Episodit
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Acompañamos a Jesús en el viaje de Galilea a Judea, donde sabe que será crucificado. Empleamos para ello nuestra imaginación, facultad que Dios nos ha dado (como nos ha dado todo) para que nos lleve a Él. “Ten sujeta la imaginación, vive dentro de ti y estarás más cerca del cielo”, leemos en Forja. Ejercitémonos en el buen empleo de esta facultad, porque nos hará experimentar la alegría de los encuentros con Jesús.
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Jesús curaba toda dolencia y toda enfermedad. Merece, como nadie, el título de médico. También ahora cuida y sana, comenzando por nuestra capacidad visual, miope muchas veces; deformada otras. Y nos curará también de los males del corazón, insuficiencia cardíaca que no bombea fuego de amor. O nuestro psiquismo, por ejemplo, el déficit de atención. María nos lleva al Médico en cada dolencia y nos ayuda a seguir el tratamiento.
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Puuttuva jakso?
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San José nos da lecciones. Hoy podemos aprender su silencio para aceptar los proyectos de Dios sin rechistar. Es el santo abandono, al cual se llega luego de muchos ejercicios de negación de la propia voluntad. Gracia que podemos secundar nosotros aceptando en alegre silencio cuanto Dios disponga en nuestra vida.
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Tenemos a la vista el miércoles de Ceniza y, por tanto, el inicio de este tiempo de gracia. “Conviértanse y crean en el Evangelio”, dice el rito de la imposición de Ceniza. Es el tiempo oportuno: convertirnos a Dios de todo corazón. Conviértete en oración, ayuno y limosna. Dios cuenta con dar al mundo mucha gracia; animémonos a colaborar.
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En las inmediaciones de la Cuaresma, dispongamos nuestra alma. Vamos a cambiar de etapa, a vivir un tiempo de gracias nuevas, distintas. Y es preciso abrirnos, por la fe, a la seguridad de la eficacia que vendrá con ella. Comencemos a vivir más recogidamente, más desprendidos, con más austeridad. “El Señor, con los brazos abiertos, te pide una constante limosna de amor”, decía san Josemaría. Limosna de compañía, limosna de penitencia, limosna de preocupación por los demás.
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Jesús es la Verdad, no solo porque nos revela todas sino porque en Sí mismo es el Logos, la Palabra del Padre. Agradezcamos haber recibido la verdad completa, estando siempre en la pista de Jesús. Nuestra mente y nuestro corazón han de conservar siempre esa dirección, siguiendo las recomendaciones del pájaro neblí que explica san Juan de la Cruz.
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Jesús nos dijo que, al orar, llamáramos “Padre” a Dios. No es una mera recomendación piadosa, sino una honda verdad. Somos seres llamados a la divinización, de ahí que nuestro horizonte siempre debamos plantearlo en el rompimiento de límites. Porque el hombre, en frase de Pascal, supera infinitamente al hombre. Es el “proyecto de amor creativo” de Dios, en contraposición al proyecto de autorrealización puramente terrena.
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Marcos 2, 1-12: Los amigos del paralítico lo conducen hasta Jesús, superando múltiples obstáculos. Nos dan ejemplo de celo apostólico. Al final, todo consiste en colaborar para que las almas se pongan frente a frente con el Señor. Ser apóstol supone haber tenido la experiencia del cara a cara con Cristo.
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Dentro de los incontables títulos de María, fijémonos en este: Virgo fidelis, Virgen fiel. Ella responde a Dios diciéndole siempre que sí, como hemos de hacer nosotros ante cada moción del Espíritu Santo. Pero María nos es también fiel a nosotros, como Madre de misericordia, de consuelo, de ternura. Confiemos en la amorosa presencia materna de María, en nuestra vida y en nuestra muerte.
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En sus enseñanzas, Jesús emplea frases perentorias, como aquella en la que nos invita a llevar nuestra cruz en pos de Él, de manera que perdamos nuestra vida, para encontrarla. No hay posibilidad de conseguir el premio si no es yendo por el sendero de la cruz. La mortificación es vivificante, y la podemos practicar en cada situación. Decálogo de Peñaloza para una vejez feliz.
