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Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, 16y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? 17Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.
Santiago 2:15–17 -
Escrito por Carlos Pulgarin
Un corazón agradecido aprende a ver a través de los ojos de Jesús, eso implica ser un verdadero discípulo, caminar tras las pisadas del Maestro, sentir como Él siente, responder a la necesidad del otro como Él respondería. -
Missing episodes?
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Escrito por Carlos Pulgarin
¡Cuán maravilloso es el misterio de la encarnación! El Hijo de Dios se hizo hombre y murió en la cruz por nuestros pecados, pero al tercer día se levantó de la muerte y reina en gloria a la diestra de Dios Padre. ¡Él está vivo! Navidad nos recuerda quién es Cristo. -
Escrito por Carlos Pulgarin
No puedes presentarte delante de Dios con agendas escondidas. Recuerda que estamos ante su omnisciencia, ante su majestuosa omnipresencia. Es por esto que para experimentar las grandes cosas en la iglesia tenemos que ponerlo todo sobre el tapete. Dejar las cartas descubiertas sobre la mesa. No sólo porque Dios conoce las intenciones del corazón, sino porque también Él sabe si estamos haciendo las cosas con la motivación correcta, con la actitud adecuada. -
Escrito por: Carlos Pulgarin.
En una celda, vigilado por guardias romanos, yace un hombre cansado, agotado por el rigor de los viajes, las persecuciones y las luchas. Su mirada apacible y su semblante sereno reflejan paz. -
Escrito por: Carlos Pulgarin
El cambio es posible. Siempre hay un antes y un después. Podemos ver nuestra vida sin Dios y cómo cobra significado con Cristo. La Biblia dice: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). -
Vivimos en un mundo agitado en el que la constante es estar en movimiento, no detenerse. Pareciera que la máxima es: “El que se detiene pierde”. El sistema nos empuja a producir, producir y seguir produciendo, aunque esto implique morir en el proceso. ¿Pero es esto lo que realmente quiere Dios? ¿Es esto lo que necesitamos?
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La soledad a la que se enfrenta el líder es una verdad de a puño. Existe, es real, le acompaña. Es ese fantasma que lo pone contra la pared y lo lleva a cuestionarse muchas cosas acerca de lo que hace. La soledad no deja de ser compañera inseparable en el viaje por el que transita quien está al frente, quien tiene responsabilidades. En medio de esa soledad, su única salida es refugiarse en Dios y apoyarse en su familia.
Al líder solo le queda afirmarse en esa verdad bíblica: “El Señor es mi pastor, nada me faltará” (Salmo 23:1). Aun así, en la parte humana, la que cojea, la que flaquea, la que lo hace sentirse débil y al mismo tiempo fuerte, muchas veces –en su soledad– siente que todo le falta. El hombre que está al frente de la visión, motivando, empujando, extraña los abrazos, las palabras alentadoras, el amor de los compañeros de batalla. -
¿Cuál es tu sueño? Tal vez es uno que dejaste tirado a mitad del camino. O eso por lo que tanto trabajaste y, al final, lo dejaste guardado en el baúl del olvido. Podría ser ese sueño que tantas vueltas dio en tu cabeza, que te costó horas de desvelo, pero que lo viste esfumarse con las ilusiones que se llevó el viento.
¿Cuál es tu sueño? ¿No crees que vale la pena retomarlo? ¿No crees que vale la pena volver a soñar? Sí, ¿por qué no? Siempre es posible volver a comenzar. Pero no de cualquier manera, es hora de iniciar de nuevo tomados de la mano de Dios. -
Cada vez más, la sociedad de consumo en la que vivimos nos lleva buscar llenar nuestros vacíos existenciales comprando, acumulado, y lo que es peor endeudándonos, haciéndonos creer que ese es el todo de la vida. ¿Pero es cierto esto? Definitivamente no.
Las cosas simples de la vida las pasamos por alto, obviamos lo simple y nos aferramos a lo complejo. Las oportunidades las convertimos en problemas. Navegamos en un océano tempestuoso buscando la paz que nos podría ofrecer el murmullo de un arroyo cristalino.
Perdimos la capacidad de asombro. Dejamos de ver la magia que emana la sonrisa de un niño. El colorido de los idílicos atardeceres y los exuberantes amaneceres parecen haber perdido su encanto. Las historias familiares alrededor de la mesa servida con comida caliente ya son cosa del pasado.