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Por definición, la moda es el estilo o los estilos que lleva la mayoría de la población en un momento dado. En otras palabras, lo que la mayoría de la gente viste en este momento, ya sea un color, un estampado, un corte o una silueta en particular, está "de moda".
De esta manera, al revés de lo que se dice de la moda, ésta consiste más en encajar que en destacar. Enfatiza la identidad de grupo, haciendo destacar a aquellos grupos que tienen más poder o importancia social en el momento. La moda subraya y exterioriza el espíritu cultural del momento. Y al reconocer lo que está "de moda", las empresas pueden atraer mejor a su público y obtener ganancias.
Parece, de esta manera, que las empresas de moda deberían ser simplemente observadoras del presente para garantizar su viabilidad permanente. Sin embargo, no es tan sencillo en una industria en la que es necesario definir lo que se va a producir dos años antes de que llegue el producto. Esto requiere que las empresas se adelanten constantemente a las posibles tendencias sociales para poder ofrecer estilos adecuados. Los expertos en análisis de tendencias ayudan a facilitar este proceso, y se han vuelto muy sofisticados en la extracción de datos para hacerlo, aunque siguen siendo víctimas de las pandemias mundiales de salud y de la madre naturaleza. Pero hay otra herramienta interesante en juego, y es el papel de la mercadotecnia a la hora de vender una tendencia en particular. Comienza en el espacio de negocio a negocio, o business to business, en donde las fábricas venden a las marcas las telas y materiales que determinan que estarán "de moda", las marcas entonces venden a los compradores minoristas las prendas confeccionadas con esas telas en las ferias o en las pasarelas, y luego los minoristas venden a los clientes esos mismos looks. En resumen, es la industria de la moda, en general, la que vende a la sociedad lo que estará "de moda".
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Las marcas de lujo se ven cada vez más presionadas para ampliar su mercado más allá de su base de clientes tradicional, sobre todo a los consumidores más jóvenes. Muchas marcas de lujo recurren a las redes sociales como una herramienta para lograr este objetivo. Sin embargo, las redes sociales, por su propia naturaleza, no son exclusivas y se caracterizan por su atractivo masivo, su accesibilidad y su disponibilidad general. De acuerdo con Schanel Bakkouche, fundadora de SFB Creative y editora y estilista de Vogue Publications, "las redes sociales contradicen el propio concepto de lujo". Entonces, ¿cómo pueden las marcas de lujo evitar alienar a su cliente principal, a pesar de la falta de exclusividad existente en las redes sociales y, lo que es más importante, de la regularidad necesaria de distribución de contenidos digitales?
De acuerdo con Scahnel, la clave está en entender que, aunque las marcas de lujo sean conocidas y activas en las redes sociales, esto no significa necesariamente que estos seguidores sean dueños de algún producto de la marca. Ella afirma que: "Esta exclusividad de la propiedad ayuda a las marcas de lujo a mantener su estatus. Esencialmente, estas marcas son conocidas por todos, pero paradójicamente, consumidas por unos pocos". Sin embargo, ella comparte también que "esto no significa que las marcas puedan descansar únicamente en esta accesibilidad del producto", por lo que ofrece algunas estrategias que las marcas de lujo deben tener en cuenta.
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Del mismo modo que los tentempiés o snacks de comida nos proporcionan una gratificación instantánea que se extiende más allá del momento, tal es el caso de los snacks de contenido en comparación con el marketing tradicional. Schanel Bakkouche, fundadora de SFB Creative, editora y estilista de Vogue Publications señala a Twitter como el ejemplo perfecto de "content snacking", reforzado por su límite de caracteres. Ella dice que "Twitter nos ha salvado de divagar en lo que expresamos tan frecuentemente en Internet y ha creado una herramienta relevante para conectar repetidamente con los demás". Además, gracias a los algoritmos incorporados, Twitter es capaz de recopilar fácilmente grandes volúmenes de información y posteriormente transmitirlos estratégicamente a los clientes. Es este proceso el que las marcas de moda de lujo pueden recrear en otras plataformas como contrapeso a las típicas campañas de marketing que se basan en narraciones de formato largo.
