Reproducido

  • «Soporta el sufrimiento junto conmigo como un buen soldado de Cristo Jesús.»
    (2 Timoteo 2:3, NTV)

    Los momentos difíciles son inevitables. Necesitas saberlo. Es cierto que hemos sido redimidos de la maldición, y no hay nada que Satanás pueda hacer para cambiar eso, pero él te desafiará de todos modos.

    Por tanto, no te sorprendas cuando las cosas se pongan difíciles. Habrá ocasiones en las que deberás mantenerte firme solamente por fe y en las que tendrás que hablar y actuar como si lo que Dios dice es cierto, aun cuando no puedas sentirlo, verlo o palparlo en forma natural. Incluso habrá otras ocasiones en las que todo parecerá terrible. Es en esos momentos cuando deberás soportar el sufrimiento como un buen soldado de Cristo.

    Mucha gente oye la palabra de fe acerca de la sanidad o la prosperidad, y piensan: “¡Oye! Voy a intentarlo”. Luego, cuando llegan los momentos difíciles, se dan por vencidos.

    Déjeme advertirte que vivir por fe no es algo que intentas. Se trata de un estilo de vida. Lo haces en los momentos difíciles; lo haces cuando todo es fácil. Vives por fe siempre, pues no lo haces sólo para obtener los beneficios, sino porque sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6).

    Quizás las cosas se pongan un poco difíciles, pero déjame asegurarte que saldrás siempre adelante si soportas el sufrimiento como un buen soldado de Cristo. Si no desmayas ni te apartas de la fe, tendrás la victoria. Él único cristiano derrotado es ¡aquel que se da por vencido!

    Lectura bíblica: Números 14:1-24
  • «Pero el regalo de Dios no se puede comparar con la transgresión… porque si por la transgresión (el error, la ofensa) de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más el regalo de Dios [que viene] por la gracia de un hombre… Jesucristo, para [el beneficio] de muchos»
    (Romanos 5:15, AMP)

    Si estás atravesando por una situación larga, difícil y necesitas que alguien te diga cómo cambiar las cosas, busca a Dios. Él es experto en la materia. Él ha sufrido las mayores pérdidas que alguien jamás haya sufrido.

    Analízalo. Dios perdió a Lucifer, el ángel de mayor rango y el más ungido. Y cuando Lucifer se rebeló, perdió al menos un tercio de todos los ángeles que había creado. Luego, perdió al hombre y a la mujer que había creado; y como les había dado dominio total sobre la Tierra, también la perdió en ese instante. Sin importar la forma en que lo analices, ¡fue una pérdida masiva!

    No obstante, a pesar de todo ello, Dios no es un perdedor. Él es el gran ganador de todos los tiempos. ¿Sabes por qué? Porque Él sabe cómo transformar las pérdidas; sabe cómo poner en práctica el principio de dar y recibir para transformar las pérdidas en ganancias.

    «Den, y se les dará una medida buena, incluso apretada, remecida y rebosante…» (Lucas 6:38). Podemos aplicar este principio poderoso contra los malos tiempos.

    ¿No es asombroso? Dios tenía a la mano todas las opciones posibles para recuperar las cosas que había perdido. Contaba con toda la sabiduría y el poder a Su disposición. Sin embargo, de todas las opciones posibles, Él escogió el principio de dar.

    Dios entregó aquella cosa que era irreemplazable: Su Hijo unigénito. Luego, respaldó ese regalo con Su propia fe. Y cuando el principio de dar y recibir había cumplido su propósito, Dios Padre todopoderoso no sólo recibió a Su Hijo unigénito, sino también a millones de otros hijos con Él.

    No te desesperes por las pérdidas. Redímelas en la misma manera que Dios redimió las Suyas. Da, y activa —a tu favor— el principio más poderoso del universo.

    Lectura bíblica: Juan 3:12-21
  • «El amor de Dios se ha perfeccionado verdaderamente en el que obedece su palabra, y por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo»
    (1 Juan 2:5-6)

    No hay nada—absolutamente nada—que sea más importante que aprender a amar. De hecho, el nivel de perfección alcanzado en tu vida de amor, determinará cuánto alcanzarás de la perfecta voluntad de Dios. Eso explica el porqué toda fuerza espiritual proviene del amor. Por ejemplo, la Biblia dice que la fe obra por el amor. Es casi imposible que la oración sea contestada si el creyente se sale del amor y se niega a perdonar a su hermano.

    Si no tienes amor, tus ofrendas de nada te servirán. El don de lenguas y la profecía tampoco producirán efecto. Tu fe será un fracaso y tus conocimientos no producirán frutos. Todas las verdades que has aprendido de la Palabra de Dios obran por el amor. No te serán útiles a menos que vivas en el amor de Dios.

    En 1 Corintios 13:4-8, se muestra un cuadro perfecto de cuál es la conducta del amor: es paciente y benigno. No es celoso ni orgulloso. No hace nada indebido, no es egoísta y no se irrita. El amor: «Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (versículo 7).

    Pareciera una lista muy demandante, ¿cierto? Pero no te desesperes. Tú eres una criatura de amor. Tu espíritu ha sido recreado por Dios a la imagen del amor, y Él ha enviado a Su Espíritu de amor a vivir en ti y a enseñarte a amar como Él ama. Tú puedes empezar a gozar de la vida de amor que Dios quiere que vivas. Empieza hoy mismo.

    Lectura bíblica: 1 Corintios 13:1-13
  • «Los redimidos del Señor volverán a Sión entre cantos de alegría. Sobre ellos reposará un gozo infinito; rebosarán de gozo y alegría, y el dolor y los gemidos huirán de ellos»
    (Isaías 51:11)

    ¿Sabías que como creyente la Sangre de Jesucristo te ha redimido de la maldición del dolor y la tristeza? Tú no debes aceptar esos sentimientos, de la misma manera que rechazas el pecado y la enfermedad.

