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  • «Si el Señor no edifica la casa, de nada sirve que los edificadores se esfuercen»
    (Salmo 127:1)

    Vivimos en un tiempo de decisiones y cambios enormes. Si hubiera algún día establecido en el que tú y yo debiéramos conocer la voluntad y el propósito de Dios para nuestras vidas, ese día es ahora.

    De hecho, ninguna otra cosa es más importante. Dios está cambiando y poniendo todo en orden, preparando el escenario para el gran movimiento del Espíritu de los últimos tiempos. Si quieres mantenerte actualizado, deberás conocer el plan perfecto de Dios para tu vida y cómo llevarlo a cabo en el poder de Dios.

    ¿Cómo puedes hacerlo? Por medio de la oración.

    De hecho, Dios nos ha dado una oración en Su Palabra para recibir la sabiduría y el entendimiento que necesitamos para este tiempo crítico. La encontrarás en Colosenses 1:9-11.

    “Por eso nosotros, desde el día que lo supimos, no cesamos de orar por ustedes y de pedir que Dios los llene del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que vivan como es digno del Señor, es decir, siempre haciendo todo lo que a él le agrada, produciendo los frutos de toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; todo esto, fortalecidos con todo poder, conforme al dominio de su gloria, para que puedan soportarlo todo con mucha paciencia».

    En meses recientes, Dios nos ha instruido, a Gloria y a mí, a que hagamos esa oración por nuestros colaboradores en el ministerio y por nosotros cada día. Es una oración poderosa e inspirada por el Espíritu Santo que no sólo te hará conocer la voluntad de Dios, sino también te dará la sabiduría y el entendimiento para llevarla a cabo.

    Allí es donde la mayoría de los esfuerzos cristianos fracasan. Recibimos un destello del entendimiento de la voluntad de Dios para nuestra vida, y terminamos complicando todo por querer hacerlo en la carne. En lugar de permitir que el Señor edifique la casa, lo hacemos nosotros mismos y acabamos por hacerlo todo en vano.

    No cometas ese error en los días que se avecinan. Mejor repite esta oración que Dios nos ha dado. Está escrita en el Nuevo Testamento. Coloca tu nombre en ella. Es la clase de oración que Dios se complace en contestar. Ponla en práctica en tu vida todos los días, ¡y Dios te llenará con el conocimiento y el entendimiento de Sí Mismo!

    Lectura bíblica: Colosenses 1:9-22

    © 1997 – 2019 Eagle Mountain International Church Inc., también conocida como Ministerios Kenneth Copeland / Kenneth Copeland Ministries. Todos los derechos reservados.

  • «También les dijo: «Fíjense bien en lo que oyen, porque con la medida con que ustedes midan a otros, serán medidos, y hasta más se les añadirá»
    (Marcos 4:24)

    ¿Cuántas bendiciones recibirás de la Palabra de Dios? Depende de cuántas esperes recibir. Dios no te medirá con la medida que Él tiene, sino de acuerdo con la que tú le proporciones.

    Por ejemplo, dos personas pueden oír la Palabra de Dios acerca de la sanidad. Una la medirá con la fe y dirá: “¡Alabado sea Dios, por Su llaga fui sanado! Yo creo eso con todo mi corazón y voy a seguir creyéndolo hasta ser sano”. La otra, la medirá con duda y dirá: “No me importa cuántos versículos bíblicos cite. Yo no confío en ese predicador. Voy a darle a todo este asunto de la sanidad una oportunidad, pero dudo mucho que esto sirva de algo”.

    Ambas personas recibirán exactamente lo que esperan. Dios las medirá conforme a la medida con las que ellas midieron la Palabra: una será sanada, la otra no.

    Sin embargo, debo advertirte que a veces medir la Palabra con la fe es difícil. Hace años, cuando Gloria leyó por primera vez el pasaje: «No tengan deudas con nadie» (Romanos 13:8), se sintió muy tentada a medirla como una maldición, no como una bendición. En ese tiempo vivíamos en una casita fea, y ella quería más que nada una casa nueva.

    ¿Cómo íbamos a comprar una casa decente sin pedir prestado? Parecía algo imposible. Así que, para ella, era como si ese pasaje hubiera dicho: “Gloria, tú no puedes adquirir una casa nueva”.

    Pero ella rehusó medirlo de esa manera. Tomó al diablo por el cuello y le dijo: «¡Óyeme bien, tú no vas a engañarme para quitarme mi casa!». Y comenzó a creer que Dios, de alguna manera, iba a darle una casa, sin necesidad de incurrir en una deuda. Efectivamente, Dios lo hizo.

    Si quieres recibir bendiciones en abundancia, ve a la Palabra de Dios con una canasta grande. Pon una medida grande de fe en la mano de Dios. Él la llenará hasta que sobreabunde, ¡y luego te la devolverá!

    Lectura bíblica: Lucas 8:1-18

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  • «¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?»
    (1 Juan 5:5)

    A menudo escucho a la gente decir: “Lo importante no es ganar ni perder; lo importante es jugar bien”. ¡Eso no tiene sentido! Si juegas bien, ¡ganarás!

    Cualquier entrenador te dirá que jugar bien implica manifestar una actitud ganadora. Dios desea que como creyentes tengamos esa clase de actitud. Dios quiere que desarrollemos tanta fe en Él que podamos tener la expectativa de derribar todo obstáculo que el diablo nos presente. Él quiere que tengamos la expectativa de ganar en el juego de la vida.

