Episoder

  • El secuestro de Enrique Castro, Quini, el ariete del FC Barcelona y Pichichi de la Liga en 1981, se prolongó por un espacio de tiempo mucho mayor de lo que preveían los raptores y lo que esperaban familiares, dirigentes deportivos y fuerzas policiales. El dinero del rescate estaba a punto para ser entregado pero las dudas y la desconfianza de los delincuentes de no caer en una trampa alargaron las negociaciones por espacio de tres semanas.
    Se planificaron entregas en tren, barco y avión, pero ninguna fructificó. La última intentona, a iniciativa de los secuestradores, fue ingresar los 100 millones de pesetas del rescate en un banco suizo, que garantizaba el anonimato de los titulares. Conseguir que el dinero llegara a la capital helvética contravenía la legislación vigente, pero la vida del futbolista asturiano dependía de ello.

  • En la convulsa España de 1981, apenas una semana después del 23-F, fue secuestrado el delantero centro del Futbol Club Barcelona, Enrique Castro, "Quini". El rapto del ariete asturiano, querido y admirado por todas las aficiones, preocupó sobremanera a la población y sometió a las fuerzas de seguridad a una fuerte presión para resolver cuanto antes su captura. Pero los secuestradores, sin antecedentes, actuaron con extrema eficacia, sin dejar rastro alguno que seguir. Solo cabía esperar sus instrucciones telefónicas para efectuar un rescate valorado en 100 millones de pesetas que debía abonar el club azulgrana.

    Aunque dodo parecía indicar que el caso se resolvería de manera inmediata y feliz, las horas pasaban y el temor a un error fatal mantuvo a ciudadanos, deportistas, periodistas y a la sociedad en general con el alma en vilo.

  • Montserrat Méndez desapareció sin dejar rastro el 23 de octubre de 2013, después de tomar unas copas en la zona de bares de Can Gibert del Pla. Nadie vio nada. Ninguna de las pistas seguidas por los Mossos d'Esquadra dio ningún resultado.
    Meses después, el 13 de junio de 2014, entre las cenizas de un incendio en un apartamento cercano a la Puerta del Sol, se descubrió el cadáver de la danesa Anne Strande. Tampoco la Policía Nacional consiguió encontrar ninguna pista para dar con el culpable del crimen.
    Probablemente ambos sucesos estaban destinados al cajón de los casos sin resolver. Sin embargo, una dosis de fortuna dio un giro sorprendente a las pesquisas policiales.

  • La joven Romina Celeste vino a España en 2010 desde su Paraguay natal para prosperar y formar una familia, un proyecto con el que soñaba desde adolescente. Dejó con la abuela al hijo que ya había tenido con 18 años e inició un viaje intercontinental que terminó en Alcobendas. Pero las cosas no salieron como imaginó. Una relación de la que nació su segundo hijo tampoco sirvió para colmar sus esperanzas. Al poco, aquel noviazgo se rompió.
    Fue tras aquella separación, e iniciando un periodo durante el que empezó a coquetear con la prostitución, que conoció a un ingeniero de Endesa con el que creyó que por fin podría fundar un hogar. Hicieron planes para irse a vivir a Lanzarote y casarse, y aunque tales objetivos se cumplieron, Raúl Díaz Chacón no aceptó a sus hijos y eso lastró el nuevo matrimonio que, por otro lado, garantizaba los papeles de extranjería que Romina tanto necesitaba.
    Tras varios episodios de malos tratos, un amago de suicidio y un rosario de desavenencias, Romina desapareció la Nochevieja de 2018. La Guardia Civil inició una investigación que acabaría con la detención de Raúl Díaz.

  • No hay una respuesta contundente para determinar si el ser humano es bueno o malo por naturaleza y menos cuando se trata de comprender por qué un niño puede llegar a cometer un asesinato. ¿La maldad es congénita? ¿O son responsables los padres, el entorno social y el nivel económico?
    El periodista e historiador César Alcalá y la psiquiatra forense Blanca Navarro han establecido en su libro Perfiles psiquiátricos de niños asesinos un abanico de modelos homicidas infantiles que contempla desde la enfermedad neurobiológica hasta la incidencia de un entorno social negativo.
    Cada uno de los perfiles que señalan está ilustrado con ejemplos reales de crímenes atroces cuya autoría corresponde a un ser del que se espera que sea inocente e inofensivo. Relacionar una muerte con un menor siempre resulta chocante y suponer que lleva la semilla del mal de nacimiento, estremecedor.