Al respecto, Schanel afirma que: "Debido a que vivimos en una época en donde la visibilidad es lo más importante, y la competencia en el sector del lujo es cada vez mayor, esto obliga a las marcas a encontrar nuevas formas de desarrollar conciencia de marca, también conocida como awareness de marca, de forma creativa". Además explica que: "El contenido en bocados, o content snacking, es una forma diferente de comunicación y debería formar parte de la estrategia de una marca de lujo para llegar a su público". Al igual que en el mercado de masas, las marcas de lujo deben formar parte de la conversación actual o corren el riesgo de quedarse obsoletas rápidamente.
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Cada mes, en NewsBytes, presentamos una marca de moda que aborda el negocio de forma diferente e innovadora, o que opera fuera de los principales sistemas y capitales de la moda. Esta marca es seleccionada por nuestra colaboradora, Sass Brown, quien es experta en moda ética, sostenibilidad y artesanía. Sass solía ser la decana de Arte y Diseño del Fashion Institute of Technology y es la decana fundadora del Dubai Institute of Design and Innovation.
En esta ocasión, Sass eligió al Proyecto IOU, que tiene su sede en Madrid, España, y fue fundado por Kevita Parmar. Kevita trabaja principalmente con tejido madrás de algodón hilado a mano procedente de la India, conocido por sus distintivos cuadros, que suelen ser muy coloridos, específicos y únicos de cada tejedor. Sass Brown explica que "Kevita trabaja con algodón cultivado localmente en esa región, el cual luego se teje a mano, una tela que literalmente no tiene ninguna huella de carbono. Además, ella realmente honra a los fabricantes, ya sea el creador de la prenda o el tejedor de la tela, como un componente realmente vital de la cadena de valor de la prenda. Y en igualdad de posición como el diseñador o el cliente". Sass subraya que "es un programa o empresa muy plana y democrática, no jerárquica, en la que los diseñadores están en la cima y los fabricantes abajo".
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A primera vista, las colaboraciones en el ámbito de la moda pueden parecer una forma emocionante para generar nuevos negocios e incrementar las ventas. Tanto si la colaboración es relativamente obvia, como Gucci y Adidas, como si es algo más sorprendente, como Crocs y Balenciaga o Alexander McQueen y Target, no cabe duda de que crean interés, normalmente en términos de generación de nuevos clientes. Y está relativamente claro que, en lo que respecta a las marcas de lujo que colaboran con marcas más masivas, el objetivo es conectar con el cliente aspiracional.
Si se profundiza un poco más, la eficacia de estas colaboraciones y su capacidad de captar realmente nuevos clientes y aumentar las ventas es, en el mejor de los casos, dudosa, especialmente para la marca de lujo. No es como que el típico cliente de Target de repente compre en una boutique de McQueen y pague miles de dólares más por un artículo que en Target costaba menos de 100 dólares. De hecho, para muchas marcas, estas colaboraciones de alto nivel suelen elevar un los estándares a un nivel que no se puede recrear fácilmente o de manera constante, lo que obliga a las marcas de lujo a perseguir su negocio, lo que no es el modus operandi de las marcas de lujo y su búsqueda de la exclusividad. De hecho, generalmente estas colaboraciones son una señal de que no todo va bien con una marca, y que, sin contar con la afinidad o el éxito de otra marca más accesible, no están llegando a sus números.
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El marketing de contenidos es una palabra de moda en el mundo de la mercadotecnia, con las redes sociales como base, y cada vez es más se está haciendo importante en el ámbito de la moda de lujo, conforme las marcas compiten por nuevos clientes en un mercado global. En el pasado, las empresas de moda de lujo se centraban por completo en su cliente clave, que representaba una pequeña porción del mercado. Pero hoy, para ser relevantes, también deben formar parte de la conversación cultural más amplia.
Entonces, ¿qué es el marketing de contenidos? Según la experta en marketing en redes sociales Schanel Bakkouche, el marketing de contenidos es principalmente para la eficacia del cliente, un medio de conectar con los clientes actuales y potenciales, a través de una voz de marca única. Ella afirma que "se trata de entretenimiento e información". Y señala que "el marketing de contenidos no es un canal en sí mismo, sino una parte dentro de una conversación más amplia a través de varios canales". Esto puede incluir el propio sitio web o las tiendas físicas de una marca, pero también incluye plataformas externas como Instagram, Tik Tok y Pinterest que ofrecen opciones orgánicas y de pago.
