Episodios
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Buenos días amigos, hoy publicamos este capítulo especial del podcast para traeros buenas noticias.
Cómo sabéis, nuestra primera temporada del podcast ya llegó a su fin y muchos de vosotros nos habéis transmitido vuestros deseos de seguir disfrutando de nuestros cuentos. -
Esta bonita historia es una leyenda que una vecina contaba a los niños hace muuchos años, estad muy atentos y esperamos que os guste. Ha sido un compartir estos 5 meses de cuentos con todos vosotros, comenzamos un nuevo camino, si nos dejéis, también de vuestra mano :)
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¿Faltan episodios?
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Había una vez una niña muy pobre que se llamaba Karen.
Vivía con su familia pero no tenían dinero para comprar ropa o zapatos nuevos, así que Karen sólo tenía unos viejos zuecos que le hacían mucho daño, así que casi siempre iba descalza.
En el centro del pueblito en el que vivían Karen y su familia, había una anciana zapatera que, un día que le vio descalza con los pies sucios y dañados, le hizo un par de zapatitos con unos pedazos de tela roja que le sobraron de hacer unas botas.
A Karen le encantaron
Muchísimas gracias señora -se lo compensaré
(...) -
Érase una vez una orgullosa mamá caba, que junto a su marido había criado a sie-te hermosos cabritillos. Cada uno con su color y peculiaridad propios, pero igual de suaves y bonitos.
Un día, mientras papá cabra trabajaba, mama cabra tuvo que salir a la ciudad a hacer recados, dejando a sus siete hijitos solos en casa.
- Escuchad hijos míos, debo ir al pueblo a buscar comida para vosotros. Sed buenos y, sobre todo, no abráis la puerta a nadie que no sea yo.
- ¡Sí mamá! - gritaron los siete al unísono (...) -
Había una vez, hace muchos años, un precioso reino con un enorme y maravilloso palacio. En él vivía un rey, una reina y sus tres hijas; la preciosas y jóvenes princesas.
El palacio era conocido y admirado por las maravillosas fiestas que allí se celebraban. Todo el mundo hablaba de lo divertidas y bonitas que eran esas fiestas. El jardín se iluminaba con cientos de farolillos, la música era sensacional y la comida que allí servían era deliciosa.
La más joven de las princesas estaba deseando asistir a alguna de aquellas fiestas. Sin embargo, cómo todavía era pequeña debía acostarse pronto.
(...) -
Érase una vez un rey que tenía cuatro hijas. Todas eran encantadoras, pero la más pequeña era la más bella y traviesa.
Cada tarde, salía al jardín del palacio, y se dedicaba a corretear sin parar de aquí para allá, cazaba mariposas y trepaba por los árboles.
Un día que se sentía cansada de tanto jugar, se sentó a la sombra junto al pozo de agua que había al final del jardín de su palacio, y se puso a juguetear con una figurita de oro en forma de corazón que siempre llevaba a todas partes. Pero estaba tan cansada y hacía tanto calor, que la figura resbaló de sus deditos y rebotó hasta caerse al profundo y oscuro agujero del pozo. Y muy triste, la princesa comenzó a llorar.
(...) -
Érase una vez en la ciudad de Bagdad, un joven muy humilde llamado Simbad que cada día se encargaba de llevar de un sitio a otro unos paquetes muy pesados en barco, ganándose así el apodo de “el Marino”.
Simbad llevaba una sencilla ya que no tenía mucho dinero. Vivía en una casa muy humilde de las afueras de la ciudad, y sus ropajes no eran precisamente los de un noble. Por ello, cada mañana iba al río a contarle al viento todas sus lamentaciones.
Una mañana, mientras Simbad miraba su reflejo en las aguas, deseando ser más rico y poseer más tesoros, un hombre muy rico y conocido de la zona escuchó sus lamentaciones, y muy amablemente le invitó a cenar a su mansión.
(...) -
La noche del 5 de Enero hacía mucho frío en San Sebastián; A pesar de que era más de medianoche, Clarita y Guille seguían despiertos.
-Mamá nos ha dicho que tenemos que dormirnos pronto esta noche
-Ya lo sé Guille pero estoy muy nerviosa y no puedo dormirme, esta noche vienen los Reyes!
¿Porqué no bajamos al salón y les esperamos escondidos? No tienes muchas ganas de verles?
-pues sí… vamos Clarita!
Los niños bajaron en silencio, pasaron de puntillas junto a la habitación de sus padres y se escondieron detrás del sofá rojo. Entre risas, permanecieron allí jugando a las adivinanzas, ahogando sus risas para no ser descubiertos.
(...) -
Como cada año, todos los habitantes de la granja esperaban el gran acontecimiento: el nacimiento de los polluelos de mamá pata.