    Esa actitud no siempre se adquiere con facilidad. Estamos tan acostumbrados a perder que es necesario que cambiemos totalmente nuestra manera de pensar si queremos tener una actitud ganadora. En Efesios, el apóstol Pablo exhorta a los creyentes a renovar su manera de pensar. Al igual que nosotros, esos creyentes necesitaban cambiar su actitud y renovar su entendimiento en cuanto al hecho de que Jesús había vencido al mundo.

    Si no lo has hecho, debes hacerlo también. Necesitas tener un sentido de confianza glorioso para que puedas decir: “Oye, diablo, la victoria es mía, y no hay nada que tú puedas hacer para evitarlo”.

    “Pero, hermano Copeland, no sabe la clase de situaciones por las que estoy atravesando”.

    Sé que yo no lo sé, pero Jesús sí lo sabe, y te dice que “tengas ánimo”, pues Él puede darte paz en medio de la tribulación. El Señor te dice que cobres ánimo cuando Satanás venga en tu contra con todo lo que tiene, porque Él ya ha derrotado al enemigo. Jesús ya lo venció y tú también puedes hacer lo mismo.

    Primera de Juan 5:5 lo dice de esta manera: «¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?».

    ¿Sabes qué quiere decir ese versículo? Significa que si eres creyente nacido de nuevo, tienes el derecho absoluto de ser un vencedor para superar todo aspecto de este mundo perverso. Piensa y medita al respecto, y ¡comienza hoy mismo a desarrollar una actitud ganadora!

    Lectura bíblica: Romanos 8:29-39

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  • «Pongan la mira en las cosas del cielo, y no en las de la tierra».
    (Colosenses 3:2)

    ¡Cosas, cosas, cosas! Un mejor trabajo. Una casa más grande. Ropa para los niños. La cita del almuerzo de mañana. Un mejor televisor. ¿Puedes ver de lo que hablo?

    Muchos hemos aprendido a confiar en Dios para que nos prospere, pero pedimos tanto que se nos hace imposible estar al día con todas las cosas. Gastamos tanto tiempo y esfuerzo atendiendo a las “cosas” legítimas de la vida, que sin tener conciencia de ello empezamos a poner nuestro afecto en las cosas del mundo y no en Dios.

    Cuando Kenneth y yo oímos por primera vez acerca de cómo vivir por fe, estábamos en una situación muy difícil. Nos encontrábamos enfermos y en la quiebra, y por eso fue fácil dedicarnos a la oración y a la Palabra. A medida que honrábamos la Palabra de Dios, Él nos honraba y nos hacía prosperar. Llegamos al punto en el que dejamos de estar desesperados. Fue entonces cuando vino la verdadera prueba de nuestra fe. ¿Serviríamos a Dios porque le amábamos o porque estábamos en una situación desesperante?

    Bueno, alabado sea Dios, lo hicimos por amor. Sin embargo, en el proceso aprendimos algo: ¡se requiere de más dedicación para servir a Dios en la prosperidad que en la desesperación! En la prosperidad existe siempre esa tentación de dedicarse más a las cosas terrenales, dejando las cosas de Dios en segundo plano.

    Cuando las bendiciones materiales de Dios empiecen a llegarte, ten presente que Él no te ha entrenado en Su Palabra para que puedas consumirla en tus propios deseos. Él te ha dado a conocer Su Palabra para que vivas en el Espíritu y hagas la obra que te ha llamado a cumplir.

    No dejes que las cosas de este mundo te hagan desaprovechar las cosas gloriosas del Espíritu. Pon tus prioridades en orden de acuerdo con la Palabra de Dios. Coloca tu mirada en las cosas de arriba, ¡y descubrirás la realidad de la vida celestial!

    Lectura bíblica: Colosenses 3:1-16

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  • «En esto consiste el amor: que vivamos y andemos guiados, conforme a sus mandamientos (Sus órdenes, ordenanzas, preceptos, enseñanzas). Y éste es el mandamiento que ustedes han escuchado desde el principio: que prosigan andando en amor [guiados por él, siguiéndolo]”
    (2 Juan 1:6, AMP)

    De una manera muy sencilla, Dios nos enseña que el amor es guardar Sus mandamientos. Esto transforma el concepto del amor, de algo indeterminado a algo explícito. Pero Dios no sólo se ha limitado a darnos la definición del amor, sino también nos ha explicado cómo podemos amar de la manera en que Él ama. Cuando Dios nos dio Su Palabra, en ella nos dio también el manual del amor por escrito. Lo único que debemos hacer, para vivir en amor, es seguir Sus instrucciones.

    Si hiciste a Jesucristo el Señor de tu vida, ya diste el primer paso de obediencia. El amor de Dios nació en tu interior. Pero, a menos que des pasos para cultivarlo, ese amor permanecerá escondido en tu interior. El amor obra de la misma manera que la fuerza de la fe. Al igual que la fe, el amor se activa mediante el conocimiento de la Palabra.

    Para ser consciente del amor, confiesa la Palabra de Dios y ponla en práctica. Al meditar en estos versículos, mírate a ti mismo viviendo la vida de amor, caminando según los mandamientos de Jesús y siendo guiado por estos. Cultiva el amor que Él ha puesto dentro de ti.

