Episodit
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La tarea del profeta era proclamar la Palabra de Dios. En el libro de los reyes podemos leer de los profetas que vivieron en el reino de Israel durante el periodo de los reyes y hasta la caída de Israel.
Micaías era un profeta en los tiempos de Acab, como lo fue Elias. Este dio Palabra de Dios a Acab, y fue encarcelado por ello. Acab dio órdenes en cuanto a Micaías por haber anunciado su muerte.
“Así ha dicho el rey: Echad a éste en la cárcel, y mantenedle con pan de angustia y con agua de aflicción, hasta que yo vuelva en paz. Y dijo Micaías: Si llegas a volver en paz, Jehová no ha hablado por mí. En seguida dijo: Oíd, pueblos todos.” 1 Reyes 22:27-28
Leemos también en 2 Reyes 14 de Jonás, hijo de Amitai, profeta que fue de Gat-hefer, el cual predijo la restauración de los límites de Israel desde la entrada de Hamat hasta el mar del Arabá, conforme a la palabra de Jehová Dios de Israel.
En el libro de Reyes también leemos del gran profeta Eliseo, el que fue aprendiz de Elías y recibió doble porción del espíritu de Elías antes de su partida. Nos cuenta 1 Reyes 19 que Eliseo trabajaba arando la tierra. Elías vino adonde él estaba trabajando y compartió con Eliseo la llamada especial de Dios al ministerio de profeta de Israel. Eliseo lo entendió perfectamente. Enseguida puso su casa en orden y se preparó para ir con Elías y servirle a la vez que aprendía de él.
Pero vemos que en múltiples ocasiones, el pueblo de Dios no escucho las advertencias de los profetas, sino que siguieron en su camino de desobediencia.
Eliseo no fue miedoso al pedir ayuda de Dios. Pidió una doble porción del espíritu de Elías. Admiraba la obra de Elías, y quería ser como él, y servir al Señor y ser usado por El. Por eso pidió con valentía. Y vemos que Dios se lo concedió. En 2 de Reyes 2 leemos que cuando Eliseo vio a Elías ascender al cielo, recibió el don de profecía de este pero una doble porción.
En 2 Reyes 3 leemos que después de la muerte de Acab y de Ocozías, Joram, hijo de Acab llegó a ser rey de Israel. Este hizo alianza con Josafat, rey de Judá y con el rey de Edom, para ir contra el rey de Moab. Josafat, antes de salir a la batalla, al igual que había hecho anteriormente con Acab, pidió que se llamara a un profeta de Dios.
Vino Eliseo a verlos, pero habló directamente con Joram rey de Israel: “¿Qué tengo yo contigo? Ve a los profetas de tu padre, y a los profetas de tu madre.”
Eliseo no se cortaba a la hora de llamar la atención al rey de Israel.
Y Eliseo compartió la palabra de Dios diciendo: “Jehová entregará también a los moabitas en vuestras manos.” 2 Reyes 3:18
Y Dios les dio la victoria de manera milagrosa.
En el segundo libro de Reyes leemos de los milagros que realizó Dios a través de su siervo Eliseo. En el capítulo 4 ayudó a una viuda a cubrir sus deudas proveyendo aceite para llenar todas las vasijas que esta pudo juntar. Pidió por la familia sunamita que le dio lugar donde morar, de modo que esta y su esposo tuvieron un hijo, y cuando el hijo murió de lo que parecía ser una insolación, Eliseo le devolvió la vida, como había hecho Elías con el hijo de la viuda.
Alimentó Eliseo a los hijos de los profetas que habitaban en Gilgal, y cuando estos enfermaron a causa de lo que habían comido, ya que el criado de Eliseo había cocinado con setas silvestres sin saber que eran venenosas, Eliseo, con el poder de Dios, hizo que el potaje no trajera enfermedad ni muerte. Leemos en el mismo capítulo que Dios proveyó para estos pan, haciendo que veinte panes de primicias alcanzaran para cien profetas, y nos dice el texto que “lo puso delante de ellos, y comieron, y les sobró, conforme a la palabra de Dios.
Eliseo fue el que mandó a Naaman a zambullirse siete veces en el río Jordán para que fuera sanado de la lepra, en el capítulo 5, y el que hizo flotar el hacha prestada de uno de los hijos de los profetas en el capítulo 6.
Eliseo protegió al rey de Israel contra el rey de Siria, haciéndole saber lo que este planeaba contra él. Mas leemos que Ben-adab, rey de Siria, sitió la ciudad de Samaria, y la gente comenzaba a morir de hambre. El rey de Israel se enfadó en gran manera con Eliseo y mandó a buscarlo. Cuando el mensajero llegó, Eliseo lo estaba esperando. Le profetizó que al día siguiente, los precios de todos los alimentos estarían por los suelos, y todos podrían disfrutar de muchas provisiones. El siervo del rey respondió: “Si Jehová hiciese ahora ventanas en el cielo, ¿sería esto así?” 2 Reyes 7:2
El siervo del rey no creyó la palabra de Dios, y Eliseo le respondió “He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello.” Su falta de fe lo iba a privar de los beneficios que estaban por venir. Curiosamente, cuatro leprosos serían los primeros en descubrir que el campamento de los sirios estaba desierto. “Porque Jehová había hecho que en el campamento de los sirios se oyese estruendo de carros, ruido de caballos, y estrépito de gran ejército; y se dijeron unos a otros: He aquí, el rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los heteos y a los reyes de los egipcios, para que vengan contra nosotros.
Y así se levantaron y huyeron al anochecer, abandonando sus tiendas, sus caballos, sus asnos, y el campamento como estaba; y habían huido para salvar sus vidas.” (2 Reyes 7:6-7)
Los leprosos solo tuvieron que entrar y disfrutar de las bendiciones del Señor. Y cuando vieron todo lo que había, fueron a contarlo al pueblo. Y así, al día siguiente, como había dicho Eliseo, una medida de flor de harina fue vendida por un siclo, y dos de cebada por un siclo, conforme a la palabra de Jehová.” Mas nos narra el texto que el siervo del rey salió a la puerta, y el pueblo lo atropelló a la entrada, y murió, conforme a lo que había dicho el varón de Dios.”
Triste historia. Pudiendo haber disfrutado de las bendiciones que Dios prometió, este siervo eligió dudar la palabra de Dios.
Eliseo ungió a Jehú, hijo de Josafat para ser rey en Judá, como había hablado Dios a Elías antes partir. Durante el reinado de Joás, rey de Israel, enfermó Eliseo, y leemos en el capítulo 13 que el rey de Israel lloró por Eliseo; y murió Eliseo después de declararle a Joás que solo derrotaría a Siria tres veces por su falta de celo por Dios, y no los derrotaría del todo.
Antes de la caída de Samaria y el cautiverio de Israel, 2 Reyes 17: 13-14 nos recuerda que Dios fue fiel a Su pueblo y “amonestó a Israel y a Judá por medio de todos los profetas diciendo: Volveos de vuestros malos caminos, y guardad mis mandamientos y mis ordenanzas, conforme a todas las leyes que yo prescribí a vuestros padres, y que os he enviado por medio de mis siervos los profetas. Mas ellos no obedecieron, antes endurecieron su cerviz, como la cerviz de sus padres, los cuales no creyeron en Jehová su Dios.”
Así vemos que los profetas fielmente advirtieron a reyes y plebeyos, mirando por el bien del pueblo. Mas aquellos que no quisieron escuchar, no fueron obligados a hacerlo. Estos tuvieron que sufrir las consecuencias de sus pecados.
Nosotros tenemos también la tarea de proclamar la salvación de Dios a los que nos rodean. Como los profetas, no tenemos poder en nosotras mismas, pero el poder de la Palabra puede salvar a aquel que reconoce su camino erróneo y se vuelve a Dios. Seamos fieles en guiar a otros a la Palabra de Dios, la Biblia. Dios ha hablado, y nuestra meta debe ser que otros conozcan lo que Dios ha dicho en Su Palabra. Leamos la Biblia y compartamos el mensaje con fidelidad. -
En varias ocasiones leemos que un profeta de Dios habló con reyes en nombre de Dios para darle un mensaje.
Vimos que el profeta Natán habló a David para mostrarle donde había desobedecido a Dios, el profeta Samuel habló con Saúl y con David para ungirlos como reyes, el profeta Ahías anunció a Jeroboam que sería rey, y más tarde dio el mensaje de amonestación por su desobediencia a Dios. También hemos podido leer de Azarías, el cual se presentó a Asa para llamarle la atención por poner su confianza en otros reyes y no en Dios, quien le había ayudado en múltiples ocasiones. Jehú hijo de Hanani
habló contra Baasa por andar en el mismo mal camino que Jeroboam.
Aunque a veces se les llama videntes, los profetas del antiguo testamento no eran adivinos, sino que hablaban de parte de Dios. También predicaban los preceptos de la ley de Dios, como haría hoy día un predicador. Sin duda debían ser hombres que amaban a Dios y le seguían con fidelidad. Pero también vemos que eran hombres normales, no poseían poderes sobrenaturales, y sus emociones eran reales; eran tentados a desanimarse o a desobedecer y dependían de Dios para hacer la obra que este les había asignado. Tan solo al mantenerse cercanos a Dios, podían resistir la prueba y disfrutar de una relación cercana con Dios.
En 1 Reyes vemos a dos grandes profetas del pueblo de Dios, a Elías y a Eliseo.
Vemos a Elías proclamando la palabra de Dios durante los días del reinado de Acab, el rey que nos dice el texto fue peor que todos los otros reyes.
Nos dice el capituló 17 que Dios envío a Elías a vivir al arroyo de Querib, y los cuervos le traían el alimento para mantenerse. Leemos que a la palabra de Elías llovía, y a su voz dejaba de llover. Hubo sequía en los ´días de Elías y se secó el arroyo donde este moraba, y Dios lo mandó a Sarepta, donde una viuda que vivía ahí con su hijo lo sustentaría. Curiosamente, cuando Elías llega, ella solo tenía suficiente harina para una comida para ella y su hijo, mas Dios milagrosamente hizo que hubiera comida para el profeta y que no le faltara a la viuda ni a su hijo hasta que acabara la sequía que Dios había enviado.
Vemos que Elías se sintió desanimado en ocasiones, como cuando el hijo de la viuda enfermó y murió, mas vemos que Dios atendió a su petición, restaurando la vida al niño.
En 1 Reyes 18:17-19 nos cuenta el encuentro que tuvo el profeta con el rey Acab, el cual había matado a los profetas de Jehová y había estado buscando a Elías.
“Cuando Acab se encontró con Elías, le dijo: ¿Eres tú el que turbas a Israel? Y él respondió: Yo no he turbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, dejando los mandamientos de Jehová, y siguiendo a los baales. Envía, pues, ahora y congrégame a todo Israel en el monte Carmelo, y los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, y los cuatrocientos profetas de Asera, que comen de la mesa de Jezabel.”
Elias propuso ofrecer sacrificio a Dios, mientras ellos ofrecerían sacrificio a su dios, Baal. Les explicó el plan así:
“¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra.