Caballos, conejos, cabras y gallinas llevaban durante días yendo a visitar a mamá pata que incubaba con mucho cuidado todos sus huevitos. ¡Los polluelos podían llegar en cualquier momento!
Y por fin llegó el gran día. Era un sábado caluroso de verano. To-dos los animalitos de la granja había ido a visitar a mamá pata co-mo siempre, cuando de repente, escucharon el sonido que indicaba que los polluelos iban a nacer.
(...) -
Hace mucho mucho tiempo, había en el norte de Alemania una ciudad llamada Hamelin. Era una ciudad preciosa rodeada por murallas, y muy prospera, ya que en su centro había un puerto al que gente de todo el mundo iba a comerciar.
Todo era maravilloso hasta que, un día, la ciudad se vio atacada por una plaga de ratas.
Había tantas, que se subían a las cunas para morder a los niños, perseguían a los gatos y robaban los quesos de las despensas para luego comérselos. Metían los hocicos en todas las comidas, roían las ropas tendidas de la gente, y hasta agujereaban las fachadas de los monumentos más importantes de la ciudad.
La vida en Hamelin se había vuelto insoportable, y los ciudadanos estaban (...) -
Era una fría noche de noviembre en el Polo Norte, la casa de Papá Noel en medio de una inmensa nevada se veía preciosa entre los pinos. Todas las luces del exterior estaban encendidas y, dentro, los elfos corrían de un lado para otro del gran salón principal.
Sentado en su viejo sillón, cerca de la chimenea se encontraba Nicolás. Ese era su verdadero nombre, aunque para todos siempre había sido Papá Noel. Su magia le permitía cumplir los deseos de todos los niños del mundo y él no podía ser más feliz. Le gustaba tocarse su larga barba blanca mientras se colocaba las redondas gafas en su respingona nariz.
-Mmmm, veo que todo está en marcha. Este año estoy recibiendo más cartas que nunca, vamos a necesitar más sacos para el trineo.
(...) Y colorín, colorado, este cuento encantado se ha acabado -
La leyenda de Aladin comienza en el Lejano Oriente, hace muchos años. En la plaza de una ciudad, un muchacho muy listo y hábilidoso se pasaba todo el día buscando comida para él y para su madre. Una tarde, se le acercó un señor de aspecto elegante:
“Aladin. Aunque no me reconozcas, yo soy tu tío.
Todos estos años me encontraba navegando por los mares y he llegado a acumular una gran riqueza, ahora quiero ayudarte a ti y a tu madre. Ven conmigo”. (...) -
Había una vez un precioso bosque encantado en el que vivía una familia de hadas. La más pequeña de todas era Catalina, un hada muy simpática y amable y sobre todo muy curiosa.
Catalina se pasaba el día jugando en aquel bosque. Le encantaba jugar al escondite y se sabía todos los lugares posibles para esconderse: los huecos de los árboles, los arbustos más frondosos, las hierbas más altas…
En aquel bosque todo era felicidad; Los animales vivían en paz, los unicornios podían correr felices en libertad y las hadas podían volar sin miedo a ser atrapadas. (...) -
En este cuento Olentzero, los niños del valle y un montón de animales tienen que recuperar el árbol mágico que un malvado señor ha robado del jardín de Olentzero.
Disfruta de esta aventura con final feliz, un día Olentzero se da cuenta que alguien ha robado el árbol donde los niños piden sus juguetes... -
Un cuento querido por todos los niños, una preciosa historia sobre un niño y un ogro...
Había una vez una pobre viuda que vivía en una pequeña cabaña, sola con su joven hijo Jack. Eran muy pobres y lo único que tenían era una vaca, aunque se trataba de la mejor vaca de toda la comarca, daba siempre buena leche fresca para ella y el muchacho.
Un día la viuda se puso enferma y tuvo que reposar en la cama lo que le impedía poder trabajar en la huerta y poder traer alimentos a casa. Entonces, ella y Jack empezaron a pasar hambre y decidieron vender la vaca para sobrevivir.
Un día en que había feria en el pueblo, Jack se ofreció a llevar la vaca al mercado para venderla. La viuda esperaba vivir varios meses con los víveres y las semillas que les darían a cambio del animal y dejó ir a su hijo.
Jack salió temprano, pues la feria se encontraba lejos. En medio del camino, se encontró con un hombre extraño que quiso saber por qué iba el joven con una vaca atada y con tanta prisa.
—Voy al mercado a vender la vaca para que mi madre y yo podamos sobrevivir con lo que nos den por ella.
—Entonces, tengo una maravillosa propuesta para hacerte —le dijo el anciano mientras le mostraba algo que tenía en la palma de su mano
Te cambio estas semillas de habichuelas por la vaca, son habichuelas mágicas, crecerán de la noche a la mañana y darán la planta de habichuelas más grande que hayas visto, con ella no pasarás más hambre ni te faltará nada.