  • El 27 de enero de 2012 aparecieron muertos los dos miembros de un matrimonio octogenario y su nieta adolescente en su piso del barrio de la Sagrada Familia de Barcelona. El criminal había acabado con sus vidas a martillazos. Los cuerpos los descubrió la única persona que también vivía en ese domicilio y que no fue objeto del salvaje ataque: Mónica Claveguera. Era hija de los ancianos y tía de la muchacha.
    En un escenario lleno de sangre y desordenado con la intención de simular un robo, los investigadores de homicidios de los Mossos d’Esquadra descubrieron que el asesino había dado la vuelta a todas las estampas religiosas y fotos de la familia y las había puesto cara a la pared. Ese rastro psicológico y la cobertura de los cuerpos con trapos y edredones les hizo pensar que el criminal era alguien muy cercano y que la figura de Mónica Claveguera era la clave para esclarecer el triple crimen de la Sagrada Familia.

  • El logroñés Francisco Javier Almeida López de Castro es un violador y un asesino. Abusó de una niña en 1989, por lo que fue juzgado y condenado, pero obtuvo beneficios penitenciarios por buena conducta y al poco tiempo salió en libertad provisional. En 1989, violó y mató a una chica de 26 años. De nuevo fue juzgado y condenado, esta vez a la pena máxima vigente en aquel momento: 25 años de cárcel.
    Como sucede con la mayoría de los violadores, su conducta en el presidio fue ejemplar. A pesar de que los informes de los técnicos del centro penitenciario de El Dueso (Cantabria) rechazaban frontalmente cualquier beneficio en la condena por riesgo “medio-alto” de reincidencia, el juez le concedió el tercer grado en marzo de 2020.
    Almeida se instaló en Lardero, a las afueras de Logroño, en una tranquila zona residencial, la urbanización Villa Patro. Y como cabía esperar, el 28 de octubre del mismo año, mientras sus vecinos celebraban Halloween, el monstruo apareció de nuevo.

  • Durante las fiestas de San Buenaventura, las calles del pueblo cacereño de Moraleja se llenaban todos los meses de julio de vecinos y trabajadores de todas las fincas esparcidas por el término municipal. El caserío de Malladas era una de esas propiedades. Albergaba a campesinos, mozos de cuadra, sirvientas y niños y prácticamente quedaba desierta durante aquellos esperados días de asueto estival. Se sucedían grandes comidas y festejos taurinos.
    La fiesta mayor de Moraleja de 1915 fue la más amarga de su historia. El 15 de julio, un muchacho se adentró en la finca de Malladas y localizó asesinadas allí a hachazos a dos niñas, las madres de las menores, y a un varón. Las mujeres eran doncellas de aquella hacienda y el hombre, un mayordomo.
    Muy pronto la Guardia Civil y la comisión judicial se centraron en cinco segadores, vecinos de Moraleja, a los que convirtieron en sospechosos a pesar de que estaban trabajando a 80 kilómetros de allí, en unos campos de la provincia de Salamanca. Los cinco de Malladas acabarían por entregarse y ser sometidos a un juicio plagado de irregularidades.

  • Presumía de vasco, pero era madrileño. Se jactaba de tener amistades de alto copete para medrar en la política, en el periodismo, como empresario del sector de la hostelería… Pero todos sus proyectos, que tenían un inicio fulgurante, acabaron en denuncias por impagos, deudas a proveedores y la súbita desaparición de César Román.
    En 2016 hizo realidad su sueño más ambicioso. Triunfó como responsable de una cadena de restaurantes especializada en platos asturianos, entre el que destacaba un filete empanado relleno de jamón y queso, el cachopo. Pero también este proyecto tuvo un mal final: la muerte y descuartizamiento de de su pareja, la joven mulata hondureña Heidi Paz.

  • A Déborah Fernández-Cervera Neira le faltaban tres días para cumplir los 22 años cuando despareció durante un paseo por la playa de Samil en Vigo. Estuvo diez días desaparecida. Su localización no fue la esperada por la familia. La chica fue hallada muerta a 60 kilómetros de su casa en los márgenes de una carretera.
    Su cuerpo estaba desnudo y quien la abandonó allí montó con ella una escenografía macabra. La dejó desnuda en posición fetal, arrojó junto a ella un preservativo usado y le introdujo semen artificialmente una vez muerta con ánimo de despistar a los investigadores.
    El caso ha sufrido cierres y reaperturas. Actualmente, vuelve a estar archivado provisionalmente y sin esclarecerse 20 años después de los hechos. La familia se siente abandonada por la justicia en su conjunto.