Y Elías volvió a decir al pueblo: Sólo yo he quedado profeta de Jehová; mas de los profetas de Baal hay cuatrocientos cincuenta hombres. Dénsenos, pues, dos bueyes, y escojan ellos uno, y córtenlo en pedazos, y pónganlo sobre leña, pero no pongan fuego debajo; y yo prepararé el otro buey, y lo pondré sobre leña, y ningún fuego pondré debajo.
Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses, y yo invocaré el nombre de Jehová; y el Dios que respondiere por medio de fuego, ése sea Dios. Y todo el pueblo respondió, diciendo: Bien dicho. (1 Reyes 18:21-24)
Le pareció bien al pueblo el plan, así que nos dice el texto que los profetas de Baal fueron primero y prepararon el holocausto. Pidieron a Baal que enviara fuego, mas Baal no respondía. (1 Reyes 18:27-29): Y aconteció al mediodía, que Elías se burlaba de ellos, diciendo:
“Gritad en alta voz, porque dios es; quizá está meditando, o tiene algún trabajo, o va de camino; tal vez duerme, y hay que despertarle.”
Y nos dice el texto que los profetas de Baal “clamaban a grandes voces, y se sajaban con cuchillos y con lancetas conforme a su costumbre, hasta chorrear la sangre sobre ellos. Pasó el mediodía, y ellos siguieron gritando frenéticamente hasta la hora de ofrecerse el sacrificio, pero no hubo ninguna voz, ni quien respondiese ni escuchase.”
Comenzó entonces Elías a preparar su holocausto a Dios. (18:32-) “Edificó con las piedras un altar en el nombre de Jehová; después hizo una zanja alrededor del altar, en que cupieran dos medidas de grano. Preparó luego la leña, y cortó el buey en pedazos, y lo puso sobre la leña. Y dijo: Llenad cuatro cántaros de agua, y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña. Y dijo: Hacedlo otra vez; y otra vez lo hicieron. Dijo aún: Hacedlo la tercera vez; y lo hicieron la tercera vez, de manera que el agua corría alrededor del altar, y también se había llenado de agua la zanja. Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: Jehová Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas.
Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos. Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja. Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: ¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!
Al ver el poder de Dios, el pueblo se vio obligado a declarar que Dios era el único Dios verdadero, y que Baal no se le acercaba ni a los talones. Pensaríamos que todos se convertirían de su mal camino, mas no sería así.
Y curiosamente vemos a Elías dando mensaje de aviso a Acab de subir al carro y marcharse hacia Jezreel porque iba a venir la lluvia, para que no le pillara de camino. Acab llegó a casa donde le esperaba su esposa, que era más malvada que él, y cuando le contó lo sucedido, hizo juramento que mataría a Elías al día siguiente.
Elías reaccionó con preocupación y depresión, rogándole a Dios que le quitara la vida, y al mismo tiempo huyendo para esconderse de Jezabel. Aquí Dios podía haberle llamado la atención por perder su confianza, mas vemos que Dios lo restauró física y emocionalmente. Primero envió un ángel que lo ayudara físicamente.
Me encanta los detalles que nos ofrece el relato. Nos dice que Elías se quedó dormido. Estaba rendido y necesitaba descansar. Cuántas veces nuestro estado de ánimo está por los suelos y no nos damos cuenta de nuestro cansancio físico. Leemos que el ángel lo despertó y le dijo: “Levántate, come. Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. (19:5-8).
Una vez hubo descansado y comido, podría restaurarse emocionalmente. Elías se levantó para dirigirse a Horeb, donde Dios se le mostraría en un silbo suave y apacible. Dios le confirmó que no moriría a manos de Jezabel, que no era el único profeta que había sobrevivido, sino que había muchos que seguían fieles a Dios, y que Dios todavía tenía un buen plan para él.
Santiago 5:17, hablando del poder de la oración nos dice que “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses.” Elías, en los momentos más desconcertantes clamaba a DIos y confiaba en Él, y Dios lo sustentó. Recordemos que fue Elías el que iría con Dios sin experimentar la muerte física. No fue porque era un hombre extraordinario, sino porque servía a un Dios extraordinario.
¿Has depositado tu plena confianza en Dios? Entonces tienes el mismo Dios que Elías. Santiago te recuerda: “La oración eficaz del justo puede mucho.” Así como Dio -
Puuttuva jakso?
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¡Qué difícil es mantenerse firme en obediencia a Dios cuando todos los de alrededor están haciendo lo que les parece!
En medio del conflicto y rodeado de inmoralidad e idolatría, Asa llegó al trono y giró el torno. No se dejó llevar por la corriente de su sociedad ni la de su propia familia.
Dios nos muestra, en medio de todo esto, a un rey que se volvió a Dios para cumplir sus mandamientos. Nos dice el libro que Asa, en Judá, tuvo un corazón perfecto para con Dios, levantándose para denunciar los pecados morales del pueblo e incluso la idolatría de la reina madre, Maaca, la cual era una idólatra.
nos dice 1 Reyes 15 y 2 Crónicas 14.1-5; 15.16-19) que Asa fue un buen rey.
Asa se levantó contra la idolatría y la inmoralidad. Comenzó a reinar en el año 20 de Jeroboam, y vio a varios reyes pasar por el trono de las tribus del norte.
9 En el año veinte de Jeroboam rey de Israel, Asa comenzó a reinar sobre Judá.
10 Y reinó cuarenta y un años en Jerusalén; el nombre de su madre fue Maaca, hija de Abisalom.
11 Asa hizo lo recto ante los ojos de Jehová, como David su padre.
12 Porque quitó del país a los sodomitas, y quitó todos los ídolos que sus padres habían hecho.
13 También privó a su madre Maaca de ser reina madre, porque había hecho un ídolo de Asera. Además deshizo Asa el ídolo de su madre, y lo quemó junto al torrente de Cedrón.
14 Sin embargo, los lugares altos no se quitaron. Con todo, el corazón de Asa fue perfecto para con Jehová toda su vida.
15 También metió en la casa de Jehová lo que su padre había dedicado, y lo que él dedicó: oro, plata y alhajas.
2 Crónicas 14
Durmió Abías con sus padres, y fue sepultado en la ciudad de David; y reinó en su lugar su hijo Asa, en cuyos días tuvo sosiego el país por diez años.
2 E hizo Asa lo bueno y lo recto ante los ojos de Jehová su Dios.
3 Porque quitó los altares del culto extraño, y los lugares altos; quebró las imágenes, y destruyó los símbolos de Asera;
4 y mandó a Judá que buscase a Jehová el Dios de sus padres, y pusiese por obra la ley y sus mandamientos.
5 Quitó asimismo de todas las ciudades de Judá los lugares altos y las imágenes; y estuvo el reino en paz bajo su reinado.
6 Y edificó ciudades fortificadas en Judá, por cuanto había paz en la tierra, y no había guerra contra él en aquellos tiempos; porque Jehová le había dado paz.
11 Y clamó Asa a Jehová su Dios, y dijo: !!Oh Jehová, para ti no hay diferencia alguna en dar ayuda al poderoso o al que no tiene fuerzas! Ayúdanos, oh Jehová Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos, y en tu nombre venimos contra este ejército. Oh Jehová, tú eres nuestro Dios; no prevalezca contra ti el hombre.
El profeta Azarías habló a Asa afirmando que si buscaban a Dios lo hallarían, pero si lo dejaban él los dejaría. Cuando oyó Asa las palabras y la profecía del profeta Azarías hijo de Obed, cobró ánimo, y quitó los ídolos abominables de toda la tierra de Judá y de Benjamín, y de las ciudades que él había tomado en la parte montañosa de Efraín; y reparó el altar de Jehová que estaba delante del pórtico de Jehová.
No hubo guerra durante los primeros 35 años del reinado de Asa, mas este hizo alianza con los sirios para fortalecerse contra Israel. Dios mandó al profeta Hanani para amonestarle por haber buscado alianza. Dios lo había protegido contra los etíopes y contra los libios, ejércitos mucho más poderosos. ¿Por qué entonces había desconfiado y buscado apoyo humano para esta batalla? Le dijo también el profeta:
“Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él. Locamente has hecho en esto; porque de aquí en adelante habrá más guerra contra ti. Entonces se enojó Asa contra el profeta y lo echó en la cárcel, porque se encolerizó grandemente a causa de esto. Y oprimió Asa en aquel tiempo a algunos del pueblo.
Tristemente, Asa no reaccionó bien a la amonestación. Dice el texto que “se enojó Asa contra el profeta y lo echó en la cárcel, porque se encolerizó grandemente a causa de esto. Y oprimió Asa en aquel tiempo a algunos del pueblo.” Asa se enfadó y lo pagó con los que tenía a su alrededor.
En el año 39 de su reinado se enfermó, y aquí tristemente nos dice que “en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos.” Y murió Asa en el año 41 de su reinado.
Asa tuvo un reinado largo, y en su mayor parte bueno. Durante su reinado, vemos que varios reyes pasaron por el trono de Israel al norte:
Jeroboam fue un rey que no siguió a Dios,
Baasa, tampoco (1 Reyes 16:1-7)
Ela, su hijo reinó después de él. Reinó dos años, y su hijo Zimri lo mató
Zimri, murió por su propia mano, incendiando su propia casa.
Omri, el general del ejército que acorraló a Zimri, (reinó 12 años) y no hizo lo bueno delante de Dios.
Acab su hijo reinó 22 años, e hizo lo malo más que todos los otros reyes(16:30). Este es el que estaba casado con Jezabel, la cual también fue una reina malvada.
Asa, en contraste, había buscado seguir la ley de Dios.
Triste que Asa, en su vejez, en lugar de buscar a Dios, decidió poner su confianza en otros. Dios lo había elegido, le había proclamado rey, y lo había cuidado todos estos años, protegiéndolo de los reyes del norte. Pero él confió en sus propias fuerzas y en los de alrededor. Dios llamó su atención, porque Dios se había mostrado en su poder guardándolo en numerosas ocasiones.
Me hace pensar en nosotros los creyentes. Decimos que confiamos en Dios, pero a menudo nuestra fe nos falla, y vamos a buscar consuelo o confianza en cosas, situaciones o personas, pensando que esto nos puede guardar, ayudar o defender. Dios es nuestra fortaleza, nuestro escudo fuerte, nuestro libertador. ¿Por qué elegiríamos buscar descanso y protección en el dinero, en posesiones, en amistades? Busquemos a Dios, porque Él ha dicho que los que le busquen lo hayarán. Busquemos a Dios y guardemos sus preceptos. -
Tras la división del reino, Jeroboam no quería que Israel fuera hasta Jerusalem a ofrecer holocaustos, por miedo a que se volviera la gente a Roboam y su reino fuera destruido.
Así que “habiendo tenido consejo, hizo el rey dos becerros de oro, y dijo al pueblo: Bastante habéis subido a Jerusalén; he aquí tus dioses, oh Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto. Y puso uno en Bet-el, y el otro en Dan. Y esto fue causa de pecado; porque el pueblo iba a adorar delante de uno hasta Dan.”