    Lectura bíblica: 1 Juan 2:3-11

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  • «Y para que no me exaltara demasiado por la grandeza de las revelaciones, se me clavó un aguijón en el cuerpo, un mensajero de Satanás, para que me abofetee y no deje que yo me enaltezca»
    (2 Corintios 12:7)

    Por años, el diablo se ha valido de la enseñanza tradicional del aguijón en la carne del apóstol Pablo para convencernos de que no necesitamos las bendiciones de Dios, y que debemos aceptar todo, desde las enfermedades hasta el pecado. Y nos convenció que lo hagamos por voluntad propia.

    Quizás sea la interpretación errónea más destructiva y a la vez, más ampliamente aceptada que exista en el Cuerpo de Cristo. He ido a países a predicar a personas que apenas tenían conocimiento de la Palabra, y aún así me di cuenta que la enseñanza acerca del aguijón de Pablo ya había llegado a ellos.

    A la mayoría de ellos se les dio la enseñanza errónea.

    La tradición dice que Dios le dio a Pablo el aguijón en la carne. Además, la tradición convierte al aguijón en un gran misterio. ¡Pero las Escrituras no dicen eso en lo absoluto!

    En la Biblia leemos que el aguijón en la carne era un mensajero de Satanás. No era de Dios, ¡sino de Satanás! El aguijón era literalmente lo que Pablo dice que era: un mensajero enviado de Satanás.

    Pablo predicaba el evangelio adondequiera que iba, y cada vez que lo hacía, destruía un poco más el reino del enemigo. Éste le envió un mensajero, un espíritu maligno, para impedirle que siguiera predicando.

    Cuando Pablo le indagó al Señor acerca de ese aguijón (lee 2 Corintios 12:8-10), Dios no le contestó en forma negativa, sino que le dijo: «Con mi gracia (Mi favor) tienes más que suficiente, porque mi poder se perfecciona en la debilidad (en la incapacidad para producir resultados]» (Diccionario expositivo de palabras del antiguo y nuevo testamento, por W. E. Vine).

    En otras palabras, cuando Pablo no tuvo más fuerzas para seguir adelante, el poder milagroso de Dios fue suficiente para él y lo capacitó para ser un vencedor a pesar de su debilidad.

    No dejes que el diablo te impida obtener la victoria. Deshazte de la tradición y atrévete a creer la Palabra de Dios. Pelea la batalla de la fe, y al igual que el apóstol Pablo, ¡verás la salvación del Señor!

    Lectura bíblica: 2 Corintios 12:1-10

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  • «Ustedes ya saben que Estéfanas y los de su casa… ellos tienen su vida puesta al servicio del pueblo de Dios»
    (1 Corintios 16:15, NTV)

    Quiero pedirte que a partir de hoy empieces a cultivar una adicción―una adicción a la Palabra de Dios. Quizás esto te parezca extraño, especialmente si ahora no muestras mucho interés por ella. Sin embargo, créeme, es posible. Yo lo he hecho y he visto a otros hacerlo muchas veces.

    Lo único que debes hacer es decidir que lo harás. Enfoca tu tiempo y atención en la Palabra. Cuanto más te dediques a ella, más aumentarás tu deseo por la Palabra. Con el tiempo, tu mente se sumergirá en ella.

    ¿Te sorprende? No debería hacerlo. Eso sucede con cualquier cosa a la que te dediques por completo. Por ejemplo, eso le ocurre a quienes se entregan a la pornografía. Conforme dedican más tiempo a esa actividad, el espíritu que opera a través de ella comienza a tomar el control de su conciencia, y con el tiempo pasan de la actividad mental al hecho físico. Luego, llegan al punto en que quieren más y más, y nunca están satisfechos. Nada los sacia.

    Ese mismo principio puede aplicarse de una forma positiva cuando te dedicas a la Palabra de Dios. Puedes hacerlo al extremo de sumergirte por completo en ella en mente y cuerpo, y cuanto más descubres de ella, más quieres seguir descubriendo. El espíritu que obra por medio de la Palabra, el Espíritu Santo, te guiará y te llevará más cerca de Jesús de lo que puedas imaginarte.

    Nunca he conocido a nadie que camine en fe y en poder, que primero no haya cultivado una adicción de entregarse por completo a la Palabra por un tiempo prolongado. No estoy hablando de unos cuantos minutos o de vez en cuando. Estoy hablando de un tiempo considerable.

    Así que decide convertirte en un “adicto a la Palabra”. Una vez que lo logres, nunca más querrás vivir sin ella.

    Lectura bíblica: Hebreos 4:1-12

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  • «Y Moisés extendió su mano hacia el cielo, y durante tres días todo Egipto se cubrió de densas tinieblas. En esos tres días, nadie pudo ver a su vecino, ni nadie se movió de su sitio; en cambio, todos los hijos de Israel tenían luz en sus casas»
    (Éxodo 10:22-23)

    Hace años, Satanás comenzó un rumor. Le dijo a unos cuantos cristianos que debían vivir como el mundo, compartiendo las mismas desgracias, derrotas, necesidades y los mismos fracasos que sufren sus semejantes. Bueno, ese rumor se divulgó por todas partes. Quizás tú lo hayas oído. Pero quiero que sepas que ha sido una mentira muy ingeniosa.