    Varios meses antes de que mi madre partiera a la patria celestial —hacia la presencia del Señor— en agosto de 1988, Dios comenzó a enseñarme acerca de este tema. Cada vez que Él me mostraba algo respecto al dolor, yo lo ponía en práctica (tu deberías hacer lo mismo cada vez que Dios te enseñe algo: comienza a ponerlo en práctica en ese momento, y cuando tengas que enfrentar una situación difícil, no tendrás problemas).

    Ocho meses y medio antes de que mi madre dejara esta Tierra, empecé a prepararme contra el dolor y la tristeza. Decidí que no iba a entristecerme. De inmediato, el diablo comenzó a atacar mis emociones. Pero yo le contestaba: “No recibiré nada de eso. Tomo autoridad sobre estos sentimientos en el nombre de Jesús. He entregado mi cuerpo como sacrificio agradable al Señor, y no acepto nada que no sea Su gozo”. Luego, comenzaba a declarar la Palabra y a alabar en voz alta.

    Pasé tres días difíciles resistiendo la tristeza, hasta que los espíritus de aflicción se fueron.

    Lo que trato de decirte es lo siguiente: tendrás que luchar contra el dolor y la tristeza. No te pertenecen. No provienen de tu Padre celestial. Quizás tengas que pasearte por la habitación toda la noche. Pero en lugar de preocuparte y llorar, camina y declara la Palabra hasta que dejes de sentirte así y el gozo del Señor te llene.

    Recuerda quién eres. Tú eres aquel sobre el cual reposará un gozo infinito, y el dolor y los gemidos huirán de ti. ¡Eres el redimido de Señor!

    Lectura bíblica: Salmo 97
  • «Señor, te alabaré de todo corazón y hablaré de todos tus portentos. Por ti me alegraré, oh Dios altísimo, y cantaré alabanzas a tu nombre. Ante ti, mis enemigos huyen, ruedan por el suelo y perecen»
    (Salmos 9:1-3)

    Nunca subestimes la importancia de la alabanza. Es una de las armas espirituales más poderosas que posees. La alabanza es más que un canto bonito o unas palabras de elogio a Dios. Ésta produce resultados. La alabanza libera la misma presencia de Dios. Y cuando Su presencia entra en escena, tus enemigos son echados fuera. La enfermedad y la dolencia no pueden permanecer en tu cuerpo, tampoco la pobreza puede permanecer en tu casa.

    Incluso el cansancio físico debe huir cuando se enfrenta a una alabanza auténtica, llena de gozo. Lo sé por experiencia propia. Hace años, cuando comencé a dirigir “La escuela de sanidad”, libré una verdadera batalla contra el agotamiento. Había ministrado e impuesto manos sobre los enfermos por tantas horas a la vez que cuando la reunión finalizaba, me sentía físicamente débil, incluso hasta para concluir la reunión.

    Entonces, en una reunión en particular, descubrí el poder de la alabanza. Acababa de orar por quienes se encontraban en la fila de oración, y como de costumbre, me sentía exhausta. Pero en vez de descansar, el Espíritu del Señor me reveló que necesitaba regocijarme en el Señor. Así lo hice. Comencé a alabar al Señor con todo mi corazón, con toda mi mente y con todo mi cuerpo. ¿Sabes qué sucedió? El cansancio se fue y fui llena de poder con la presencia de Dios.

    La próxima vez que el diablo trate de ahogar tu eficacia y de agotar tu fortaleza, recuerda que el bienestar y la victoria que son tuyas en Jesús, recházalo con el arma de la alabanza. Levanta tus manos, tu voz y todo tu corazón. ¡Alaba!

    Lectura bíblica: 2 Crónicas 20:1-22
  • «Una vez más les digo, que si en este mundo dos de ustedes se ponen de acuerdo en lo que piden, mi Padre, que está en los cielos, se lo concederá»
    (Mateo 18:19)

    Como creyentes, somos parte de un ejército conquistador que toma constantemente nuevas tierras para el reino de Dios. ¿Cierto?

    Bueno, así es como debería ser. Pero justo en el momento en que el ejército llega a la cumbre de la colina y está listo para avanzar, parece que Satanás saca su gran arma―la división―y esparce a los creyentes por todas partes.

    ¿Cómo podemos contraatacar la estrategia de la división? Lanzando un ataque aún más efectivo con uno de los recursos más poderosos que nos ha dado el Señor Jesús: la oración en común de acuerdo.

    Jesús dijo que si dos de nosotros nos ponemos de acuerdo para pedir cualquier cosa, ¡nos será hecha! Esas palabras son tan poderosas que a muchos se les hace difícil creerlas. Si lo hicieran, veríamos grupos de cristianos en cada esquina poniéndose de acuerdo en oración.

    Busca a alguien para ponerte de acuerdo en oración esta misma semana, y asegúrate de orar basado en la Palabra de Dios. Quizás tengan opiniones diferentes en cuanto a todo lo demás, pero podrán estar de acuerdo con respecto a la Palabra.

    También, asegúrate como grupo de que el acuerdo sea total: en espíritu, alma y cuerpo. Derriben argumentos, teorías y pensamientos contrarios a la Palabra. Lleven cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. Guarden sus pensamientos y sus palabras.

    Después, pónganse de acuerdo como grupo al declarar con sus labios las cosas que han acordado. Finalmente, actúen como si ya hubieran recibido la respuesta. No sigan pidiendo y pidiendo, sino den gracias a Dios. ¡Manténganse de acuerdo y conquisten nuevas tierras para el Señor!

    Lectura bíblica: Hechos 4:1-31