Bölümler
-
Una importante tarea desempeñaba, en las bodas judías, el amigo del novio, pues preparaba todo lo relativo a la celebración. Pero después de la boda, desaparecía. Así se ve el Bautista respecto a Jesús. Su vida está solo en función de Aquel a quien anuncia, sin pretender provecho alguno personal. Busquemos imitarlo, actuando con rectitud de intención en cuanto hacemos.
-
Jesús dijo a sus discípulos que en el mundo tendrían tribulaciones. Y, compadecido de nuestra debilidad, eligió darnos una madre, como compañía y consuelo. San Bernardo habla de “mirar a la estrella, mirar a María”. Entonces soportaremos los vientos de las tentaciones y los escollos de las penas. Experimentaremos el consuelo de un regazo y la ternura de unas caricias.
-
Eksik bölüm mü var?
-
En el canto del Magníficat, María se refiere dos veces a la humildad. Es la razón, dice, por la Dios se complace en Ella. También se complacerá en nosotros porque la soberbia es mentira: pensar que somos algo cuando no somos nada. Entre las cien cabezas de la soberbia, podemos atender al modo como reaccionamos ante las humillaciones o las correcciones. Son excelentes ‘áreas de oportunidad’.
-
Zacarías llevaba seis meses mudo por no haber creído el mensaje del ángel. Cuando Isabel ve a María, la alaba por su fe. Estamos invitados a hacer de la fe una forma debida: los atributos de Dios, como la Infinitud y la Omnipresencia, nos permiten comprender que no hay ‘espacios’ fuera de Dios. Vivir de fe redimensiona la existencia y lleva al abandono.
-
El sacrificio del Calvario se hace perpetuo en la Santa Misa. Pensemos en ella, para valorarla mejor: ahí tomamos parte en el sacrificio de la Cruz. Misterio que nos rebasa. Que no flaquee nuestra fe, que no admitamos pensamientos o actitudes que la banalicen. Que no se convierta en una mera obligación. Viajemos por el tiempo y por el espacio para ubicarnos en Jerusalén, el primer Viernes Santo. Percibiremos los frutos de la Redención.
-
¿Templo sin la Eucaristía o con ella? La diferencia es enorme. Hay Alguien o no hay nadie. Cuando está, hemos de decir: ¡sí, ahí está una persona viva! Intentemos ser un poco más coherentes con nuestra fe: no es una fantasía mítica ni son palabras vacías. Es real, y si lo niego, en ese mismo momento soy hereje, pierdo la fe católica. Señor, ¿a quién iremos? Ve a la Eucaristía.
-
Refiriéndose a Jesús, dice san Juan en su primera carta (1, 1-4) que “la Vida se manifestó”. ¿La Vida? Sí el que se manifestó fue el Verbo de la Vida, pues Él la posee en plenitud. ¿Somos conscientes de que nos ha comunicado su Vida, la Vida divina? Dentro del misterio que supone toda vida, es aún más misterioso el de la Vida de Cristo. Que nos vivifiquemos en la recepción de los sacramentos y en la vida ‘a dúo’ o, mejor, siendo uno y el mismo.
-
San Juan Pablo II, luego del atentado que sufrió el 13 de mayo de 1981, quiso consagrar la humanidad al Corazón Inmaculado de María. ¿Qué significa ‘consagrar’? Dirigir lo consagrado a lo divino. Nos consagraron cuando nos bautizaron y nos consagró el Papa, y san Josemaría en cuatro ocasiones. Una de ellas, al Sagrado Corazón de Jesús, para que el nuestro le pertenezca.
-
Durante su vida pública, Jesús realizó muchos exorcismos. Los demonios lo increpaban diciéndole: “Sabemos quién eres, el santo de Dios”. Pero en otros casos el endemoniado estaba poseído por un demonio mudo. Táctica usual de satanás: impedir la apertura del corazón para que sane. La mentira es su marca, y la sugiere de muchas maneras: fingimiento, hipocresía, medias verdades, simulación…
-
Ya avanzada la Pascual intentemos interiorizar la liturgia de estas semanas. Atendamos, por ejemplo, a las múltiples veces que repetimos “aleluya”, expresión bíblica de júbilo que significa “Alabad a Yahvé”. Que sea Jesús resucitado la causa de todas nuestras alegrías. La alegría es de Dios, la tristeza es del demonio. Estar alegres es decirle a Dios: ‘Tu plan funciona’, muchas gracias. Nuestra alegría aumenta la suya.