    La Palabra de Dios dice en el Salmo 91:10 que si permaneces en Cristo, no te sobrevendrá ningún mal, ni plaga tocará tu morada.

    En Juan 16, el mismo Jesús dice que Él le ha quitado al mundo el poder de hacerte daño. Y en Éxodo 10:23, dice que cuando densas tinieblas rodearon a los egipcios, el pueblo de Israel tuvo luz en sus habitaciones.

    Según estos y otros pasajes, podrás ver que Dios nunca te destinó a sufrir toda calamidad que el mundo sufre. Él siempre ha querido que Sus hijos vivan por encima de esas cosas y brillen como luz en un mundo de tinieblas.

    En el Antiguo Testamento, la fama de Dios quedó establecida por los milagros que hizo a favor de Sus hijos. Es necesario que ese mismo hecho sea una realidad en nuestra vida. Deberíamos glorificar a Dios con una vida victoriosa y milagrosa. La gente debería venir a nosotros, diciendo: “He oído cómo Dios te sanó”; o, “he oído cómo tus hijos fueron liberados de las drogas”; o, “Dios en realidad te ha sacado de una crisis económica”.

    ¿Comprendes ahora por qué Satanás divulgó ese rumor? Necesitaba que creyeras que debes sufrir con el mundo, en lugar de vivir como un vencedor. Tampoco desea que la gente te busque para preguntarte cómo obtienes el poder, la paz, la salud y la prosperidad que hay en tu vida.

    Pero eso es exactamente lo que Dios quiere que suceda. Así que pon la Palabra de Dios a trabajar y atrévete a recibir las bendiciones que Él te ha prometido. ¡Deja que la luz del poder de Dios en tu vida entierre los siniestros rumores del diablo!

    Lectura bíblica: Filipenses 2:1-16

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  • «Por lo tanto, hermanos santos, que tienen parte del llamamiento celestial, consideren a Cristo Jesús, el apóstol y sumo sacerdote de la fe que profesamos [o confesamos]»
    (Hebreos 3:1)

    Hoy en día, muy pocos creyentes comprenden el misterio del apostolado y sacerdocio de Jesucristo. Piensan que un apóstol es alguna clase de supersanto. Pero en realidad, apóstol significa “enviado”. Por lo tanto, Jesús ha sido enviado por Dios para hacer algo por nosotros.

    Él ha sido enviado para servir como nuestro Sumo Sacerdote. De nuevo, muchos creyentes no tienen ni la menor idea de lo que un sumo sacerdote hace. Ellos se imaginan a una persona que camina con ropa extraña realizando rituales religiosos.

    En realidad, un sumo sacerdote es mucho más que eso. Es el que está autorizado para administrar, poner en marcha, llevar a cabo y ejecutar lo que se le ha encomendado. Quizás te preguntes: “¿Qué es lo que está Jesús autorizado para administrar, ejecutar o llevar a cabo a favor nuestro?” Hebreos 3:1 nos dice que Jesús es el Sumo Sacerdote de nuestra confesión. Él ha sido enviado a poner en vigencia, a ejecutar y a llevar a cabo las palabras que digas.

    Pero es muy posible que en lugar de palabras de fe, hayas estado diciendo cómo te sientes en ese momento. Por ejemplo, si sólo hablas de enfermedad, ¿qué podrá hacer el Señor con eso? Él no es el Sumo Sacerdote de la enfermedad, y no podrá hacer cumplir esas palabras. Si declaras: “Estoy débil, me siento cansado”, Él no podrá hacer nada con eso. La Biblia dice: “que el débil diga ¡fuerte soy!”. En el momento en que lo dices, Jesús podrá administrar fortaleza.

    Jesús no te dará enfermedad, debilidad, pobreza o pecado. Él derrotó todo eso por nosotros. Él es el Sumo Sacerdote de la redención, de la justicia y de la liberación.

    Tenlo presente cuando te acerques a Jesús, para que no hables palabras de derrota, sino palabras de victoria que Él pueda hacer cumplir. Eso es lo que Dios le ha comisionado a Jesucristo para que cumpla en tu vida.

    Lectura bíblica: Hebreos 7:20-28

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  • «A tu izquierda caerán mil, y a tu derecha caerán diez mil, pero a ti no te alcanzará la mortandad. No te sobrevendrá ningún mal, ni plaga alguna tocará tu casa»
    (Salmos 91:7,10)

    Desde el punto de vista natural, el mundo en el que vivimos causa gran temor. Es un mundo que va de una catástrofe a otra. Casi a diario, oímos de guerras, la amenaza de armas nucleares y biológicas, de grandes derrames de petróleo, de terremotos e inundaciones, de nuevas enfermedades y de la delincuencia que azota a nuestras ciudades.

    Sin embargo, en medio de todo eso, Dios promete ser refugio y fortaleza para los que confían y permanecen en Él.

    Quizás digas: “Pero, Gloria, Él hizo esa promesa hace miles de años, cuando las cosas no estaban tan mal como lo están hoy en día”.

    Puede ser. No obstante, quiero decirte algo. Esa promesa también es para nuestra generación. Piensa en esto. Cuando el Salmo 91 fue escrito, el hombre aún no había inventado armas que pudieran destruir a diez mil personas de una sola vez. Nosotros somos la generación que lo hizo posible. Por lo tanto, cuando Dios dijo en el Salmo 91, «no te sobrevendrá ningún mal», nos estaba incluyendo también a nosotros.

