Episodios

  • Tras el magnicidio de JFK, solo un hombre parecía capacitado para mantener vivo su legado: su hermano Bobby. Durante la malograda Administración Kennedy, Bobby había ocupado el cargo de fiscal general del Estado. No solo eso. Se había encargado de que la presidencia funcionase, asumiendo el triple papel de chico para todo, fontanero político y jefe de gabinete en la sombra.

    Jack había admirado a su hermano menor, en concreto, su capacidad para echarse a las espaldas el peso de la Administración, y todavía encontrar tiempo para buscarle las cosquillas a un dictador como Castro o a un mafioso como Jimmy Hoffa y, más importante, tiempo para dedicar a Ethel, su mujer, y a los numerorísimos hijos del matrimonio.

    El 16 de marzo de 1968, Bobby anunció su intención de concurrir a las elecciones presidenciales de ese año por el Partido Demócrata. Los ingredientes base de su programa serían los derechos civiles de los negros y el fin de la guerra de Vietnam.

    El anuncio de su candidatura lo hizo en la sala del Senado en la que, ocho años atrás, su hermano mayor se había postulado para el puesto. A diferencia de entonces, no flotaba en el ambiente el entusiasmo. Podía deberse a la salud y al ánimo de su padre, declinantes desde el asesinato de Jack. Aunque achacoso y deprimido, el viejo no escatimó un centavo de dólar para el tercero de sus hijos varones.

    Inmerso en las primarias por la candidatura demócrata, Bobby anunció a su padre: «Papá, me voy unos días a California a luchar duro. Te brindaré el triunfo». No pudo ser.

    La madrugada del 5 de abril de 1968, en los pasillos del Hotel Ambassador, de Los Angeles, Sirhan Bishara Sirhan, joven iluminado de origen palestino residente en la ciudad, desenfundó un revólver del calibre 22 y disparó contra el senador Kennedy. Tras una agonía de horas, Bobby murió al amanecer del día 6.


    Episodio producido, escrito y narrado por Gonzalo Altozano.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    iVoox, Spotify, Apple.

  • Corre el rumor de que «Karate Kid» está basada en un relato del premio Nobel japonés Kenzaburo Oe titulado «A veces, el corazón de una tortuga». Increíble… pero falso. El proceso creativo de la peli fue mucho más sencillo, aunque no menos prodigioso.

    Como tantas películas, «Karate Kid» está basada en un testimonio real: el de un chico de instituto que aprendió artes marciales para hacer frente a sus acosadores. Robert A. Kamen, el guionista, leyó la noticia en el periódico y se encerró a escribir la historia.

    Corría la década de los 80 y una película de superación como la que escribió Kamen solo podía dirigirla un hombre: John G. Avildsen, king of the underdogs, o sea, rey de los marginados, además de ganador de un Oscar por «Rocky».

    Avildsen seleccionó para los papeles protagonista y antagonista de Daniel LaRusso y Johnny Lawrence a Ralph Macchio y William Zabka, quienes entrenaron duro hasta cartografiar en sus mentes, más que unas técnicas de defensa y ataque, una coreografía perfecta.

    Hay quien ha querido ver en la rivalidad entre LaRusso y Lawrence, una secuela ochentera y californiana de «La guerra de las galaxias», con el señor Miyagi y el sensei Kreese como trasuntos de Yoda y Darth Vader. Pero «Karate Kid» es mucho más que eso.

    «Karate Kid» es la historia de Daniel LaRusso, un chico cualquiera, el vecino de al lado, que se las tiene que ver con el más popular del instituto, Johnny Lawrence, un pijo malote; todo, por el amor de Ali («con i latina»). Con un argumento así, ¿quién no pagaría una entrada?

    La película fue un éxito desde su estreno en 1984, en Nueva York. Los miembros del reparto entraron en el Baronet and Coronet Theatre siendo más o menos conocidos y salieron inmortalizados, para bien… y para mal.

    Macchio y Zabka, por ejemplo, pasarían su vida peleando contra su fama de héroes adolescentes, hasta que ya cincuentones se rindieron y aceptaron protagonizar, 34 años después, Cobra Kai, la secuela de la peli. Pero esta es otra historia… otra historia de éxito.

    Episodio producido, escrito y narrado por Gonzalo Altozano.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    iVoox, Spotify, Apple.

  • ¿Faltan episodios?

