Episodit

  • La gracia es un tema constante en la Biblia, y culmina en el Nuevo Testamento con la venida de Jesús (Juan 1:17). La palabra traducida como "gracia" en el Nuevo Testamento proviene de la palabra griega charis, que significa "favor, bendición o bondad". Todos podemos extender la gracia a los demás, pero cuando la palabra gracia se usa en relación a Dios, adquiere un significado más potente. La gracia es que Dios nos escoge para bendecirnos en lugar de maldecirnos, a pesar de que nuestro pecado lo merece. Esta es su bondad a los indignos.

    Efesios 2:8 dice, "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros". La única manera que cualquiera de nosotros pueda entrar en una relación con Dios, es por causa de su gracia hacia nosotros. La gracia comenzó en el jardín del Edén, cuando Dios mató un animal para cubrir el pecado de Adán y Eva (Génesis 3:21). Él podría haber matado a los primeros seres humanos en ese momento por su desobediencia, pero en lugar de destruirlos, Él escogió establecer un camino para que ellos estuvieran bien con Dios. Este patrón de gracia continuó a lo largo del Antiguo Testamento, cuando Dios instituyó sacrificios de sangre como una forma para expiar el pecado de los hombres. No fue la sangre de los sacrificios que limpió los pecadores; fue la gracia de Dios que perdonó a aquellos que confiaron en Él (Hebreos 10:4; Génesis 15:6).

    El apóstol Pablo comenzó muchas de sus cartas con la frase: "Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo" (Romanos 1:7; Efesios 1:1; 1 Corintios 1:3). Dios es el promotor de la gracia y toda otra gracia fluye de Él.

    Dios muestra tanto la misericordia y la gracia, aunque no son lo mismo. La misericordia retiene un castigo que merecemos; la gracia otorga una bendición que no merecemos. En la misericordia, Dios escogió cancelar nuestra deuda de pecado por medio del sacrificio de su Hijo perfecto en nuestro lugar (Tito 3:5; 2 Corintios 5:21). Pero Él va aún más lejos que la misericordia y extiende la gracia a sus enemigos (Romanos 5:10). Él nos ofrece perdón (Hebreos 8:12; Efesios 1:7), reconciliación (Colosenses 1:19-20), vida en abundancia (Juan 10:10), tesoro eterno (Lucas 12:33), su Espíritu Santo (Lucas 11:13), y un lugar en el cielo con Él algún día, (Juan 3:16-18) cuando aceptamos su oferta y depositamos nuestra fe en su sacrificio.

    La gracia es que Dios da el mayor tesoro a los que menos lo merecen eso somos cada uno de nosotros.





  • La santidad no es sólo una posibilidad para el cristiano; la santidad es un requisito. "Sin santidad nadie verá al Señor" (Hebreos 12:14). La diferencia entre Dios y nosotros es que Él es por naturaleza santo mientras que nosotros, por otra parte, sólo llegamos a ser santos cuando estamos con Cristo y crecemos en santidad práctica a medida que maduramos espiritualmente. El Nuevo Testamento enfatiza la búsqueda de la santidad en este mundo y que se logre finalmente la santidad en el mundo venidero.

    Ser "santo" significa que somos, en primer lugar, "apartados para un uso honorable". Mientras que "éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y diversos placeres...Dios nuestro Salvador...nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hayamos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y la renovación en el Espíritu Santo" (Tito 3:3-5; cf. 1 Corintios 6:11). El Señor tomó la iniciativa de sacarnos de nuestro estilo de vida anterior. Nos salvó, nos limpió y nos apartó para la justicia. Si hemos creído en Cristo para la salvación, hemos sido lavados por la regeneración del Espíritu Santo y apartados del mundo para la piedad (ver Romanos 12:2).

    Sin embargo, la búsqueda de la santidad no termina cuando venimos a Cristo. De hecho, ¡sólo comienza! Hay una santidad posicional que heredamos en la regeneración y una santidad práctica que debemos buscar continuamente. Dios espera que cultivemos un estilo de vida de santidad (1 Pedro 1:14-16) y nos ordena diciendo: "limpiémonos de toda inmundicia de carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios" (2 Corintios 7:1). Llevar la santidad a la "perfección" significa que debemos crecer en la eficacia espiritual cada día. Debemos considerarnos "muertos al pecado" (Romanos 6:11), negándonos a volver a nuestros estilos de vida anteriores. De esta manera "nos limpiamos de lo que es deshonroso", convirtiéndonos en vasos "para honra, santificados, útiles al Señor, y dispuestos para toda buena obra" (2 Timoteo 2:21). La santidad es la marca de todo verdadero cristiano (1 Juan 3:9-10).

    Cultivar un estilo de vida de santidad no significa que debamos hacer una lista de lo que se debe y no se debe hacer para vivir. Somos libres de la letra de la ley que mata (2 Corintios 3:6) y ahora vivimos según los mandatos del Espíritu Santo (Gálatas 5:16-18).

    Se nos dice: "ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque es Dios el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Filipenses 2:12-13). En este versículo vemos la cooperación entre Dios y sus hijos en la santificación. Nosotros "nos ocupamos" en lo que Dios "obra en" nosotros, porque Dios tiene una línea de tiempo para las virtudes que desea cultivar en nuestras vidas. Nuestra responsabilidad es rendirnos a Sus deseos, "ocupándonos" con mucha atención y cuidado de las cosas que Él está haciendo crecer en nosotros. La santidad no se completará en nuestras vidas sin ningún esfuerzo de nuestra parte. Estamos invitados a participar en la obra que Dios hace en nosotros.

    Esta es, quizás, la lección más importante que podemos aprender como cristianos. El último deseo de Dios para Su pueblo es que seamos santos - conformados a la imagen de su Hijo, Jesús (Romanos 8:29; 1 Tesalonicenses 4:3-4). La santidad es la voluntad de Dios para nuestras vidas.