    «No te sobrevendrá ningún mal» ¡Qué gran promesa! Necesitas aferrarte y confiar en ella. Cree que Él quiere ser el Dios de tu vida. Él quiere ser tu protector y tu defensor. Él quiere ser el primer nombre que digas cuando la adversidad aparezca en tu camino. Dios quiere ser aquel en quien confíes y busques para que te guarde seguro. Y si lo haces, Él jamás te decepcionará.

    Dios puede encargarse de todos los peligros que te rodean sin importar cuán difíciles sean. Él lo demostró con Sadrac, Mesac y Abed-nego, cuando fueron atados y echados en un horno de llamas tan ardientes que consumieron a los hombres que los echaron ahí. Piensa: no podrías estar involucrado en un problema más grande que ese. Pero Dios los libró, y cuando salieron del horno, ni siquiera olían a humo. ¡Aleluya!

    Por eso, aunque las circunstancias a tu alrededor parezcan ser espantosas, confía en Dios. Él siempre es fiel. Nunca está ocupado en otras cosas cuando necesitas Su ayuda. Estará siempre listo para librarte de cualquier adversidad, catástrofe o desastre.

    Permítele demostrar en tu vida lo que Él demostró en la vida de Sadrac, Mesac y Abed-nego: ¡Nadie más podrá librarte como Él!

    Lectura bíblica: Daniel 3

    © 1997 – 2019 Eagle Mountain International Church Inc., también conocida como Ministerios Kenneth Copeland / Kenneth Copeland Ministries. Todos los derechos reservados.

  • «Pero él me ha dicho: «Con mi gracia tienes más que suficiente, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.» Por eso, con mucho gusto habré de jactarme en mis debilidades, para que el poder de Cristo repose en mí»
    (2 Corintios 12:9)

    Cuando te encuentres ante una situación muy difícil en la cual no tienes la fuerza o la habilidad para poder manejarla, ¿te sientes tentado a darte por vencido y aceptar la derrota? No lo hagas. En lugar de eso grita: ¡Alabado sea Dios!, porque la Palabra dice que el poder de Dios se perfecciona en ti.

    La palabra traducida como “poder” en este pasaje proviene del griego dunamis, que significa : “El poder de Dios que obra milagros”. Piensa en eso. Cuando tu fortaleza humana llega a su fin, ¡Dios ha prometido que Su poder milagroso te ayudará a vencer!

    Si lees Hechos 14 podrás ver esa promesa en acción. El apóstol Pablo fue apedreado por un grupo de judíos, quienes luego lo pusieron fuera de la ciudad y lo dejaron ahí dándolo por muerto. La fortaleza humana de Pablo había llegado a su fin y no podía hacer nada en lo absoluto.

    Pero los discípulos vinieron, lo rodearon y oraron por él; el Señor lo levantó y Pablo pudo seguir adelante. En otras palabras, cuando a Pablo no le quedaba ninguna fuerza humana para continuar, el poder de Dios, que obra milagros, fue suficiente para él. Ese poder lo hizo vencedor en esa situación, ¡a pesar de su debilidad!

    Entonces, si hoy estás enfrentando alguna crisis―

    Si estás enfermo y la medicina no te ha servido para nada―

    Si tus finanzas se encuentran fuera de control―

    Si tu familia se está desintegrando―

    Si algún vicio te tiene esclavizado y no puedes librarte de él―

    Si has llegado al fin de tus fuerzas sin poder lograr nada―

    Entonces ¡regocíjate! ¡Porque cuando las fuerzas humanas llegan a su fin, el poder de Dios sobresale!

    ¡Solo cree!, y

    ¡La gracia de Dios te bastará!

    Lectura bíblica: Hechos 14:1-22

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  • «Porque no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio»
    (2 Timoteo 1:7)

    ¿Qué pensarías si yo te dijera que puedes vivir sin temor? ¿Me creerías si te dijera que, a pesar de lo que veas en las noticias esta noche, podrás estar perfectamente en paz? ¿Imposible? ¿Ficticio? ¡No!

    El temor no es sólo una reacción a las circunstancias externas; es también una fuerza espiritual. Empieza en tu interior, y es muy destructivo. De hecho, el temor es el arma principal de Satanás. Él actúa en respuesta al temor, así como Dios actúa en respuesta a la fe. Satanás utiliza el temor para oponerse a las promesas de Dios.

    Un ejemplo excelente de esto lo encontramos en Mateo 14, cuando Jesús invitó a Pedro a caminar sobre el agua. «Pero al sentir [Pedro] la fuerza del viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: «¡Señor, sálvame» (versículo 30).

    ¿Qué le dio a Pedro la confianza para caminar sobre el agua? Su fe en la Palabra de Jesús. ¿Qué provocó que Pedro empezara a hundirse? Él sintió el fuerte viento y se llenó de temor. No fue el viento que lo venció, sino el temor a éste. Él miró las circunstancias, se dejó llevar por el temor y el resultado fue la derrota. Si Pedro hubiera mantenido su mirada en Jesús, su fe nunca habría titubeado. Todo el escándalo y el viento huracanado del mundo no lo hubieran sacado del curso.

    La fe crece cuando meditamos en la Palabra de Dios. El temor crece cuando meditamos en las mentiras de Satanás. Dicha meditación se llama “preocupación”. ¡No lo hagas!