    Pulsa aquí para actualizar resultados

  • De Giorgia Meloni tuve noticia por los periódicos y los telediarios, igual que la totalidad de los españoles. La práctica totalidad, mejor. Supongo que Santiago Abascal, presidente de Vox, tuvo un conocimiento primero de la líder de Fratelli d’Italia, sin mediación de pantallas ni de titulares.

    Abascal invitó a Meloni a la primera gran fiesta de Vox, el Viva 21, algunos años antes de que los miembros del establishment español se peguen hoy entre sí por quién la vio primero. No discutan, caballeros. Fue el de Vox.

    Por mi conocimiento del personaje -Abascal, no Meloni- supuse igualmente que la invitación a aquella fiesta de Vox respondía a un criterio de afinidad política y, en una medida no menor, de sintonía personal. Y en una noble dirección.

    Afinidad y sintonía mutuas que se notaron en la campaña de las elecciones andaluzas del 22, en las que Meloni hizo de telonera de Abascal en un mitin en Marbella.

    Los medios dieron cumplida cuenta del discurso de la italiana o, por precisar, de su colofón, ciertamente ronco, atronador y disyuntivo.

    Sabedor de mi curiosidad creciente por Meloni, un amigo presente aquella tarde marbellí, Kiko Méndez-Monasterio, me aconsejó escuchar la intervención completa, por no hacerme una idea sesgada. Sostenía mi amigo que los tonos graves habían ido precedidos de acentos mucho más llanos. O sea, que Meloni se movía igual de bien en los registros de la arenga que en los de la distensión, la risa incluso.

    Por más que busqué el discurso original no lo encontré. ¿Me fiaba de lo que contaba Kiko? Por él pongo la mano en el fuego… con la condición, eso sí, de que haya cerca una estación de bomberos y, en caso de demora del camión, una unidad de grandes quemados.

    En aquella ocasión, mi estación de bomberos y mi unidad de quemados consistió en hacerme con un ejemplar de la autobiografía de Meloni, a propósito, publicada en España por Kiko, con prólogo de Abascal.

    Leyendo sus páginas se confirmó una intuición nueva mía y una vieja certeza de tantos: la de que la derecha soberanista europea, tan en boga hoy, cuenta con su estética propia, y no solo, también, con una cierta poética y, más importante, con una innegable épica.

    ¿O no es una epopeya la historia de una quinceañera que un día llamó a las puertas blindadas de la sede de un partido en un barrio obrero y, treinta años después, se convirtió en la inquilina del palacio donde tiene su sede el Gobierno de Italia?

    Episodio producido, escrito y narrado por Gonzalo Altozano.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    iVoox, Spotify, Apple.

  • De 'El corazón del presente' me llamó la atención el título, muy Joseph Conrad, al que daba completo sentido el subtítulo: 'Mapa de una sociedad desconocida'.

    Me llamaron la atención, también, las ilustraciones de portada y contraportada, compuestas por figuritas recortadas sobre un entorno volátil, incierto, complejo, ambiguo y raro; figuritas que uno se imagina portadoras cada una de un planteamiento, una trama y un desenlace, o sea, de una historia.

    Otro reclamo para la lectura fue el prestigio de la firma del autor, Esteban Hernández, quien luce en la foto como un Charles Marlow urbano sin postureo, dispuesto a adentrarse en el corazón del presente y tomarle el pulso, a cartografiar el mapa de esa sociedad desconocida, a explicarnos -o, al menos, intentarlo- el mundo en el que sobrevivimos, nos movemos y subsistimos, sin conclusiones predeterminadas, pertrechado únicamente de su capacidad de análisis, su independencia de criterio y su honestidad intelectual.

    Y todo, como un presupuesto necesario para la toma en consideración de la gran pregunta que hace funcionar la historia: qué hacer.

    Esteban Hernández, ‘El corazón del presente’. Qué descubrimiento. Qué deslumbramiento.

    Entrevista conducida por Gonzalo Altozano.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    Instagram: @galtozanogf

    iVoox, Spotify, Apple.

  • En 1953, una tormenta anegó Holanda. Jóvenes de toda Europa se volcaron, de forma altruista, en las labores de rescate. Destacó por su disciplina un contingente de universitarios franceses comandado por un recién licenciado en Derecho: Jean Marie Le Pen.