    Por supuesto, la carne es débil (Marcos 14:38). Ninguno de nosotros alcanzará la perfección sin pecado en este mundo, pero Dios ha hecho provisión para nuestro pecado. "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9). Nuestra búsqueda de la santidad en este mundo incluye la confesión diaria y el abandono del pecado (ver Hebreos 12:1-3).

    Dios nos ayuda en nuestra debilidad dándonos su Espíritu Santo, que nos revela la mente de Cristo y nos capacita para llevar a cabo Su voluntad (1 Corintios 2:14-16; Filipenses 2:13).

  • Puuttuva jakso?

    Paina tästä ja päivitä feedi.

  • Mientras que el título de pastor tiene un significado específico para los judíos de la época, puede ser muy fácil para nosotros no darle importancia a esta referencia y perdernos la magnitud de lo que Dios dice sobre la naturaleza de Jesús.

    El rol tradicional de un pastor no era para nada glamoroso. En realidad, era difícil y peligroso, requería muchas horas y un compromiso completo para el bienestar del rebaño. El pastor conducía las ovjeas al refugio, les proveía alimento, las contaba cada noche y buscaba y traía de vuelta a las que se hubieran perdido. El pastor también las protegía de ladrones y predadores aún poniendo en peligro su propia seguridad.

    Así como las ovejas no tienen instinto para la comida, son propensas a desviarse y perderse y tienen problemas para encontrar su casa; así tambien nosotros vamos sin dirección sin nuestro pastor. En Jesús, encontramos nuestra provisión, la protección y la guía que tan desesperadamente necesitamos.

    A través del Nuevo Testamento, recordamos el rol de Jesús como nuestro Buen Pastor. En la Parabola de la Oveja Perdida, el pastor deja las noventa y nueve para buscar a una, dandonos una imagen bellísima del corazón de Dios por los perdidos y Su compromiso para traernos sanos y salvos a casa.

    En Filipenses, el Apostol Pablo nos recuerda que Dios cubrirá todas nuestras necesidades en Jesús, como un pastor que vela por las necesidades de su rebaño. De nuevo, en Lucas 12, Jesus habla de Su deseo desesperado de proteger a Sus hijos, si ellos están dispuestos a seguirlo.

    Jesús dijo en Juan 10:27-30
    Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen; y yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, mayor que todos es, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
    Yo y mi Padre uno somos.

    Jesús es nuestro Buen Pastor y en Él encontramos provisión, vida eterna la promesa de que nada podrá separarnos de la seguridad de Su cuidado. Así como un pastor no puede cuidar a sus ovejas a distancia, Jesús esta siempre a nuestro lado. Escuchemos Su voz, con la certeza de que Él está cerca, y que nos lleva a buenos pastos.

    Oración:Padre, gracias por darnos una imagen tan bella de Jesús como mi Buen Pastor, y por cubrir todas mis necesidades a través de Él. Dame oídos para escuchar Tu voz claramente y la valentía para seguirte cuando me llamas. Confío en que sólo Tu tienes buenas cosas preparadas para mi y que nunca estaré fuera de Tu cuidado.

  • Te as preguntado ¿quién es Jesucristo?

    A diferencia de la pregunta, "¿Existe Dios?", muy pocas personas se han cuestionado si Jesucristo existió. Generalmente se acepta que Jesús verdaderamente fue un hombre que caminó sobre la tierra de Israel, hace más o menos dos mil años. El debate comienza cuando se analiza el tema de la identidad completa de Jesús. La mayoría de religiones principales enseñan que Jesús fue un profeta, o un buen maestro, o un hombre devoto. El asunto es el siguiente, la biblia nos dice que Jesús fue infinitamente más que un profeta, un buen maestro, o un hombre devoto.

    Veamos ahora, ¿quién decía Jesús que Él era? ¿Qué dice la Biblia? Primero, miremos las palabras de Jesús en Juan 10:30, "Yo y el Padre uno somos". A primera vista, no parecería afirmar ser Dios. Sin embargo, mire la reacción de los judíos en Su declaración, "Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios" (Juan 10:33). Los judíos entendían la declaración de Jesús como una afirmación de ser Dios. En los siguientes versículos, Jesús nunca corrige a los judíos diciéndoles, "Yo no me hago Dios". Eso indica que Jesús verdaderamente estaba diciendo que era Dios al declarar, "Yo y el Padre uno somos" (Juan 10:30). Juan 8:58 es otro ejemplo. Jesús proclamó, "¡De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy!" Tomaron entonces piedras para arrojárselas (Juan 8:59). Jesús, anunciando Su identidad como "Yo soy", es una aplicación directa del nombre del Antiguo Testamento para Dios (Éxodo 3:14). Nuevamente, ¿por qué los judíos querían apedrear a Jesús, si Él no había dicho algo que ellos creían era blasfemo, concretamente, una afirmación de ser Dios?

    Juan 1:1 dice que "el Verbo era Dios". Juan 1:14 dice que "aquel Verbo fue hecho carne". Esto indica claramente que Jesús es Dios en la carne. Cuando Tomás el discípulo de Jesús se dió cuenta de quién era Cristo dijo, "Señor mío y Dios mío" Jesús no lo corrigió (Juan 20:28) ojo Tomás no era occidental que a cada rato dice "dios mío" para un judío, el nombre era Santo y no se debía tomar a la ligera. En Tito 2:13 El apóstol Pablo lo describe como, "…nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo" (). En 2*Pedro 1:1 El apóstol Pedro dice lo mismo, "…nuestro Dios y Salvador Jesucristo" (). También Dios el Padre es testigo de la completa identidad de Jesús, pero acerca del Hijo dice, "Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; Cetro de justicia es el cetro de Tu reino". Las profecías sobre Jesucristo en el Antiguo estamento anuncian Su deidad, "Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado y el principado sobre su hombro, y se llamará su nombre, Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz" (Isaías 9:6).

    Definitivamente creer en Jesús como un buen maestro, no es una opción. Clara e innegablemente Jesús afirma ser Dios. Si Él no es Dios, entonces es un mentiroso, y por tanto no es un profeta, un buen maestro o un hombre devoto.