    La Palabra de Dios es la espada del Espíritu. Úsala para pelear contra Satanás siempre que él venga en contra tuya. Levanta tu escudo de la fe y apaga todos los dardos de fuego del maligno. Habla palabras de fe, y el temor se irá.

    Lectura bíblica: Salmo 27

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  • “Regocíjense en el Señor, Oh [íntegros] justos [ustedes los rectos que están en una posición correcta con Dios] porque la alabanza se ha destinado a los correctos [de corazón]”
    (Salmo 33:1AMP)

    La alabanza, de acuerdo con la Palabra de Dios, es lo más apropiado y hermoso que como creyente puedes hacer.

    Sin embargo, déjame decirte que la idea apropiada de alabanza que tú y Dios tienen pueden ser muy diferentes. La alabanza que Él desea debe ser llena de gozo, sin inhibiciones y, a veces, ¡en voz alta!

    Si no lo crees, busca en la Biblia y te darás cuenta de la clase de alabanza que existe en el cielo. Lee Isaías 6 y verás lo que sucede en el trono celestial. Los serafines alaban tan fuertemente que hacen temblar los marcos de las puertas, y cuando lo hacen, la gloria del Señor llena la casa.

    Cuando llegues al cielo, estarás alabando de la misma manera. Estarás saltando y alabando a Dios con cada parte de tu ser. Pero no esperes hasta ese momento para empezar a hacerlo; comienza ahora mismo.

    Decide hoy que en vez de alabar a Dios como a ti te gusta, comenzarás a hacerlo como a Él le gusta. Dale rienda suelta a las alabanzas, y hazlo con alegría y sin inhibiciones. No esperes llegar al cielo para alabar a Dios con todo tu ser; hazlo ahora, ¡Él se lo merece!

    Lectura bíblica: Isaías 6:1-8

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  • «Confía en el Señor de todo corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.
    Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus sendas»
    (Proverbios 3:5-6)

    Cuando empiezas a dar pasos en fe y a caminar en el Espíritu, el diablo hará todo lo posible para que fracases en tu vida espiritual. Tratará de meterte en problemas de los cuales piensas que no hay salida.

    Pero puedes usarme como ejemplo de alguien que ha estado en esas dificultades. Si pones tu mirada en Dios y confías en Su sabiduría en lugar de la tuya, Él siempre te mostrará una vía de escape (1 Corintios 10:13). No sólo escaparás, sino que lo harás de tal manera que Él recibirá la gloria y tú te reirás del diablo.

    Recuerdo un miércoles en particular, una noche en Wichita Falls, Texas, donde enfrenté una situación de ese estilo. Estaba predicando acerca de la realidad de la justicia de Dios y la unción era realmente fuerte. En el instante que la unción alcanzó su punto máximo, de repente una mujer en el auditorio se puso de pie y comenzó a hablar en lenguas. Le pedí tres veces que se detuviera, pero ella continuó hablando más fuerte. Cuando por fin se calló, la unción se había ido y el mensaje quedado en el olvido. Así que miré a esa mujer con seriedad y empecé a corregirla por su falta de respeto.

    Fue entonces que un hombre sentado junto a ella habló y dijo: “Hermano Copeland, ella es completamente sorda. No puede oír ni una palabra de lo que usted está diciendo”.

    En ese momento no supe qué hacer. No sólo mi mensaje se había arruinado, sino que toda la congregación estaba enojada conmigo por haber regañado a esa pobre mujer sorda. (Luego me enteré de que el hombre usaba a la pobre mujer para interrumpir en reuniones y echar a los predicadores del pueblo. Cuando el servicio alcanzaba su mejor momento, él la presionaba y le decía que era su turno para profetizar).

    Me detuve por un momento, me quedé en silencio y esperé que el Señor me diera instrucciones. De hecho, Él me habló, y me dijo: Llámala y pon las manos sobre ella, y yo abriré sus oídos.

    ¡Todo cambio de forma radical! Cuando Dios sanó los oídos de esa mujer, ese fracaso se convirtió —de una manera sorprendente—, en una de las reuniones más ungidas que haya tenido. ¡Todos fueron bendecidos!

    La próxima vez que el diablo trate de acorralarte en una esquina, quédate tranquilo. Pídele a Dios que te muestre la vía de escape. Él siempre te dará la victoria.

    Lectura bíblica: Hechos 14:8-22

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  • «Porque por el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que así como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva»
    (Romanos 6:4)

    Como creyente, tienes dentro de ti la misma vida nueva que Dios le dio a Jesús cuando lo resucitó de entre los muertos. El viejo pecador que eras, ha muerto. Te has convertido en una nueva creación en tu interior.

    ¡Estás lleno de la vida de resurrección de Dios!

    Sin embargo, el pecado, la desobediencia, el egoísmo y la vida carnal no dejarán que esa vida de resurrección se manifieste. El pecado te separará del poder de Dios, aunque hayas nacido de nuevo. Si andas en pecado, la vida de resurrección permanecerá dormida en tu interior.

    Tú no vencerás el pecado, tratando de no pecar. Lo vencerás cuando vivas de acuerdo a la vida nueva que Dios ha puesto en ti, dedicando tiempo a la Palabra y a la oración. Al hacerlo, el Espíritu de Dios te fortalecerá y te capacitará para poner ese pecado bajo tus pies.