Jack se entusiasmó con la idea de la planta maravillosa y le aceptó el cambio.
Cuando ya estaba atardeciendo Jack regresó a su casa. Su madre se sorprendió de que hubiera vuelto tan pronto, pero como no vio la vaca creyó que había podido venderla. Cuando Jack le contó que la había cambiado por las habichuelas se enfado mucho con el muchacho:
— ¿Cómo te has dejado engañar por un desconocido?. ¿Te das cuenta de que ahora no tenemos nada?¡Ve a acostarte sin comer! —le gritó mientras tiraba las semillas de habichuela por la ventana.
Jack se fue muy triste a dormir. Durante esa noche soñó que las semillas del jardín crecían y sacudían su casa. El tallo de la planta de habichuelas crecía y crecía tan grande que golpeaba su ventana…
Cuando el muchacho se despertó descubrió que el sueño era realidad, desde su ventana vio una enorme planta que subía hasta el cielo y se perdía entre las nubes.
Antes de que su madre pudiera llamarlo, se escapó por la ventana y comenzó a trepar por la enorme planta. Subió y subió, y subió y subió, hasta pasar las nubes. Allí descubrió que la planta terminaba en un extraño país. Cerca, sobre una colina blanca, se levantaba un enorme castillo.
Jack se acercó al castillo. En la puerta estaba parada una enorme mujer que lo miraba sorprendida. Cuando estuvo casi debajo de ella, Jack le preguntó quién vivía en el castillo.
La mujer le dijo que era la casa de su esposo, un malvado ogro.
Jack tenía mucha, mucha hambre y, de manera muy amable, le preguntó si podía comer algo antes de volver a bajar por la gigantesca planta. La mujer se enterneció por las palabras del joven y lo dejó pasar, le dio de tomar un poco de leche y un pedazo de pan. Cuando Jack estaba disfrutando de la comida sintieron un fuerte temblor en el desayuno.
¡Pum, pum, pum!
- Es mi marido, el ogro, dijo la mujer. Corre escóndete aquí en el horno. A mi marido le encanta comer niños.
Jack se quedó helado de miedo y no pudo comer más.
—¡Viene muy hambriento. Si te encuentra, te desayunará! —le dijo de la manera más tierna posible para una gigante como ella.
Cuando llegó el ogro, le pidió a su mujer la comida del día y se sentó a devorarla. Pero antes de probar bocado se detuvo y comenzó a oler el aire y a resoplar:
—Fa… Fe… Fi… Fo… Fuuu, huelo a carne de niño. ¿No tienes escondido por ahí alguno que pueda comer como pan?
La mujer le contestó que el olor era de la comida de la noche anterior porque no había tenido tiempo de limpiar el horno.
Después de comer, el ogro se tiró a dormir y Jack aprovechó para salir. Despacio, de puntillas, se acercó a la puerta, pero no salió enseguida, porque vio que en la sala el ogro había muchos tesoros. Se quedó maravillado al ver sacos con monedas de oro, estatuas y jarrones de oro… Entre todo lo que había, a Jack le llamó la atención una gallina que ponía huevos de oro y una pequeña arpa, también de oro, que se tocaba sola.
Antes de irse decidió llevarse una bolsa llena de monedas. Quería dársela a su madre para compensar el no haber vendido la vaca. Así que el joven Jack salió de la habitación con la bolsa y sin hacer ruido.
Al salir de la sala corrió hasta llegar a la planta y comenzó a bajar.
Bajó y bajó durante mucho rato y finalmente llegó al jardín de su casa. Allí lo esperaba su madre muy preocupada. Jack le contó su aventura en el país de los gigantes y le dio la bolsa.
Con ese oro vivieron bien por un tiempo hasta que se les acabó el dinero y volvió a faltarles el alimento. Jack recordaba todos los tesoros que el gigante tenía en su habitación y decidió volver a visitar el castillo del Ogro.
Así que una hermosa mañana de verano Jack volvió a subir por la planta. Subió y subió y subió por el tallo de las habichuelas hasta llegar de nuevo al país de los gigantes. El muchacho se dirigió al castillo del ogro.
Nuevamente encontró parada en la puerta a su enorme mujer que lo miraba más que sorprendida. Cuando estuvo casi debajo de ella, Jack le preguntó si el ogro estaba en el castillo. La mujer le respondió:
—Mejor es que te marches, muchacho, sabes que a mi esposo le gusta comer niños en el desayuno y está por venir.
Jack, de manera muy amable, le preguntó si podía comer algo antes de volver a bajar por la gigantesca planta.
La mujer se volvió a enternecer por los modales del joven y lo dejó pasar, le dio de tomar un poco de leche de cabra y un bollito.
¡Pum, pum, pum!
Jack dejó de comer y se escondió en el horno.
