Episodios
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Regresa este Buenos días España en una fecha fundacional, en este caso de la división, la crisis de la nación, y la ruptura de los consensos más básicos. Pero me quiero detener esta mañana en el calendario de actos que nos han preparado desde la Moncloa, en la estrategia de comunicación que han diseñado para este año, y que han ejecutado primero desde el programa de Évole, después desde televisión española, para desembocar en el mitin de Bilbao en el que la banda ha aplaudido a rabiar en un nuevo intento de convertir a Zapatero en un presidente que no llegó por accidente sino por providencia.
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Cuando el hombre de bosque hacía aspavientos en la tribuna del Congreso por las palabras de Abascal, que cada hora que pasa parecen más premonitorias, cuando movía sus ramas atolondrado, y agitaba sus manazas, ya sabía que él y su partido iban a entregar la alcaldía de Pamplona a Bildu, es decir, la rama tecnócrata de la ETA. Es un regalo más de los Sánchez y los López a los que pegaban un tiro en la nuca a los socialistas y nunca se arrepintieron de coserles al suelo a balazos. Primero retiraron a la Guardia Civil de las carreteras, luego entregaron la federación de municipios a Bildu, ahora le entregan la alcaldía de Pamplona, y luego vendrán las alcaldías de otros pueblos y ciudades en las que la suma de la rosa socialista y la serpiente de Bildu pueden sumar una mayoría, que ayer parecía contra natura y hoy confunde a los dos partidos en uno solo, fundidos en el destino sanchista. Los sucesos de este martes, los presagios que anuncian, son de una gravedad extrema. No parece un cierre de la historia sino una sumisión, una apertura de piernas del socialismo para que desfilen por su matriz los orcos que hicieron de la brutalidad criminal su forma de hacer patria. El destrozo del socialismo navarro es mucho más grave que el que practicaron Urralburu y Aragón, condenados a once y siete años por corrupción, los dos continuadores de Roldán, que en Pamplona comenzó su historia de codicia sin límite. Gracias a Sánchez, Bildu se apodera de la Pompaelo romana, de la vieja capital del reino de Navarra, que se unió a Castilla. El poco aparato ético que le quedaba al socialismo navarro ha sido pulverizado por el caudillo, vestido de azul, que nos gobierna. Rotos todos los puentes entre el PSOE y la Unión del Pueblo Navarro, que ganó las elecciones municipales, en enfrentamiento deriva ahora hacia un escenario callejero. Y en Navarra la calle no suele tener matices. Se trata por tanto de un triunfo más de un presidente, de nuestro querido Fuhrer, que ha hecho de la discordia su programa de gobierno, su estilo y su fin, su apuesta más genuina.
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¿Faltan episodios?
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Escribe Gabriel Zaid en un viejo artículo, rescatado estos días en la revista Letras Libres que poco antes de volverse loco, tan solo unos días antes de perder la razón y todo atisbo de cordura, Friedrich Nietzsche escribe en Ecce homo capítulos titulados “por qué soy tan inteligente”, “por qué escribo tan buenos libros”, “por qué soy un destino”. Nietzsche era un fan de si mismo, adicto a una exaltación desquiciada. Tal cual nuestro amado Fuhrer, que se pasea estos días por las teles de Madrid y las calles de Madrid reiterando que no hay libro más profundo, como dice su negra, Irene Lozano, que el que le han escrito. Sánchez como destino de todos, como culminación de la nación de naciones en la que nos han convertido para seguir la profecía de Zapatero, ese otro iluminado. Decía el clásico que ningún hombre ha recibido de los dioses todos los talentos. Hasta Sánchez. Con Sánchez termina la vigencia y validez de la frase. Y mientras el conducator nos explica por capítulos las bondades con las que la naturaleza le adornó, el coro socialista se lanza a la caza de Abascal, a dentelladas secas y calientes, con la esperanza de encontrar algún día un Conde Pumpido que ilegalice al partido.
