Episodit
-
El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza. Para seguir a Jesús es preciso amar la virtud de la pobreza. Dios quiso recordarlo a través de san Francisco y del franciscanismo. El seguimiento de Cristo supone la libertad del corazón: “Cuando se descuida la pobreza es que va mal toda la vida interior”, decía san Josemaría. Y es, además, condición indispensable para dar fruto.
-
“Seguir a Cristo, hijos míos, es nuestra vocación”. No se trata de vivir un ideal en soledad sino de una diaria aventura de amor. Estamos invitados, por tanto, a ubicarnos en el centro del Señor, que es su Corazón. Dejar que nos atraiga, para que cada día sea mayor nuestro amor, pues no tenemos otro Nombre por el que ser salvados. Un Corazón que se esconde en el Pan, y en el que se encuentra el Bien Supremo e Infinito.
-
Puuttuva jakso?
-
Dios lleva adelante su plan de salvación suaviter et fortiter. Con su fortaleza, pero respetando la libertad y la limitación de la criatura. Para la fisonomía del Opus Dei dio a san Josemaría una locución interior a través de las palabras de Jesús que recoge san Juan: “Y Yo, cuando sea levantado sobre la tierra, atraeré todas las cosas hacia Mi”. Dejémonos atraer, absorber, por Cristo.
-
Hay secretos que facilitan mucho las cosas. Si le preguntáramos a Jesús por uno de ellos, nos responderá con el secreto de hacernos como niños, porque de los tales es el reino de los cielos. Santa Teresita invita, con su vida y sus palabras, a ir por ese camino de abandono confiado hasta la audacia. Porque los niños que se abandonan en su Padre tienen asegurado su beneplácito.
-
Los cinco misterios gloriosos del Santo Rosario nos descubren la cercanía entre el cielo y la tierra. La antigua herejía dualista -dos principios antagónicos e irreductibles- puede hacerse presente cuando no sabemos romper la rigidez del universo e introducirnos en el mundo de lo divino. Hemos de ejercitarnos en las incursiones que nos proporciona la fe para que vivamos en oración continuada.
-
“Enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón” (Camino, n. 1). Has recibido un fuego y haz de procurar que se propague. Para trasmitir ese fuego debo de tenerlo. Estamos en el mundo para propagar la llama de Cristo. De mi hambre y de mi sed eucarística depende que pueda encenderse en muchos corazones en el amor eucarístico.
-
María es nuestra madre en el orden de la gracia. Y, como toda madre, no solo nos gesta y nos da a luz, sino también nos educa. Maestra ante todo en la intensidad del amor a su Hijo. De Ella hemos de aprender la finura de detalles, aprendiendo las lecciones que nos evitarán los modos bruscos y desconsiderados en nuestra vida de piedad.
-
Con la parábola de la vid y los sarmientos, Jesús nos explica quién es Él para nosotros y quiénes somos nosotros para Él. La savia que recorre vid y sarmientos es el Espíritu Santo, el Padre es el Viñador. Vid y sarmientos comparten la misma vida: nuestra unión con Cristo supera toda unidad imaginable. La gloria del Padre es que, en nuestra unión con Cristo, demos mucho fruto.
-
“Ámense los unos a los otros como Yo los he amado”, dijo Jesús en el contexto de la Última Cena. ¿Cómo entender esta frase? Quizá por lo infinito de su amor, pero nos sería imposible. Quizá porque muramos por los demás… meta ardua. Pero quizá también porque nos enseña a amar con anterioridad a las bondades que quien amamos: nos ama como somos, pecadores, y entonces, con el amor que nos da, podremos amar sin esperar a que el prójimo sea perfecto.
-
San Lucas refiere dos veces que María guardaba, conservaba en su corazón lo que sucedía. Gran ejemplo para nosotros, invitados a advertir la continua donación de gracias que recibimos de Dios. San Josemaría llevaba cuenta de la historia de esas intervenciones en sus catalinas. Sería una tarea humana y cristiana de provecho el que también nosotros lo hiciéramos.