Cuando llegó el ogro, le pidió a su mujer la comida del día y se sentó a devorarla. Pero antes de probar bocado, se detuvo y comenzó a oler el aire y a resoplar:
–Fa… Fe… Fi… Fo… Fuuu, huelo a carne de niño. ¿No tienes escondido por ahí alguno que pueda comer como pan?
La mujer le contestó que el olor era de la comida del día anterior.
Después de comer, el ogro se tiró a dormir y Jack aprovechó para salir. Despacio, de puntillas, se acercó a la sala de los tesoros, quería llevarse la gallina de los huevos de oro. La tomó y salió rápido hacia su casa.
Bajó, bajó y bajó hasta llegar a su jardín, allí lo esperaba su madre que se sorprendió del maravilloso regalo.
—Con sus huevos no tendremos más necesidades —comentó muy contenta su madre.
Y era cierto…, Sin embargo Jack no estaba tranquilo, quería volver al país de los gigantes para llevarse el arpa mágica. Una pequeña arpa de cuerdas de oro que se tocaba sola. Así, a la mañana siguiente, se levantó temprano; salió por la ventana de su cuarto y subió, subió y subió por el tallo de habichuelas hasta llegar al país de los gigantes.
Muy apurado se encaminó al castillo del ogro. Nuevamente encontró parada en la puerta a su enorme mujer que lo miraba sorprendidísima. Cuando estuvo casi debajo de ella, Jack le preguntó si el ogro estaba en el castillo.
La mujer le respondió:
—Mejor es que te marches, muchacho, como bien sabes, a mi esposo le gusta comer niños en el desayuno y está por venir.
Jack, muy amable como siempre, le preguntó si podía comer algo antes de volver a bajar por la gigantesca planta. La mujer, que no dejaba de enternecerse por la forma de ser del joven, lo dejó pasar. Le dio de tomar un vasito de leche de cabra y una rebanada de pan. Cuando Jack estaba disfrutando de la comida sintieron un fuerte temblor:
¡Pum, pum, pum!
Jack dejó de comer y se escondió, por tercera vez, en el horno. Cuando llegó, el ogro le pidió a su mujer la comida del día y se sentó a devorarla. Pero antes de probar bocado se detuvo y comenzó a oler el aire y a resoplar:
—Fa… Fe… Fi… Fo… Fuuu, huelo a carne de niño. ¿No tienes escondido por ahí alguno que pueda comer como pan?
—Es el olor de la comida de ayer —le contestó la mujer que no sabía inventar otra excusa a su marido
Después de comer, el ogro le pidió a su mujer que le trajera su arpa. Una vez que tuvo el arpa cerca el Ogro le ordenó: canta! El arpa comenzó a hacer sonar sus cuerdas de forma mágica y el ogro poco a poco se fue durmiendo con la música
En ese momento, Jack aprovechó para salir. Despacio y de puntillas se acercó al ogro, que roncaba como un trueno, para llevarse el arpa. Al igual que las dos veces anteriores, tomó el tesoro y se encaminó a la puerta.
Pero el arpa comenzó a sonar llamando a su amo, pues no quería ser robada por un extraño hombrecillo y comenzó a gritar con voz metálica y muy fuerte:
—¡Eh, señor amo, despierte usted, que me roban!
Se despertó sobresaltado el ogro mientras seguían oyéndose los gritos acusadores:
—¡Señor amo, que me roban!
Jack corría con el arpa en la mano. Como al ogro le costó trabajo entender lo que sucedía, le dio alguna ventaja al joven en la carrera. Jack empezó a bajar por la planta. Bajó, bajó y bajó, pero de pronto la planta de habichuelas comenzó a sacudirse terriblemente y el ogro empezó también a bajar por ella persiguiendo a Jack.
Antes de llegar a su jardín, Jack le gritó a su madre para perdirle que le trajese el hacha. La madre al ver lo que pasaba obedeció rápidamente. Jack comenzó a cortar el tallo de la planta con el hacha. El ogro seguía bajando y ya se podía verlo, aterrador y enfurecido, descolgándose de entre las nubes.
En ese momento, el tallo se partió en dos y la planta se rompió.
El ogro que era grande y pesaba mucho cayó en la tierra y se hundió mientras dejaba un hoyo inmenso y sin fondo. Nunca más nadie lo volvió a ver.
A partir de ese momento Jack y su madre no volvieron a ser pobres y vivieron para siempre con los huevos de oro que les daba la gallina.
Y colorín, colorado, este cuento encantado se ha acabado. -
Una nueva historia de nuestro amigo Federico, el paje favorito de los Reyes Magos...
Faltaban un par de semanas para Navidad y Federico estaba muy contento. Siempre le había encantado la Navidad. Era su época del año preferida y aunque en el palacio de los Reyes Magos había mucho trabajo (todos los pajes trabajaban sin parar en la fábrica de juguetes y envolviendo regalos) siempre había tiempo para la diversión.
(...)