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Cada mes, en NewsBytes, presentamos una marca de moda que aborda el negocio de forma diferente e innovadora, o que opera fuera de los principales sistemas y capitales de la moda. Esta marca es seleccionada por nuestra colaboradora, Sass Brown, quien es experta en moda ética, sostenibilidad y artesanía. Sass solía ser la decana de Arte y Diseño del Fashion Institute of Technology y es la decana fundadora del Dubai Institute of Design and Innovation.
En esta ocasión, Sass eligió a Elvis and Kresse, una empresa con sede en el Reino Unido que empezó reutilizando mangueras de incendio como material principal. En palabras de Sass Brown, "las mangueras contra incendios son un recurso muy particular. Se dejan de usar muy pronto por cuestiones de salud y seguridad, pero en general son muy resistentes". Según explica, estas mangueras de bomberos se cosen para crear una amplia línea de accesorios, que incluye bolsos, pequeñas carteras y grandes bolsas de fin de semana. Sass describe la colección como "elegante y hermosa; tienen esta fantástica especie de pátina, como una capa de óxido de color verdoso, así como un desgaste especial por el uso, que se suma a la historia".
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Si le preguntas a un consumidor promedio qué es la moda de lujo, probablemente responderá con marcas conocidas como Gucci, Yves St. Laurent y Louis Vuitton. Pero, ¿realmente qué hace que estas marcas sean de lujo? Bueno, esa pregunta es un poco más difícil de responder y suscita un abanico más amplio de respuestas: calidad, artesanía, precio elevado, exclusividad, hecho en Francia, hecho en Italia, herencia... y la lista continúa. De hecho, el lujo de la moda no es una sola cosa, y generalmente vive más como un concepto fluido en lo abstracto, que como algo que pueda cuantificarse o formalizarse.
Sin embargo, si cambiamos el contexto de adjetivo a sustantivo, encontramos más claridad. Un lujo es algo que un cliente no necesita, pero que elige comprar de todos modos, para disfrutar y sentir placer. Y aunque esto ya no signifique comprar plata fina que hay que pulir, o cachemira que hay que cepillar (sobre todo cuando no se tiene personal que haga por nosotros), sin duda el concepto puede aplicarse a la compra de ropa que no necesitamos, pero que queremos. Esto puede ser comprar una camiseta negra de 20 dólares en Zara para sumarla a un armario desbordante, o comprar una camiseta negra con el logo de Balenciaga de 750 dólares simplemente porque nos alcanza. Esta última no se define por su calidad, artesanía, exclusividad, etc., sino por el nombre de su marca y su elevado precio. Y por ello, sobresale como algo un poco diferente a nuestra comprensión tradicional de la moda de lujo. Tal vez un término más adecuado sea el de lujo de masas, o incluso el de lujo rápido, más relacionado con su homólogo de la moda rápida o fast fashion en términos de producción en masa y comercialización. Y es un enfoque que está ganando adeptos. Cuanto más digitalizados y globalizados nos hemos vuelto, más crecimiento buscan las marcas de lujo tradicionales, especialmente en Asia.
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El reciente anuncio de Chanel de aumentar precipitadamente los precios de sus bolsos y de limitar las cantidades que los clientes pueden comprar, ha puesto a la marca bajo los reflectores y ha levantado interrogantes sobre cómo la industria de la moda de lujo sigue creciendo a pesar de la inflación económica general. En este caso en particular, considerando el nivel del cambio de precios, Chanel no está subiendo sus precios para combatir el aumento de los costos, sino para ser más exclusiva, para alejarse de otras marcas de lujo.
Las marcas de lujo siempre han tenido tres pilares clave para construir la exclusividad.