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No nos habíamos recuperado del documental de la Preysler, de las lágrimas de su chófer y de la crueldad de Tamara, que desde su ser adiposo llamó gorda a Ramona, la cocinera de mamá, cuando llegó Sánchez, toda vestida de azul, a presentarnos un libro que no ha escrito, pero que asume como propio. No solo no lo ha escrito, es probable que ni siquiera lo haya leído. ¿Qué necesidad tiene? ¿Qué le va a contar a Sánchez un libro sobre Sánchez que Sánchez no sepa? Con la de cosas que Sánchez le podría contar al libro y no le ha contado. Le ayudaron en la faena teatral una periodista de El País y Jorge Javier, desterrado de Tele5 y convertido en mayordomo por una mañana. Lo de JorgeJa tenía sentido, y fue la estrella de la juerga, porque se lo tomó como una competencia entre dos narcisistas, que es de lo que se trataba. El sultán se llevó a Jorge para ver qué gallo es más gallo en la gallera. La chica de El País pasó mucha vergüenza, pero vistió la cuota sexual con rigor. La ideológica no, porque mientras el sultán se quejaba de que las tertulias están llenas de señores de derechas, él puso a su lado a dos que presumen de izquierdistas: el primero JorgeJa, que siempre dijo que hacía programas para rojos y maricones, y la segunda que representaba a un periódico al que todo lo que hace Sánchez le parece bien, menos el nombramiento de Oliver al frente de la agencia Efe, que se lo tomaron como algo excesivo.
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Habituados a la mentira Sanchista, a ese disfraz continuo del que dice cambiar de opinión según la circunstancia, el discurso de Milei en su toma de posesión parece el de un político venido de otro planeta. NO hay plata, decía, y es la verdad. El que la hace la paga, ha sido su promesa. Hace algunos años, en la trampa de un micrófono abierto sorprendieron al presidente uruguayo Batlle cuando decía la verdad sobre sus vecinos: con que el gobierno argentino deje de robar un año se arreglan todos sus problemas. Como ha pasado el tiempo y siguieron robando a manos llenas, los problemas hoy son más graves, y no bastará con un año de manos quietas, sino que harán falta medidas más graves y drásticas. Sangre, sudor y lágrimas. Un político que dice la verdad. ¿Recuerdan al último que pasó por España? Hasta ahora la élite política argentina se quedaba con la plata y repartía a sus amigos populistas en España. Por eso ha sido tan habitual ver el desfile de las yolandas y los garzones por Buenos Aires, para pasarle la mano por la chepa a Cristina Fernández y cobrar por la foto un buen salario. Como ya no hay plata que llevarse, Sánchez mandó a un secretario para ocupar su silla en la ceremonia. Menos mal que tenemos al Rey Felipe que cumple la misión sin que echemos de menos al sultán, más bien ya nos estorba cuando le vemos en estos oficios.
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Despreocupado de la crisis climática, he pasado el día de la constitución sin hacer nada, que es algo que a casi todos se nos da muy bien: hacer nada a cambio de nada, sin exigir salario ni sostén, sin pedir alimento ni pensión. Sugiero que en la próxima reforma constitucional, que ya ha sido veladamente anunciada por madame Armengol se incluya ese derecho, el anarquista derecho a la pereza. Es un derecho que debe llevar aparejada la condición de no reclamar nada por ejercerlo, ni siquiera la ventaja de quejarse. Hoy tenemos muchos que ya lo ejercen pero a cambio de un subsidio, de un estipendio, o de la pesadez de darnos la tabarra con los otros derechos que para ellos genera su indolente no pegar un palo al agua. Esto para algunos viene de la educación que se reparte hoy en las escuelas. En mi modorra constitucional me llegaron algunos ruidos sobre los resultados de nuestros alumnos en el informe Pisa. Nada que nos deba sorprender. Se han hundido las notas de los vascos y las vascas, de los catalanes y las catalanas. En el caso de Cataluña la autoridat salió enseguida a quitarse esa mosca de la solapa, a decir que la culpa de las malas notas la tienen los emigrantes. Siempre los emigrantes. El Barcelona todavía no han salido de los tiempos de Pujol.
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Mientras la secesión le saca a Sánchez el referéndum de autodeterminación, la Fórmula 1 se marcha de Barcelona y se instala en Madrid por una década. No hay relación de causa efecto en esas dos noticias, solo han coincidido en el tiempo, como si fueran lo que Sánchez llama justicia poética, dos palabras que para el sultán son solo la expresión de su resentimiento. Lo digo a tenor de las primeras entregas de los pasajes más llamativos de su libro Tierra Firme. Sanchez solo firma libros que no escribe: su tesis doctoral, su manual de resistencia, y ahora este en el que parece Colón recién llegado a aquella isla que llamaron “la española”, y que hoy se llamaría como dijera Puigdemont. Le podrían haber puesto Manresa, por ejemplo, o Granollers.En ese Tierra firme, Sánchez ajusta cuentas con Sánchez Galán, el presidente de Iberdrola. El ajuste de cuentas es una buena forma de incentivar las buenas relaciones, el buen rollo, el rollo guay con las grandes empresas, que ahora congelan sus inmediatas inversiones, sobre todo ante el temor de salir retratados en el próximo libro que le escriban al Gran Timonel.