Y colorín colorado, este cuento encantado se ha acabado -
Este cuento narra la historia de una auténtica princesa y un pequeño guisante...
Hace mucho tiempo, en un muy reino lejano, vivía un joven príncipe al que nunca le faltaba de nada. Pero éste no era un príncipe feliz, ya que, a pesar de que tenía todas las tierras que deseaba, todos los juguetes y todos los manjares, no lograba encontrar una verdadera princesa con quien casarse.
- ¡Eres demasiado exigente! - le decía siempre su madre la reina - ya has conocido a todas las princesas hermosas, inteligentes y encantadoras del mundo, pero ninguna te ha hecho verdaderamente feliz.
- Lo sé mamá, gracias por presentarme a cada una de ellas - respondía tristemente el príncipe - pero es muy difícil encontrar una verdadera princesa. Aun así, estoy seguro de que algún día la encontraré.
Quitando el hecho de que ya había conocido a todas las princesas de los reinos cercanos, y que cada día estaba más y más triste, en lo más profundo de su corazón, el príncipe intuía que en alguna parte, antes o después, la encontraría. Prometió nunca jamas dejar de buscarla.
- He conocido muchas jóvenes que se dicen princesas - explicaba - ¡Altas, bajas, grandes, pequeñas, rubias y morenas! El mundo entero las llama princesas. Algunas son muy hermosas sí, otras son muy inteligentes. Muchas son encantadoras…..Pero con ninguna he sentido la magia y el amor.
Pasaron los días, las semanas y los meses, y el príncipe navegó por los mares del mundo en busca de su novia perfecta. Visitó palacios en Persia y Perú, castillos en China y España. Pero no encontró a su media naranja, así que sin darse cuenta, dejó pasar el tiempo y para cuando volvió a su país, el otoño estaba ya dando paso a un invierno frío y gris.
Una noche, poco después de su regreso, una tormenta sorprendió al reino. Los truenos y relámpagos se oían y veían a kilómetros de distancia, y un viento helado se colaba por las ventanas y puertas de palacio congelando todos sus rincones.
El príncipe se había ido a dormir, mientras el rey y la reina leían en la planta baja, cuando el viejo rey sintió un escalofrío y acercó su silla al fuego.
- Me alegro de estar aquí bien abrigado. Sentiría mucho que alguno de los habitantes de mi reino se encontrara en la calle con este tiempo.
No había terminado de decir esto cuando se oyó un fuerte golpe en la puerta. El rey se apresuró hacia la entrada, quitó todos los cerrojos y abrió. Una ráfaga de viento llenó el vestíbulo de lluvia, mientras un relámpago iluminaba el rostro de una niña.
- ¡Dios mío! ¿Quién eres tú? - dijo el rey temblando de frío - ¡Oh, pobre niña!
Allí, en la puerta, en medio de la tormenta, se encontraba una hermosa joven de largos cabellos dorados que chorreaban sobre sus hombros. Su vestido estaba empapado y sus zapatos cubiertos de barro.
- Soy una princesa - respondió con voz dulce - un rayo cayó sobre mi carruaje haciendo que me cayera y perdiera el camino de vuelta a casa
- Sí, sí, pequeña, por supuesto que lo eres - sonrió el rey incrédulamente - será mejor que entres; aunque jamás he visto que una princesa se perdiera en nuestro reino durante una gran tormenta.
La reina, que no podía dejar que la muchacha durmiera en la calle, pero que tampoco creía que fuese una princesa, urdió un plan junto a sus doncellas para averiguarlo. Primero quitaron toda la ropa de la cama de una de las habitaciones para huéspedes. Luego, colocaron un guisante seco debajo del colchón. Vaciaron todos los armarios del palacio hasta que reunieron otros veinte colchones, y uno sobre otro los colocaron encima del guisante.
Había colchones de todos los colores y tejidos, de todas las formas y tamaños, y cualquiera de ellos era suficientemente grueso como para que una persona normal pudiera dormir como en una nube.
- Ya está - dijo la reina conduciendo a la jovencita a su nueva habitación - Estoy segura de que pasarás una buena noche.
La niña subió a la cama con la ayuda de una escalera y se puso un camisón. Durante las primeras horas de la noche, la joven no paró de dar vueltas, en la mitad de la noche, la joven comenzó dar volteretas, y al final de la noche, la chiquilla acabó durmiendo en el suelo.
- Debe de ser por la tormenta - pensó
A la mañana siguiente, cuando la bella huésped bajó a desayunar, la reina sonrió para sus adentros creyendo que esta había dormido plácidamente.
- ¿Cómo ha dormido mi querida princesa? - le preguntó mientras la joven se sentaba a la mesa.
- Lamento deciros que no he dormido nada bien - respondió - Siento parecer descortés, pero es que aun con todos esos colchones me sentía muy incómoda.