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Aunque parece que Dios no responde a nuestras peticiones, tengamos la seguridad de que nos escucha siempre. Además, al pedir, mostramos la conciencia de nuestra relación con Dios: por ser creaturas, no somos los dueños de nuestras adversidades o de nuestros proyectos. Jesús mismo nos anima: pidan y recibirán, busquen y hallarán, toquen y se les abrirá…
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Podemos rezar el Padrenuestro con los cristianos no católicos, porque todo cristiano es discípulo de Aquel que enseñó esta plegaria. Jesús nos enseñó cómo hemos de orar, revelándonos el gran portento de la misericordia divina: que somos hijos de Dios y que hemos de dirigirnos a Él como un hijo habla con su padre.
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Los judíos pedían señales a Jesús, y Él les responde que no se les dará otra que la de Jonás, es decir, la de su resurrección gloriosa luego de estar tres días en el vientre de la tierra. Lo que pedían los judíos se parece a la tercera tentación del desierto: realizar actos prodigiosos para garantizar su mesianidad. Pero lo que Jesús pide es la fe, la rendición del corazón a su palabra y a su Persona.
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El hombre es un ser orante. Tiene, además, el supremo ejemplo de Jesús orante. Orar siempre y en todo: Jesús nos enseña también la oración cósmica: “Miren los lirios del campo… miren las aves del cielo…”. Pero sobre todo es Jesús mismo el destinatario de nuestra oración. Descubramos los obstáculos para orar: no es una simple operación psicológica ni se trata de meras actitudes y palabras rituales.
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De la vida de san Ignacio de Loyola aprendemos a prepararnos concienzudamente para la Misa. De la vida de san Juan de Ávila, la relevancia que da el santo a una sola Misa. De san Alfonso María de Ligorio, la importancia del recogimiento luego de comulgar, pues tenemos los labios teñidos con la Sangre de Cristo. Del Cura de Ars, la seguridad de estar en el Paraíso durante la celebración.
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Ocho veces recoge san Lucas (c. 11) los ayes de Jesús: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas…!”. Ellos eran hombres religiosos, incluso piadosos, pero habían perdido el sentido profundo de la adoración y el amor a Dios actuando, por el contrario, por exhibicionismo y lucimiento personal. Tendremos rectitud de intención haciéndolo todo por amor.
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Estas crisis mundiales son crisis de santos. Busquemos en san José un modelo de santidad: es llamado “justo” en el Evangelio y tuvo una vida de gran intimidad y confianza con Jesús y María, como debe ser la nuestra. Aprendamos de él detalles de finura espiritual, comenzando por “poner atención” en las cosas de Dios.
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En las reacciones de Pedro vemos reflejada muchas veces nuestra propia situación personal. Su impulsividad y sus miedos nos hacen comprender que, también nosotros, en cuanto perdemos el contacto con Jesús, comenzamos a hundirnos. ¿Estamos aprovechando, por ejemplo, los crucifijos? ¿Miramos mucho a los sagrarios? ¿Encontramos su Rostro en la oración contemplativa?
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San Josemaría escribió en sus Apuntes íntimos: “…me di cuenta que en las cuartillas nombradas se ha denominado así. Y ese nombre (¡¡¡la Obra de Dios!!!) me parece un atrevimiento, una audacia…”. Ojalá podamos decir nosotros que nuestra alma es Obra de Dios, porque está viviendo cada vez más la vida de Cristo, la vida de la gracia, que es vida divina.
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Los milagros de Cristo no se restringen a la necesidad que resuelven, sino que son sobre todo signos que apuntan a una revelación ulterior. La multiplicación de los panes, que antecede a la promesa de la Eucaristía, hace ver cómo Jesús fue preparando el ánimo de sus oyentes para hacerlos más capaces de aceptar el milagro mayor de la Transustanciación. Este gran milagro es, al decir de san Juan Pablo II, el dogma que más pone en cuestionamiento nuestra fe.
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