    La aventura humanitaria aquella confirmó a Le Pen el gusto por la acción, que ya había probado antes: de niño, en su Bretaña natal, fue grumete en el pesquero de su familia y, más adelante, participaría en la resistencia al invasor nazi.

    A la vuelta de Holanda, sin ganas ni contactos para abrir bufete propio, Le Pen se alistó en los paracas, siendo su primer destino Suez. A la expedición sobre el canal seguirían la guerra de Indochina y la batalla de Argel.

    Entre Indochina y Argelia, Le Pen ingresó en la formación de Pierre Poujade, el gran tribuno de la derecha del momento. Jean Marie salió elegido diputado, el más joven de la legislatura. Era 1956 y tenía 28 años.

    Expulsado de la formación de Poujade por desavenencias con este, Le Pen volvió a salir diputado en 1958, en esta ocasión izando la bandera de la Argelia francesa. Poco duraría enhiesta. En 1962, Francia reconoció la independencia de la colonia.

    Al finalizar su segunda legislatura como diputado, Le Pen se vio en la calle, sin empleo. En 1963, por pura subsistencia, fundó un sello discográfico especializado en cánticos de guerra, discursos políticos y narraciones históricas.

    Su faceta de empresario no eclipsó la de político. Como se consideraba demasiado joven para acaudillar la derecha nacionalista, en 1965 impulsó la candidatura de Jean Louise Tixier. Brillante abogado, Tixier resultó ser una inutilidad política.

    El error Tixier le pesaría como el mayor de su carrera. El candidato debió haber sido él. Ya se resarciría. En 1972, Le Pen unió a los veteranos de antiguas guerras y a los jóvenes lobos de la derecha nacionalista y los lideró en un frente común: el Frente Nacional.

    Episodio escrito y narrado por Gonzalo Altozano.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    Instagram: @galtozanogf

    iVoox, Spotify, Apple.

  • Personaje de porte aristocrático, fría inteligencia, arrojo temerario y rico en aventuras. Cómo no iba la CIA a nombrar a Alfredo Izaguirre de la Riva su superagente en La Habana. Y no para una misión cualquiera, sino especial: liquidar a Raúl Castro y propiciar una invasión a la isla que repusiera el ritmo constitucional. Nada salió según lo planeado y Alfredo, alias 'Tito', fue a dar con sus huesos en la cárcel, donde, lejos de apagarse, se convirtió en un referente para los más duros entre los duros.

    Episodio escrito y narrado por Gonzalo Altozano.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    Instagram: @galtozanogf

    iVoox, Spotify, Apple.

  • Se llamaba Juan Yebra y fue nuestro profesor en 4º y 5º de EGB. Uno de los dos cursos -5º, creo- nos dio cuatro asignaturas: Lengua, Matemáticas, Ciencias Sociales y Ciencias Naturales. Para convertirse en omnipresente solo le faltó ser nuestro profe de Deportes. Y no porque anduviera corto de ganas.

    A la hora del descanso, el tío se empeñaba en jugar al fútbol con nosotros. A ver quién le decía que no. El Yebra era un chupón. Recogía el balón en su portería y no paraba hasta meter gol en la contraria. Si solo fuera eso… Era, además, un carnicero. Se llevaba por delante a todo el que su pusiese en su camino. Después de cada partido la clase acababa con cuatro o cinco lesionados. Algunos no volvimos a correr detrás de un balón, por el acojone. Cosa distinta fue la literatura.

    Lo del Yebra con los libros era locura de amor. A mí, por lo menos, me inoculó el veneno de la lectura, que eclosionaría años más tarde. No cabe imaginárselo como John Keating, de «El club de los poetas muertos», o sea, como un antiguo alumno de la academia Welton, con una estadía de profesor en el instituto Chester de Londres. En Juan se adivinaban unos orígenes humildísimos, como el de tantos hijos del agobio y de la emigración del campo a la ciudad. Corría el rumor de que con el primer sueldo se había comprado su primer abrigo. A veces, en clase, presumía orgulloso de sus logros, como el de mejor expediente en la escuela de magisterio.

    Poco nos impresionaba pues para nosotros, retoños de la burguesía condenados a cargar con el peso de un brillante porvenir, el ideal de hombre hecho a sí mismo era aquel que empezaba de botones en un banco y terminaba de presidente. Pero él nunca ambicionó otra cosa que ser profesor. Su vida -ahora lo entiendo, después de tantos años- fue una vida plena.