    ¿Por qué es tan importante la pregunta acerca de la verdadera identidad de Jesús? ¿Por qué es importante que Jesús sea Dios o no? La razón más importante por la que Jesús tiene que ser Dios, es que, si Él no es Dios, Su muerte no habría sido suficiente para pagar el castigo por los pecados de todo el mundo (1ª Juan 2:2). Solamente Dios pudo pagar este castigo infinito (Romanos 5:8; 2ª Corintios 5:21). Jesús tenía que ser Dios, a fin de que pudiera pagar nuestra deuda. Jesús tuvo que ser hombre para que pudiera morir. ¡La salvación está disponible solamente a través de la fe en Jesucristo! La deidad de Jesús es la razón por la que Él es el único camino de salvación. La deidad de Jesús es la razón por la que proclamó, "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14:6).

  • La existencia de tantas religiones y la creencia de que todas las religiones indudablemente conducen a Dios, confunde a muchos que realmente están buscando la verdad acerca de Dios, dando como resultado de que a veces hay cierta desesperación de llegar a la verdad absoluta sobre este tema. O terminan adoptando la aseveración universalista de que todas las religiones conducen a Dios. Desde luego, los escépticos también señalan la existencia de tantas religiones, como una prueba de que o tú no puedes conocer a Dios, o simplemente Dios no existe.

    Romanos 1:19-21 dice:Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto; porque Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de Él, su eterno poder y Divinidad, son claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por las cosas que son hechas; así que no tienen excusa. Porque habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias; antes se envanecieron en sus discursos, y su necio corazón fue entenebrecido.
    Este pasaje contiene la explicación bíblica de por qué hay tantas religiones. La verdad de Dios es vista y conocida por cada ser humano, porque Dios lo ha hecho así. Pero en vez de aceptar la verdad acerca de Dios y someterse a ella, la mayoría de los seres humanos la rechazan, y en cambio buscan su propia manera de entender a Dios. Pero esto no conduce a la verdad respecto a Dios, sino a la futilidad del pensamiento. Aquí es donde encontramos la base de las “muchas religiones”.

    Mucha gente no quiere creer en un Dios que demanda rectitud y moralidad, así que se inventan un dios que no haga tales requerimientos. Mucha gente no quiere creer en un Dios que declara que es imposible que la gente gane su propio camino al cielo. Así que ellos inventan a un dios que acepta a la gente en el cielo si es que han llevado a cabo ciertos pasos, seguido ciertas reglas, y/o obedecido ciertas leyes, al menos hasta donde pueden. Mucha gente no quiere relacionarse con un Dios que es soberano y omnipotente; así que imaginan a Dios como una fuerza mística más que como un gobernante personal y soberano.

    La existencia de tantas religiones no es un argumento contra la existencia de Dios o un argumento en el que la verdad acerca de Dios no sea clara. Más bien, la existencia de tantas religiones es una demostración del rechazo de la humanidad al Único Dios verdadero. La humanidad lo ha reemplazado con dioses que son más de su agrado. Esta es una actividad peligrosa.Gálatas 6:7-8 dice: No os engañéis; Dios no puede ser burlado; pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; más el que siembra para el espíritu, del espíritu segará vida eterna.
    El deseo de recrear a Dios a nuestra propia imagen viene de la naturaleza pecaminosa dentro de nosotros - una naturaleza que eventualmente "cosechará destrucción" .

    ¿Todas las religiones conducen a Dios? Ciertamente, no. Todas las personas -religiosas o no- se presentarán ante Dios algún día(Hebreos 9:27 dice Y de la manera que está establecido a los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio), pero la afiliación religiosa no es lo que determina su destino eterno. Sólo la fe en Jesucristo le salvará. "El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida" (1 Juan 5:12). Es tan simple como eso. Sólo el cristianismo -la fe en la muerte y resurrección de Jesucristo- conduce al perdón de Dios y a la vida eterna. Nadie viene al Padre sino por medio del Hijo (Juan 14:6). Esto Hace una diferencia de lo que usted cree? La decisión de abrazar la verdad sobre Jesucristo es importante. La eternidad es un tiempo demasiado largo para darse el lujo de equivocarse..

  • No hay nada mejor que tener paz con Dios. Saber que Dios nos acepta y está con nosotros nos permite vivir cualquier circunstancia con esperanza y gozo. Ahora, ¿cómo conseguimos tener esta paz con Dios? ¿Cómo entramos en una relación de amistad y aceptación con Él?
    La respuesta bíblica a estas preguntas es la justificación por la fe. Como el apóstol Pablo escribió, “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro señor Jesucristo” (Rom. 5:1).

    Una declaración legal
    ¿Qué significa, pues, la justificación?
    Es una declaración legal de parte de Dios de que somos justos ante Él. Es un acto puntual en el cual el creador del mundo, en su capacidad de juez, declara que somos aceptables y dignos de estar en su presencia.
    ¡No es difícil entender por qué esto sería un motivo de esperanza y de gozo, incluso en medio de tribulaciones! (ver Ro. 5:2-5).
    Pero inmediatamente surge una pregunta: si Dios es bueno y lo sabe todo, ¿cómo me puede justificar? Si somos honestos, deberíamos reconocer que no somos dignos por méritos propios de tal declaración divina. De hecho, nuestras vidas a menudo se caracterizan más bien por la injusticia.
    Pablo sabe esto y precisamente por eso dice que nadie es digno en sí mismo de ser justificado por Dios:
    “Como está escrito: ‘No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron del camino, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno’” (Rom. 3:11-12).
    ¡Qué cuadro tan oscuro! Pero la historia no termina allí. Dios hace algo sorprendente: “Al que no obra, pero cree en Aquél que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Ro. 4:5). ¡Dios justifica al impío! Es decir, considera como justas a personas rebeldes. Recibe en su presencia como buenas y dignas a personas desviadas e inútiles; personas que por sí mismas merecen todo lo contrario a su bendición.