- Es imposible - dijo el rey - ¡Te dimos la mejor cama de todo el palacio!
- No hay manera - pensó la reina -
La joven se sonrojó, temiendo haberse mostrado desagradecida.
- Siento mucho ofenderles mis señores, no es mi intención, pero sentía como si durmiera sobre una aguja, no he podido parar de dar vueltas, y al despertar, tenía toda la espalda llena de moratones.
La reina apenas podía creer lo que estaba oyendo, su plan maestro había fallado, pues se trataba de un guisante mágico. Aquel guisante provenía de un reino muy lejano habitado por hadas y garantizaba descubrir en una sola noche si la persona que dormía sobre él decía la verdad o era una mera impostora.
La reina, convencida del todo con esta prueba exclamó:
- ¡Entonces eres una princesa de verdad! - dijo abrazando a la muchacha - Sólo una persona de sangre real puede tener una piel tan delicada y sensible como para notar el guisante mágico, y más si está escondido bajo más de veinte colchones.
- Os lo dije mis señores - sonrío la princesa -
En ese momento, el príncipe que no se había enterado de nada, bajo a desayunar y, sin a penas mirar durante un segundo los ojos verdes y los cabellos de oro de aquella princesa, supo en un instante que se trataba de la elegida.
- Amada mía - exclamó -
El joven supo que era la muchacha con la que había soñado hasta ahora y con la que debía casarse. No necesitaba presentación, ni colchones ni guisantes, su corazón tenía la respuesta:
Era la elegida.
Los jóvenes se enamoraron profundamente y vivieron felices y comieron perdices para siempre.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado. -
Un maravilloso cuento nuevo sobre la fábrica de juguetes más increíble y mágica del mundo...
Había comenzado el otoño. En el exterior del Palacio de Oriente, los vientos azotaban las palmeras y la enorme piscina comenzaba a llenarse de hojas arrastradas de algunos árboles del jardín.
En el gran ventanal del salón real se encontraba absorto Melchor, el mayor de los Reyes Magos. Su gran melena blanca sujetaba una regia corona de oro y rubís y sus ojos azules sonreían mirando al exterior:
(...)
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. -
Este cuento trata sobre la famosa cueva de Alíbabá y cómo consiguió vencer a 40 ladrones...
Hace mucho tiempo, en una lejana aldea, en el desierto persa, vivían dos hermanos huérfanos muy pobres. El mayor de ellos era Kassim y el pequeño Alí Babá.
Aunque siempre habían sido muy pobres, Kassim odiaba trabajar y esforzarse pero en cambio soñaba con ser rico y tener mucho dinero. Como era muy ambicioso, estaba decidido a hacer lo que fuera para conseguir su propósito.
Un día conoció a una muchacha adinerada y decidió casarse con ella para así poder tener una vida de riqueza, como siempre había soñado.
Así era Kassim, pero Alí Babá era muy diferente. Él odiaba aprovecharse de la gente, era muy honrado y trabajador. Se ganaba la vida humildemente trabajando como leñador y todo el mundo le quería por su buen corazón. Tanto era así que a diario recibía buenas propinas que iba guardando y ahorrando pensando en el futuro.
Con el tiempo, consiguió ahorrar suficiente dinero para poder comprar un burro para cargar más leña, y así poder granar más dinero y mejorar su posición.... Poco a poco fue acumulando más y más monedas hasta hacerse con un total de tres burritos, que le hicieron incrementar sus venta de leña cada vez más.
Los otros leñadores admiraban a Alí Babá por su gran esfuerzo y honradez. Sin embargo, algunos también le tenían envidia al ver como su negocio crecía y cada vez vendía más y más leña.
Un día, mientras Alí Babá cortaba leña en lo más profundo del bosque con sus tres asnos pastando alrededor, oyó un gran ruido en la oscuridad. Al principio, Alí Babá no le dio importancia, sin embargo, cuando se quiso dar cuenta sus asnos habían desaparecido.
- ¡Amín, Jamal, Tarek! ¿Donde estáis? - gritó Ali preocupado
Pero no obtuvo respuesta. Muy asustado por ellos, Alí Babá trepó a un árbol para intentar ver dónde se habían metido los asnos.
Le costó subir debido a su larga túnica, pero desde lo alto del árbol pudo ver a un grupo de maleantes que se acercaban a caballo y que pararon justo al pie del árbol donde él estaba.
- No puedo moverme, si me ven me robarán y se llevarán mi saco de monedas - pensó Alí Babá aguantando la respiración
Afortunadamente, a pesar de que casi pierde el equilibrio, ellos no le vieron, pues permanecía oculto entre las ramas.
Los maleantes ataron sus caballos al árbol, e iniciaron su camino a pie cargando con unos sacos muy pesados. Según se alejaban Alí Babá los contó: ¡Había un total de cuarenta!
