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  • «Yo soy el Alfa y la Omega, [el principio y el fin,] el que es, el que era, y el que ha de venir. Soy el Todopoderoso»
    (Apocalipsis 1:8)

    Jesús es el principio y el fin. Él es el Todopoderoso. Cuando nos dijo eso en el libro de Apocalipsis, no estaba solo presentando información acerca de Él. Nos estaba dando a conocer una poderosísima verdad, la cual podemos aplicar hoy en día.

    Déjame mostrarte cómo. Jesús dijo que Él es el principio. No importa qué reto o situación estés enfrentando en este momento; necesitas empezar con Él. En Juan 1:1 leemos que Jesús es la Palabra. Es decir, si vas a empezar con Jesús, empezarás con la Palabra. No hagas nada hasta averiguar qué dice la Palabra respecto a tu problema.

    Luego, mantente firme en la Palabra. Colosenses 1:23 dice: «…permanezcan cimentados y firmes en la fe, inamovibles en la esperanza del evangelio que han recibido».

    Permanecer cimentado en la fe. La única manera en que el diablo puede derrotarte es presionándote para que abandones la Palabra. Todo lo que él hace, toda situación que cause, conlleva la intención de que dudes de la Palabra de Dios. Por lo tanto, no importa lo que pase, permanece en la Palabra. Establécelo con Dios en oración y confía en ella siempre. ¡Escrito está!

    Después, deja que la Palabra sea la autoridad final. Jesús dijo que Él es el principio y el fin. Eso significa que la palabra de tu médico no es la definitiva. Ni siquiera tu pastor tiene la última palabra. ¡La Palabra de Jesús es la última palabra!

    Recuerda: tú eres lo que la Palabra dice que eres. Puedes hacer lo que la Palabra dice que puedes hacer. Y puedes tener lo que la Palabra dice que puedes tener. Empieza a creerlo; comienza a decirlo en voz alta y con fe.

    Ahora, da un grito de victoria. Sí, ¡ahora! No tienes que esperar a ver el resultado para celebrarlo. Tienes la Palabra de Jesús referente a tu problema, así que sabes sin lugar a dudas que tu victoria está garantizada. Una vez que te hayas cimentado en Él, puedes estar seguro… Su Palabra será la ¡última palabra!

  • «Por tanto, les digo: Todo lo que pidan en oración, crean que lo recibirán, y se les concederá»
    (Marcos 11:24)

    Creer. Ésa es la clave para todo lo perteneciente al reino de Dios. Es la manera en que nos conectamos al poder del Dios todopoderoso. La mayoría de nosotros lo sabe, pero pocos sabemos con exactitud cómo hacerlo. Desconocemos cómo ponerlo en práctica.

    En realidad es más sencillo de lo que nos imaginamos. Es tan fácil como decir: “Yo creo que recibo”.

    Algo sucede en tu espíritu cuando dices esas palabras. No entiendo cómo, pero es así. No comprendo cómo es que mi sistema digestivo sabe qué hacer cuando trago algo, pero lo hace. Sólo ingiero un poco de comida y éste empieza a funcionar. No tengo que provocarlo. No tengo que sentirlo. Simplemente, sucede. Ésa es la manera en la que está diseñado el cuerpo humano.

    Similarmente, cuando te alimentas de las maravillosas promesas de Dios y las “ingieres” en tu espíritu al decir “Yo creo que recibo”, la fe es liberada. No tienes que provocarlo, ni tienes que sentirlo. Simplemente sucede. El espíritu regenerado está diseñado de esa manera.

    Cuando repites con tu boca en forma continua: “Creo que recibo mi sanidad”, o “creo que mis necesidades económicas son suplidas”, y luego citas los pasajes bíblicos que respaldan esas confesiones, la fe se libera para atraer el poder que suple esas necesidades.

    Como dice el Dr. Kenneth Hagin, necesitas “mantener encendido el interruptor de la fe”. Tanto Gloria como yo hemos descubierto que confesar en voz alta la frase: “Yo creo que recibo”, es una manera de mantenerlo encendido. Lo decimos cuando oramos. Lo declaramos al alabar a Dios. Lo decimos al leer la Palabra.

    Lo declaramos especialmente en el momento en que debemos enfrentar las tinieblas, cuando parece que no estamos recibiendo nada de nada. Cuando todo parece que va de mal en peor, lo confesamos en voz más alta: ¡Yo creo que recibo!

    ¿Quieres activar hoy tu fe? Entonces, haz de estas cuatro palabras las más importantes de tu vocabulario. Confiésalas todos los días. Pronto descubrirás, al igual que nosotros… que ¡funcionan!

    Lectura bíblica: Marcos 11:12-24

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