    Y por aquí está la clave de su dura exigencia con nosotros. A él, que había exprimido al máximo las pocas oportunidades que la vida le ofreció, rindiendo el ciento por uno, le sublevaba que nosotros nos instaláramos en la creencia errónea de que nuestra única responsabilidad de mayores sería elegir con cuidado.

    Por eso el Yebra nunca nos hubiera animado a arrancar las páginas de un libro de texto; es más, de hacerlo, nos hubiese fulminado con esa mirada suya en oblicuo que ponía cuando se cabreaba y que te hacía desear «tierra, trágame» o, mejor, «tierra, trágale». Si con nosotros adoptaba el papel de sargento de esa mili de la que tanta añoranza guardaba era porque consideraba que éramos lo que debíamos ser: unos tíos.

    A la vez, era enormemente afectuoso. No digo que hubiese muerto por nosotros, por parecerle eso una mariconada. Él hubiera matado. Por negarse a hacer acepción de personas o para denunciar una injusticia no habría dudado en entrar sin llamar en los despachos del edificio central, indiferente a jerarquías y organigramas. Siempre se movió por Retamar como lo que fue: el puto amo, con su voz ronca, su metro sesenta y poco y sus dos pares de cojones.

    Cuando la pandemia, me acordé de él. Conseguí su teléfono y le llamé. No hablábamos desde el colegio. Le hizo muchísima ilusión, igual que a mí. Quedamos en vernos tan pronto fuera posible. «¿Me lo prometes, Gonzalo?». «Te lo prometo, Juan». Nunca nos vimos. La culpa fue mía por irlo dejando. Le habría dicho lo que ahora, solo que con menos rodeos. Le habría dicho que aquellos fueron los mejores años, los de entonces, los mejores amigos y él, el mejor profesor.

    Episodio escrito y narrado por Gonzalo Altozano.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    Instagram: @galtozanogf

    iVoox, Spotify, Apple.

  • El reciente apoyo de RFK a la campaña de Trump ha hecho sonar, de nuevo, el apellido Kennedy. No con la fuerza suficiente, eso sí, para cargar con el peso de un legado, más que familiar, político e histórico. Quién sabe. Quizás llegue el día en el que un descendiente de Patrick, aquel joven irlandés que en 1849 llegó en barco a los Estados Unidos en busca de un futuro mejor, dejé de lamentar la supuesta maldición que persigue a los Kennedy y, en lugar de eso, se pregunte, como JFK, qué puede hacer él por su país y no al revés.

    Episodio escrito y narrado por Gonzalo Altozano.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    Instagram: @galtozanogf

  • Durante años, hasta hace poco, César Cervera sentó plaza como redactor en un periódico de tirada nacional, el ABC. Raro era el día en el que un texto suyo no se encaramaba hasta los primeros puestos de lo más leído de la web. Lo divertido es que sus noticias no trataban los asuntos del momento, sino hechos sucedidos años atrás, siglos incluso.

    Esto demuestra que al lector medio le interesan los temas históricos. Y que César sabe aplicar como pocos las técnicas propias del periodismo a la narración de la historia.

    Lo demostró en ABC y lo demuestra cada vez que publica un libro, ya trate sobre los Borbones, ya sobre los Austrias o, más reciente, sobre los Trastámara, en concreto, sobre Isabel y Fernando, bajo cuyo reinado se culminó una empresa de ocho siglos -la Reconquista-, se inició otra de incalculables proporciones -el descubrimiento de América- y, por si fueran pocas hazañas, se pusieron las bases de la unidad de España.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    Instagram: @galtozanogf

    iVoox, Spotify, Apple.

  • Lo reconozco: ninguno me pregunta cómo se puede colaborar con este podcast; muchos sí acerca de Javier Rubio, más conocido por su segundo apellido, Donzé.

    Que qué le pasa. Que qué le pasa de qué, respondo yo. En Twitter, donde no hay charco que no pise, me precisan. Que hace uso de su libertad, zanjo.

    O no del todo, porque, obligado por el conocimiento del personaje y mi amistad con él, añado que, más allá de su inclinación a la polémica, Javier es un tipo encantador y, profesionalmente, exitoso.

    Academia Play, el canal de divulgación histórica del que es fundador y director, alcanza cifras millonarias en suscriptores y audiencia, ojalá pronto también en billetes de 500, pues soy colaborador del proyecto.

