo hacia atrás como si yo no debiera de entrar. La presión en mi prenda era clara, aunque no podía darme cuenta si era una mano o no


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  • Susana no creía en brujería, pero sí en los hechos. Y gracias a la experiencia que sufrió mi hermano que en paz descanse, y un íntimo amigo que padeció de algo similar estaba bastante interiorizado en el tema. Le marqué a Susana todo lo que le estaba pasando, pero ella decía que era casualidad. La tomé del brazo y la llevé a un espejo, la obligué a mirarse y ella se quebró en llanto. Me dolió hacerlo, pero no tenía opción.

    —No eras así. Algo te está consumiendo la vida —le dije.

    Susana me abrazó desconsolada, dijo que estaba cansada, que a veces no tenía ganas de vivir. Le recordé como siempre la conocí a ella. Le hice rever su vida. Cuando le pregunté qué era lo que estaba mal en su vida, ella no supo que responderme, porque no era nada. Le hice reflexionar y me dio la razón. Desde que Dani se apareció así en nuestra cita todo le salió mal. Le pedí que confiara en mí y aceptó. Dormimos lo que quedó de la noche y algo de la mañana, y al otro día le prometí que solucionaría todo. Ella confió en mí


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  • Al otro día, mientras estaba sola en casa, tomé ropa interior de mi yerno. Preparé con esa prenda un pequeño muñeco vudú, y gracias a ciertas actividades que tuve en el pasado le hice un hechizo sexual que aumentase su vigor. Por lo que entendí de él, le faltaba tomar la iniciativa, no deseo, porque de eso le sobraba. No daré detalles de cómo hice el ritual para que nadie lo repita, pero lo que aprendí ese día, es que a un hombre que es lujurioso por dentro, lo peor que puedes hacerle es un ritual sexual. A la semana se notó los efectos en él. Lo noté tenso, con una extraña sed. A cada rato lo veía bebiendo como si viniese de correr. Pero no estaba bien. La tensión en su rostro era clara, y las discusiones con mi hija aumentaron

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  • Hubo algunos días que mi hermana dormía con nuestro padre. Lo asocié, a que de pequeños dormíamos juntos, y que le costaba estar sola. Y como yo estaba en esa etapa de que no quería que nadie se me acercara, no venía conmigo. A veces quería verla, pero cuando mi hermana dormía en la habitación de mi padre, la sombra se colocaba frente a la puerta. Era todo un guardián. Una de las primeras noches que mi hermana dormía en la habitación de mi padre, decidí ver si todo estaba bien. La sombra estaba allí, parada observándome. Aunque no tuviera ojos, podía sentir que fijaba su atención en mí. Me acerqué a ella, pero cada paso que daba un paso se me hacía más difícil. Sentía como si el aire a mi alrededor se volviese intenso y pesado, una sensación similar a cuando uno despega de un avión, o sube a un ascensor sin estar acostumbrado

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  • Pocos días después, mi hermano no estaba en casa, ya que había salido a un campamento. Me encontraba cocinando mientras que mi padre puso algo de música. Me abrazó por detrás, pegó su cuerpo al mío mientras bailaba lentamente. Correspondí a él sin darme cuenta, como si fuese su pareja. En un momento sentí su respiración sobre mi cuello mientras sus manos me acariciaron con lujuria. No puedo explicar cómo olvidé que se trataba de mi padre. Me salí de él y tomé un cuchillo de cocina, le marqué distancia mientras me pedía disculpas. Comenzó a llorar, estaba devastado. No sabía cómo interpretar a aquella situación, incluso dudé de que, si yo seguía siendo virgen

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  • Al herido le sacamos 23 balas del interior de su cuerpo. 7 de ellas de sus pulmones y 1 de su corazón. De aspecto físico era delgado y desganado. Si pesaba 60 kilogramos era mucho. Pero aun así era un toro de resistente, el hombre seguía vivo y estaba soportando la cirugía. Mientras más avanzaba el proceso, más me replanteaba “cometer un error”. Sin entrar en detalles de procesos quirúrgicos, la idea me fue seduciendo. Hasta que una voz me descolocó.

    —No lo hagas —escuché.

    —¿Perdón? —respondí, pero nadie me contestó.

    Mis compañeros me observaron de manera extraña.

    —¿Qué no haga qué? —pregunté al notar que nadie dijo nada.

    Nadie respondió. Se observaron dudosos entre ellos.

    Me quedé recordando esa voz mientras cerraba una herida. No reconocí de quién se trataba.

    —¿Quién te crees que eres para juzgar a los demás? —dijo esa voz, pero se escuchó como un murmullo en mi oído


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  • La tensión aumentó en el pueblo con extraños casos de niños convulsionando. En cuestión de un mes, niños de entre tres a cinco años sufrieron algo parecido a un episodio de epilepsia sin razón alguna. El primer caso fue algo casual, el segundo llamó la atención, pero el tercero en tan solo una semana, prendieron las alarmas que de alguna manera era culpa del sacerdote. No sé si fue superstición colectiva, pero toda desgracia que pasara en el pueblo lo atribuían a él. Algunos decían que perdió la fe a Dios por ciertos comentarios que hacía cuestionando la biblia. Otros, afirmaron que hizo un pacto con el diablo por despecho a raíz de la muerte de su hermana. Intenté defenderlo ante los comentarios maliciosos que lo rodeaban, pero a veces era difícil. Recuerdo que fueron unos meses complicados. Uno de los negocios más importantes del pueblo quebró, dos recién nacidos fallecieron antes de cumplir el mes

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  • Acudí al convento, pero no busqué a Carmen, decidí hablar con la máxima autoridad del lugar. Mis sospechas hacia ella no solo fueron bien recibidas, también confirmadas. La madre superiora confesó que Carmen actuaba de manera extraña durante el último año, además de que agregó que mi solicitud hacia ella debió de elevarla, pero nunca lo comentó. Cuando me di cuenta, Carmen estaba a unos metros de nosotros. Nos observaba con los ojos vidriosos. La imagen de aquella joven angelical se esfumó por completo. Por un momento, vi la misma mirada de esa niña loca años atrás. La superiora le habló, Carmen ni siquiera pestañeó, y salió corriendo. Salimos tras ella pensando que cometería algún tipo de locura, le perdimos el rastro enseguida como si simplemente se hubiese esfumado. La madre superiora advirtió a las otras monjas y entre todas comenzaron a buscarla. Yo me mantuve con la madre superiora, necesitaba encontrarla y averiguar en que andaba

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