-
Nuestro deseo más hondo es alcanzar el Cielo. A María la llamamos “Puerta del cielo” porque con Ella Dios volvió a abrir la puerta del paraíso que permanecía cerrada desde el pecado de Adán y Eva. María es Inmaculada: a esa puerta nos encaminamos viviendo en gracia. María nos espera en la puerta del Cielo, porque es nuestra madre. Y a Ella le complacerá vernos más y más reflejando en nuestra vida sus modos.
-
Si Jesús da su vida por las ovejas eso significará que ellas le importan mucho. ¿Por qué? Porque son imagen y semejanza de Dios, y le duele que el demonio destroce esa imagen de su Padre. Además, porque a Él también le duele no recibir correspondencia al amor que les ofrece. Y, por último, por el daño que se causan a sí mismas las ovejas. Jesús nos llama a corredimir con Él, tanto en el apostolado de la oración, como en el de penitencia, como en el de la acción.
-
Si hubo un momento en que peligrara la obra de la redención no fue durante las tentaciones del desierto, ni ante los ataques del sanedrín, sino en Getsemaní. Ahí aparece Jesús en su agonía, es decir, en su lucha para ajustarse a la voluntad del Padre. Se abandona, dándonos ejemplo de resolver los más graves problemas con la oración. Ha de ser nuestro modo habitual buscando el encuentro con la Humanidad de Cristo.
-
Entre los doce apóstoles había de todo: pescadores, zelotes, un publicano: Mateo. A la primera invitación del Señor, lo sigue y le ofrece un banquete en su casa. Jesús acepta, corriendo el riesgo de las críticas al comer en casa de un publicano y pecador. El Señor aceptará también las invitaciones que le hagamos a nuestra casa interior, pues Él anhela esa recepción. Mantengamos una oración continua, sabiendo que la oración depende del amor.
-
Jesús es el Médico divino, que sana toda enfermedad y toda dolencia. Nos da su receta: las medicinas de la fe, la esperanza y el amor. Con la primera cura nuestra sordera y nuestra ceguera. Con la segunda, los males del decaimiento, encendiendo nuestra ilusión y alentando nuestra vibración espiritual. Con la tercera, arregla los desperfectos de nuestro corazón, aumentando su coeficiente de dilatación.
-
La lectura del Santo Evangelio en la Misa del jueves de la semana XXIV presenta el pasaje de la pecadora en casa de Simón. La reacción de Jesús manifiesta una extremada sensibilidad. Démosle alegrías al tratarlo en las normas de piedad creando verdaderos ámbitos de lo sagrado, advirtiendo la gran diferencia entre hacerlo y no hacerlo. Las normas de piedad son ejercicio de virtudes teologales.
-
La enseñanza de Jesús no consiste solo en palabras, sino también con sus hechos: Gestis verbisque. Lo mismo en la vida de los santos: aprendamos de san Josemaría a reaccionar como él ante las dificultades. ¿Qué hace? Acude a María. En situaciones graves para la Obra, va a Loreto en 1951 y a México en 1970. Vivamos con la confianza segura de que María, la mejor de las madres, nos dará lo que precisamos pues una madre, cuando puede remediar la carencia de su hijo, siempre lo hace.
-
Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad del hombre. Este deseo tiene un origen divino: Dios nos lo imprimió en lo más hondo para orientarnos a Él, que es la Suma y Eterna Felicidad. La cuarta bienaventuranza nos habla del hambre y la sed de amar justicia, es decir, el ansia de amar más y más a Dios. Nuestra vida consiste en la constante reorientación de nuestros deseos hacia su propia verdad.
-
¿Por qué se nos ha revelado la existencia de la Santísima Trinidad? Porque de no conocer esa verdad, no podríamos afirmar la esencia de Dios, que es el amor. ¿A quién amaría, si no, antes de la Creación? Agradezcamos conocer el más profundo de los misterios. Gocémonos al saber, no como una fantástica ilusión sino como una verdad de fe, que Dios vive en lo más hondo de nuestro ser.
-
¿Qué imagen de la Virgen te da más devoción? ¿Por qué ha querido Dios que María tenga tantas advocaciones? Sin duda porque en Ella encuentran realidad todos los ideales. Busquemos incursionar en su Corazón, por ejemplo, cuando pensamos en sus dolores. Advertiremos la inseparabilidad entre el dolor y el amor. Y nuestra vida se meterá en caminos de desagravio.
- Näytä enemmän