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El mundo está lleno de prodigios, queridos oyentes. Y no es fácil que los de un día superen a los del anterior en contorsiones, piruetas, trolas y otros trucos retóricos, pero lo logran con una extraña naturalidad. No es fácil elegir uno de esos fenómenos para empezar el día. Pero comencemos hoy por ese ministro de Justicia, ese Bolaños, el que venía feliz como si arribara a la sala de prensa del Congreso, recién duchado después de una fiesta con cabras. Bolaños es ministro de justicia, es triministro, porque se encarga además del ministerio de presidencia y de las relaciones con las Cortes. Este triministro, tigre del trigal, rechazaba una sentencia del Tribunal Supremo porque ha sido emitida como respuesta al recurso de una institución privada. Bolaños, el valido, dice que ningún privado puede recurrir a la justicia para privar al poder ejecutivo de su poder de ejecutar. Y en esa respuesta al triministro se le ve la pata peluda, las ganas de erigir un poder autárquico. Da mucha pereza explicarle a Bolaños que un ciudadano sin galones ni puñetas tiene en la Justicia el recurso de responder a los abusos de poder. Y la Justicia, en buena ley, le puede dar la razón, y así anular el nombramiento de Magdalena Valero, que sabrá mucho de gobierno, pero poco de leyes, a tenor de lo que dice el Supremo.
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Forma parte del estilo criminal el quejarse de las formas de la víctima para desviar la atención sobre el delito. Armengol hizo este miércoles su contribución al muro sanchista con un discurso de parte, como si ya presidiera tan solo la mitad de la Cámara, como si el resto fueran comparsas o diputados de atrezzo que están ahí para rellenar los huecos, como los figurantes de una gala de televisión con poco atractivo. Después de su arenga, aburrida y partidista, concluyó su discurso con un muchas gracias, como si estuviera en una convención de vendedoras de MaryCare. Ni rastro de viva la constitución, ni un asomo de un viva el rey, allí presente, con su continuidad monárquica. Hasta Sánchez parecía un viudo, viudo de constitución, con su chaqueta mal planchada y su pantalón desfondado, como en un funeral. Las caras que vimos reforzaban la idea de que allí se estaba enterrando a alguien, y la mitad de la cámara no estaba muy de acuerdo con el crimen. Los diputados del PP y los de Vox no aplaudieron porque ante un delito flagrante se debe guardar un cierto respeto a la víctima. Luego salió Pachi López al patio con su mirada extraviada y sus orejas solmenes a quejarse de la mano quieta de la derecha. No tienen educación ni respeto, dijo PachiLo. Sí, oyentes, el mismo PachiLo que hace unos días celebraba los resultados del diálogo sobre el cadáver de Ernest Lluch. Fue este su momento del día. Recordaba a aquel del chiste de Gila que se queja de que los del pueblo le han matado al hijo, pero celebra lo que se han reído todos durante la ejecución. Debería estar contento PachiLo de que, al menos por esta vez, el letrado mayor de las Cortes haya aplaudido entusiasta el discurso de la presidenta de la cámara. Recién llegado al cargo, estrenado ya en su aceptación de la ley de amnistía, el letrado se entregó al jaleo de Armengol con una dedicación nada neutral.