    Como tal, puedo decir que nunca he trabajado con alguien tan exigente con el rigor de los hechos como Javier, que repasa los textos una y otra vez, a la busca y captura de erratas y, sobre todo, de inexactitudes.

    Poco en comparación con lo que se exige a sí mismo en su papel de desfacedor de entuertos, mitos, agravios y discursos negrolegendarios, como acredita su último libro.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    Instagram: @galtozanogf

    iVoox, Spotify, Apple.

  • Se empeña Máiquez en atribuirme como habilidad lo que cualquier otro autor juzgaría como un defecto, cuando no como una declaración de hostilidades: destripar sus libros en público.

    Pero Máiquez no es como los demás autores. O no como esos autores que aspiran en vano, los ilusos, a la gloria fugaz del best seller, o sea, a que el sufrido lector agarre su libro en la primera frase y no lo suelte hasta la última.

    Enrique agradece una introducción de sus títulos, lo más prolija posible, preferentemente hablada, mucho mejor si a dos voces, una de ellas, la voz preguntante, la mía, y la otra, la cantante, la suya.

    Todo esto ha dicho Máiquez con motivo de su libro anterior, ‘Gracia de Cristo’, y todo esto ha vuelto a decir con ocasión del más reciente, ‘Ejecutoria’.

    A diferencia de la vez anterior, en esta a la presentación que le hice no ha seguido una entrevista, sino que una y otra son una cosa misma; todo, por dar cumplido trámite a una vieja ensoñación de Enrique.

    ¿Ir de taberna en taberna haciendo el cantar de las epopeyas que, generación tras generación, han hecho soñar a los hombres? Qué va: sentirse, siquiera por unos instantes, como el vocalista de una banda clandestina de jazz.

    Entrevista realizada por Gonzalo Altozano.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    Instagram: @galtozanogf

  • La primera vez que Julio Llorente y yo nos encontramos nos caímos mal. Y la segunda. Y la tercera. Y así hasta doce, por lo menos. Digo «doce» porque doce fueron los entrevistados de un libro que nos encargaron, hace ya años. Y digo «por lo menos» porque seguimos cayéndonos mal una vez entregado el manuscrito a la editorial.

    Lo que no recuerdo es el momento exacto en el que Julito y yo nos convertimos en algo parecido a un par de amigos. Sí sé que en los últimos tiempos nos ha unido nuestra resistencia a engrosar las filas de eso que llaman la batalla cultural. En esas seguimos hoy; en la insumisión, me refiero, y, más importante, en la amistad.

    Esto último a pesar de mi manía por preguntarle, con oportunidad o sin ella, siempre delante de gente, de qué habla con su primo Marcos, jugador del Atleti, en las reuniones familiares. ¿De la hermenéutica de la continuidad, quizás?

    No lo pregunto por ridiculizar a Marcos, sino a Julio, quien, trayendo su origen de una estirpe de deportistas de élite, se pidió para sí el papel de intelectual, infinitamente peor remunerado que el de futbolista, incluso que el de jugador de baloncesto.

    O quién sabe. No cabe descartar, todo lo contrario, el super fichaje de Julito al frente de uno de esos mega laboratorios de ideas con una dotación presupuestaria mayor que el Ministerio de Cultura. El tío apunta maneras.

    A su edad, ha montado una editorial, firmado un par o tres de Terceras del ABC y, lo más reciente, escrito un libro. Y, por si no resultaran méritos suficientes, acredita imaginación moral, rectitud de intención e independencia de criterio en cantidades suficientes para no reducir sus trabajos y sus días al ruido y la furia o, peor, al puro fuego de artificio.

    Entrevista conducida por Gonzalo Altozano.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    Instagram: @galtozanogf

  • «Amar los toros es, cada tarde, a eso de las cinco, creer en los Reyes Magos, e ir a su encuentro». Esta frase de Joan Cau me parece un extracto perfecto de la fiesta, sin ser yo un aficionado. Pero es que no hay que serlo para cada uno aventurar su definición de los toros. Eduard Limónov, que tampoco era un entendido, lo hizo de manera insuperable una tarde en Las Ventas. Hay testigos. Aquí lo cuentan

    *Chapu Apaolaza, periodista.

    *Jorge Freire, filósofo.

    *Charlie Buzón, personaje.