Ali quería bajar del árbol, pero con los maleantes por allí, corría peligro, así que decidió esperar en lo alto de aquel árbol hasta que estuviesen lo suficientemente lejos como par no oírle descender de aquel árbol.
Les siguió con la mirada, y pudo ver cómo un poco más adelante los cuarenta maleantes se detenían frente a una roca.
- ¡Ábrete, sésamo! - gritó uno de ellos - Y la inmensa roca se abrió.
Ali Babá no podía creer lo que estaba viendo.
Los maleantes entraron uno a uno cargados con sus grandes sacos, los vaciaron y salieron de allí.
- ¡Sésamo, ciérrate! - dijo otro de ellos - Y la inmensa roca volvió a su sitio.
Alibaba aguardaba subido todavía en el árbol, hasta que los 40 ladrones volvieron a montarse en sus caballos y se alejaron cabalgando.
Durante un largo rato, el chico permaneció subido en el árbol. No se atrevía a bajar por si los hombres regresaban. Finalmente, se decidió y bajo con cuidado.
- Debe haber un gran tesoro ahí dentro -se dijo.
Tras pensárselo durante unos minutos, el chico se acercó a la roca y dijo:
- ¡Ábrete, Sésamo! -Y la roca se abrió.
Alí tenía miedo de entrar, pero finalmente decidió adentrarse en la gruta. Entró y sin que él se diese cuenta, la roca se cerró sin hacer ruido.
Telas de seda, oro, plata, centenares de monedas y piedras preciosas... La gruta estaba llena de tesoros. Ali jamás había visto tanta riqueza en su vida, quedó maravillado. Enseguida se dio cuenta de que todas esas riquezas las habían puesto allí esos malvados ladrones y decidió pagarles con su misma moneda.
Llenó tres sacos con monedas y se fue. Abrió la roca con las palabras mágicas y con las palabras mágicas también la cerró.
Ya fuera de la cueva, Alí llamó a sus burritos, los cargó con los sacos llenos de monedas y puso rumbo a casa. Pero cuando llegó, encontró la puerta cerrada. Le pareció un poco raro, pero decidió probar la fórmula mágica que le había ayudado a entrar en la gruta. “Ábrete, sésamo”, dijo Ali, y la puerta se abrió. Para cerrarla, utilizó las palabras “sésamo, ciérrate”, y la puerta se cerró.
- ¿Como has entrado aquí? - preguntó su mujer extrañada al verle dentro de casa - yo misma he cerrado la puerta para que no pudiesen entrar Ladrones.
Él no quiso contestar por miedo a que su mujer se asustara, pero al enseñarle los sacos, ella supo inmediatamente que solo podían conseguirse tantas monedas de oro robando, y comenzó a llorar desesperada, triste porque su marido había dejado de ser una buena persona para convertirse en un ladrón.
- No llores, querida - dijo Ali - si paras, te contaré como los he conseguido.
Y así lo hizo. Ali le contó toda la historia de los ladrones, de cómo habían abierto la puerta de la gruta mágicamente y de todos los tesoros que guardaban allí.
Más tranquila, quiso contar todas las monedas que había traído su esposo, y como eran tantas, le pidió ayuda a al mujer de Kassim, que se quedó completamente sorprendida al ver la cantidad de oro que poseía Alí babá.
No tardo en contárselo a Kassim, que cegado por la codicia fue a visitar a su hermano ese mismo día.
- Ali, mi mujer me ha dicho que tienes muchas monedas, como hermano tuyo... merezco una parte, ¿verdad?
- Puedo darte la mitad Kassim, ni una moneda más.
El hermano mayor, que solo podía mirar el reluciente color de las monedas, le dijo:
- ¿Cómo has conseguido todas estas monedas, hermano?
Ali Babà acabó contándole el secreto a Kassim, al fin y al cabo era su hermano y no quería mentirle. Aunque al mismo tiempo sabía que su hermano era muy ambicioso y egoísta y no confíala del todo en él.
Como era de esperar, esa misma noche, Kassim acudió a la gruta y pronunció las palabras que Alí Babá le había dicho:
- ¡Ábrete Sésamo!
Dentro de la gruta quedó maravillado ante tanta riqueza y sin pensárselo dos veces cargó decenas de enormes sacos.
Kassim llenó los sacos todo lo que pudo y, cuando iba a salir vio que la puerta estaba cerrada. De pronto se dio cuenta de que había olvidado las palabras mágicas… ¡No podía salir! Tras un rato intentando recordar, escuchó como se oían ruidos fuera de la cueva. Eran los ladrones que volvían para traer más tesoros.
Desesperado, Kassim se escondió como pudo entre unas monedas.
Los ladrones entraron y empezaron a descargar enormes baúles en la cueva. De pronto, uno de ellos exclamó:- ¡ladrón! -le habían pillado.