    Justificados en Cristo
    Esto puede hacer que nos preguntemos: ¿No quebranta Dios sus propios principios de justicia? Es aquí cuando entra la persona de Jesucristo.
    La Biblia enfatiza una y otra vez su muerte en la cruz y su obediencia a lo largo de su vida. Lo más fundamental de estos hechos es que lo hizo todo por nosotros, es decir, lo hizo en nuestro lugar. Pablo lo resume así: “Al que no conoció pecado, Lo hizo pecado por nosotros, para que fuésemos hechos justicia de Dios en Él” (2 Cor. 5:21).
    Cristo no conoció pecado en el sentido de que nunca lo cometió. No obstante, Dios le hizo pecado; es decir, le trató como si fuera pecador.
    Cristo murió voluntariamente por culpa del pecado, pero no por el suyo.
    El texto dice que lo hizo por nosotros. Murió tomando el castigo que merecemos, como propiciación para que Dios pueda perdonarnos sin dejar de ser justo (Rom. 3:21-26).
    A su vez nosotros, que no hemos sido justos, somos hechos justicia; es decir, Dios nos trata como si fuésemos perfectamente buenos. Dios trató a Cristo como nosotros merecíamos ser tratados, y nos trata a nosotros como Cristo merecía ser tratado. Él nos perdona porque Cristo murió por nuestros pecados, y nos toma por justos porque Cristo obedeció en nuestro lugar.
    Esto es la justificación. ¡Qué gran bendición! No obstante, es necesario aclarar que esta bendición no se aplica automáticamente a todo el mundo.
    Como hemos visto en un par de textos citados, la justificación se recibe por la fe. La fe es una actitud de dependencia. La fe confía en la provisión de Dios.
    El Señor declara justos a aquellos que se dan cuenta de su pecado, se rinden delante de Dios, y le dicen: “yo no me puedo salvar, necesito que Tú lo hagas”. Los justificados son aquellos que dependen y confían en la obra de Jesús como suficiente para ser salvos.
    Volvemos a donde empezamos. ¿Cómo podemos estar seguro del favor de Dios y su amistad? ¿Cómo podemos tener verdadera paz con Él?
    La respuesta es la justificación por la fe. Necesitamos que Dios nos reciba en su presencia como justos, como dignos de su bendic

  • La evidencia de haber sido verdaderamente Salvo es que nuestra vida comienza a ser transformada, no es un cambio instantáneo, pero tampoco es imperceptible.

    La obra del Espíritu Santo comienza en una persona al convencerlo de pecado y llevarlo a la fe en Jesucristo, pero NO termina allí. El mismo Espíritu continuará obrando para su santificación, convenciéndolo de pecado y guiándolo al arrepentimiento y haciendo que usted continúe creciendo en la Gracia y el conocimiento de Dios.

    Si su vida NO da evidencias de santificación, si su forma habitual de vida está marcada por la práctica constante del pecado y no siente dolor y arrepentimiento al pecar, no importa cuanta actividad religiosa realice o cuánto tiempo tenga de congregarse en una Iglesia, de ofrendar e incluso de servir en ella, usted aun No ha nacido de nuevo.

    Debemos examinarnos a nosotros mismos. Un verdadero creyente no es quien no peca, pues mientras estemos en este cuerpo y en este mundo TODOS tropezamos y caemos en pecado, pero la diferencia es que alguien que ha nacido de nuevo experimenta arrepentimiento y busca restaurar su comunión con Dios.

    Un verdadero creyente puede caer en pecado, pero NO hace del pecado su forma habitual de vida.

    La seguridad del creyente consiste en que es Dios quien lo guarda de caer definitivamente (Judas 1:24).

    Él comenzó la buena obra al salvarnos y es Él quien la perfeccionará al glorificarnos (Filipenses 1:6).
    Su Palabra nos dice que sin santidad NADIE verá a Dios (Heb.12:14).
    Cristo nos salvó DE nuestros pecados, NO en nuestros pecados, nos salvó de la condenación que merecíamos a causa de ellos y de su esclavitud, NO para que continuemos viviendo en la practica habitual de esos pecados.

    Dios No nos glorificará en nuestros pecados. El mismo Espíritu Santo que obró en nuestra salvación, obra diariamente en nuestra santificación, esa es la evidencia de que somos verdaderamente salvos.

    Aquellos que han Sido justificados están siento santificados: quienes no experimentan santificación en el presente no tienen razón para suponer que han Sido justificados...

    Estimada amiga, amigo, aún hay una esperanza, si usted aún no es salvo, hoy puede ser el día de su salvación, le invito a depositar su fé en JESUCRISTO reconociendo que Él el único Dios y salvador de este mundo quien murió y resucito para perdón de sus pecados y para darle vida eterna reconozca que es un pecador, que, sin ese sacrificio no puede salvarse, pida perdón por sus pecados confiese con su boca y con sinceridad a Dios en una breve oración.


    Si usted ya a creído en JESUCRISTO y se lo dijo en una oración, usted a nacido a la familia de Dios, déjeme decirle que los angeles se gozan y cantan alabanzas a Dios por su alma... cómo nuevo creyente, le recomiendo buscar una iglesia de sana Doctrina pase tiempo en oración y lectura de la Biblia para su crecimiento espiritual, ¿Que es crecimiento espiritual? Es cuando gradualmente, nuestros pensamientos y actuar se asemejan a Jesús.
    Que tengan un buen día!

  • ¿Sabe con seguridad que tiene vida eterna y que va a ir al cielo cuando muera? ¡Dios quiere que usted esté seguro! La Biblia dice: "Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna" (1 Juan 5:13). Supongamos que usted estuviera parado delante de Dios ahora mismo, y Él le preguntara, "¿Por qué debería dejarte entrar al Cielo?",

    ¿Qué respondería usted? Tal vez no sabría qué responder. Lo que necesita saber, es que Dios nos ama y ha provisto una manera por la cual podemos saber con seguridad dónde pasaremos la eternidad. La Biblia lo declara de esta manera: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16).