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Cada mes, en NewsBytes, presentamos una marca de moda que aborda el negocio de forma diferente e innovadora, o que opera fuera de los principales sistemas y capitales de la moda. Esta marca es seleccionada por nuestra colaboradora, Sass Brown, quien es experta en moda ética, sostenibilidad y artesanía. Sass solía ser la decana de Arte y Diseño del Fashion Institute of Technology y es la decana fundadora del Dubai Institute of Design and Innovation.
En esta ocasión, Sass eligió a Re;code por ser una marca que trabaja eficazmente con materiales reutilizados creativamente revalorizados, desechados o sin utilizar, también conocido como upcycling.
Re;code son una pequeña parte parte de un conglomerado más grande llamado Kolon Industries. Así que utilizan las existencias muertas y los materiales desperdiciados de las otras etiquetas que se producen bajo la misma empresa paraguas. Utilizan el inventario muerto de su propio almacén. Pero además usan residuos militares y residuos industriales, como sobrantes de autos, que bien pueden ser fundas de asientos, bolsas de aire y cinturones de seguridad, por ejemplo. En general, tienen varias fuentes únicas para obtener sus materiales.
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La educación en moda está lista para un cambio. A medida que salimos de la pandemia de Covid-19, se requerirá un enfoque mucho más flexible, multidisciplinario, omnicanal, y que conecte con los cambios que están sucediendo en la industria, especialmente en términos de herramientas digitales y acceso. Las instituciones tendrán que replantear sus contenidos educativos y la forma de impartirlos para encontrar un balance entre las artes liberales y competencias profesionales más interdisciplinarias que estén en línea con una economía digital. Y la colegiatura de los estudiantes se tendrá que recalcular para estar de acuerdo con las expectativas y los salarios posteriores a la graduación.
Las universidades tendrán que seguir ampliando su base de profesores, reduciendo la brecha existente entre la industria y la academia, y facilitando un mayor cruce entre ambas. Esto requerirá puestos de trabajo mejor pagados que estén de acuerdo con la remuneración de la industria para atraer a los mejores talentos.
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Así como el comercio minorista ha tenido que evolucionar para satisfacer las necesidades de los compradores a través de canales físicos y digitales, la educación también se está viendo obligada a evolucionar. Los estudiantes contemporáneos requieren nuevas formas de aprendizaje, tanto en términos de estructura de contenidos como de su impartición, que se basan más en los cambios de los medios de comunicación que en la educación tradicional, dejando a las instituciones académicas en gran medida incapaces de satisfacer las demandas sin depender de asociaciones externas con empresas de tecnología educativa.
El modelo universitario actual depende fuertemente de una experiencia presencial en el campus. No sólo es así como "se ha hecho" durante más de un siglo, sino que también proporciona a las instituciones múltiples centros de ingresos adicionales procedentes de las cafeterías, los dormitorios, los eventos deportivos y otros. Cuando llegó la pandemia de Covid-19, las universidades no pudieron tener a los estudiantes en el campus, lo que significó que los ingresos de estas fuentes adicionales se detuvieron e, incluso, estos espacios, como las aulas y los dormitorios vacíos, se convirtieron en un lastre. Por esto, no es de extrañar que la primera prioridad de estas instituciones fue regresar a los estudiantes a estudiar en persona. Estos preparativos comenzaron en serio una vez que se facilitó el cambio al aprendizaje en línea durante la primavera de 2020. Para el otoño de 2021, la mayoría de las universidades volvieron a abrir sus puertas a pesar de la variante Delta.
Ante todo esto, se resaltó el marcado contraste entre las universidades tradicionales, que centraron su desarrollo en los últimos 50 años en gran medida en la construcción de nuevos edificios y la ampliación de la superficie del campus, a comparación de aquellas que se volvían más digitales. La mayoría de las universidades dedicaron muy poca atención (y presupuesto) al desarrollo de nuevas tecnologías digitales de aprendizaje, modalidades no presenciales y sistemas de apoyo, incluida la compra de equipos de vídeo, estudios de grabación e incluso pedagogía digital.