Kassim intentó huir, pero los ladrones lo metieron en un enorme baúl y lo cerraron con candado con la intención de dejarlo encerrado en la cueva para siempre.
Al ver que no volvía, Alí Babá se temió lo peor y fue en busca de su hermano. Dijo las palabras mágicas y al entrar oyó la voz de su hermano pidiendo auxilio. Los gritos venían de un gran baúl cerrado con un gran candado. Alí rompió la cadena con su hacha de leñador y sacó a su hermano de la cueva.
Ambos se alejaron corriendo en dirección a casa de Ali Babá, donde se escondería Kassim.
Los ladrones no tardaron en regresar. Cuando vieron que Kassim había escapado salieron a buscarlo.
Pronto llegaron al pueblo y se encontraron con uno de los leñadores envidiosos al que ofrecieron varias monedas de oro a cambio de que les indicase donde estaba escondido Kassim. El vecino accedió y les llevó hasta la casa de Ali Babá.
Para entrar, los ladrones trazaron un plan: Uno de ellos se haría pasar por vendedor de aceite y llevaría varias tinajas y en cada una de ellas, en vez de aceite, iría escondido un ladrón.
Así, disfrazado de vendedor, el ladrón llamó a la puerta de Ali Babá:
- Necesito ayuda, me he perdido y estoy buscando un lugar donde pasar la noche y guardar mis tinajas de aceite.
Ali Babá, que nunca había perdido su bondad interior, dejó entrar al comerciante, sin saber que dentro de cada tinaja había en realidad un ladrón escondido y que al caer la noche saldrían en busca de Kassim.
El plan casi funciona, pero justo antes de que los ladrones saliesen para apresar a Kassim, la mujer de Ali baba acudió a por un poco de aceite y al abrir la tapa de una de las tinajas vio al ladrón escondido. Sin pensárselo dos veces le golpeó en la cabeza con el cucharón de la sopa dejándolo inconsciente.
Así, hizo lo mismo con cada uno de los ladrones e inmediatamente le contó lo sucedido a Ali Babá, quien llamó a la policía.
Al llegar la policía encontró a todos los ladrones desmayados en las tinajas y uno a uno se llevaron a todos a la cárcel.
Una vez pasado el peligro, los hermanos volvieron a la cueva de los ladrones y poco a poco consiguieron sacar todo el tesoro, que decidieron repartir entre los vecinos más pobres del pueblo.
Kassim, había aprendido la lección y dejó de ser tan egoísta y avaricioso.
Y colorín colorado, este cuento encantado se ha acabado. -
Esta es la historia de Rodolfo, el reno favorito de PapáNoel...
Esta es la historia de cómo Papá Noel encontró a Rodolfo, su reno favorito y el último en unirse a su familia.
Dejad que os la cuente:
Papá Noel se despertó eufórico esa mañana. Por fin había llegado el día: El calendario marcaba 24 de diciembre!
Esa noche iba a hacer felices a millones de niños en todo el mundo. Sí, sin duda era su noche favorita del año.
Con una enorme sonrisa, se dirigió a la cocina ¡Qué bien olía!
-Mmmmm Mamá Noel ¿Qué estás haciendo tan temprano? ¡Huele delicioso!
-Buenos días, querido. No podía dormir más. Hoy es el gran día y tenemos que cargar todos los regalos en los sacos mágicos. Así que he pensado que nos vendría bien un buen desayuno.
Mamá Noel era la persona más organizada del mundo entero. Era cariñosa, muy lista y trabajadora y siempre se preocupaba del bienestar de todos.
Los elfos y Papá Noel eran felices con ella. Además, preparaba la agenda de cada año de trabajo para que la fábrica funcionara a pleno rendimiento y todos tuvieran su misión especial en casa de PapáNöel.
Cuidaba de todos y era una amante de las plantas y las estrellas.
-He preparado unas tortitas de chocolate y arándanos, café recién hecho y bollitos para todos -sonrió.
Los elfos se arremolinaron en torno a la gran mesa de la cocina. En la cabecera de la mesa, Papá Noel trataba de poner orden:
-Chicos, chicos, tranquilos, que hay para todos. Aquí nadie se muere de hambre! -Concluyó tocándose su tripa, que cada vez era más grande…
El día transcurrió sin novedades, los sacos mágicos estaban llenos de paquetes perfectamente envueltos. Los polvos mágicos volaban por el gran salón terminando de hacer los enormes lazos que envolvían las últimas bicicletas que quedaban por subir al trineo.
En el exterior de la gran casa, rodeados de nieve y árboles de abedul, los 8 renos de Papá Noel descansaban y comían felices por su inminente viaje.
A lo largo de los años, Nicolás, que es como se llamaba en realidad Papá Noel, había ido reclutando a los mejores renos del Polo Norte.
(...)
Y colorín colorado, este cuento encantado se ha acabado. - Mostrar más