    Tenemos que entender primero, el problema que nos impide acceder al Cielo. El problema es este – nuestra naturaleza pecaminosa nos impide tener una relación con Dios. Somos pecadores por naturaleza y por voluntad propia. "Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23). No podemos salvarnos a nosotros mismos. "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie de gloríe" (Efesios 2:8-9). Merecemos la muerte y el infierno. "Porque la paga del pecado es muerte" (Romanos 6:23).

    Dios es santo y justo, y debe castigar el pecado. Aún así, Él nos ama y ha provisto para el perdón de nuestro pecado. Jesús dijo: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14:6). Jesús murió en la cruz por nosotros: "Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios" (1 Pedro 3:18). Jesús fue resucitado de la muerte: "El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación" (Romanos 4:25).

    Por lo tanto, regresando a la pregunta original – "¿Cómo puedo saber con certeza que voy a ir al cielo cuando muera?". La respuesta es esta – crea en el Señor Jesucristo y será salvo (Hechos 16:31). "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Juan 1:12). Usted puede recibir la vida eterna como un don GRATUITO. "La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 6:23). Ahora mismo, usted puede vivir una vida plena y significativa. Jesús dijo: "Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia" (Juan 10:10). Puede pasar la eternidad con Jesús en el cielo, porque Él prometió: "Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis (Juan 14:3).

    Si usted quiere aceptar a Jesucristo como su Salvador, y recibir el perdón de Dios, aquí está una oración modelo que usted puede hacer. Hacer esta oración o cualquier otra, no lo va a salvar. Es solamente el confiar en Cristo lo que le puede dar el perdón de pecados. Esta oración es simplemente una manera de expresar a Dios su fe en Él, y agradecerle por proveerle su perdón. "Dios, sé que he pecado contra ti y merezco el castigo. Pero Jesucristo tomó el castigo que yo merecía, de manera que a través de la fe en Él yo pueda ser perdonado. Me aparto de mi pecado y pongo mi confianza en Ti para la salvación. ¡Gracias por Tu maravillosa gracia y perdón! En el Nombre de Jesús, ¡Amén!"

  • ¿Está hambriento? No físicamente hambriento, ¿pero tiene usted un deseo de algo más en la vida? ¿Hay algo profundo en su interior, que parece nunca estar satisfecho? Si es así, ¡Jesús es el camino! Jesús dijo, "Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás" (Juan 6:35). ¿Está usted confundido? ¿Nunca puede encontrar un sendero o propósito en la vida? ¿Parece como que alguien ha apagado las luces y usted no puede encontrar el interruptor? Si es así, ¡Jesús es el camino! Jesús proclamó, "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Juan 8:12). ¿Alguna vez ha sentido, como que le han cerrado la puerta de la vida? ¿Ha intentado abrir muchas puertas, solamente para encontrar que detrás de ellas todo está vacío y sin sentido? ¿Está buscando una entrada a una vida plena? Si es así, ¡Jesús es el camino! Jesús declaró, "Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos" (Juan 10:9). ¿Otras personas siempre lo defraudan? ¿Sus relaciones han sido superficiales y vacías? ¿Parece como que todos están tratando de sacar provecho de usted? Si es así, ¡Jesús es el camino! Jesús dijo, "Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas…yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen" (Juan 10:11,14). ¿Se ha preguntado qué sucede después de la vida? ¿Está cansado de vivir su vida por las cosas que solamente corrompen y corroen? ¿Alguna vez duda de que la vida tenga algún significado? ¿Quiere usted vivir después de que muera? Si es así, ¡Jesús es el camino! Jesús declaró, "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente" (Juan 11:25-26).

    ¿Cuál es el camino' ¿Cuál es la verdad? ¿Cuál es la vida? Jesús contestó, "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14:6). El hambre que usted siente, es un hambre espiritual, y solamente puede ser saciada por Jesús. Jesús es el único que puede disipar la oscuridad. Jesús es la puerta a una vida satisfactoria. Jesús es el amigo y el pastor que usted ha buscado. Jesús es la vida – en este mundo y en el próximo. ¡Jesús es el camino de la salvación! La razón por la que se siente hambriento, la razón por la que parece estar perdido en la oscuridad, la razón por la que no puede encontrar significado en la vida, es que usted está separado de Dios. Eclesiastés 7:20 dice; CIERTAMENTE NO HAY HOMBRE JUSTO EN LA TIERRA, QUE HAGA EL BIEN Y NUNCA PEQUE.
    La Biblia nos dice que todos hemos pecado, y por tanto estamos separados de Dios (Romanos 3:23). El vacío que siente en su corazón es por la ausencia de Dios en su vida. Fuimos creados para tener una relación con Dios. A causa de nuestro pecado, estamos separados de esa relación. Aún peor, nuestro pecado puede hacer que quedemos separados de Dios por toda la eternidad — en esta vida y en la que viene (Romanos 6:23; Juan 3:36).

  • Tenemos la costumbre de monitorear nuestro comportamiento mientras ignoramos en gran medida nuestro corazón. Después de todo, ¿cómo controlas tu corazón? No puedo desviarme mucho en mi comportamiento sin que alguien me llame la atención. Pero ¿qué sucede con mi corazón? Eso parece un poco más complicado.

    Jesús expresó algo que todavía tiene enormes implicaciones en la actualidad: «Lo que sale de la boca viene del corazón», y luego añadió: «Del corazón salen los malos pensamientos».

    El corazón es un misterio. De hecho, un profeta preguntó sobre el corazón: «¿Quién puede comprenderlo?» (Jeremías 17:9). Buena pregunta. La implicación es que nadie puede; con lo cual estoy de acuerdo. E incluso si comenzamos a entenderlo, ciertamente no podemos controlarlo, y esa es una razón más por la cual debemos aprender a monitorearlo. Así como la actividad sísmica de un volcán inactivo, lo que no conoces puede hacerte daño.

    De repente alguien pide el divorcio.

    De repente, las calificaciones de un niño disminuyen y su actitud cambia.

    De repente, un pasatiempo inofensivo se convierte en un hábito destructivo.

    De la nada, palabras devastadoras traspasan el alma de un ser querido desprevenido.