  • En enero de 2003, la policía de Barcelona buscaba desesperadamente identificar y detener a un asesino en serie del que apenas se tenía pista solvente alguna. El psicópata había matado violentamente dos mujeres, exactamente en el mismo lugar: el último rincón del quinto sótano del párking de la calle Beltrán 28 de Barcelona, en el barrio del Putxet, y con solo once días de diferencia. El modus operandi de ambos crímenes era similar y todo apuntaba a que un tercer cadáver podía aparecer en cualquier momento.
    Bajo una presión insoportable, los agentes buscaban el sospechoso casi a ciegas: un chico joven, delgado, vestido con una cazadora con hebilla y con el pelo corto. El perfil era demasiado genérico, imposible de precisar. Hasta que se detectó una peculiaridad: parecía que presentaba un principio de calvicie en la zona occipital, la coronilla.

  • El acusado, Emilio Álvarez Garzón, dijo durante la instrucción del caso que una vez hubo arrebatado la vida al joven profesor cántabro Borja Obregón su prioridad fue cómo quitarse “el muerto de encima”. Para ello contó con la ayuda del otro encausado, el colombiano Nelson Lozano, que colaboró en ello cargando el cuerpo en el maletero del coche de su amigo.

    Durante el juicio, celebrado en junio de 2007, afloraron incógnitas inquietantes que debían despejarse como quién fue la mujer que llamó por teléfono a Emilio días antes del crimen para decirle que su esposa tenía una aventura con Borja o si el profesor estaba todavía vivo cuando lo llevaron hasta el acantilado desde donde lo arrojaron al mar. Al parecer, la novia del joven recibió una llamada desde el móvil de la víctima a una hora en la que se suponía que ya había fallecido.

  • El profesor cántabro Borja Obregón, de 29 años, fue asesinado en 2005 por el carpintero Emilio Álvarez porque daba por hecho que el docente tenía una aventura amorosa con su esposa. Ella trabajaba en el mismo colegio que la víctima, el Gerardo Diego, de Santa María de Cayón. La Guardia Civil está convencida de que tales celos eran infundados, al menos en lo referido al asesinado.
    Tanto el carpintero como el ciudadano colombiano, Rubin Nelson Lozano, que le ayudó a cargar el cadáver en el coche, aseguraron que arrojaron a Borja al mar Cantábrico desde un acantilado, pero la imprecisión de sus declaraciones y la aparición de una vidente llegada de Barcelona, llevó a la familia y amigos a buscar el cadáver por tierra y mar.
    El cuerpo del profesor tardaría varios meses en aparecer y lo haría muy lejos de Cayón.

  • Borja Obregón Becerril, de 29 años, era profesor de primaria en el colegio Gerardo Diego de Santa María de Cayón, en Cantabria. Con planes para casarse muy pronto, voluntario en la Cruz Roja y entregado a su labor docente, el 20 de octubre de 2005, y teniendo un comportamiento del todo fuera de lo común en él, no fue a dormir a casa ni se presentó por la mañana a dar clases.

    Su familia muy alarmada –todavía vivía en casa de sus padres- se movilizó para dar con Borja. Fueron pasando las horas. Se habló con el colegio, donde nada sabían de él, y se contactó con la Guardia Civil. Finalmente, se dio con el coche del profesor cerca del domicilio de un carpintero que le estaba preparando un proyecto de cocina y que lo recibió en su garaje. Ese fue el último lugar donde los testigos situaron al desaparecido.

    Una serie de coincidencias dotaron al asunto de un barniz inquietante: el carpintero era el marido de una compañera de trabajo de Borja. Ambos eran profesores en el colegio Gerardo Diego. Al día siguiente de la desaparición, la mujer mantuvo una entrevista con la Guardia Civil en la que hizo unas sorprendentes y turbadoras revelaciones.

  • En la primavera de 2020, los habitantes de las poblaciones de las comarcas limítrofes de Valencia y Teruel tenían dos motivos de honda preocupación: la evolución de los afectados por el virus covid-19, que les obligaba a permanecer en sus casas, y las andanzas de Pedro Lozano, conocido como el Rambo de Requena, un ladrón que ocupaba casas y robaba víveres. El Rambo iba armado, por lo que se consideraba que era un delincuente potencialmente peligroso. En uno de sus asaltos llegó a disparar contra un viticultor, si bien lo hizo con cartuchos de fogueo. Sin embargo, una vez localizado en la villa turolense de Muniesa, y acorralado por dos miembros de la Guardia Civil, Lozano disparó a matar y malhirió a uno de los agentes. El fantasma de Igor el Ruso, un pistolero serbio que en 2017 mató a un joven ganadero y a dos guardias civiles, puso en alerta a las autoridades policiales. Más aún cuando el Rambo se dirigió a la misma población donde Igor el Ruso cometió sus crímenes: Andorra, la capital de la comarca de Sierra de Arcos. Había que detener al Rambo inmediatamente y se pusieron todos los medios para conseguirlo.