-
En la vida de Jesús, por designio de la Providencia, aparecen personajes secundarios de los que podemos aprender. Uno de ellos, el centurión romano, al que Jesús elogia su fe. Démosle también nosotros alegrías al meternos de continuo en el mundo sobrenatural, con fe de niños que no se cuestionan las cosas, sino que, admirados, las contemplan.
-
Los maestros de Israel nunca se dirigieron a Dios con esta oración pueril, de intimidad y de completa confianza. Jesús nos enseñó a hacerlo nosotros y san Pablo nos lo recuerda. Tenemos el derecho de decir, como el Señor, Abbá al Padre de los cielos. Insospechado atrevimiento, enormemente consolador, para mí y para Él. El Padre necesita de nuestro amor filial.
-
Luego que en la primera semana de Pascua leíamos los encuentros del Resucitado con los suyos, ahora, en la segunda, comenzamos la lectura de San Juan. En el capítulo 3, Jesús revela una verdad maravillosa: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”. Nos pide la fe, y ahora, en Pascua, la fe en Cristo vivo, con una presencia más real que la de cualquiera de los que convivimos. Entonces tendremos la alegría que nos pide la Pascua.
-
La Resurrección de Jesús no solo lo afecta a Él, sino también a nosotros. Nos revela qué es el hombre, cuál es el designio de Dios para imitar a su Hijo no solo en esta vida, sino también en la futura. Viviremos con Aquel que ha resucitado, gozando también nosotros nuestra realidad de resucitados.
-
Frase insondable: “Hagan esto en memoria mía”. ¿Qué es ‘esto’? Lo que Jesús acaba de realizar: su cuerpo entregado, su sangre derramada. Su sacrificio. “Háganlo”, con imperio, con efectos que terminan en la misma realidad. “Conmemoración”, no como un dato en la memoria, sino como un recuerdo: traer al cor, al corazón. Acudamos a Misa con una fe grande y un corazón que queme.
-
Misterio que nos rebasa: el Dios infinito se hace uno de nosotros. Solemnidad que, en cierto sentido, es la más importante, pues se inicia la salvación. El Verbo fue hecho ex Maria, de María, de la realidad de un cuerpo y una sangre. Así ha de suceder en cada uno: Cristo debe formarse a partir de nuestro ser personal. Es el endiosamiento, o divinización. “Cristiano, sé lo que eres”, podríamos decir parafraseando a san Juan Pablo II. Sé realmente de Dios, divinízate.
-
Es lógico que meditemos hoy sobre la misericordia. Leeremos el pasaje en que Jesús resucitado viene a buscar al apóstol incrédulo, Tomás, mostrando una gran misericordia. Y porque desde el año 2000 se celebra el Domingo de la Divina Misericordia. La misericordia es manifestación del amor. Dios es misericordia, y así debemos entenderlo. Y eso nos alienta la esperanza.
-
La santidad es un concepto difícil de definir. Podríamos decir que es lo propio de Dios y, desde esa óptica, la comprendemos como amor unitivo. Todo cuanto existe es efecto del amor y tiene al amor como fin. Dios no ha creado nada para que sea una mónada independiente, aislada: el átomo está orientado a integrarse en la molécula y el ángel en los coros. El infierno es estar solo: busquemos siempre la unión amorosa para evitar ese riesgo.
-
En el Evangelio de hoy, jueves de Pascua, Jesús resucitado invita a reconocerlo en su Humanidad Santísima: Un espíritu no tiene carne y huesos como ven que yo tengo. Fue, es y será hombre, y entonces debemos dirigir a Él toda nuestra vida afectiva. Si no, cercenamos el psiquismo. Amarlo con amor de eros, sin miedo, para asegurar nuestra perseverancia. Porque si no…
-
“El Espíritu Santo descenderá sobre ti”, dijo el ángel a María. Pero ¡si ya lo tenía desde su concepción! Sí, pero vendría de modo nuevo, muy especial. Se realizaría la Encarnación del Verbo. El Espíritu Santo, enseña Montfort, actúa con gran libertad y eficacia en las almas que se parecen a la de María. Busquemos prescindir de nuestro espíritu propio, poniendo en su lugar el espíritu de María.
- Daha fazla göster