    Episodio escrito y narrado por Gonzalo Altozano.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    Instagram: @galtozanogf

  • Era el novio que toda madre querría para su hija y toda hija para sí. Apuesto, elegante, de buena familia, con un futuro prometedor, daba la impresión de ser uno de esos varones bendecidos por el destino desde la cuna y cuya única responsabilidad en la vida era elegir con cuidado. Segundo de nueve hermanos, había disfrutado de todas las ventajas de las familias numerosas sin padecer una sola de sus estrecheces: de las mansiones en las que transcurrió su niñez ninguna tuvo menos de veinte habitaciones. Su apellido le singularizaba como miembro de una de las familias más pujantes de unos Estados Unidos ya poderosos pero sin historia suficiente todavía para hablar de abolengo. Como cualquier otra aristocracia, la norteamericana habría de forjarse en los campos de batalla y en los parlamentos, donde estaba llamado a brillar con luz propia aquel joven nacido en Massachusetts en 1917 y cuyo perfil terminaría ilustrando las monedas de medio dólar y su nombre bautizando un aeropuerto internacional: John Fitzgerald Kennedy.

    Episodio escrito y narrado por Gonzalo Altozano.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    Instagram: @galtozanogf

  • En una ocasión, hace ya unos años, entrevisté a Albert Boadella, dramaturgo. Como siempre hago para entretener la espera, cualquier espera, llevé conmigo un libro. Recuerdo el título: Cuplé, de Ana Diosdado.

    Lo recuerdo no porque su lectura me cambiara la vida o algo similar, sino por la conversación previa a la entrevista con Boadella. Al tratarse de una obra de teatro, pensé que me ganaría el favor del entrevistado. Si acaso lo logré, no fue por eso.

    Lejos de alabarme el gusto, Boadella me dijo que el teatro no se lee; se ve. Y trazó un paralelismo con la música. La música se escucha. Nadie lee una partitura. Estuve lento.

    Debí haberle respondido que, de saber solfeo, yo leería partituras, menos por esnobismo que por una inclinación a leer hasta los papeles rotos de las calles.

    Partituras no, pero obras de teatro, unas pocas. Por el placer de leer y, también, por sentirme director, escenógrafo, responsable de reparto, de vestuario, de luces, acomodador, público y hasta apuntador; sin moverme del sofá o interrumpiendo la función a mi antojo para ir al cuarto de baño o al ambigú, no teniendo que esperar el entreacto.

    Todo lo he vuelto a experimentar con la lectura de ‘San Vicente Ferrer 34’, la primera pieza teatral, todavía sin estrenar, de Iñaki Domínguez. Una incursión, otra más, de mi antropólogo de cabecera a los bajos fondos de Madrid.

    Poneos cómodos, si tal cosa es posible en un narcopiso de Malasaña, y estad atentos a los hilos invisibles del azar que han llevado a Iñaki de los yonkis, los chungos y las musas al teatro.

    Entrevista conducida por Gonzalo Altozano.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    Instagram: @galtozanogf

  • Andar, ver y contar. No otra cosa es el periodismo. Con esta fórmula, nada original, arranqué el otro episodio que hice con Bustos en este podcast, hace ya un par de años. Con una diferencia.

    Esta vez, Jorge no se ha ido a La Mancha, tras las huellas del Quijote, ni a Francia, en busca del sueño de la Ilustración. No le ha hecho falta.

    Le ha sobrado con salir todas las mañanas de su casa al trabajo, o regresar cada noche. Su barrio, ese en el que se ha hipotecado para las próximas décadas, es el del Palacio de Oriente y, también, el del centro de acogida de indigentes más grande de la capital y, posiblemente, de España: el San Isidro, conocido como el Casi, por su acrónimo.

    A lo largo de un año, o más, Jorge, subdirector de un periódico de tirada nacional, uno de los columnistas más leídos y comentados del momento, habitual de las tertulias de la radio y de la tele, se ha metido en el papel de reportero y, en sus ratos libres, ha entrevistado a mendigos, trabajadores sociales, monjas de la caridad y, sin que el producto final se resintiera, concejales.

    Lo ha hecho sin apriorismos ni romantizar la pobreza ni, más meritorio todavía, dar la turra al transeúnte medio.

    El resultado de su andar, ver y contar es un ejercicio de observación, reflexión y confidencia editado por Libros del Asteroide con su primor habitual.