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El mismo día que nuestro César Imperator entraba en la Fundación Pablo VI, entre gritos de traidor e hideputa, la Real Academia de la Lengua anunciaba la admisión en el diccionario de la palabra machirulo. Al César no le gustaron nada esas voces que le devolvían el golpe de la amnistía para la secesión y sus secuaces. Antes de su epifanía en la Pablo VI, el Gran Timonel había enviado a unos funcionarios de la Moncloa a tomar nota de quien vive en cada una de las ventanas del Colegio Mayor que se asoma al patio de la Fundación. A los residentes la policía les aconsejó que no abrieran las ventanas, que no contemplaran el abismo de un presidente del gobierno que después de haber hecho de la mentira su única estrategia, se presentaba en una institución que lleva el nombre de un pontífice, de uno que hace puentes, en lugar de construir muros, que es la alternativa que ha cogido Sánchez. El conducator llegó a la Fundación rodeado de escoltas y acompañado por algunas funcionarias o asesoras que se dedicaron a tomar fotos de las ventanas desde las que caía esa granizada de improperios, algunos pronunciados en voz baja, pero no suficientemente baja como para que oído del gran hermano capte y anote la falta, y prepare, hoy mismo, sin dilación, la represalia.
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Mientras la nación en pleno aguarda su próximo cambio de opinión, Sánchez ha iniciado la cuenta atrás para reconocer el estado de Palestina y abundar en el destrozo que provocó su viaje a Oriente Medio, en el que ejerció, todo en uno, de presidente de la unión, presidente de España y ministro de exteriores. Albares es solo un muchacho de los recados, como se ha demostrado en todas las crisis que ha provocado el sultán, con su afición a ser canciller, conducator y líder máximo, nuestro Gran Timonel. ¿Recuerdan la que lio en el Sáhara? España dio cobijo y atención a un líder polisario sin advertir a Marruecos, lo que provocó el enfado máximo de Rabat, que amagó con una invasión de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Luego vino el incidente de Pegasus y el teléfono de Sánchez y el de su mujer. Y unas semanas después el sultán envió una carta al rey Mohammed para entregarle el Sáhara con sus dunas, sus colinas y sus fosfatos y sus ciudadanos saharauis de nuevo abandonados a la codicia territorial marroquí. De aquella carta el ministerio de exteriores se enteró por la prensa, y el parlamento de la nación también. Aquella carta dio un giro radical a la política exterior de España, un giro que nadie debatió, y del que la nación entera supo gracias a que el palacio de Rabat nos pasó el texto por las narices para que supiéramos las novedades. Una humillación inolvidable que al sátrapa no le costó ni un voto.
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En tan solo unas horas, Sánchez ha pasado de recoger los elogios encendidos de Hamás, que agradecía sus palabras, a decirle a su partido que hay que resistir a toda costa. Ha cambiado Ferraz por Ifema, y eso ya nos indica que van a convertir la feria de Madrid en un fortín de resistencia. Montan en la feria lo que no pueden montar en Ferraz, donde la protesta ya organiza barbacoas y la policía reparte leña a mujeres y a ancianos, que es la mejor forma de que el pueblo que defiende la nación regrese cada noche. Vuelven a comprobar si a la policía le ha entrado el sentido común o sigue perdida. En el mitin de este domingo Sánchez se dirigió a sus feligreses como si fuera el general Custer rodeado por los indios de Caballo Loco. La retórica era algo más reciente, porque tiró de frases de la Segunda guerra mundial, pero buscaba el mismo efecto: decirle a los más cafeteros del partido, esos que piensan que no decir la verdad no es lo mismo que mentir, que hay que seguir cambiando de opinión cada día para que la bicicleta del poder no pierda el equilibrio. Es su manera de sostenerse.
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Ahora que ya hemos preparado la amnistía y prepagado el chantaje de la secesión, esos quince mil millones de deuda condonados, ahora que tenemos la legislatura encarrilada y se barrunta ya en el horizonte un referéndum en el que solo podrán votar unos pocos españoles, ese ahora, ese mismo ahora es el momento de decirles a los enfermos de ELA y a sus familias que no hay dinero en la caja para atenderles, que España no puede pagar sus cuidados, y que sería mucho más barato que eligieran una eutanasia de las facilita el estado en su catálogo de muertes a la carta. 38 millones de euros. Eso es lo que no tenemos. Si tenemos para la paga cultural de los chavales, tenemos viruta para todo tipo de asociaciones, como las que recibieron una lluvia de cientos de miles de euros antes de que Irene entregara su cartera entre lágrimas, babas y pucheros. Tenemos lana para subvencionar las majaderías más extrañas, siempre que sean ideológicamente afines y tengan perspectiva de género. Para la ELA, no.