    Todos lo hemos visto, lo hemos sentido, incluso lo hemos causado. Tal como Jesús predijo, lo que se origina en lo oculto de nuestros corazones no siempre permanecerá como un secreto. Al final se abre paso en nuestros hogares, centros de trabajo y vecindarios.

    El corazón se descubre en cada conversación. Dicta cada relación. Nuestras propias vidas emanan del corazón. Vivimos, somos padres, lideramos, nos relacionamos, nos enamoramos, confrontamos, reaccionamos, respondemos, instruimos, dirigimos, resolvemos problemas y amamos, y todo sale del corazón. Nuestros corazones impactan la intensidad de nuestra comunicación. Ellos tienen el potencial de exagerar nuestras sensibilidades e insensibilidades. Cada esfera de la vida se entrelaza con lo que está sucediendo en nuestro corazón. Todo pasa por el corazón hacia donde sea que vaya. Todo.

    Necesitamos el valor para pedir al Padre celestial que nos ayude a cuidar, comprender y purificar nuestro corazón. Él está ansioso por responder y mostrarnos cómo reemplazar viejos y malos hábitos del corazón por otros nuevos y mejores que con el tiempo nos harán más como Su Hijo. ¿Qué revelan tus pensamientos, tus palabras y tus acciones recientes sobre lo que está pasando en tu corazón?


  • El tiempo de adviento (venida) o la preparación para la venida del Salvador no es un asunto que ha quedado pasado o que tenga que ver solo con el nacimiento (Natividad) de Jesús en su primera venida. También nos habla de una continua preparación para recibirlo. Y con mayor razón, porque la Biblia habla del futuro retorno del Rey, está llena de promesas de paz y del establecimiento de un reino que no tendrá fin, cuyo rey es Jesús. Su reino ya ha venido, Jesucristo decía: “El reino de los cielos se ha acercado” y llegará el día en que será establecido entre nosotros en su máximo esplendor y perfección. Pero no todos le reconocen como rey, quizás es más fácil contemplarlo como un bebé recostado en un pesebre, tal vez hasta nos conmueve verle sanando enfermos y dando su vida por nosotros en la cruz. Jesús vino para hacer muchas cosas por nosotros y a nuestro favor, resolvió el problema del pecado y nos promete una vida plena y llena de la bendición de su presencia. Pero para entrar al reino de los cielos, necesitas reconocerle como el Rey de tu vida. El gobernará por toda la eternidad sobre su pueblo, en aquel momento no habrá más llanto, ni más tristeza, ni más dolor. Será un reino glorioso donde el Hijo de David, Jesucristo reinará por toda la eternidad. Pero el quiere reinar en nuestra vida desde hoy.
    Isaías 11:1-10
    Zacarías 14:9
    Hechos 1:9-11
    Apocalipsis 22:16-17..

  • La Biblia dice que cuando Jesús nació, unos sabios venidos desde tierras muy lejanas en el oriente, vieron una estrella que les indicaba el nacimiento de un gran rey entre los judíos. Estos sabios probablemente hicieron extensos planes, muchos preparativos, emprendieron un largo viaje y recorrieron una gran distancia solo para conocer al recién nacido rey. Vinieron desde lejos para ofrecer una muestra de respeto a Jesús, el Hijo de Dios que estaba en los brazos de su madre María. La Biblia dice que se inclinaron y le adoraron. Imagina esos hombres trayendo los mejores regalos de la época y postrándose delante de un bebé. Tenemos que reconocer en ellos un gran acto de gentileza, pero también esta es una imagen profética, porque este recién nacido rey, no solo será el rey de los judíos, sino rey de todas las naciones y todos los pueblos de la tierra. Porque la Biblia dice: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre;para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla; de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para la gloria de Dios Padre.(Filipenses 2:9-11 )
    Para estos sabios de oriente no fue cuestión de indagar quien era este niño, si parecía un rey o porque no estaba en un palacio. Todo se trató de obediencia, sabían a donde apuntaban los indicios, le buscaron, le reconocieron y le adoraron. 
    S. Mateo 2:1-15
    Filipenses 2:9-11.

  • José y María viajaron de la ciudad de Nazaret a un pueblito llamado Belén por cuestiones de un censo de población. Es increíble cómo esas decisiones de política humana vinieron a ser complementos en los propósitos divinos. Y cuando llegó el momento para que naciera el bebé, Jesús nació en Belén de Judea. Esa noche ángeles aparecieron en los cielos frente a algunos pastores que cuidaban sus rebaños y les anunciaron del nacimiento. Es decir que el Hijo de Dios ha nacido y todo el cielo lo está celebrando, y los primeros informados de este acontecimiento no son los ricos y poderosos de la época, no son la crema y la nata de la sociedad. Son personas que tenían uno de peores trabajos de la época, duermen mal, lejos de sus familias, acampaban a la intemperie, su ropa no huele bien y están sujetos a las inclemencias del tiempo. Sin embargo, son los primeros en escuchar que el rey ha nacido. Dios no les menospreció por su aspecto, ni por su olor, ni por el tipo de ropa que trían o el tipo de persona que eran. A fin de cuentas, todos los seres humanos estamos en la misma condición, todos somos pecadores y necesitados de un Salvador. Solo que algunos fácilmente reconocen su necesidad y otros no tanto. 
    S.Lucas 2:1-20..

  • José y María serían unos jovencitos para cuando el anuncio del nacimiento de Jesús les fue dado. Estaban comprometidos para casarse y mediante la dirección de unos ángeles recibieron instrucciones y decidieron ser obedientes a la voluntad de Dios. Quizás no fue tan sencillo obedecer esas instrucciones, eran muy jóvenes, no era como que a cada rato tenían visitas angelicales ¿Cómo iban a explicar todo esto a sus padres? ¿Qué hay de sus planes? María pudo haber pensado ¿Qué pasará con mi boda? Y José ¿Cómo que embarazada? 
    A veces obedecer la voluntad de Dios no siempre será algo sencillo de hacer, tal vez habrá retos que vencer, dificultades que enfrentar, vencer el miedo al “¿Qué dirán...?”. ¿Cómo enfrentar a la familia? ¿Qué van a decir mis amigos? ¿Estoy seguro/a de lo que escuche?
    Lo más importante que necesitamos recordar, es que Dios no necesita personas perfectas y no necesitamos tener todas las respuestas, pero para hacer su voluntad, Dios solo necesita corazones dispuestos y obedientes. 
    S. Lucas 1:26-38
    S. Mateo 1:18-25.