    No obstante, recuerda que el Espíritu Santo no usará Sus fuerzas para poner bajo tus pies esos viejos hábitos carnales. Él esperará a que tú tomes la iniciativa. Luego, te fortalecerá para que prosigas con tu decisión y te enseñará cómo disfrutar la vida nueva que mora en tu interior.

    Da el primer paso hoy y pídele ayuda. Dile: “Señor, deseo experimentar el poder para disfrutar esta vida nueva todos los días. Decido en mi corazón poner bajo sujeción los preceptos del pecado y me declaro muerto a éste. En el nombre de Jesús, pasaré tiempo en oración y en la Palabra hoy. Al hacerlo, sé que recibiré nuevas fuerzas del Espíritu Santo en mi vida. ¡Sé que comenzaré a vivir el poder de resurrección que has puesto en mi interior!”.

    Lectura bíblica: Romanos 7:1-6

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  • Kenneth Copeland «Esto quiere decir que, en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, sin tomarles en cuenta sus pecados, y que a nosotros nos encargó el mensaje de la reconciliación»
    (2 Corintios 5:19)

    Hoy en día, son muy pocas las personas inconversas que han oído realmente las “buenas nuevas”. ¿Por qué? Porque muchos cristianos se encuentran ocupados diciéndole al mundo que Dios está enojado con ellos, que son malos y que están viviendo equivocadamente. Algunos llaman a eso las “buenas nuevas”, pero no lo son, y no es lo que Dios nos ha comisionado a anunciar.

    Dios nos ha dado “¡el mensaje de reconciliación!”

    Nos ha enviado a anunciar las noticias de que Dios ha restaurado la armonía y la comunión entre Él y los hombres, todos los hombres. No sólo con los creyentes, no sólo con la gente de tu iglesia, sino con ¡todo el mundo!

    Es verdad. Al igual que tú, el peor pecador del mundo ha sido tan reconciliado con Dios como tú. Busca Romanos 5:10, y verás qué quiero decir: «Porque, si cuando éramos enemigos de Dios fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo, mucho más ahora, que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida».

    Reconciliados. Esa palabra denota tiempo pasado. Dios ya ha restaurado la comunión entre Él y la humanidad. Lo hizo cuando ni una sola persona sobre la Tierra creía en el Nuevo Nacimiento, excepto Jesús,. Lo hizo cuando el mundo entero estaba hundido en el pecado.

    Mediante la muerte y la resurrección de Jesús, Dios ha limpiado, perdonado y restaurado para Sí mismo a todos los hombres, mujeres y niños sobre la faz de la Tierra. Todo lo que tenemos que hacer ahora es recibir esas buenas nuevas.

    Ésa es la buena palabra que Dios nos ha dado. Esa es la palabra que necesitamos dar a conocer a los que están perdidos. Si lo hacemos, puedo casi garantizarte que no permanecerán perdidos por mucho tiempo.

    Lectura bíblica: 2 Corintios 5:10-21

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  • «...una persona que duda tiene la lealtad dividida y es tan inestable como una ola del mar que el viento arrastra y empuja de un lado a otro. Esas personas no deberían esperar nada del Señor; su lealtad está dividida entre Dios y el mundo, y son inestables en todo lo que hacen»
    (Santiago 1:6-8, NTV)

    ¿Qué sucede cuando titubeas en hacer algo que Dios te ha pedido que hagas? Tu adversario, el diablo, dará el primer paso y te atacará de inmediato.

    Si quieres vivir por fe, considera que la duda es uno de los hábitos más peligrosos que puedas tener. Ésta proviene de la indecisión. La Biblia dice que un hombre así, es: “inestable, de poca confianza e indeciso, acerca de todo lo que piensa, siente y decide” (AMP).

    Si titubeas, las decisiones que tomes estarán divididas. Tratarás de vivir por fe y de proteger tu temor al mismo tiempo. Te encontrarás declarando cosas como: “Yo creo que Dios me sanará”. Entonces tu temor te hablará al oído y te dirá: “Pero no quisiera decir que estoy bien, no todavía”. Estarás tan ocupado debatiéndote entre la fe y el temor, que no podrás progresar en nada.

    Deshazte hoy del hábito de la duda. Toma la firme decisión de confiar en la Palabra de Dios y de actuar conforme a lo que ella establece. Decídelo de una vez por todas. Determina no volver a darle lugar a la duda. Cuando ésta venga a tu mente, échala fuera de inmediato.

    Cuando Dios hable, no desperdicies ni un momento. Da el paso de fe que necesitas dar ¡y así siempre irás adelante del diablo!

    Lectura bíblica: Santiago 1:1-8

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  • «De cierto, de cierto les digo: El que recibe al que yo envío, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió»
    (Juan 13:20)

    No puedo decirte cuántos cristianos nacidos de nuevo y llenos del Espíritu Santo critican a su pastor el sábado por la noche, ¡y luego esperan que ese pastor haga la oración de fe por ellos el domingo por la mañana! Constantemente hacen comentarios negativos de los evangelistas y de los predicadores que Dios ha enviado a ministrarles, y luego se preguntan por qué la lluvia del Espíritu se ha evaporado de sus iglesias.