Nos dice además el texto que “Hizo también casas sobre los lugares altos, e hizo sacerdotes de entre el pueblo, que no eran de los hijos de Leví.” Y Jeroboam instituyó fiestas para cada becerro, en la fecha que a él se le antojó, ignorando las instrucciones de Dios concernientes a las ofrendas y sacrificios, y nos dice el versículo 33 que hizo fiesta a los hijos de Israel. Notemos que no dice a Dios, sino a los hijos de Israel. ¿Te recuerda a las fiestas que se celebran en nombre de Dios y que más bien están diseñadas para la gente. No se piensa si las actividades son dignas de alabanza a Dios o si por el contrario dan lugar al desenfreno.
Jeroboam hizo becerros de oro, tal y como lo habían hecho en el monte Sinaí años antes. Nos narra el capítulo 13 que Dios envió un profeta de Judá a Jeroboam para llamarle la atención
“aquél clamó contra el altar por palabra de Jehová y dijo: Altar, altar, así ha dicho Jehová: He aquí que a la casa de David nacerá un hijo llamado Josías, el cual sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los lugares altos que queman sobre ti incienso, y sobre ti quemarán huesos de hombres. Y aquel mismo día dio una señal, diciendo: Esta es la señal de que Jehová ha hablado: he aquí que el altar se quebrará, y la ceniza que sobre él está se derramará.”
Jeroboam se molestó y mandó que lo prendieran, mas Dios lo impidió, “Y el altar se rompió, y se derramó la ceniza del altar, conforme a la señal que el varón de Dios había dado por palabra de Jehová.”
Mas nos dice el capítulo 13:33-34 “Con todo esto, no se apartó Jeroboam de su mal camino, sino que volvió a hacer sacerdotes de los lugares altos de entre el pueblo, y a quien quería lo consagraba para que fuese de los sacerdotes de los lugares altos. Y esto fue causa de pecado a la casa de Jeroboam, por lo cual fue cortada y raída de sobre la faz de la tierra.”
Al mismo tiempo, en Judá, reinaba Roboam “Y Judá hizo lo malo ante los ojos de Jehová” Dice el texto que enojaron a Dios “más que todo lo que sus padres habían hecho en sus pecados que cometieron. Porque ellos también se edificaron lugares altos, estatuas, e imágenes de Asera, en todo collado alto y debajo de todo árbol frondoso. Hubo también sodomitas en la tierra, e hicieron conforme a todas las abominaciones de las naciones que Jehová había echado delante de los hijos de Israel.”
Por lo cual vemos que el pueblo entero de Israel había dejado a Dios de lado para servirse a sí mismos. “Y hubo guerra entre Roboam y Jeroboam todos los días.”
Ocurrió que el hijo de Jeroboam se enfermó, y Jeroboam envió a su mujer a hablar con el profeta Ahías, el que había profetizado años antes que Jeroboam sería rey de Israel. Mas cuando llegó ella adonde estaba el profeta, este tenía un duro mensaje para Jeroboam. Su hijo no sanaría. Pero además le dijo a la mujer:
“Ve y di a Jeroboam: Así dijo Jehová Dios de Israel: Por cuanto yo te levanté de en medio del pueblo, y te hice príncipe sobre mi pueblo Israel, y rompí el reino de la casa de David y te lo entregué a ti; y tú no has sido como David mi siervo, que guardó mis mandamientos y anduvo en pos de mí con todo su corazón, haciendo solamente lo recto delante de mis ojos, sino que hiciste lo malo sobre todos los que han sido antes de ti, pues fuiste y te hiciste dioses ajenos e imágenes de fundición para enojarme, y a mí me echaste tras tus espaldas.”
Ambos hombres y ambos reinos habían dado la espalda a Dios.
Falleció Roboam ocho años antes que Jeroboam, y Abiam su hijo fue rey de Judá durante tres años, y su hijo Asa detrás de él y la guerra entre los dos reinos continuó.
Tras 22 años de reinado, Jeroboam falleció también, y Nadab su hijo fue rey después de él. Su reinado duró solo dos años, ya que Baasa hijo de Ahías conspiró contra él y lo mató, y llegó este a ser rey de Israel. Esto acabó con la linea monárquica de Jeroboam, lo cual Dios ya había anunciado, por su pecado de rebelión. Fue por su propio camino, y su propio camino acabó con su vida y la de su descendencia, los cuales siguieron su ejemplo.
Pienso en nosotras como las que vamos delante, tomando decisiones que afectarán a los que vienen detrás. ¿Qué tipo de camino estamos creando para aquellos que nos siguen? Buscamos agradar a Dios y guiar a otros en ese camino, o por el contrario estamos buscando nuestra propia gloria o comodidad, ignorando los estatutos de Dios y creando los nuestros propios?
Que los que nos siguen puedan ver nuestra fidelidad a nuestro Dios, y que Dios pueda decir de ti y de mí, “ella me siguió de corazón perfecto”. No que era perfecta, así como David no fue perfecto, mas su corazón buscó cada día la paz con Dios, con la determinación de seguir sus mandamientos. Yo quiero que Dios pueda decir eso de mí. ¿Te apuntas tú al reto? -
Nos cuenta el capitulo once de Reyes que cuando Salomón se desvió tras otros dioses, Dios le dijo que le quitaría el trono de Israel, mas no durante su vida, por amor a David su padre. Dios le dejaría reinar, pero durante el reinado de su hijo Roboam le quitaría el trono de Israel. Mas Dios no rompió su promesa a David. De las doce tribus de Israel, diez tribus serían dadas a otro linaje, y solo la tribu de Judá sería para la descendencia de David, ya que la tribu de los levitas se encargaban del templo y no tenían tierra en propiedad.
Jeroboam, leemos en el versículo 26, hijo de Nabat, efrateo de Sereda, siervo de Salomón, cuya madre se llamaba Zerúa, la cual era viuda, alzó su mano contra el rey.
Este era hombre valiente y esforzado, y Salomón le había dado el cargo de la casa de José. Dios le habló a través del profeta: 1 Reyes 11:29:33
“Aconteció, pues, en aquel tiempo, que saliendo Jeroboam de Jerusalén, le encontró en el camino el profeta Ahías silonita, y éste estaba cubierto con una capa nueva; y estaban ellos dos solos en el campo. Y tomando Ahías la capa nueva que tenía sobre sí, la rompió en doce pedazos, y dijo a Jeroboam: Toma para ti los diez pedazos; porque así dijo Jehová Dios de Israel: He aquí que yo rompo el reino de la mano de Salomón, y a ti te daré diez tribus; y él tendrá una tribu por amor a David mi siervo, y por amor a Jerusalén, ciudad que yo he elegido de todas las tribus de Israel; por cuanto me han dejado, y han adorado a Astoret diosa de los sidonios, a Quemos dios de Moab, y a Moloc dios de los hijos de Amón; y no han andado en mis caminos para hacer lo recto delante de mis ojos, y mis estatutos y mis decretos, como hizo David su padre.”
Dios confirmó su voluntad a Jeroboam diciendo:
“Yo, pues, te tomaré a ti, y tú reinarás en todas las cosas que deseare tu alma, y serás rey sobre Israel. Y si prestares oído a todas las cosas que te mandare, y anduvieres en mis caminos, e hicieres lo recto delante de mis ojos, guardando mis estatutos y mis mandamientos, como hizo David mi siervo, yo estaré contigo y te edificaré casa firme, como la edifiqué a David, y yo te entregaré a Israel. Y yo afligiré a la descendencia de David a causa de esto, mas no para siempre. (11:37-39)
Dios le dió la misma promesa a Jeroboam que había dado a su pueblo en varias ocasiones “si guardas mis estatutos yo estaré contigo”. Esta es la misma promesa que tenemos para nosotros, recuérdalo.
Lo bonito es que Dios disciplina, mas no guarda su enojo. Es justo para castigar y misericordioso para perdonar. Y además es fiel a ´su Palabra, por lo que no afligiría a la descendencia de David para siempre, sino que volvería a acordarse de ellos para salvación, y Mesías vendría de su descendencia siglos más tarde.
Reinó Salomón cuarenta años, y fue sepultado en Jerusalem, y reinó tras él su hijo Roboam.
Roboam no siguió los caminos de David, sino que siguió el patrón desarrollado por su padre. Salomón recaudaba muchos impuestos. había reclutado soldados, e incluso había instituido la esclavitud para realizar los trabajos de su reino. Esto no le había agradado a Dios, y sin embargo, Roboam había decidido ser tan duro o más que su padre.
Jeroboam, que había estado en Egipto huyendo de Salomón, volvió a Jerusalem, y le pidió al nuevo rey que redujera los impuestos que Salomón había establecido.
Roboam pidió consejo a los ancianos, los cuales le dijeron que lo hiciera así, mas no estando satisfecho con la respuesta, pidió consejo de sus consejeros más jóvenes, por si le dirían lo que quería escuchar. Y así sucedió. Roboam respondió a Jeroboam así:
Mi padre agravó vuestro yugo, pero yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, mas yo os castigaré con escorpiones.
Y no oyó el rey al pueblo.
Cuando todo el pueblo vio que el rey no les había oído, le respondió estas palabras, diciendo: ¿Qué parte tenemos nosotros con David? No tenemos heredad en el hijo de Isaí. ¡Israel, a tus tiendas! ¡Provee ahora en tu casa, David! (1 Reyes 12:14-16).
Y así fue como el reino de Israel fue dividido, las diez tribus del norte bajo el liderazgo de Jeroboam, y la tribu de Judá que siguió a Roboam.
Triste división de un pueblo que debía haber guardado los estatutos de su Dios, el cual les había prometido su presencia y su cuidado. Que no descuidemos nuestra lealtad a Dios, ya que vez tras vez podemos observar que cuando buscamos nuestro propio camino, siempre resulta en fracaso y dolor de corazón. Busquemos a Dios y sigamos sus consejos. -
Salomón eligió pedir sabiduría a Dios sobre cualquier otra cosa, lo cual agradó a Dios, quien le dio no solo la sabiduría para liderar al pueblo, sino también riquezas y gloria.
Salomón es el autor del libro de Proverbios, de Eclesiastés y el Cantar de los Cantares en nuestras Biblias, libros de sabiduría que siguen leyéndose y repitiéndose hasta hoy. La sabiduría que se presenta en estos libros tienen el sello de Dios, siendo parte de la Palabra inspirada por Dios.
Nos narra el capítulo 9 de Reyes que Salomón hizo pacto con Dios al acabar la obra del templo. El capítulo anterior narraba cómo Salomón había trasladado el arca del pacto que contenía las tablas que Moisés había recibido en Horeb, y la colocó en el lugar santísimo, debajo de las alas de los querubines.
Y nos dicen el versículo 11 que “la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová.”
Tenemos documentada la oración del rey Salomón durante la dedicación del templo, de la cual quisiera leer una porción:
Dijo Salomón “delante del altar de Jehová, en presencia de toda la congregación de Israel, y extendiendo sus manos al cielo:
Jehová Dios de Israel, no hay Dios como tú, ni arriba en los cielos ni abajo en la tierra, que guardas el pacto y la misericordia a tus siervos, los que andan delante de ti con todo su corazón; que has cumplido a tu siervo David mi padre lo que le prometiste; lo dijiste con tu boca, y con tu mano lo has cumplido, como sucede en este día.