  • Juan el Bautista fue enviado por Dios seis meses antes del nacimiento de Jesús. Esta fue la declaración que su padre Zacarías pronunció sobre él, el día de su nacimiento. El bautista sería como aquel heraldo o mensajero que anunciaba la llegada inminente de un Rey que ya estaba en camino. Juan vino para preparar la llegada del Mesías (El Salvador) a los corazones de los hombres. Su trabajo consistió en preparar a todos los que escuchaban su mensaje; si abrían su corazón, reconocían su necesidad y se arrepentían de sus pecados, declaraban públicamente esa decisión con un bautismo en agua (un lavamiento). Ese bautismo era una expresión pública de su fe, de lo que habían creído y de lo que esperaban. Como si estuvieran diciendo: “Jesús, estoy listo para recibirte”. Era como encender la luz en una habitación que está a punto de ser ocupada por un huésped distinguido, -Jesús, eres bienvenido, ponte cómodo, estoy feliz de recibirte en casa-, quizás la respuesta más apropiada para la invitación de Jesús: “¡Mira! Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo..” (Apocalipsis 3:20 NTV) 
    S. Lucas 1:57-80
    Apocalipsis 3:20..

  • El mismo profeta Isaías que habló de la llegada de un pequeño niño nacido de una virgen (Isaías 7:14) también habló en detalle del propósito de su venida. Jesús el Hijo de Dios vino a tomar nuestro lugar delante de Dios, tomando sobre sí mismo, aquellas cosas que eran demasiado pesadas y gravosas para nosotros. La injusticia, la enfermedad, el dolor, la muerte, la soledad, la angustia, la tristeza, la depresión, el abuso y el sufrimiento más profundo de todos, la gran separación que existía entre Dios y la humanidad. Una separación causada por el pecado, nuestro pecado. Jesús tomó todas esas cosas y las cargó sobre sí mismo en la cruz del calvario, para mostrarnos que no llevamos solos esas cargas. Él dijo “Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso” (Mateo 11:28) Este siempre fue el plan de Dios desde el principio de la creación. Este es el corazón detrás de la Natividad y el propósito de la venida de Jesús a este mundo. Nació en un pesebre, el que lo tenía todo, vino sin nada para dárnoslo todo. (2a Corintios 8:9) 
    Isaías 53:1-12

    S.Mateo 11:28
    Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.

    2 Corintios 8:9
    Porque ya sabéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor de vosotros, siendo rico se hizo pobre; para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos..

  • La venida del hijo de Dios; el Mesías, fue anunciada por los profetas.
    Isaías 9:6-7
    En realidad, toda la escritura hablaba de la llegada de un rey, un gobernante, un soberano que establecería un reino eterno, un reino de paz que no tendrá fin. Pero no es un rey solo para la nación de Israel, es un rey para todas las naciones. El rey prometido será justo, gobernará con imparcialidad y por la eternidad, no es un rey que vino a imponerse por la fuerza, por medio de conquista o de guerra. Jesús no quiere establecer su reino en el corazón de los hombres por la fuerza. Vino como un pequeño niño, con humildad y sencillez. Sin embargo, Él es Dios Poderoso, un Padre Eterno, un Maravilloso Consejero y un Príncipe de Paz. No vino con un montón de reglas, normas o ritos religiosos, no vino a establecer una religión, vino porque quería tener contigo una relación. 
    ¡Vino como un bebé! No hay protocolos para eso, ni recepciones, discursos o presentaciones especiales. Solo abrazos, una relación de amor y una sencilla alegría. Con Jesús las formalidades quedan de lado, hablamos de una relación personal, estrecha, intima. ¿Cómo es tu relación con Jesús? 

    Isaías 2:2-4
    Y acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová por cabeza de los montes, y será ensalzado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y Él nos enseñará en sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y juzgará entre las naciones y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.

    Isaías 7:14
    Por tanto el Señor mismo os dará señal: He aquí una virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emmanuel.

    Isaías 9:6-7
    Porque un niño nos es nacido, un hijo nos es dado; y el principado será sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y de su paz no tendrá límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.

  • Este es un tiempo muy especial , una fecha para recordar el acontecimiento que marcó la historia para siempre,¡ el Rey nació! Independientemente cómo celebremos estas fechas debemos recordar algo muy importante, el nacimiento de Jesús, un puente entre Dios y los hombres.Él quiere nacer en cada corazón. Es Jesús quien da la esperanza y propósito a nuestras vidas.

  • Mucha gente pregunta, “¿Hay una oración que pueda decir que me pueda dar la salvación?”. Es importante recordar que la salvación no se recibe por recitar una oración o pronunciar ciertas palabras. En ninguna parte la biblia registra a alguna persona recibiendo la salvación mediante una oración. El decir una oración no es la forma bíblica para la salvación.

    El método bíblico para la salvación es creer en Jesucristo. Juan 3:16 nos dice, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. La salvación se obtiene por la fe (Efesios 2:8), por recibir a Jesús como Salvador (Juan 1:12) y, por confiar plenamente solo en Jesús (Juan 14:6; Hechos 4:12) – no por decir una oración.

