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Puedes construir tu vida sobre Cristo o sobre cualquier otra cosa: emociones, deseos, profecías mal entendidas o sueños propios. Pero solo una base permanece cuando vienen las tormentas. La roca firme es Jesús y su Palabra. Todo lo demás es arena. Es tiempo de revisar en qué estás edificando tu casa.
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La gratitud no es solo una emoción, es una decisión que sana la mente, ordena el corazón y abre las puertas del cielo. Dar gracias te ubica, te recuerda lo que Dios ya ha hecho y te prepara para lo que viene. No dejes que la ansiedad te divida: reconoce, suelta el control y vuelve el rostro a quien lo ha hecho todo por ti.
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Pocas cosas duelen tanto como ser traicionado, especialmente por quienes están cerca. Hermanos, amigos, hijos, amores... todos podemos fallar y también ser heridos. Pero aun en medio del dolor, Dios puede redimir cada traición, sanar nuestras heridas y usarlas para cumplir su propósito. No estamos solos: hay una salida, hay perdón, y hay libertad.
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No importa si estás frente a miles o en un salón pequeño: cada espacio donde sirves es una tarima confiada por Dios. Honrarla es servir con reverencia, sin buscar protagonismo ni huir en la dificultad. La unción no valida tu posición; tu carácter sí. Valora, agradece y recuerda: no hay papel pequeño cuando sabes a quién sirves.
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La verdadera libertad no es ausencia de problemas, es vivir bajo la sangre del Cordero. Jesús no solo te salvó del pecado, también te rompió el yugo de esclavitud. Hoy puedes vivir sin temor, sin opresión, sin cadenas. Solo necesitas pararte firme en la libertad que Él ya conquistó para ti.
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Cuando las cosas no salen como esperabas, Dios no se ha equivocado. En medio de la frustración, Él quiere revelarte tu verdadera identidad, mostrarte quién es Él realmente y rodearte de las personas correctas. No todo es pérdida: hay una estrategia divina, una victoria preparada, y un Dios que pelea por ti. Solo confía, obedece… y da un grito de victoria.
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No todo el que dice hablar en nombre de Dios lo hace realmente. Hay profetas verdaderos, pero también hay falsos que manipulan, engañan o simplemente hablan sin haber oído a Dios. Por eso, hoy más que nunca, necesitamos discernimiento, conocer la voz del Espíritu Santo y permanecer firmes en la verdad de la Palabra.
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Mucho del sufrimiento que vivimos podría evitarse si oramos como Jabes: “líbrame del mal”. No es miedo, es sabiduría. Dios quiere protegernos, pero necesita que lo busquemos, que vivamos guiados por su Espíritu y alejados de la tentación. Hay males que llegan, pero también muchos que podemos prevenir con una vida rendida, atenta y en oración.
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La vida puede cambiar en un instante y dejarnos sin aliento. Pero aun cuando las olas pegan con fuerza, si estamos firmes en la Roca que es Cristo, no nos hundimos. Él nos da paz, nos levanta y nos rodea con una familia que ora, abraza y sostiene. No estamos solos. Somos más que vencedores, incluso en medio del dolor.
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Hemos confundido lo sagrado con lo común, lo santo con lo profano, y lo hemos llamado “gris”. Pero Dios no negocia con lo gris. Cuando tratamos con ligereza su presencia, su gloria se aparta. Hoy es tiempo de volver a honrarlo, de salir del sincretismo, del engaño, y recuperar un corazón que lo ame con reverencia. No se trata solo de dejar lo malo, sino de volver a enamorarnos de lo santo.
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El camino al infierno es amplio, cómodo y popular, pero no lleva a la vida. Jesús nos invita a tomar un camino angosto: uno que implica decisión, entrega y verdad. No todo lo que parece bueno viene de Dios, y no todo lo moderno es libertad. Es tiempo de dejar de seguir a la multitud y empezar a seguir a Cristo, con pasión, convicción y un corazón sincero.
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A veces nos sentimos atrapados, como en una tierra extraña, sin ganas de cantar, sin fuerzas para adorar. Pero incluso en medio del dolor, la pérdida o la frustración, aún somos hijos de Dios. Aún tenemos su Espíritu, su poder, su amor. Y cuando levantamos nuestra voz, algo se rompe: las cadenas caen, los muros ceden y el cielo responde. No dejes que el cautiverio apague tu canto, porque en tu adoración está la libertad.
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A veces nada sale como esperabas. Intentas, luchas, oras… y sigue sin pasar nada. La frustración te invade y empiezas a creer que no puedes más. Pero justo ahí, Dios quiere recordarte quién eres en realidad. No el que los demás dicen que eres, ni el que tú mismo has creído ser. Hay un diseño dentro de ti que solo Él puede revelar… si lo dejas actuar. Y todo empieza en la cruz.
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Si tu idea de Dios está basada en miedo, castigo o reglas imposibles de cumplir, quizás no lo conoces realmente. Dios es más grande que nuestras ideas limitadas y más cercano de lo que imaginamos. Atrévete a descubrir quién es Él de verdad.
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Nuestra visión de Dios moldea la manera en que vivimos. A veces lo imaginamos según nuestras emociones o experiencias, pero Él es quien es, no quien queremos que sea. Aprender a reconocerlo en su esencia nos permite confiar en su carácter más allá de las circunstancias.
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Haz a otros lo que quieras que te hagan a ti. Todo lo que sembramos, lo cosechamos. Tratar bien, dar, perdonar y bendecir no solo transforma a los demás, sino que abre la puerta para que Dios nos bendiga a nosotros.
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Dios es un Dios de gracia, pero también es santo y justo. Su amor nos perdona, pero su santidad no tolera el pecado. No podemos abusar de su gracia ni acercarnos a Él con insolencia. Es tiempo de valorar su sacrificio y vivir con un corazón rendido ante Él.
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Hay pensamientos como granadas en nuestra mente, listos para explotar y robarnos la paz. Codicia, desánimo y mentiras pueden gobernarnos si no aprendemos a someterlos a la verdad de Dios. Es tiempo de tomar control y vivir con una mente renovada.
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No te conformes con lo que has vivido con Dios, hay mucho más. Aviva el fuego, búscalo con pasión y deja que Él te transforme. La verdadera bendición no es solo tenerlo en tu vida, sino que Él te tenga a ti por completo.
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Lo que Dios nos da como bendición puede volverse una maldición si nos aleja de Él. Salud, éxito, dinero, familia… todo depende de cómo lo usamos. Es tiempo de evaluar nuestro corazón y elegir que nuestras bendiciones nos acerquen más a Dios.
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