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Nada más estrenarse como valido, a Bolaños ya le han estallado los primeros problemas. El más urgente es la decisión del Supremo de anular el ascenso de Dolores Delgado, que es el brazo judicial de Sánchez para la memoria democrática y la delegada de Garzón entre las togas. Dice el tribunal que hubo desviación de poder, que es el vicio elemental del sanchismo. Bolaños no viene a corregir esas derivas sino a convertirlas en legales, en marca indeleble de este gobierno. Por eso, lo primero que ha hecho el gobierno a través de la fiscalía, que es la que sale peor parada de este auto, es mantener a Delgado en su sitio, porque las sentencias, oyente solo valen para ti. El problema para el valido no está en el nombramiento de Delgado, ni siquiera está en la fiscalía general del Estado. El problema está en el Supremo, y por eso lo más urgente para su ministerio es cambiar a esos jueces. El gobierno está al margen de la justicia. Y si el supremo dice arre, el gobierno dice so. Bolaños le pone el sello y aquí paz y después gloria. El gobierno está exento de la ley y de las sentencias, que digo al margen, está siempre por encima, como demuestra con la amnistía.
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Para empezar a componer su nuevo gobierno el sultán pensó que primero necesitaba un jabalí. El mismo cuadrúpedo que le había servido con rudeza y estilo genital en la sesión de investidura de Feijóo le vendría bien para este nuevo ejecutivo que tiene como función principal no la de gestionar un país sino la de destrozar al PP y evitar cualquier ensoñación de concordia. La conclusión se precipitaba por tanto con una natural gravedad, caía por si misma: sí, Oscar Puente debía ser ministro. La cuestión era de qué. Y ahí vino a ayudar a nuestro sátrapa el recuerdo de una anécdota gloriosa. ¿En qué tiene experiencia Óscar Puente? En el AVE, en los trenes de alta velocidad. Es quien dice cuándo salen y cómo salen. Selecciona pasajeros y si alguno le interpela por lo de Puigdemont, la red de alta velocidad española se pone a su servicio y se detiene en espera de que los ánimos se templen. Ministro de Transportes. Ya tenía la primera pieza. ¡Y qué bien encajaba en el diseño! Para ser ministro de Sánchez se requiere competencia técnica. Óscar cumple el requisito. Y también relevancia política, y Puente es un ser ideal para los debates. Insulta con tal convicción que el adversario renuncia a buscar un acuerdo. Los trenes se moverán ahora por dentro de la zona protegida por el muro. Y al que interpele a un ministro en el vagón se le colocará colgado de la catenaria, como proponía Magdalena Álvarez, lady Aviaco, para templar las opiniones de Esperanza Aguirre.
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Mientras caminamos hacia la autocracia en España, nos hemos encontrado en el pasillo a los argentinos, que van en dirección a la libertad. La gran noticia de este lunes es la victoria aplastante de Millei en Argentina. La mala será la lista del gobierno de España que conoceremos este lunes, y que estará formada por personas de fuerte carga ideológica y mandíbula de hierro para construir el muro que ha prometido Sánchez como programa de gobierno y soportar las embestidas de la población, que no quiere muros ni risas de hiena en la tribuna del Congreso. Pero ya saben que Sánchez está dispuesto a darnos lo que no queremos, ya sea una amnistía para la secesión o una cadena de impuestos para amordazar a todo el que se mueva. La lista del nuevo gobierno será una muestra de que vamos hacia un gobierno autárquico, en el que los ministros son tan solo una prolongación de Sánchez, una terminal de sus obsesiones.