    El mensaje bíblico de la salvación es simple y claro y al mismo tiempo asombroso. Todos hemos cometido pecado contra Dios (Romanos 3:23). Aparte de Jesucristo, no hay nadie que haya vivido una vida entera sin pecar (Eclesiastés 7:20). A causa de nuestro pecado, todos merecemos el juicio de Dios (Romanos 6:23), y el juicio es la muerte Física y Espiritual; la muerte física es la separación del cuerpo con el alma, y la muerte espiritual es la separación del hombre con Dios. Por nuestro pecado y su merecido castigo, no hay nada que podamos hacer por nosotros mismos para justificarnos ante Dios. Como resultado de Su amor por nosotros, Dios tomó forma humana en la Persona de Jesucristo. Jesús vivió una vida perfecta, y siempre enseñó la verdad. Sin embargo, la humanidad rechazó a Jesús y le dio muerte crucificándolo. A través de ese horrible acto de matar al único hombre verdaderamente inocente quien era Dios hecho hombre, se obtuvo nuestra salvación. Jesús murió en nuestro lugar, Él entregó su vida voluntariamente.
    Jesús llevó la carga y el juicio por el pecado sobre Él mismo (2 Corintios 5:21). Pero después Jesús resucitó (1 Corintios capítulo 15), certificando que Su pago por el pecado fue suficiente, y que Él venció al pecado y la muerte. Como resultado del sacrificio de Jesús, Dios nos ofrece la salvación como un regalo. Dios nos llama a todos a arrepentirnos de nuestros pecados (Hechos 17:30), y a tener fe en Cristo como el pago total por nuestros pecados (1 Juan 2:2). La salvación se obtiene por recibir el regalo que Dios nos ofrece, no por hacer una oración.

    Ahora, eso no significa que no pueda incluirse una oración al recibir la salvación. Si comprende el Evangelio, cree que es verdad, y ha aceptado a Jesús como su Salvador, es bueno y apropiado expresar esta fe en Dios en una oración. Comunicarnos con Dios a través de la oración puede ser una manera de progresar, de la aceptación de los hechos acerca de Jesús como verdad, a confiar plenamente en Jesús como Salvador. La oración puede estar relacionada con el hecho de poner su fe en Jesús solamente para salvación.

    Nuevamente, sin embargo, es de crucial importancia que no base su salvación en tener que decir una oración. ¡El recitar una oración no puede salvarle! Si quiere recibir la salvación que está disponible a través de Jesús, ponga su fe en Él. Confíe plenamente en Su muerte como el sacrificio suficiente por sus pecados. Dependa total y únicamente de Él como su Salvador. Ese es el método bíblico para la salvación. Si ya ha recibido a Jesús como su Salvador, por supuesto que puede ofrecer una oración a Dios. Dígale a Dios lo agradecido que está por Jesús. Ofrezca alabanzas a Dios por Su amor y sacrificio. Agradezca a Jesús por morir por sus pecados y proveer la salvación para usted. ¡Esa es la relación bíblica entre la salvación y la oración!

  • La frase “el amor de Cristo,” diferente a “el amor por Cristo,” se refiere al amor que Él tiene hacia la humanidad. Su amor puede ser descrito brevemente como su Forma de actuar en nuestro mejor interés, especialmente en satisfacer nuestra mayor necesidad, tanto
    Espiritual, físicas y material ..a pesar de haberle costado todo, y aunque éramos totalmente indignos de tal amor.

    Aunque Jesucristo, siendo Dios por naturaleza, existió desde el principio de los tiempos con Dios el Padre (Juan 1:1) y el Espíritu Santo, Él dejó voluntariamente Su trono (Juan 1:1-14) para hacerse hombre, y así poder pagar el castigo por nuestros pecados, para que no tuviéramos que pagarlo nosotros por toda la eternidad en el lago de fuego (Apocalipsis 20:11-15). Porque el pecado de la humanidad ha sido pagado por nuestro Salvador Jesucristo, quien jamás pecó, Dios, quien es justo y santo, puede ahora perdonar nuestros pecados cuando aceptamos el pago de Jesucristo como nuestro (Romanos 3:21-26). Por tanto, el amor de Cristo es mostrado al haber dejado Su hogar en el cielo, donde era adorado y honrado como Él merece, para venir al mundo en forma de hombre, donde Él sería ridiculizado, traicionado, golpeado, y crucificado en una cruz para pagar el castigo por nuestro pecado, resucitando nuevamente de los muertos al tercer día. Él consideró nuestra necesidad de un Salvador de nuestro pecado y su castigo, como más importante que Su propia vida y comodidad (Filipenses 2:3-8).
    Algunas veces la gente ofrece voluntariamente su vida por aquellos que consideran ser dignos de ello – un amigo, un familiar, otras personas que a nuestro juicio son “buenas” – pero el amor de Cristo va más allá de eso. El amor de Cristo se extiende hasta aquellos que son los más indignos. Él voluntariamente llevó el castigo de aquellos que lo torturaron, lo odiaron y se revelaron en Su contra, a quienes Él no les importaba, aquellos que eran los más indignos de Su amor (Romanos 5:6-8). ¡Él dio todo lo que podía dar por aquellos que menos lo merecían! Entonces, el sacrificio es la esencia del amor santo. Este es un amor como el de Dios, no un amor como el del hombre (Mateo 5:43-48).

    Este amor que Él demostró por nosotros en la cruz es sólo el principio. Cuando ponemos nuestra confianza en Él como nuestro Salvador, ¡Él nos hace hijos de Dios, y co-herederos con Él! Él viene a morar dentro de nosotros a través de Su Espíritu Santo, prometiendo que nunca nos dejará ni nos desamparará (Hebreos 13:5-6). Por tanto, tenemos a un amado compañero de por vida. Y sin importar por lo que pasemos, Él está ahí, y Su amor está siempre disponible para nosotros (Romanos 8:35). Pero así como Él reina legítimamente como un Rey benevolente en el cielo, necesitamos darle la posición que Él merece también en nuestras vidas, la de Maestro y no solamente de compañero. Es solo entonces, cuando experimentaremos la vida que Él quiso que viviéramos en la llenura de Su amor (Juan 10:10b).
    Si usted estimada amiga,amigo aún no experimenta las riquezas del amor de Dios, le invito a recibirle como su salvador personal, reconociendo que usted es un pecador, y que Jesús murió por sus pecados, Hable con Dios en donde quiera que usted esté, y entregue su vida a Él, entonces podrá ver el amor de Dios en su vida y por la eternidad.
    (Romanos 5:8)