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En un reciente artículo de la revista New York Magazine, el autor William Deresiewicz afirmaba: "Para las instituciones educativas, los programas de maestría son vacas lecheras, ya que sus estudiantes reciben mucho menos ayuda económica que los de licenciatura. Para los estudiantes, tomar un programa de maestría responde a una necesidad concreta: Los trabajadores estadounidenses compiten cada vez más con los de todo el mundo, y cuantos más titulados universitarios hay, hay que encontrar más formas de distinguirse de la masa."
Esto es especialmente cierto cuando se trata de estudios como la moda, donde los programas de maestría han proliferado de un puñado de en todo Estados Unidos, a una oferta constante en cientos de universidades. Por ejemplo, la escuela Parsons School of Design de Nueva York ahora ofrece veinte programas de maestría, y de distintos niveles y estilos. Ya no es solo un MBA, enfocado en temas administrativos, sino que incluso existe un programa dedicado a Maestría en Estudios Profesionales que no se centra en las finanzas y las estadísticas, sino exclusivamente en la industria de la moda.
El costo de estos programas, especialmente en las universidades de alto nivel, desde Columbia hasta RISD, es muy elevado, a menudo más de 50,000 dólares al año. Y eso se acumula en un programa de dos o tres años. Y aunque los datos sugieren que los estudiantes que se gradúan con una maestría ganan más que quienes no cuentan con este título, estos elevados costos hacen que un programa de posgrado sea muy arriesgado, cargando a los estudiantes con una deuda que pueden tardar años en pagar.
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En Estados Unidos la Ley GI fue aprobada para ayudar a los veteranos de la Segunda Guerra Mundial a aclimatarse a la vida civil. Uno de los componentes más importantes de esta ley era proporcionar a los militares acceso a una educación universitaria asequible. Esto provocó el efecto de que aumentara considerablemente la cantidad de personas con un título universitario de la década de 1950 en adelante, con lo que la educación pasara de ser un privilegio de los ricos a convertirse en una constante para la mayoría de los estadounidenses. Como consecuencia, este acceso a la educación tuvo el efecto de aumentar la clase media, y, por lo mismo, cambió la economía de los trabajos de cuello azul a los de cuello blanco.
Sin embargo, a medida que la economía en Estados Unidos se desplazaba de la fábrica a la oficina en los años 70 y 80, los trabajos manuales también se volvieron menos deseables. Esto obligó a las empresas a reubicar sus fábricas fuera del país, con la ventaja añadida de que la mano de obra era más barata y había menos regulaciones gubernamentales. Esto significó que, para la década de 1990, la mayor parte de la producción relacionada con la moda, como textiles y prendas de vestir, ya no se realizaba en Estados Unidos o en Europa; se había trasladado principalmente a China e India y luego al sudeste asiático. Este cambio en la producción trajo una ola de dinero a estos países, cambiando efectivamente sus economías y facilitando el nacimiento de sus propias clases medias, así como las fortunas de muchos.
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Debido a la naturaleza especializada del comercio minorista y de la moda, la formación "en el trabajo" siempre ha sido una parte integral de la industria. En algunos casos, este aprendizaje era informal, sobre todo en las empresas familiares, pero también era formal a través de las pasantías, en las que jóvenes eran contratados para aprender un oficio en un taller con el objetivo de que se convirtieran en empleados a tiempo completo. Estas pasantías individuales también se convertían en programas de certificación interna, especialmente en los grandes minoristas, en donde este aprendizaje podía proporcionarse a escala, aunque todavía a nivel local. Por ejemplo, los programas de formación en Estados Unidos dentro de Neiman Marcus en Dallas o el de Macy's en Nueva York. Sin embargo, a medida que la moda se fue haciendo más corporativa y comenzó a globalizarse, estos tipos de aprendizaje informales y formales desaparecieron en gran medida, o bien se trasladaron a una función de recursos humanos, dejando un vacío en el proceso de formación de los empleados.
Paralelamente al cambio de la enseñanza de la moda hacia programas de licenciatura, se produjo el crecimiento de las prácticas profesionales o internships, en donde las empresas colaboran con las instituciones académicas para contratar a trabajadores no remunerados quienes realizan trabajos de bajo nivel, con la promesa de que los estudiantes obtendrán experiencia y formación en el mundo real y, posiblemente, un trabajo al final de sus prácticas. En teoría, este sistema parecería que beneficia a todos los estudiantes, especialmente si las prácticas forman parte del programa académico que estudian. Pero en la práctica, las prácticas han favorecido en gran medida a los estudiantes más favorecidos económicamente, han normalizado el trabajo no remunerado y a menudo no conducen a un empleo a tiempo completo.
