Episoder
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La presencia de Jesús es indiscutible, pero hay que abrir los ojos... Sino, ni modo, a sufrir.
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Aunque parezcas una oruga, siempre vas en proceso. Continúa, avanza!
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Manglende episoder?
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Creer en Jesús nos asegura nunca tener sed, nos asegura paz. Él nos ayudará siempre
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Levántate, toma tu camilla y anda...
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La clave será hacer la voluntad de Dios!
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Siempre habrá otra alternativa, siempre habrá esperanza
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Este es un cuento para antes de dormir, nos ayuda a mirar las estrellas, pero para no estrellarnos en la vida. Así que, ojo pela´o!! Dios nos ayude
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Ponme la cadenita es un cuento corto con una reflexión espiritual dedicada a los padres.
La maravillosa y delicada labor de la educación de los hijos se ve forzada al bien de los hijos. Dios ayude y bendiga a los papás....
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“...cuando surja el sol, verán al Rey de reyes: como el esposo en la cámara nupcial. Él viene del Padre… ¡Oh, Emmanuel, nuestro Rey y legislador, esperanza y salvación de los pueblos, ven a salvarnos! ¡Oh, nuestro Dios...!” (Mt.1:18-25; Lc 2:1-8)
Dulce Jesús mío mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
- haz de nuestra patria una gran familia; siembra en nuestro suelo tu amor y tu paz. Danos fe en la vida, danos esperanza y un sincero amor que nos una más.
Dulce Jesús mío, mi Niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
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Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanzade las naciones y salvador de los pueblos: ven a salvarnos, Señor Dios nuestro. (Is. 7:14)
Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
- Ven ante mis ojos de ti enamorados, bese ya tus plantas, bese ya tus manos. Prosternado en tierra te tiendo los brazos y aún más que mis frases te dice mi llanto.
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Oh, Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra. (Is 9:1-6; Lc 1:39-45)
Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
- Del débil auxilio, del doliente amparo; consuelo del triste, luz de desterrado. Vida de mi vida, mi sueño adorado; mi constante amigo, mi divino hermano.
Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
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Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. (1Sam. 2: 1-10; Lc 1: 26,38)
Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
- Tú te hiciste Niño en una familia llena de ternura y calor humano. Vivan los hogares aquí congregados, el gran compromiso del amor cristiano.
Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
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Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte. (Is 28:14-20; Rm10:5- 11)
Dulce Jesús, mío mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
- Ábrase los cielos y llueva de lo alto bienhechor rocío, como riego santo. Ven hermoso niño, ven Dios humanado; luce hermosa estrella, brota flor del campo.
Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
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Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ven a librarnos, no tardes más. (Dt 15:13-20; Hch 3:17-26)
Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
- Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, de Israel anhelo, Pastor del rebaño. Niño que apacientas con suave cayado, ya la oveja arisca ya el cordero manso.
Dulce Jesús, mío mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
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Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, ven a librarnos con el poder de tu brazo. (Gn 17:15-23; Rm 4:13-23)
Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almás! ¡Ven, no tardes tanto!
- Oh lumbre de oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos, Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios.
Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
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Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación. (Gn 8:14-20; Rm 5: 12-21)
Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almás! ¡Ven, no tardes tanto!
- Niño del pesebre, nuestro Dios y Hermano, Tú sabes y entiendes del dolor humano; que cuando suframos dolores y angustias, siempre recordemos que nos has salvado.
Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almás! ¡Ven, no tardes tanto!
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Aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestra condición humilde, según el modelo de su condición gloriosa. Ven, Señor Jesús.
Dulce Jesús mío, mi Niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
- Oh sapiencia suma del Dios soberano, que a nivel de un niño te hayas rebajado. Oh Divino infante, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios.
Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
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Oh Dios, que nos has dado por Madre, pronta siempre a socorrernos, a la Madre de tu Hijo, María, cuya imagen insigne veneramos; te rogamos que, implorando sin cesar su ayuda maternal, merezcamos experimentar siempre los frutos de la redención.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén
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Oh Dios, que nos has dado por Madre, pronta siempre a socorrernos, a la Madre de tu Hijo, María, cuya imagen insigne veneramos; te rogamos que, implorando sin cesar su ayuda maternal, merezcamos experimentar siempre los frutos de la redención.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén
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Oh Dios, que nos has dado por Madre, pronta siempre a socorrernos, a la Madre de tu Hijo, María, cuya imagen insigne veneramos; te rogamos que, implorando sin cesar su ayuda maternal, merezcamos experimentar siempre los frutos de la redención.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén
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