Ahora, pues, Jehová Dios de Israel, cumple a tu siervo David mi padre lo que le prometiste, diciendo: No te faltará varón delante de mí, que se siente en el trono de Israel, con tal que tus hijos guarden mi camino y anden delante de mí como tú has andado delante de mí.
Ahora, pues, oh Jehová Dios de Israel, cúmplase la palabra que dijiste a tu siervo David mi padre.
Pero ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?
Con todo, tú atenderás a la oración de tu siervo, y a su plegaria, oh Jehová Dios mío, oyendo el clamor y la oración que tu siervo hace hoy delante de ti; que estén tus ojos abiertos de noche y de día sobre esta casa, sobre este lugar del cual has dicho: Mi nombre estará allí; y que oigas la oración que tu siervo haga en este lugar.” (8:23-29)
Salomón estaba dedicándose a sí mismo y dedicando al pueblo, rogando a Dios que pudieran mantener esta relación durante los años que seguirían.
Y lo precioso es que Dios le contestó, hablándole como le había hablado anteriormente y diciendo:
“Yo he oído tu oración y tu ruego que has hecho en mi presencia. Yo he santificado esta casa que tú has edificado, para poner mi nombre en ella para siempre; y en ella estarán mis ojos y mi corazón todos los días.
Y si tú anduvieres delante de mí como anduvo David tu padre, en integridad de corazón y en equidad, haciendo todas las cosas que yo te he mandado, y guardando mis estatutos y mis decretos, yo afirmaré el trono de tu reino sobre Israel para siempre, como hablé a David tu padre, diciendo: No faltará varón de tu descendencia en el trono de Israel.
Mas si obstinadamente os apartareis de mí vosotros y vuestros hijos, y no guardareis mis mandamientos y mis estatutos que yo he puesto delante de vosotros, sino que fuereis y sirviereis a dioses ajenos, y los adorareis; yo cortaré a Israel de sobre la faz de la tierra que les he entregado; y esta casa que he santificado a mi nombre, yo la echaré de delante de mí, e Israel será por proverbio y refrán a todos los pueblos; y esta casa, que estaba en estima, cualquiera que pase por ella se asombrará, y se burlará, y dirá: ¿Por qué ha hecho así Jehová a esta tierra y a esta casa?
Y dirán: Por cuanto dejaron a Jehová su Dios, que había sacado a sus padres de tierra de Egipto, y echaron mano a dioses ajenos, y los adoraron y los sirvieron; por eso ha traído Jehová sobre ellos todo este mal. (Reyes 9:3-9)
Nos cuenta el texto que Salomón se casó con la hija de Faraón para hacer alianza. Mas vemos en 1 Reyes 11:1-6 que tristemente
“El rey Salomón amó, además de la hija de Faraón, a muchas mujeres extranjeras; a las de Moab, a las de Amón, a las de Edom, a las de Sidón, y a las heteas; gentes de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a ellas, ni ellas se llegarán a vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses. A éstas, pues, se juntó Salomón con amor.
Y tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas; y sus mujeres desviaron su corazón. Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David.
Porque Salomón siguió a Astoret, diosa de los sidonios, y a Milcom, ídolo abominable de los amonitas. E hizo Salomón lo malo ante los ojos de Jehová, y no siguió cumplidamente a Jehová como David su padre. ()
¿Cómo podía ser que el hombre más sabio de su época, aquel que había construido casa a Jehová, aquel que había hecho pacto con Dios de seguirle como lo había seguido su padre y Moisés, Josué y Samuel antes que él, pudiera desviarse hasta el punto de servir a otros dioses, dioses abominables a Jehová Dios?
Sin duda no fue de la noche a la mañana. Comenzó amando otras cosas más que a Dios. Este era el primer mandamiento que Dios había dado a su pueblo: Amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas. En su caso, amó a mujeres que no adoraban al Dios de Abraham, sino que seguían a otros dioses. Paso a paso, Salomón dejó de desear agradar a Dios, y su corazón comenzó a desviarse tras los dioses de aquellas a quien Salomón amaba.
Es curioso que fue Salomón el que escribió Proverbios 4:23 que dice “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón;
Porque de él mana la vida”
Salomón rompió el pacto con Dios y perdió la bendición de que su descendencia gobernara sobre todo el pueblo de Israel. Pero más importante, perdió una relación íntima con Dios durante una buena parte de su vida.
Si entendemos que el libro de Eclesiastés fue escrito al final de su vida, podemos disfrutar de la esperanza de que se arrepintió de haberse alejado de Dios y reflejó en el libro importancia sobre todas las cosas de “temer a Dios y guardar sus mandamientos” Y es que esto es el todo del hombre, y aquello que da vida.
Confía en Dios y síguelo, porque en hacer esto experimentarás vida verdadera. No te arrepentirás. -
La Palabra de Dios en Romanos 12:15 nos pide que nos gocemos con los que se gozan y lloremos con los que lloran. Vimos en el libro de Samuel que cuando David sintió el deseo de construir casa a Jehová, éste le contestó que Él no había pedido casa. En 1 Crónicas 28 se nos narra que en la transición del reino al rey Salomón, David dijo:
“Oídme, hermanos míos, y pueblo mío. Yo tenía el propósito de edificar una casa en la cual reposara el arca del pacto de Jehová, y para el estrado de los pies de nuestro Dios; y había ya preparado todo para edificar. Mas Dios me dijo: Tú no edificarás casa a mi nombre, porque eres hombre de guerra, y has derramado mucha sangre. (28:2-3).
Dios le dijo a David: (6-7) “Salomón tu hijo, él edificará mi casa y mis atrios; porque a éste he escogido por hijo, y yo le seré a él por padre. Asimismo yo confirmaré su reino para siempre, si él se esforzare a poner por obra mis mandamientos y mis decretos, como en este día.”
David tenía el deseo de construir el templo, sin embargo Dios le dijo que no. Dios tenía ese ministerio para Salomón.
La reacción de David a la negativa de Dios es bonita, porque vemos que aceptó que ese trabajo le correspondería a su hijo. David no se cruzó de brazos porque él no sería responsable de este ministerio, sino que comenzó a planear y a almacenar materiales para cuando fuera el tiempo de la edificación. David se esforzó en prosperar la misión de otro.
Nos narra el capítulo 28 del libro de Crónicas que Dios dio el plano del templo a David, el cual lo trazó y lo entregó a Salomón antes de morir. “Todas estas cosas, dijo David, me fueron trazadas por la mano de Jehová, que me hizo entender todas las obras del diseño. (1 Crónicas 28:19)
Dijo además David a Salomón su hijo: “Anímate y esfuérzate, y manos a la obra; no temas, ni desmayes, porque Jehová Dios, mi Dios, estará contigo; él no te dejará ni te desamparará, hasta que acabes toda la obra para el servicio de la casa de Jehová.
He aquí los grupos de los sacerdotes y de los levitas, para todo el ministerio de la casa de Dios, estarán contigo en toda la obra; asimismo todos los voluntarios e inteligentes para toda forma de servicio, y los príncipes, y todo el pueblo para ejecutar todas tus órdenes.”
Vemos que David puso a la disposición de aquel al que Dios había dado la misión de construir el templo su dinero, sus esfuerzos, el personal para que ayudara en la construcción, y todo su entusiasmo y apoyo.
En el capítulo 6 de 1 de Reyes, vemos que Salomón, cuando llegó el momento de edificar el templo, hizo pacto con Hiram, rey de Tiro, amigo del rey David:
“Entonces Salomón envió a decir a Hiram: Tú sabes que mi padre David no pudo edificar casa al nombre de Jehová su Dios, por las guerras que le rodearon, hasta que Jehová puso sus enemigos bajo las plantas de sus pies.
Ahora Jehová mi Dios me ha dado paz por todas partes; pues ni hay adversarios, ni mal que temer.
Yo, por tanto, he determinado ahora edificar casa al nombre de Jehová mi Dios, según lo que Jehová habló a David mi padre, diciendo: Tu hijo, a quien yo pondré en lugar tuyo en tu trono, él edificará casa a mi nombre.
Manda, pues, ahora, que me corten cedros del Líbano; y mis siervos estarán con los tuyos, y yo te daré por tus siervos el salario que tú dijeres; porque tú sabes bien que ninguno hay entre nosotros que sepa labrar madera como los sidonios.”
Y nos narra el texto que Hiram se alegró cuando Salomón le dijo que pensaba edificar casa a Jehová.
“y dijo: Bendito sea hoy Jehová, que dio hijo sabio a David sobre este pueblo tan grande.
Y envió Hiram a decir a Salomón: yo haré todo lo que te plazca acerca de la madera de cedro y la madera de ciprés. Y “ Dio, pues, Hiram a Salomón madera de cedro y madera de ciprés, toda la que quiso.”
Así que David e Hiram se presentan como ejemplo para nosotros, de ser de apoyo para otros que tienen responsabilidades que nosotros no tenemos. Que Dios nos ayude a apoyar a otros en sus proyectos y ministerios, apoyándoles en oración y con los recursos que tengamos a mano, y también expresarles el apoyo de modo que los podamos animar a llevar a cabo la obra a cabo.
Como nos recuerda 1 Tesalonicenses 5:11, “animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis.” -
Dios escogió a Salomón, no por ser el mayor ni el mejor de los hijos de David. Dios tenía un plan para Salomón, y tenía un plan para su pueblo a través de Salomón.
Nos dice el tercer capítulo del libro de Reyes que Salomón amó a Dios y anduvo en los estatutos de David su padre. Nos dice el texto que Jehová ofreció a Salomón en un sueño “Pide lo que quieras que yo te dé”
¡Vaya ofrecimiento! Lo que quieras. ¿Qué pedirías tú si pudieras pedir lo que quisieras, sabiendo que lo recibirías? ¿Un trabajo digno? ¿Un buen hombre? ¿Un sueldo para toda la vida? ¿Qué es aquello que te viene a la mente y que piensas que te haría feliz?
Reyes 3:6-9 nos dice lo que Salomón respondió:
“Tú hiciste gran misericordia a tu siervo David mi padre, porque él anduvo delante de ti en verdad, en justicia, y con rectitud de corazón para contigo; y tú le has reservado esta tu gran misericordia, en que le diste hijo que se sentase en su trono, como sucede en este día.
Ahora pues, Jehová Dios mío, tú me has puesto a mí tu siervo por rey en lugar de David mi padre; y yo soy joven, y no sé cómo entrar ni salir. Y tu siervo está en medio de tu pueblo al cual tú escogiste; un pueblo grande, que no se puede contar ni numerar por su multitud.
Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande?”
Salomón comenzó a responder reflexionando sobre las misericordias que Dios había mostrado a su padre concediéndole ser rey sobre el pueblo escogido de Dios, y ahora le pasaba a él el trono y la responsabilidad de liderarlo. Mas Salomón reconoció y confesó ante Dios que la tarea era muy grande, y él se sentía joven y sin la capacidad para gobernar al pueblo.