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La moda como disciplina académica es relativamente nueva. Esto no quiere decir que no se haya investigado la intersección entre la ropa y la economía, la ropa y la psicología, o la ropa y la cultura, por decir algunas, desde mucho antes, sino que no se había tomado en serio como una disciplina propia. Sin embargo, con la formalización de la moda como disciplina dentro de la academia y su crecimiento en los programas de posgrado, ha habido un aumento en la investigación específica sobre moda, tanto por parte del profesorado como de los estudiantes.
Y como esta investigación no está necesariamente ligada al éxito de una empresa, lo que significa que no se trata de un proyecto realizado como parte del trabajo de una persona, o al servicio de un cliente, esto ha abierto más oportunidades para realizar investigaciones sin un resultado requerido o esperado. En resumen, ha permitido una crítica más directa al sistema de la moda. Por esto es que no es de extrañar que se pueda establecer una correlación entre el crecimiento de la investigación sobre la moda y el aumento en el interés por temas como la sostenibilidad, los derechos humanos y el comercio justo, por mencionar algunos. Temas que se encuentran constantemente entre los cinco primeros dentro de las investigaciones realizadas por los estudiantes.
Con el tiempo, estas áreas de enfoque académico se han desplazado de la institución a la industria, por dos razones. La primera es que los estudiantes se gradúan con estos temas como parte central de su aprendizaje, y la segunda es que mientras las personas adquieren mayor educación, más exigen que hayan cambios dentro de las compañías. Sin embargo, este proceso ha sido lento y resalta la falta de colaboración directa entre el mundo académico y la industria.
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Durante muchos años, la responsabilidad de la formación de los empleados de la industria de la moda recayó principalmente en el empresario. En primer lugar, la industria dependía en gran medida de las mujeres y, como la educación superior no estaba abierta de manera general a ellas, las empresas tenían que formarlas con las habilidades que necesitaban para hacer su trabajo. En segundo lugar, la mayoría de las empresas de moda eran negocios familiares y dependían de trabajadores locales, por lo que la formación se daba de forma natural en el trabajo. En tercer lugar, la moda requería conocimientos especializados relacionados con la comercialización, la compra, la producción y la venta al por menor. Y como cada empresa tenía su propio enfoque o estilo, las empresas se beneficiaban de la formación de los empleados de acuerdo a sus necesidades particulares. A medida que las empresas crecieron, estos programas se expandieron para ser más formales, y empresas como Macy's comenzaron a ofrecer programas de formación completos y certificaciones. De hecho, las primeras escuelas de moda, como el Fashion Institute of Technology, basaron sus certificaciones de dos años en registrar a los estudiantes en este tipo de programas.
Aunque algunos de estos programas corporativos aún existen, su enfoque fundamental (y su necesidad) cambió cuando la educación en moda se integró plenamente en los programas de licenciatura de las universidades. La responsabilidad de la formación de los empleados pasó de la empresa a la universidad. Hasta cierto punto, esto ayudó a ofrecer una base más consistente en términos de conocimientos y habilidades. Y le dio a los estudiantes una visión más amplia de la industria, más allá del trabajo específico para el que se estaban formando, además les permitió adquirir otro tipo de habilidades, como la colaboración y la comunicación. Pero también significó que los estudiantes comenzaron a aprender menos habilidades duras, creando un hueco entre lo que se aprendía en la universidad y lo que se necesitaba en el trabajo.
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La educación superior tradicional es un sistema que se autoperpetúa, en el que los títulos dictan el nivel de educación que un profesor puede enseñar a sus alumnos. Por ejemplo, se suele exigir una maestría para impartir un programa de licenciatura y un doctorado para enseñar a nivel posgrado. Además de estos requisitos básicos, a los profesores también se les exige que hayan realizado proyectos de investigación, publicaciones, recaudación de fondos y una práctica profesional relacionada con su área de especialización, con el objetivo de mantenerlos actualizados y conectados con los conocimientos y habilidades que imparten en el aula.
