Episoder
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Con esta suerte de epílogo cierro la primera temporada de Fragmentos de amor, presentándome y comentando cuál fue el propósito de este podcast.
POSDATA: pronto se viene la segunda.
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Esta es otra historia de amor que surgió con una mirada. Sentía como si nos conociéramos de toda la vida. Había un aire familiar entre nosotros.
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Manglende episoder?
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Soñé que en mi cuento de hadas eras mi príncipe azul y que nos besábamos en ese bosque encantado donde nuestros labios se unieron por primera vez...
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Una noche fui con unas amigas a un bar en el que tocaba una banda y después de flecharme con uno de los músicos, empezamos a ir cada fin de semana.
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Cada día me siento menos joven, no sé si será efecto de la cuarentena o qué pero me siento fuera de onda. Particularmente, me molestan las miles de solicitudes de amistad que recibo de personas desconocidas, muchas de ellas mayores, muy mayores.
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Después de ocho años de novios y de los últimos dos de relación a distancia, finalmente íbamos a vivir juntos. Pero una salida de emergencia me ayudó a prevenir el peor accidente de mi vida.
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Todos los días, estudiaba en la biblioteca del barrio y para estimular el cerebro compraba frutas en la tienda del frente. Pero, entre tantas, escogí la prohibida.
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Había demoras y cancelaciones en los vuelos. Yo estaba con mi valija esperando en el aeropuerto cuando simplemente lo vi.
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Más que derechos, con permiso sexual.
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La delgada línea entre ser buena onda y tener onda con alguien puede confluir en una interesante obra de teatro.
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Mientras me dirigía al vecino país por el cruce fronterizo ubicado a 4726 metros sobre el nivel del mar, mi corazón se hundía al saber que se dirigía a la iglesia para dar el sí.
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Expresión que por antonomasia designa un nuevo fragmento de amor.
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Una mirada fija, una sonrisa sorpresa, un gesto amable, una reacción a tu última publicación y listo… luz verde a esta historia de las mil y una ilusiones.
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Y cuando medía con la exactitud de sus cálculos matemáticos cuántos litros bajaba la marca del bidón de agua cada vez que yo iba a su casa, lo entendí todo.
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Y me di cuenta de que todas mis relaciones fueron pitagóricas, es decir, eran expresiones trigonométricas.
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Esta podría ser la historia de amor más bonita del mundo, de esos amores de los que quedan ya muy pocos. Pero, su timidez y mi orgullo no permitieron que nuestro amor llegue a ser parte de esos pocos. Más bien, hicieron que poco a poco vaya desapareciendo.
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Y cuando retomó las fuerzas, se echó a volar, con inmensa alegría hizo oír su canto. Y al fin voló, cantó y fue feliz…
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El amor fue escribiendo diversas historias a lo largo de la humanidad. Se narró sobre el amor prohibido de Romeo y Julieta, el de la rosa y el Principito, el de la luna y el sol, entre tantos otros. Pero, ¿alguna vez escucharon la historia del aro y la tuerquita?
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Hoy no es un día cualquiera, es una de esas fechas para marcar en el calendario con una leyenda que diga “prohibido olvidar”. Hay verdades que uno sabe pero que prefiere evadirlas, mirar al costado y seguir con la rutina, hasta que nos dan una cachetada. Como dice el refrán la “vida te enseña a golpes”. Por suerte, hay distintos tipos de golpes y como dijo mi primer amor “un tropezón no es caída”. Y de eso trata esta historia, de golpes y caídas, de amores y desamores, de nudos y desnudos.
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Tanto se dijo sobre el amor, cómo saber cuál es la canción que mejor lo describe, la que lo define con mayor precisión, la que expresa lo que cada amante siente. ¿Podría existir acaso una canción de amor universal? Que se aplicara a todos los casos, a todas las historias, a aquellas que no tienen finales pero también a las que no tienen principios, a las que no llegaron a escribirse.