Salomón compartió con Dios sus miedos ante tan grande tarea, y le pidió un corazón entendido para juzgar al pueblo, discernimiento para saber lo que era bueno y lo que es malo, y para poder gobernar bien al pueblo.
Nos dice el versículo diez que agradó a Dios que Salomón pidiese eso.
Al pedir esto Salomón estaba mostrando humildad y un gran deseo de hacer las cosas bien ante Dios.
Así que “le dijo Dios: Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oír juicio, he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú. (3:11-12)
Dios le contestó que ya había otorgado su deseo. Salomón es conocido en la historia de la humanidad por su sabiduría.
La demostraría al poco tiempo de este sueño, cuando dos mujeres vinieron a él con un gran pleito sobre un bebé que traían con ellas. El bebé de una de ellas había muerto durante la noche, y ambas aseguraban que el bebé que habían traído al rey era el de ellas, y no había manera de saber quién estaba diciendo la verdad. Salomón pidió que le dieran al bebé, y sacando su espada les explicó que cortaría al bebé por la mitad y daría la mitad a cada una. Una de las mujeres respondió que le parecía bien; la otra clamó al rey y le rogó que no lo hiciera así, que mejor le diera el bebé a la otra mujer. Con estas reacciones, Salomón sabía que la madre del bebé era aquella que estaba dispuesta a perder a su hijo con tal de salvarle la vida. Salomón no había hecho esto para agradar a ambas por igual, sino para averiguar quién decía la verdad.
Mas Dios no lo dejó ahí, sino que le concedió a Salomón más allá de lo que había deseado. Los versículos 13 y 14 dicen:
“Y aun también te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria, de tal manera que entre los reyes ninguno haya como tú en todos tus días. Y si anduvieres en mis caminos, guardando mis estatutos y mis mandamientos, como anduvo David tu padre, yo alargaré tus días.”
Dios le dio riquezas que no pidió y gloria que se difundió por todo el mundo, al punto que la reina de Saba vino de lejos para ver la sabiduría y las riquezas de Salomón.
1 Reyes 4 nos narra que
“Dios dio a Salomón sabiduría y prudencia muy grandes, y anchura de corazón como la arena que está a la orilla del mar. Era mayor la sabiduría de Salomón que la de todos los orientales, y que toda la sabiduría de los egipcios.
Aun fue más sabio que todos los hombres, …;y fue conocido entre todas las naciones de alrededor.”
Salomón “compuso tres mil proverbios, y sus cantares fueron mil cinco.”
Nos dice que “También disertó sobre los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que nace en la pared. Asimismo disertó sobre los animales, sobre las aves, sobre los reptiles y sobre los peces.”
Si hubiéramos conservado todos sus escritos, sería fascinante leer sus disertaciones sobre la naturaleza.
Y nos narra el texto que “para oír la sabiduría de Salomón venían de todos los pueblos y de todos los reyes de la tierra, adonde había llegado la fama de su sabiduría.”
Volvamos a aquel deseo que pasó por tu mente ante la propuesta de Dios: “Pide lo que quieras que yo te dé”
¿Qué es lo que tu corazón desea más que cualquier cosa en este mundo? Dios se agradó en el deseo de Salomón, porque este vio su necesidad de sabiduría que provenía de lo alto.
La carta de Santiago en el nuevo testamento nos recuerda que si tenemos falta de sabiduría, que pidamos sin dudar que la recibiremos de Dios, y Él nos la dará sin reproche.
¿A qué esperas? ¿Piensas tú que eres suficiente independientemente de Dios? Salomón reconoció que sus capacidades, las cuales eran altas, no serían suficientes. Reconoció su necesidad de Dios.
¿Cómo puede Dios cambiar tu vida hoy para equiparte con aquello que necesitas?
Te invito a pedirle a Dios sabiduría para las decisiones en tu vida. -
El libro de Reyes (1 y 2 de reyes) relata la historia del pueblo de Israel desde el final del reinado de David y hasta el exilio de Israel a Babilonia. Durante los próximos días veremos detalles del reinado de Salomón, pero hoy veremos las palabras de David a su hijo en el momento de la transición.
David había unido las tribus de Israel en un reino unido. Y ahora, en los primeros capítulos del libro de Reyes podemos leer cómo el rey había envejecido, y antes de morir pasaba su trono a Salomón, hijo de Betsabé. David tenía mucho que podía haber dicho a Salomón, y es cierto que parte de la charla que tuvo con su hijo incluía instrucciones tristes de cómo destruir a aquellos que no habían servido al rey de manera digna. Pero leemos también que las últimas palabras de sabiduría de David a Salomón son muy parecidas a las palabras que Moisés, Josué y Samuel compartieron con el pueblo de Israel a la hora de su muerte.
David comienza la exhortación a su hijo con palabras que nos recuerdan a la exhortación de Dios a Josué: “esfuérzate, y sé hombre”
David continúa dándole instrucciones a Salomón para que siga fiel a Dios. Dice así:
“Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas; para que confirme Jehová la palabra que me habló, diciendo: Si tus hijos guardaren mi camino, andando delante de mí con verdad, de todo su corazón y de toda su alma, jamás, dice, faltará a ti varón en el trono de Israel.”
¿Puedes recordar las palabras de promesa dadas al pueblo de Israel? Dios sigue manteniendo sus garantías de bendición a aquellos que guardan sus caminos y observan sus instrucciones. David le dijo a su hijo que obedeciera a Dios para que prosperase en todo lo que hiciera”
¿Piensas que esto era una garantía de que si obedecía a Dios, todo lo que él hiciera le saldría bien en todo momento?
¿Piensas que nos enseña a nosotras que si obedecemos a Dios, todo nos saldrá bien?
Habiendo visto la vida de estos hombres y mujeres de Dios a través de la Biblia, hemos podido observar que el obedecer a Dios no es un talismán de la suerte con el cual la vida será un paseo por un jardín de flores. Sabemos que para que haya flores, debe haber días de lluvia y días de sol. Sabemos que para que una planta florezca, una semilla ha de ser enterrada bajo tierra. Ha de morir a sí misma como semilla, para poder florecer como rosa u otra bella flor. Sabemos que no hay crecimiento sin esfuerzo, y que para obtener un logro hace falta trabajo duro. Pero a veces olvidamos esto para demandar de Dios una vida cómoda y sin problemas como premio a nuestro esfuerzo por serle fiel. Como si Dios nos debiera algo.
Mas son los problemas los que nos pulen a través de la obra de gracia de Dios en nuestras vidas. No hay mariposa sin sacrificio del gusano de seda; no hay diamante sin los golpes expertos de un lapidario que lo trabaje. En las manos de Dios, no hay golpe en vano. Cada sufrimiento está diseñado para hacernos brillar más y mejor, siempre y cuando confiemos en el maestro artesano.
Romanos 8:28 nos dice que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”. No dice que todas la cosas le irán bien. Son dos cosas distintas. El proceso es necesario para llegar al fin deseado, y su fin es bueno para aquellos que depositan su fe el Él.
Así que ánimo en el camino. No es fácil, y no es para comodones. Si no, ¿por qué pues le diría David a Salomón “¡esfuérzate!” ¿Por qué deberían los hombres y mujeres en la historia esforzarse y ser valientes?
Mas como Dios prometió a Josué, Dios está con aquel que le invoca. Dios prometió estar con Josué dondequiera que fuera, y Dios sigue prometiendo su presencia a sus hijos hoy día. Cuando ascendió al cielo dijo a sus discípulos en Mateo 28:20 “he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”
Continuemos fielmente en el camino de la salvación, sabiendo que aquel que ha comenzado la obra en nosotros está con nosotros hasta el día que estemos en su presencia, y si hemos depositado nuestra confianza en Él, disfrutaremos de su compañía por todos los siglos. A Él sea la gloria. -
David era, como se había profetizado, de la tribu de Judá, y de su linaje saldría el Mesías, el Rey eterno. Dios le confirma el pacto en el capítulo 7, cuando David propuso construir casa a Jehová.
David había llegado a un estado de paz con el enemigo, y ahora quería hacer un templo para el arca de Dios. Mas vemos que Dios le recuerda que Él no ha pedido casa para sí. Dios mismo le dice que hará casa a David. Mas no hablaba de una casa física.
El profeta Natán dio estas palabras de Dios al rey David: “Jehová te hace saber que él te hará casa. Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino.” (2 Samuel 7:11-13)
Las palabras de Natán el profeta confirmaban que el linaje de David continuaría, y que tendría un hijo que sería rey. No era ninguno de los que ya habían nacido, sino que estaba aún por nacer. Este sería Salomón, el cual durante su reinado edificaría templo a Jehová. Aunque esta profecía incluía a la descendencia próxima de David, aquel cuyo reino sería afirmado eternamente sería el Mesías Salvador del mundo. Este nacería de la descendencia de David siglos más tarde, cuando ya no había rey de la familia de David en el trono.
Mas tarde, en 2 Samuel 23:3-5 leemos lo siguiente, las últimas palabras de David:
“El Dios de Israel ha dicho, Me habló la Roca de Israel: Habrá un justo que gobierne entre los hombres, Que gobierne en el temor de Dios. Será como la luz de la mañana, Como el resplandor del sol en una mañana sin nubes, Como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra. No es así mi casa para con Dios; Sin embargo, él ha hecho conmigo pacto perpetuo, Ordenado en todas las cosas, y será guardado, Aunque todavía no haga él florecer Toda mi salvación y mi deseo.”
David reconoce que Dios ha bendecido su casa, mas hay una bendición por venir aún más grande. Cristo, la luz del mundo, la estrella de la mañana, habría de venir a salvar al mundo.
Nos dice Filipenses 2 que Cristo dejó su reino en el cielo para venir a la tierra. Y mientras estuvo aquí no moró en casa de rey, aunque Él era el rey eterno. Al acabar su misión de salvar al mundo tras morir en la cruz y resucitar en gloria, volvió a su hogar celestial, mas dejó al Espíritu Santo, el cual nos dice que mora en nuestros corazones. Hace referencia al tabernáculo, a la tienda en la que habitó la gloria de Dios por el desierto y hasta que Salomón, hijo de David, fuera escogido para construir un templo al Señor.
David no construiría casa para Dios, porque Dios había decidido habitar en el arca durante más tiempo. Así ahora el espíritu de Dios mismo escoge muestro cuerpo mortal, temporal como un tabernáculo, para mostrar Su gloria y poder. Dios reina en los cielos y su reino es eterno, mas ofrece morar en nuestros corazones mientras pasamos aquí en la tierra. Él está edificando morada para nosotros, una morada eterna, y como David, podemos regocijarnos en que no es lo que nosotros podemos hacer por Dios, sino en lo que Él ya ha hecho por nosotros, y lo que quiere hacer en nosotros.