En la mayoría de las áreas de la educación, especialmente en las artes liberales o en las materias STEM — ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés—, este sistema se ha mantenido durante generaciones, pero este no ha sido el caso para la educación en moda. Cuando las universidades empezaron a integrar la moda en sus planes de estudio, tuvieron que hacer excepciones para sus propias normas de contratación. Esto significó que los profesores tuvieran mayor experiencia profesional, un componente importante en una industria basada en las habilidades prácticas. Sin embargo, también significó que muchos educadores de la moda carecían de experiencia en el manejo de la educación superior en general, además del plan de estudios y la pedagogía.
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A mediados de la década de 1990, la enseñanza de la moda se comenzó a integrar más a la academia, permitiendo a los estudiantes de moda recibir algo más que una formación profesional. Sus estudios de diseño de moda o de mercadotecnia de moda se comenzaron a combinar con una educación tradicional de artes liberales o de negocios, que conducía a una licenciatura. Esto tuvo el efecto de formalizar, incluso legitimar, la moda como una actividad académica y una carrera deseable. Y con la creciente proliferación de contenidos de moda en los medios de comunicación, especialmente con Project Runway y con los blogs, seguidos de los teléfonos inteligentes y las redes sociales, las universidades se dieron cuenta rápidamente del potencial económico de ofrecer programas en moda.
El cambio de la educación en moda a un entorno de artes liberales requiere que los estudiantes tomen cursos no relacionados con la moda, como ciencias, matemáticas e historia, por mencionar algunos, con el fin de cumplir con los estándares de acreditación para obtener un título universitario. Si bien esto garantiza una educación más completa, también significa menos tiempo para concentrarse en las materias relacionadas directamente con temas de moda, así como en la formación de habilidades técnicas. Para los estudiantes de licenciatura, esto significa tomar una serie de cursos básicos, y tal vez una o dos optativas, sin tener la oportunidad de profundizar o de obtener experiencia en un área en particular. El objetivo se convierte en proporcionar una base de conocimientos y en construir la capacidad de pensar de forma crítica, que son las bases de una educación en artes liberales, sobre la que los estudiantes puedan construir, una vez que entren en la industria. Aunque este enfoque es ciertamente valioso, también ha conducido a una brecha entre los conocimientos y las habilidades reales con las que se gradúan los estudiantes y lo que los empleadores esperan o necesitan de ellos.
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Cada mes en News Bytes, Sass Brown, experta en moda ética, sostenible y artesanal, comparte una marca de moda que se acerca al negocio de una manera distinta e innovadora, o bien que opera fuera de los sistemas tradicionales de la industria y de las principales capitales de la moda. Saas fue la Decana de Arte y Diseño en el Fashion Institute of Technology y es la Decana fundadora del Dubai Institute of Design and Innovation.
Este mes, Sass ha elegido a VOZ. Esta marca basada en la Ciudad de Nueva York se lanzó en 2021 por Jasmine Aarons, con la misión de honrar y empoderar a los artesanos Mapuche, en Chile, apoyándolos económica y culturalmente. La colección VOZ se construye en torno a sus principales tradiciones de tejido y teñido a mano, utilizando algodón y alpaca de aquella región.
Sass explica que la gente Mapuche es el grupo indígena más grande en Sudamérica y que nunca fueron conquistados por los Españoles. Ella cuenta que “La gente Mapuche tiene una larga herencia de trabajar con fibras naturales, materiales locales - tanto animales como vegetales - y de tejer a mano e hilar a mano. Como muchos grupos indígenas, hay historias y significados intrínsecos en los patrones y en el simbolismo que está insertado dentro de las cosas que ellos tejen. Visualmente es muy gráfico”. Ella explica que los Mapuche típicamente trabajan con color negro sobre una base blanca o beige, pero que también puede ser de otros colores. Ella dice que “Si ves el trabajo de Jasmine, ella suele incorporar todo tipo de formas distintas. Suele ser un patrón muy gráfico en una base tejida a mano”.
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