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Concluida la sesión de investidura, el resultado es que la mayoría de la cámara ha elegido un muro y una risa como presidente del gobierno. No hubo más programa en su exposición de motivos que ese: la pared y la carcajada. Bueno sí, también repartió unos cacahuetes en forma de billetes de metro y autobús gratis para los niños y para los parados, para que se muevan gratis de aquí para allá, y nos prometió una vida de colores, como suele decir Otegui. Pero lo fundamental que ha prometido cumplir en los próximos cuatro años se contiene en esa barrera y en el desprecio. El muro como gran obra, el desdén como estilo, y los buenos a un lado, los malos al otro. En un lado la ley convertida en papel de estraza, al otro lado los que reclaman su valor. Que a partir de ahí suene Pachi López como ministro es pura coherencia. No se conoce un nombramiento más coherente, en el caso de que se produzca, desde que Calígula hizo cónsul del imperio a su caballo. El equino superaba a Pachi en delicadeza, pero como mendrugo, López no tiene parangón en todas las especies cuadrúpedas. De ahí la pertinencia. Nada más adecuado que Pachi para el muro
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En la primera jornada de su sesión de coronación el tirano subió a la tribuna, levantó un muro y se echó a reír. La combinación de esas dos actividades nos revela un desequilibrio mental preocupante, porque a la actividad racional de poner ladrillos para separar España en dos se le suma la carcajada irracional con la despreció a Feijoo. La risa del diablo. Solo un alma diabólica se puede reír de quien dice que no todo vale, que no se puede pagar cualquier precio, y menos el que se ha pagado, por el poder. Esto a Sánchez le da risa, una risa floja e incontenible porque el Mefistófeles de Waterloo le puso a él el poder en bandeja, y Sánchez se lanzó a disfrutarlo como un adicto. Todo esto será tuyo, le prometió Carles. ¿Cómo iba a rechazar esa oferta? Si hubiera sido Feijoo el que se lo ofrecía le habría dicho lo mismo. Un oído atento y sutil, una oreja bella y femenina me advirtió este miércoles del momento más revelador de la intervención sanchista. Es cuando le dice a Feijoo que si el PP le hubiera regalado esos siete votos no habría tenido que vender a España y humillarla. A él. Al ególatra, al único que puede ser presidente, como sea, al precio que sea. Entre los pliegues de su discurso asomó la verdad con una claridad deslumbrante. Fue como decir, “si He vendido a España, ¿y qué? La he humillado, ¿pasa algo?”
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Atravesando un pasillo de muñecas hinchables e hinchadas, el sultán va camino de la investidura, como si le hiciera falta una ceremonia de coronación. La que comienza hoy será la investidura más falsa y truculenta de cuantas hemos visto. En primer lugar, porque el gobierno en funciones ya ha actuado como un gobierno con todas sus prestaciones intactas, con las prerrogativas de uno que ya estuviera investido. No le ha hecho falta la ceremonia del voto en la cámara para redactar leyes, para prometer perdones, condonar dineros, entregar privilegios fiscales a nacionalistas vascos y catalanes, entregar el control de los municipios navarros a Bildu y la gestión carcelaria de los etarras al orondo Ortúzar. Todo eso lo ha hecho antes de recibir el refrendo del Congreso, por lo que hoy, lo que vamos a ver, es un mero trámite teatral, una escena con menos valor que el abrazo en Bruselas entre Santos Cerdán y Puigdemont. Tampoco sirve de mucho una investidura cuando antes de que se abra la sesión ya le hemos puesto escolta y coche oficial a Puigdemont, que ha pasado de traidor y delincuente, de secesionista y golpista, a presidente de la República. Le doy el título porque en su comparecencia ante unos periodistas mudos y silentes, después de firmado el pacto, se erigió Carles en poder judicial, ejecutivo y legislativo, en competencia directa con el caudillo de la Moncloa. Carles dictó leyes, repartió responsabilidades y culpas entre los jueces, se ciscó en el parlamento y en la nación, y apenas movió su melena en esa cabeza que ya está pidiendo una corona de madera antes de firmar unas órdenes de ejecución contra todos los magistrados que le han molestado en sus sueños.
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Animados por sus precedentes, los socialistas echaron ayer sobre los delitos de la sedición unos cuantos sacos de cal viva y revolvieron los huesos para que la reacción química sea rápida, a ver si de paso consiguen que la calle se calle. Bolaños salió a media tarde a la sala de prensa del Congreso para agradecer la paciencia, como si lo grave fuera el tiempo que les ha costado cerrar la operación de disolver en el óxido cálcico los doce años de delincuencia secesionista, incluidos sus delitos terroristas. Han matado el estado de derecho, han descuartizado las leyes, han atado a los jueces, pero piden perdón por haberse demorado con la sierra más de la cuenta. Bolaños parece siempre salido de una sesión de cine gore, de una carnicería. El milagro es que vaya de habitual tan aseado y tan repeinado. Usa el mismo cepillo de cinismo para colocarse el pelo y limpiarse el polvo del traje. Ayer salió excitado. Bolaños es uno de esos extraños sujetos que se estimula con un fraude legal. Un atropello contra la ley tiene en él el mismo efecto que provocaban en Pablo Iglesias las becarias con escasa afición por la ducha.
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