Filipenses 2 nos dice a nosotros: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”
Llegará el día en que moraremos con Él en gloria, pero ahora, aquí en la tierra, ¿está morando el Espíritu de Cristo en tu corazón? ¿Has doblado tu rodilla ante aquel que dejó todo para venir a ofrecerte vida en Él? ¿Confiesas a Jesucristo como Señor? Todos lo harán tarde o temprano, mas no todos para salvación. Mas aquellos que lo hagan aquí en vida, vivirán con Él eternamente. ¿Crees esto? -
David tuvo múltiples esposas y estas le dieron muchos hijos: Hemos hablado de Mical la cual no tuvo hijos, y de Abigail (madre de Quileab o Daniel), pero también fueron sus esposas Ahinoam (madre de Amnón), Maaca (madre de Absalón), Haguit (madre de Adonías), Abital (madre de Sefatías), Egla (madre de Itream), Betsabé (madre de Simea, Sobab, Natán, y Salomón). Tuvo también otras esposas de las cuales tuvo nueve hijos, y además tuvo concubinas con las que tuvo muchos hijos más.
David fue un buen hombre y un buen rey. No podemos decir que fuera mal esposo y padre, porque vemos en múltiples ocasiones que se preocupaba mucho por los suyos y los amaba. Mas vemos que aunque David era un hombre conforme al corazón de Dios, que reconocía sus errores y se arrepentía de sus pecados, que buscaba honrar a Dios con su trato hacia el prójimo, y que quería hacer la voluntad de Dios, tuvo varias situaciones muy tristes con sus hijos. Vemos que David amaba a sus hijos tanto que no los amonestaba lo suficiente.
Podemos leer la historia del pecado de Amnón hacia Tamar en 2 Samuel 13. Me produce malestar y no me detendré en ella, pero vemos que el hijo mayor de David pecó abusando sexualmente de su hermana y despreciándola después. Al oír esto el rey David, se enojó mucho por lo ocurrido, pero no se nos dice que hiciera nada al respecto.
Absalón, hermano de ambos, tras descubrir lo que había ocurrido, ideó un plan para matar a Amnón su hermano para vengar a su hermana Tamar y huyó para esconderse de su padre.
Esto trajo inestabilidad en la familia y gran dolor. Nos dice la Biblia que David lloró la ausencia de Absalón. Y Joab, el general del ejercito de David, intercedió para que Absalón pudiera volver a Jerusalem, así que David lo dejó volver a Jerusalem, pero no recibió a Absalón en su casa. Al cabo de dos años, Absalón consiguió que el rey lo recibiera en palacio y a los cuatro años de haber llegado a Jerusalem, tiempo durante el cual Absalón había estado traicionando al rey buscando el favor del pueblo para sí mismo, Absalón pidió permiso para subir a Hebrón a dar tributo a Jehová. Se le fue concedido el permiso, mas vemos que Absalón tenía un plan para proclamarse rey en Hebrón.
“Y un mensajero vino a David, diciendo: El corazón de todo Israel se va tras Absalón.”
Absalón se sublevó contra su padre, y David tuvo que salir con toda su familia de Jerusalem porque su propio hijo bajaba a tomar la ciudad y el trono. El capítulo 15 es un capítulo muy triste en el que vemos al rey huyendo de la Ciudad de David para no ser muerto a manos de su propio hijo. Y así encontramos a David con sus hombres y su familia subiendo por el monte de los Olivos, dejando Jerusalén atrás con la certeza de que si Dios quería que volviese, volvería y vería el arca del tabernáculo de nuevo:
“Y David subió la cuesta de los Olivos; y la subió llorando, llevando la cabeza cubierta y los pies descalzos. También todo el pueblo que tenía consigo cubrió cada uno su cabeza, e iban llorando mientras subían. 2 Samuel 15:30
No solo entró Absalón a Jerusalem para quitarle el trono a su padre, sino que nos cuenta el capítulo 16 que se acostó con las diez concubinas que su padre había dejado al cargo de la casa real en Jerusalem.
Absalón era el tercer hijo de David, y su madre fue Maaca, princesa de Gesur. Es triste ver que pensaba matar a su padre
para proclamarse a sí mismo rey. Mas David muestra el amor de un padre a su hijo. Nos dice el texto que “el rey mandó a Joab, a Abisai y a Itai, diciendo: Tratad benignamente por amor de mí al joven Absalón. Y todo el pueblo oyó cuando dio el rey orden acerca de Absalón a todos los capitanes.” 2 Samuel 18:5)
Nos cuenta el libro de Samuel que durante la batalla, Absalón quedó colgado por su largos cabellos en una encina, y un
soldado fiel y obediente que lo vio, no consintió en hacerle daño, siguiendo las instrucciones del rey. Cuando Joab le preguntó por qué no lo había matado “El hombre dijo a Joab: Aunque me pesaras mil siclos de plata, no extendería yo mi mano contra el hijo del rey; porque nosotros oímos cuando el rey te mandó a ti y a Abisai y a Itai, diciendo: Mirad que ninguno toque al joven Absalón.” 18:12
Joab, cruel hombre de guerra que era y mirando tan solo por los intereses de la corona, fue e hirió a muerte a Absalón cuando este aún colgaba de la encina.
Cuando Ahimaas fue a dar noticia de la batalla “El rey dijo: ¿El joven Absalón está bien? El rey seguía amando a su hijo y se preocupaba por su bienestar.
Al recibir noticia de que Absalón había muerto, nos dice el libro que “Entonces el rey se turbó, y subió a la sala de la puerta, y lloró; y yendo, decía así: ¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! !!Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!”
Absalón no fue el único que quiso tomar el trono de Israel antes de tiempo. Vemos que Adonías, el cuarto hijo del rey David, años después, cuando el rey David ya estaba anciano y postrado en cama planeó usurpar el trono, sabiendo que el reino sería otorgado a su hermano Salomón, hijo de Betsabé, la que fue mujer de Urías.
Resulta que el texto explica que David nunca había reñido ni disciplinado a Adonías. Nos dice 1 Reyes 1:6
“Y su padre nunca le había entristecido en todos sus días con decirle: ¿Por qué haces así? Además, éste era de muy hermoso parecer; y había nacido después de Absalón.”
Adonías tenía a su favor a Joab hijo de Sarvia y con el sacerdote Abiatar, los cuales le ayudaban, mas el profeta Natán intervino junto a Betsabé, los cuales hablaron con David para avisarlo del complot para usurpar el trono.
Salomón, al ser declarado rey legítimo de Israel, eligió perdonar la vida de su hermano, acabando así la violencia que estaba ocurriendo en la familia real.
Vemos así que David sufría mucho por sus hijos, mas no vemos que los disciplinara. Se nos dice expresamente en 1 Reyes 1:6
Que nunca había confrontado a Adonías para amonestarle por su comportamiento, y vemos en la situación con Amnón y Absalón, que no tuvo comunicación con sus hijos para instruirlos y disciplinarlos.
Podemos decir que David no amonestó por “amor” Mas Dios pide que mostremos el amor hacia nuestros hijos enseñándolos y amonestándolos.
El proverbio 13:24 de Salomón nos enseña que “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; Mas el que lo ama, desde temprano lo corrige.”
Y Proverbios 27:5 que “Mejor es reprensión manifiesta que amor oculto.”
Por muy difícil que sea corregir a los preciosos hijos que Dios te ha dado, la reprensión temprana ahorrará multitud de lágrimas a ti y a ellos. Que Dios nos ayude a instruir y corregir en amor por el bien de nuestras familias. -
Bondad para los que nos han dañado
Cuando Cristo habla en el Nuevo Testamento sobre poner la otra mejilla cuando nos abofeteen, no está hablando de dejarnos abusar por aquellos que buscan nuestro mal. Cuando Dios habla de amar a nuestros enemigos, no está pidiendo que seamos víctimas pasivas de los violentos y mezquinos. Dios quiere obrar en nosotros desde el interior, y está más interesado en la obra que Él puede llevar a cabo en nosotros que en que nosotros plantemos cara a aquellos que lo merecen.
Si entendemos que DIos es soberano, que es bueno, y que Su Justicia reinará, aún si en este momento no se ve tan claro, podemos confiar en las promesas de Dios y vivir con una identidad segura en Él, el que nos ha hecho ya más que vencedores.
En la vida de David hemos podido ver que ante los ataques de Saúl, y confiando en la promesa que Dios le hizo de que Él sería rey, David no se sublevó, atacando a Saúl, pero sí se protegió, y se fue lejos de la presencia de Saúl mientras este vivió.
Mas la actitud de David hacia el que deseaba su mal no era recíproca. No deseaba David el mal de Saúl, y esto lo vemos en las veces en que pudo herirlo y no lo hizo. Lo podemos vemos también en la tristeza que la muerte de Saúl ocasionó para David. David estaba vinculado a Saúl, estando casado con su hija Mical. Y además, Jonatan era su mejor amigo, y había hecho pacto con él de no destruir su descendencia cuando llegara a ser rey.
Así que en 2 de Samuel 9 vemos a David buscando algún descendiente de Saúl al que él pueda hacerle bien. Esta historia muestra la ausencia de resentimiento en el corazón de David.
“Dijo David: ¿Ha quedado alguno de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia por amor de Jonatán?”
Así que encontraron a Mefi-boset, hijo de Jonatán hijo de Saúl, el cual había tenido una lesión de niño y estaba lisiado de los pies.
Vino este a David, y se nos dice que “se postró sobre su rostro e hizo reverencia”, diciéndole “He aquí tu siervo”.
Mefi-boset sabía que el nuevo rey podía matarlo, siendo él un descendiente de la linea rey de Saúl.
Mas nos dice 2 Samuel 9 que “le dijo David: No tengas temor, porque yo a la verdad haré contigo misericordia por amor de Jonatán tu padre, y te devolveré todas las tierras de Saúl tu padre; y tú comerás siempre a mi mesa.”
Y David habló al siervo de Mefi-Boset diciendo: “Todo lo que fue de Saúl y de toda su casa, yo lo he dado al hijo de tu señor.
Tú, pues, le labrarás las tierras, tú con tus hijos y tus siervos, y almacenarás los frutos, para que el hijo de tu señor tenga pan para comer; pero Mefi-boset el hijo de tu señor comerá siempre a mi mesa. Y tenía Siba quince hijos y veinte siervos.
Y moraba Mefi-boset en Jerusalén, porque comía siempre a la mesa del rey; y estaba lisiado de ambos pies.”
En el capítulo 16 vemos que Siba, el siervo de Mefi-boset, intentó buscar favor del rey David para sí mismo haciéndole pensar a David que Mefi-boset lo ha traicionado, no yendo a defender al rey ante la sublevación de Absalón. Mas cuando David consiguió volver a Jerusalem, en el capítulo 19, Mefi-boset explicó al rey David que su siervo Siba le había engañado. No está claro que David creyera del todo a Mefi.boset, pero David determinó repartir las tierras entre Mefi-boset y Siba su siervo. Estas eran las tierras que habían sido dadas a Mefi-boset, pero es Mefi-boset mismo el que acabó ofreciendo que su siervo se quedara con toda la tierra porque él estaba satisfecho de que David hubiera vuelto sano y salvo a Jerusalem .
Mas tarde, cuando los gabaonitas pidieron venganza sobre la casa de Saúl, David les concedió todo descendiente de Saúl, pero nos dice que perdonó David a Mefi-boset, por el juramento que había entre David y Jonatán, hijo de Saúl. (2 Samuel 21:8).