    ‘Casi’: una crónica del desamparo.

    Entrevista conducida por Gonzalo Altozano.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    Instagram: @galtozanogf

  • ‘Napoleones de barrio’. Así tituló Jaime Revès uno de los textos políticos que más he releído y más me ha influido. En él, Revès, exponía una serie de casos de éxito que tenían como protagonistas a ciudadanos del común en pie de lucha, organizados alrededor de una causa local, enfrentados a unos poderes sin rostro ni alma.

    El ensayito de Revès participaba del espíritu de la célebre frase de Eduardo Galeano: «Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo».

    Espíritu que Jaime imprime al capítulo que firma en ‘Ser conservador es el nuevo punk’, libro en defensa de la comunidad, la identidad, la belleza y el espíritu, del que son autores, además de Revès, Rodrigo Gómez Lorente, Enrique García-Máiquez, Jaime Cervera, Marisa de Toro, Esperanza Ruiz y Carlos Hernández Quero.

    Me detengo en el último, por ser el entrevistado de este episodio. Su texto, titulado «Recuperar lo local», está estructurado en subcapítulos tales como «Densidad social», «Identidad colectiva», «Tierra y patrimonio», «Compromiso con la polis», «El retorno de la geografía» o «Cómo combinar lo local y lo nacional».

    ¿Suena abstracto? El desarrollo de la formulación no lo es. Se encarna en la experiencia vital de Carlos, escenificada fundamentalmente en el barrio de Tetúan y en el municipio de Guadarrama, ciudad y campo, asfalto y naturaleza.

    No diré que Carlos Hernández disputa estos territorios a la izquierda, como si fueran patrimonio de uno de los dos polos en continua lucha. Hace algo más acertado: definir lo local como una suerte de sentido común de época.

    Entrevista conducida por Gonzalo Altozano.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    Instagram: @galtozanogf

  • Se le ha definido, a Jorge Freire, como uno de los diez filósofos cuyas reflexiones marcarán el pensamiento y los debates de las próximas décadas.

    Espero que el vaticinio sea más acertado que ese otro que, año tras año, pospone el deshielo del polo norte para el verano que viene.

    Lo espero por la doble vanidad de presumir de amigo y de que, por segunda vez, se haya sentado en La mesa de la cocina; la primera para analizar la agitación como el mal de la impaciencia y esta segunda para criticar la banalidad del bien, que nos reduce a la condición de marca personal.

    Frente a agitaciones, banalidades y gilipolleces varias, la necesidad y vigencia, siempre, de pensarnos a nosotros mismos.

    Entrevista conducida por Gonzalo Altozano.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    Instagram: @galtozanogf

  • Con 25 años, Winston Churchill ya había participado en cinco guerras en tres continentes, siendo a la vez soldado y cronista. Poco después, brillaría en la tribuna de oradores. El resto de su carrera, ciertamente larga, lo empleó en sobreponerse a su fama de joven promesa, recuperarse de mil y un batacazos políticos, convivir con el perro negro de la melancolía, ser voz que clama en el desierto, resultar vencedor de una guerra mundial y ganar el Premio Nobel de Literatura.

    Episodio escrito, producido y narrado por Gonzalo Altozano.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    Instagram: @galtozanogf

  • En redes sociales, cuando publicite el episodio, diré que hay quien está en posesión de enormes confidencias políticas y, sin embargo, prefiere hablar ante el micrófono de libros, como Kiko Méndez-Monasterio, por más que únicamente haya hojeado unos pocos, todos con la letra grande y cantidad de dibujos.

    Lo diré. Y será verdad. Y no lo será. Es verdad que Kiko es conocedor de secretos, si no de Estado, casi. No es verdad que no haya leído. Lo ha hecho mucho y bien. ¿Entonces?

    Entonces soy yo quien le insistió en hablar de libros, no sé si como continuación o resumen de una larga conversación de años, ya veinte, con alguna pausa más o menos prolongada.

    A los aficionados a las cuestiones de gabinete, les anuncio que la próxima vez que Kiko se siente en ‘La mesa de la cocina’ será para hablar de politiqueos, actualidad y otras pornografías. Empeño mi palabra. O no.

    Entrevista conducida por Gonzalo Altozano.

    Sonido: César García.

    Diseño: Estudio OdZ.

    Contacto: [email protected]

    Twitter: @GonzaloAltozano

    Instagram: @galtozanogf