  • En los primeros meses de 2020, un misterioso individuo mantuvo en vilo a los habitantes de las comarcas de los Serranos y de la Foia de Buñol, en el interior de Valencia. Ocupaba casas, hacía acopio de víveres y robaba vehículos a punta de escopeta.

    Por su habilidad en camuflarse y desaparecer por los bosques y montes de la zona, los medios de comunicación lo bautizaron como el Rambo de Requena. Y el Rambo hizo honor a su apodo burlando una y otra vez los controles de la Guardia Civil.

    Cuando el Gobierno español decretó el estado de alarma para contener la espiral de contagios provocados por el virus covid-19, las fuerzas del orden concentraron sus esfuerzos en garantizar la aplicación de las medidas extraordinarias que se decretaron y relajaron la persecución del fugitivo.
    Las apariciones esporádicas del Rambo de Requena se mantuvieron en plena pandemia y cada vez fueron más agresivas. En la aldea de Ahillas, llegó a disparar a bocajarro al viticultor Juan José Martínez, a quien le intentaba robar su coche.

    La víctima, sin embargo, no sufrió ni un rasguño. En una casa ocupada por el Rambo se descubrió que vaciaba meticulosamente los perdigones de los cartuchos que cargaba en su arma. En realidad sus disparos eran de fogueo.

  • En los primeros meses de 2020, un ladrón armado con una escopeta tuvo en vilo a las aldeas y pedanías de las comarcas rurales de la provincia de Valencia. Por su vestimenta paramilitar y por su habilidad para esconderse en los montes se le conoció como El Rambo de Requena.
    Este Rambo ocupaba casas aisladas, generalmente segundas residencias temporalmente deshabitadas, vaciaba los frigoríficos, usaba las duchas y los dormitorios de las casas e intentaba rehuir cualquier contacto con los habitantes, a excepción de cuando necesitaba desplazarse. Entonces, robaba coches a punta de escopeta.
    La Guardia Civil organizó un ambicioso despliegue para localizarlo y detenerlo. Se usaron drones y hasta un helicóptero para intentar dar con él, temiendo que la actividad de ese bandido fuera a más.
    El estado de alarma decretado por el Gobierno ante la pandemia provocada por el virus covid-19, dificultó aún más si cabe la búsqueda del fugitivo.

  • A pesar de los años transcurridos, y de que Serafín Cervilla, condenado por la violación y asesinato de su novia Marina Ruíz en 1999, goza ya de régimen penitenciario abierto, su defensa mantiene su inocencia todavía.

    Antonio Zamora, el letrado que le representó ante el Tribunal Supremo, apunta en Dossier Negro que una persona corpulenta, conocido de la familia de la víctima, pudo tener relación con el crimen. Se queja de que los Mossos d’Esquadra no investigaron esta teoría a fondo.

  • Marina Ruíz García apareció muerta sobre las vías del tren en 1999 en la localidad leridana de Cervera. En la autopsia, además de unas infames heridas internas causadas por la introducción de una barra de hierro, se descubrió que presentaba un mordisco profundo en uno de sus senos. Agotadas otras vías de investigación, los Mossos buscaron quién pudiera relacionar las marcas del pecho con la boca de algún sospechoso. Entonces fue cuando los investigadores quisieron que Serafín Cervilla Valle, el novio de la víctima –en la lista de posibles autores de la muerte de Marina- se dejara sacar un molde de su particular boca y él accedió sin problemas. Los forenses concluyeron que el autor del mordisco era Cervilla. Y no solo eso. Los peritos dijeron, además, que se había dado inmediatamente antes o después de la muerte de la joven. Fue la huella que delató al autor.

  • Una joven trabajadora del polígono industrial de Cervera apareció muerta en las vías del tren y lo que parecía un suicidio acabó convertido en un atroz crimen.

    El 15 de febrero de 1999, el día siguiente al de San Valentín, apareció sobre las vías del tren el cadáver semidesnudo de la joven de 24 años Marina Ruíz García, vecina de la localidad leridana de Cervera, donde se produjo el hallazgo. Aunque inicialmente los forenses tomaron el caso como un suicidio, tras la autopsia quedó claro que aquella muerte tenía un origen criminal. Además, la víctima parecía haber sido violada con una barra de hierro.

    Los Mossos, que desde un primer momento desconfiaron de una escena del crimen que nunca les pareció la de un suicidio, elaboraron sus hipótesis e hicieron su lista de sospechosos. Uno de ellos era el novio de la fallecida, Serafín Cervilla Valle, que acabaría detenido, acusado y condenado por asesinato y violación.

    Hoy, tras 25 años de los hechos y con autorización para ir a la cárcel sólo a dormir, Cervilla y sus abogados proclaman su inocencia como si todavía estuviéramos en 1999.