La bondad de David hacia los descendientes de su enemigo, el cual lo amenazó de muerte durante tantos años de su vida muestran que David temía a Dios y entendía la misericordia de Dios hacia él.
Que Dios nos ayude a nosotros a estar dispuestos a mostrar misericordia y ser bondadosos con aquellos a los que no se lo debemos, porque es en esos momentos que mostramos a Cristo en nuestras vidas. -
Cuando estudiamos la vida de David, vemos que cuando llegó a ser rey, sintió la libertad de casarse con múltiples mujeres. Esto no entra en el plan de Dios para el ser humano. Dios ha establecido el matrimonio entre un hombre y una mujer, utilizándolo como una representación de Cristo y la iglesia. En la sociedad en la que vivimos, donde el matrimonio está siendo atacado, despreciado y modificado como bien pueda parecer, es nuestra responsabilidad defender aquello que Dios ha establecido. La mejor manera de hacer esto es cuidando nuestra propia relación matrimonial. La mujer que vamos a ver hoy estaba casada con un hombre cuyo nombre lo describe como necio. Nos dice el texto que era “hombre duro y de malas obras (1 Samuel 25:3). Era un hombre al que le gustaba beber y hacer fiesta. Tenía muchos siervos que manejaban su hacienda, y una mujer que el texto nos indica podía organizar a los siervos de manera eficaz.
Cuando David huía de Saúl, llegó a las tierras de Nabal. Sus hombres permanecieron en la zona, protegiendo a los siervos de Nabal con su mera presencia. Los soldados estaban hambrientos, así que David mandó mensaje a Nabal, pidiendo comida para los soldados. Nabal, neciamente, los despreció, acusándoles de ser rebeldes desleales al rey Saúl. David se sintió indignado por el trato, pero Nabal, pensando solo en sí mismo, entró en su casa a beber y comer. Si no hubiera sido porque uno de los siervos fue directamente a Abigail para exponerle el caso, David habría atacado a Nabal y su casa. Abigail salió al encuentro de David con provisiones para los soldados, protegiendo así su casa y a los que en ella estaban.
Es impresionante que Abigail, al hablar, desvela de forma profética lo que Dios haría a través de David. Ella honró al que Dios había elegido para ser rey, reconociendo el favor de Dios para David con estos versículos.
“Jehová de cierto hará casa estable a mi señor, por cuanto mi señor pelea las batallas de Jehová, y mal no se ha hallado en ti en tus días. Aunque alguien se haya levantado para perseguirte y atentar contra tu vida, con todo, la vida de mi señor será ligada en el haz de los que viven delante de Jehová tu Dios, y él arrojará la vida de tus enemigos como de en medio de la palma de una honda.
Y acontecerá que cuando Jehová haga con mi señor conforme a todo el bien que ha hablado de ti, y te establezca por príncipe sobre Israel, entonces, señor mío, no tendrás motivo de pena ni remordimientos por haber derramado sangre sin causa, o por haberte vengado por ti mismo. Guárdese, pues, mi señor, y cuando Jehová haga bien a mi señor, acuérdate de tu sierva.”
Sin duda podemos describir a Abigail como prudente y sabia. Su prudencia la mantenía unida a un marido que estaba echando abajo su propia casa, mas no la vemos discutiendo con él; más bien, intentaba vivir de forma que su casa estuviera protegida. Vemos su sabiduría en la manera de tratar con sus siervos y con David. Y además requería valentía para salir al encuentro de hombres de guerra que habían sido ofendidos por su esposo.
1 Samuel 25:3 la describe como: “mujer de entendimiento y de hermosa apariencia”
Dios honró la prudencia y sabiduría de Abigail, y castigó los excesos y necedad de Nabal. Leemos que Nabal estaba haciendo banquete, y habiendo bebido y comido, le llegó noticia de lo que David había estado a punto de hacer y que solo gracias a su mujer su familia y posesiones se habían librado de la destrucción. Nos dice el texto que “desmayó su corazón en él, y se quedó como una piedra. Esto parece describir un infarto. Y diez días después murió.”
David estaba contento de que fuera Dios el que había hecho justicia, y no su propia mano contra este hombre y su casa. Tomó pues David a Abigail para ser su esposa después que Nabal había fallecido. Abigail no era una chica pobre que venía a la casa del rey. Nos dice el texto que ella trajo sus cinco doncellas que le servían a su nuevo hogar.
¿Qué podemos aprender de Abigail? Como hemos visto, Abigail se conducía prudente y sabiamente. Conocía la ley de Dios, y vemos que Dios le dio sabiduría para discernir la voluntad de Dios, la valentía para hacerlo, y la prudencia para hacerlo bien. Estas son características que cada una de nosotras deberíamos anhelar, porque ayudan en una relación matrimonial difícil como la que esta tenía con Nabal, y hacen aún mejor una relación matrimonial como la que esperamos que tuviera con David.
Que Dios nos ayude a practicar la sabiduría y la prudencia para obedecer a Dios y disfrutar de nuestra relación con nuestros seres queridos. -
Al estudiar la vida de David, me sorprende que eligiera múltiples esposas. Dios estableció en la creación la unión entre un hombre y una mujer. Ese ha sido siempre el plan de Dios. El matrimonio es una institución bonita y funcional, y Dios honra esta unión de tal forma que lo ha utilizado para mostrar su relación con Israel y entre Cristo y la Iglesia. Cuando el ser humano insiste en modificar esta unión bendecida por Dios, nunca es para mejor. Al contrario, cualquier modificación al plan perfecto de Dios, e incluso el descuido de esta unión, siempre desagrada a Dios.
Con un claro entendimiento de esta verdad, echemos un vistazo a las mujeres en la vida de David, y aprendamos de las circunstancias que las rodearon.
Mical, hija menor de Saúl, fue criada como princesa. Mas sabemos que estaba enamorada de David, el pastor que se convirtió en gran soldado del rey. Pudo casarse con él porque su padre decidió dar a otro a su hermana mayor, la cual debía ser la que se casara con David. Cuando Saúl buscaba manera de matar a David, usó a Mical como cebo, digamos, pidiéndole a David que matara filisteos para ganarse a la que sería su esposa. Y cuando Saúl intentó matar a David en su propia casa, Mical advirtió a su esposo, lo ayudó a huir, y engañó a los siervos de Saúl que venían a matarlo.
Sin embargo, cuando David tuvo que marcharse por temor de su vida, Mical fue dada a otro hombre. Cuando David fue proclamado rey, pidió que le trajeran a Jerusalem a Mical, y nos dice el texto que su marido vino detrás de ella rogando que la dejaran quedarse con él, mas Abner le dijo que se marchara.
La última vez que vemos a Mical, es en Jerusalem, cuando el arca es recuperada y David entra danzando tras el arca. Ella, al verle, nos dice la Biblia que lo despreció, y cuando David subió a casa, se lo dejó saber.
Pienso en la relación con mi marido, y cuántas veces yo me haya podido portar como Mical. Cuando nos enamoramos, nos casamos con aquél que más queremos y a quien más admiramos. Somos capaces de mostrar nuestro amor en momentos de peligro, y lo defendemos y lo ayudamos. Pero sin embargo, puedo pensar en las ocasiones en que he mostrado desprecio, y lo duro que esto puede resultar.
Hay momentos y situaciones en las que opinaremos diferente, pero también hay formas de tratar temas y resolver diferencias de manera que mostremos respeto mutuo, sin dañar una relación que debe representar a la relación que Cristo tiene con Su iglesia.
¡Qué fácilmente podemos juzgar y despreciar a nuestros esposos, así como Mical hizo con David!
¿Cuál es tu actitud hacia tu esposo? ¿Hay lugar para mejorar tu actitud y tu trato hacia aquel con quien compartes la vida? Pídele a Dios que te muestre aquellas cosas que podéis mejorar para agradar a Dios en vuestra relación.
Aún si no estás casada, considera este tipo de actitudes hacia los que tienes a tu alrededor.
Consideremos todas aún más allá de nuestras relaciones interpersonales. ¿Cuál es nuestra actitud hacia Cristo? Nos mostramos agradecidas y amorosas cuando no entendemos lo que ocurre en nuestras vidas, o caemos en la tentación de despreciar lo que Él ha hecho y hace por nosotras?
Que Dios nos ayude a mostrar el respeto y el amor con que Dios nos trata cada día y a demostrarlo en nuestras relaciones interpersonales. -
En 1 Samuel, vimos que David, a diferencia de Saúl era un joven humilde y prudente.
Cuando Saúl y sus hijos murieron en batalla contra los filisteos, nos dice 2 Samuel 1 que David lloró por Saúl:
“Y lloraron y lamentaron y ayunaron hasta la noche, por Saúl y por Jonatán su hijo, por el pueblo de Jehová y por la casa de Israel, porque habían caído a filo de espada.” Y David endechó a Saúl y a Jonatán con una poesía en el capítulo 2 que hizo que se enseñara entre el pueblo en memoria de estos.
David entonces consultó con Dios para ver si debía subir a Hebrón, y Dios lo guió para ser ungido rey sobre la casa de Judá. Durante siete años y medio, Is-boset, hijo de Saúl, reinó sobre el resto de Israel, hasta que este fue asesinado por dos hombres que lo sorprendieron en su casa. David no se regocijó por este acto cruel y traidor, sino que los castigó, lamentando la muerte de Is-Boset.
A partir de este momento, David fue rey de todo Israel durante los próximos 33 años. Tenía David 30 años cuando fue proclamado rey de Judá, y reinó durante cuarenta años.
Lo primero que David hizo fue tomar la ciudad de Jerusalén, la cual llegó a ser la capital del reino, la fortaleza de Sión, la ciudad de David.
Tomó también mujeres para sí, como los otros reyes hacían, recuperó su primera esposa, Mical, la cual había sido dada a otro hombre. David se fortaleció contra sus enemigos y trajo el arca del pacto a Jerusalem.
Después de haber observado las debilidades del rey Saúl y el carácter prudente de David, esperaríamos que David fuera un rey perfecto, pero como podemos descubrir en nuestra lectura de 2 Samuel, David era un hombre tan pecador como cualquiera. Si consideramos que los reyes de Israel son figuras que contrastan con Mesías, nos dará gozo y esperanza saber que el rey eterno, Mesías, no es hombre para que peque, sino que es perfecto en santidad.
Dios había dicho que David era un hombre conforme al corazón de Dios. Mas leemos que David era un hombre de guerra al igual que Saúl. Leemos que David desobedeció a Dios llevando a cabo un censo que Dios no había pedido. Pudimos leer que cuando David se encaprichó con Betsabé, la mujer de Urías, uno de sus soldados, se acostó con ella; cuando se enteró que ella estaba embarazada, ideó un plan para engañar a su marido y hacerle creer que el bebé era suyo. Cuando el plan no le funcionó, firmó la sentencia de muerte de Urías, mandándolo al frente de la batalla para que cayera ante el enemigo. Esto era lo que Saúl había intentado hacer con David, ¿recuerdas?, mandarlo a batalla para que fueran los filisteos los que acabaran con su vida. Y así vemos que David cometió los pecados de Saúl, mas otros aún peores. Nos dice el versículo 11:27 que “esto que David había hecho, fue desagradable ante los ojos de Jehová”.