    La mayoría de esas personas, ni en sueños criticarían el ministerio de Jesús. No obstante, de acuerdo con la Palabra de Dios, eso es precisamente lo que están haciendo. Jesús dijo: «El que recibe al que yo envío, me recibe a mí».

    Sé que los ministros fallan a veces. Sé que cometen errores. Jesús también sabía que lo harían. Sin embargo, Él dijo: «… El que recibe al que yo envío, me recibe a mí…».

    Si crees que la doctrina de algún predicador es errónea, entonces ora por él. Si es necesario, retírate de ese ministerio. Las Escrituras dicen: «¿Quién eres tú para juzgar al siervo de otro? Que se mantenga en pie, o que caiga, es asunto de su propio Señor. Y se mantendrá en pie, porque el Señor tiene poder para sostenerlo» (Romanos 14:4, NVI).

    Los ministros del evangelio son siervos de Dios, no tuyos. Ya sea que se equivoquen o estén en lo correcto, ámalos y respétalos, aunque no sea por ninguna otra razón más que para honrar a quien los envió.

    Aprende a recibir al ministro de Dios que Jesús te envía con el mismo respeto y honor que le darías al mismo Jesús. Si lo haces, abrirás la puerta para que un gran poder espiritual sea liberado. Allanarás el camino para que Dios supla lo que necesitas. La unción de Dios se liberará por medio del enviado de Dios hacia ti.

    Rehúsate a que la crítica retenga la unción del Espíritu Santo. Luego, prepárate para ser bendecido, pues te aseguro que el Espíritu Santo no la retendrá.

    Lectura bíblica: Números 12:1-16

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  • «Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra»
    (Filipenses 2:9-10)

    Una vez que decidas guardar los mandamientos de Jesús y comiences a dejar que la Palabra more más abundantemente en tu vida, el Nombre de Jesús llegará a ser mucho más poderoso para ti. Llegará a ser más que sólo una palabra. Se convertirá en una fuerza que hará que toda situación, y todo demonio que trate de interponerse en tu camino, doble su rodilla cuando se lo órdenes.

    Te lo aseguro, el Nombre de Jesús funciona. En ese Nombre hay más poder del que podamos imaginarnos.

    Mi fe está tan aferrada en la autoridad del Nombre de Jesús, que a veces simplemente digo: “En el Nombre”, y el poder de Dios entra en acción.

    De hecho, he descubierto que el Nombre de Jesús―tan sólo el Nombre―es eficaz cuando es pronunciado por un creyente que permanece en la Palabra. En Apocalipsis 19:13, vemos que el nombre de Jesús es la Palabra de Dios. Por eso, cuando un espíritu maligno trata de traer enfermedad, pobreza, depresión o cualquier otra basura a mi hogar, no tengo que citar cada pasaje que sé para detenerlo. Puedo señalarlo con mi dedo y decirle: “¡Jesús!” ¡Eso es como arrojar toda la Palabra de Dios en su cara de una sola vez!

    Descubre por ti mismo lo que el Nombre exaltado puede hacer. Comienza a decirlo con confianza y autoridad. ¡Hay poder en el Nombre de Jesús!

    Lectura bíblica: Hechos 3:1-16

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  • «Vuelvan a su sano juicio... y dejen de pecar»
    (1 Corintios 15:34, NVI)

    Cuando tu despertador suene mañana por la mañana, no te despiertes pensando que es tan sólo un día más. Haz lo que la Palabra de Dios dice: «Vuelvan a su sano juicio… y dejen de pecar». Despierta pensando en la gloriosa realidad de que has sido hecho la justicia de Dios en Cristo Jesús, y que se te ha dado una posición justa con el Dios altísimo.

    ¿Por qué? Porque mañana —y todos los días de tu vida en esta Tierra—, Satanás tratará de convencerte de que no tiene ningún derecho de recibir los beneficios de Dios. Tratará de llevarte de nuevo al cautiverio para que peques y así poder controlar tu vida. Pero Satanás no podrá hacerlo si te despiertas todos los días con la realidad de quién eres en Cristo.

    La siguiente es una confesión que puedes hacer en oración para que esa verdad se avive en ti:

    “Padre, hoy confieso de nuevo a Jesucristo como mi Señor y Salvador. Señor, Tú eres la cabeza de mi vida. Me rindo a ti por completo. Ahora mi voluntad es Tu voluntad. Mis planes son Tus planes”.

    “Como una nueva creación en Cristo Jesús, acepto el don de justicia y todo lo que ese don incluye: salud, prosperidad, paz, gozo y vida en abundancia. Me despojo de todo peso y del pecado que tan fácilmente me asedia. Ahora pongo mis ojos en Jesús, el Autor y Consumador de mi fe”.

    “De acuerdo con Tu Palabra, ahora puedo gobernar como rey en esta vida. El poder del pecado y de la muerte en mi vida ha sido vencido. Las fuerzas del mal ya no ejercen dominio sobre mí, pues mi vida está en las manos del Dios que gobierna sobre todos los dioses. Soy más que vencedor por medio de Aquel que me ama”.

    “Hoy decido vivir consciente de mi posición justa contigo Señor, y en cada paso acercarme cada vez más a ti. Gracias por el don de justicia. Gracias a ese don puedo hacer todas las cosas en Cristo Jesús que me fortalece”.

    “En el nombre de Jesús. Amén”.

    Lectura bíblica: Colosenses 2:9-15

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