¿Por qué entonces podía decir Dios que David era un hombre conforme a su corazón? ¿Qué fue lo que marcó la diferencia entre Saúl y David?
Vemos en el caso de Urías y Betsabé que cuando el profeta confrontó a David con su pecado, “dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. (2 Samuel 12:13)
Claro que podríamos decir que Saúl también reconoció que había pecado cuando desobedeció las órdenes de Dios. Sin embargo, recordemos que Saúl quería que al reconocer su pecado, Samuel lo honrara ante el pueblo. Vemos una actitud muy diferente en David. David reconoció su mal y estuvo dispuesto a sufrir el castigo que Dios decretó por su pecado, aunque le doliera en lo más profundo del alma. Ocurre lo mismo en su pecado del censo. Cuando desobedeció a Dios y fue enfrentado con su pecado, David reconoció su pecado, aceptando las consecuencias con un corazón arrepentido. Como diría el predicador David Bell, no tenemos un salmo 51 escrito por Saúl, más David escribió este salmo de arrepentimiento que Dios ha incluído en Su Palabra para nosotros.
Dios honra el corazón arrepentido, y podremos ver que cuando David pecó, al ser confrontado con su pecado, se arrepintió y aceptó responsabilidad por sus acciones, a diferencia del rey Saúl.
Dios sabe que como humanos, somos propensos a pecar. Vemos que David se rodeó de sabios consejeros, buscó el consejo de Dios siempre, y su corazón anhelaba honrar a Dios, mas en las ocasiones que siguió sus pasiones y su sabiduría humana, pecó. Natán el profeta y otros siervos fieles y sabios pudieron ir al rey para presentarle sus faltas, y este respondió con el corazón humilde que veíamos en él desde joven.
Por eso Dios lo define como un hombre conforme a Su corazón. No por su perfección, sino por su humilde y contrito corazón. Esto nos muestra un reflejo imperfecto del perfecto rey que vendría de su linaje. -
Al caer la tarde después del domingo de resurrección, Lucas nos narra la historia de dos discípulos que iban andando hacia el pequeño pueblo de Emaús. Las noticias de los eventos de ese día les habían llegado y la verdad es que ya no sabían qué creer. La entrada de Jesús en Jerusalén les parecía ya un evento lejísimo en su memoria. Mientras iban andando, no podían evitar conversar sobre Jesús.
Lucas 24
Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido.
Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.
Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?
Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?
Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron.
Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro;
y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive.
Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.
Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!
¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?
Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.
Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos.
Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos. Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio.
Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.
Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?
Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón.
Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.
Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos?
Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.
Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer?
Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos. Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.
Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;
y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
Y vosotros sois testigos de estas cosas.
He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto. Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo.
Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.
Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo;
y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén.
La tristeza de los discípulos el viernes se había convertido en gran gozo y alabanza. Si tú has conocido a Cristo, y estás confiando en lo que Él hizo por ti durante esa santa semana, el mismo gozo que experimentaron sus discípulos debería estar presente cada día de tu vida. -
Antes del amanecer el primer día de la semana, encontramos guardias en la tumba y mujeres preparándose para ungir el cuerpo de Jesús. Ninguno de los dos grupos tenía idea de lo que estaba a punto de acontecer. El cuerpo que estaban guardando y que venían a ungir seria resucitado en gloria y saldría victorioso de aquella tumba.
Lucas 24
El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes;
y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron:
¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día.
Entonces ellas se acordaron de sus palabras, y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás. Eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles.
Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían. Pero levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los lienzos solos, y se fue a casa maravillándose de lo que había sucedido.
Vemos que el apóstol Juan cuenta cómo vivió él, con Pedro, el mismo acontecimiento. Juan 20
El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro.
Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto. Y salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Y bajándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró.
Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó. Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos.
Y volvieron los discípulos a los suyos. Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.
Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.
Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús.
Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.
Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro).
Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.
Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas.
El día domingo comenzó inmerso en tristeza, pero esta tristeza se transformaría en gloria cuando Cristo salió victorioso de la tumba, tal como había profetizado de sí mismo. En su conquista de la muerte, vemos su victoria sobre el pecado. Su sacrificio fue aceptado delante de Dios para poder ofrecernos perdón de pecados. Hoy tenemos motivo para celebrar. Nuestro Salvador ha resucitado. No está muerto. Vive para siempre, para interceder por nosotros delante de Dios. -
Antes del anochecer del viernes, cuando comenzaba el día de reposo para los judíos, el cuerpo de Cristo debía estar en la sepultura. Nos cuenta la Biblia lo siguiente en Lucas 23:50-56:
Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y justo.
Este, que también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos, fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
Y quitándolo, lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie.
Era día de la preparación, y estaba para comenzar el día de reposo.
Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo.
Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento.
José de Arimatea no era el único que estuvo presente para acoger el cuerpo de Jesús. También lo acompañó Nicodemo, el líder de los judíos que había venido a Jesús de noche tres años antes. Jesús le había hablado de su necesidad de nacer de nuevo en Juan 19:39-42
39 También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras.
40 Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos.
41 Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno.
42 Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.
Pero ¿dónde estaban los otros discípulos? ¿Qué había pasado con Pedro, el que estaba dispuesto a morir por él, y así lo había declarado delante de los demás? La última vez que habíamos leído de Pedro, fue después de que hubiera negado a Cristo tres veces, y cuando cantó el gallo, salió llorando amargamente. Los discípulos de Jesús están esparcidos, tal como había profetizado de ellos Zacarías cuando dijo: “Hiere al pastor, y serán dispersadas las ovejas” (13:7).
Muchas veces nosotros nos encontramos en la misma situación cuando estamos en medio de la prueba. Nos es difícil en los momentos de incertidumbre recordar las promesas de Dios y creer que hay esperanza. Los pobres discípulos estaban deprimidos porque todos sus planes parecían haber fracasado. Pero era sólo sábado, y ¡pronto llegaría el domingo! -
Esa misma noche del jueves, cuando ya había anochecido, y justo después de que Jesús pasara el tiempo de oración en el huerto, se oyó un alboroto. Nos dice Lucas 22 y 23
47 Mientras él aún hablaba, se presentó una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba al frente de ellos; y se acercó hasta Jesús para besarle. Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
Viendo los que estaban con él lo que había de acontecer, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?
Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.
Entonces respondiendo Jesús, dijo: Basta ya; dejad. Y tocando su oreja, le sanó.
Y Jesús dijo a los principales sacerdotes, a los jefes de la guardia del templo y a los ancianos, que habían venido contra él: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y palos?
Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas.
54 Y prendiéndole, le llevaron, y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.
55 Y habiendo ellos encendido fuego en medio del patio, se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos.
Pero una criada, al verle sentado al fuego, se fijó en él, y dijo: También éste estaba con él.
Pero él lo negó, diciendo: Mujer, no lo conozco.
Un poco después, viéndole otro, dijo: Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no lo soy.
Como una hora después, otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente también éste estaba con él, porque es galileo.
Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó.
Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.
Y los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de él y le golpeaban;
y vendándole los ojos, le golpeaban el rostro, y le preguntaban, diciendo: Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?
Y decían otras muchas cosas injuriándole.
Cuando era de día, se juntaron los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y le trajeron al concilio, diciendo:
¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y les dijo: Si os lo dijere, no creeréis; y también si os preguntare, no me responderéis, ni me soltaréis.
Pero desde ahora el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios.
Dijeron todos: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios? Y él les dijo: Vosotros decís que lo soy.
Entonces ellos dijeron: ¿Qué más testimonio necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
Lucas 23
Levantándose entonces toda la muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilato. Y comenzaron a acusarle, diciendo: A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohibe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey.
Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiéndole él, dijo: Tú lo dices.
Y Pilato dijo a los principales sacerdotes, y a la gente: Ningún delito hallo en este hombre.
Pero ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.
Entonces Pilato, oyendo decir, Galilea, preguntó si el hombre era galileo.
Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén.
Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal.
Y le hacía muchas preguntas, pero él nada le respondió.
Y estaban los principales sacerdotes y los escribas acusándole con gran ímpetu.
Entonces Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle a Pilato.
Y se hicieron amigos Pilato y Herodes aquel día; porque antes estaban enemistados entre sí.
Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo,
les dijo: Me habéis presentado a éste como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis.
Y ni aun Herodes, porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre. Le soltaré, pues, después de castigarle.
Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta. Mas toda la multitud dio voces a una, diciendo: ¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás! Este había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad, y por un homicidio.
Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús; pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale!
Él les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré.
Mas ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron.
Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos pedían; y les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús.
Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él.
Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.
Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron. Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos. Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?
Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos.
Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes. Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.
Los soldados también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre, y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.
Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?
Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.
Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.
Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.
Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho.
Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.
Jesús pasó toda la noche del jueves y la mañana del viernes recibiendo los abusos y acusaciones de los que le odiaban. Fue llevado delante del Sanhedrín, luego Pilato y Herodes y cada uno le examinaba -
Hasta este punto en la semana, Jesús había estado enseñando en el templo todos los días. Ya no volvía a Betanía por la noche sino que acampaba con sus discípulos en Getsemaní, un huerto en las laderas del monte de los olivos. Ahora, el jueves por la tarde, se preparaba para celebrar la cena pascual con sus discípulos en un aposento alto en la ciudad.
Lucas 22:7-46
“Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua.
Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos.
Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos?
Él les dijo: He aquí, al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare, y decid al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?
Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí.
Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua. Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles.
Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!
Jesús hizo algo inesperado después de esta cena. Utilizando los elementos de la cena, el pan sin levadura y el fruto de la vid, Jesús estableció una representación de lo que ocurriría el día siguiente. Su cuerpo sería roto y su sangre derramada en una cruz romana.
Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios.
Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga.
Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. Mas he aquí, la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. A la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!
Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer esto.
Parece difícil que en un momento tan sobrio, los discípulos podrían estar preocupados por el tema de su posición en el futuro reino de Cristo, pero así fuen. Jesús les había lavado los pies porque ninguno de ellos estaba dispuesto a hacer el trabajo de un siervo, pero de alguna forma todavía no habían captado el mensaje de la humildad de su Maestro.
Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor.
Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores;
mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve.
Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve. Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.
Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos. El le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte. Y él le dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces.
Y a ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada.
Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una.
Porque os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los inicuos; porque lo que está escrito de mí, tiene cumplimiento. Entonces ellos dijeron: Señor, aquí hay dos espadas. Y él les dijo: Basta.
Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.
Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación.
Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza; y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación.”
Mucho sucedió aquel día en el que comerían el cordero de la pascua. Los discípulos buscaron el lugar y el cordero, lo prepararon, y pudieron juntarse esa noche a comer con el Señor lo que se denomina hasta hoy la última cena. Jesús sabía lo que seguiría a esta cena. Sabía que su hora llegaba. Mas sus discípulos no lo anticipaban. Para ellos era otra pascua más. Aunque Jesús les estaba avisando de lo que venía, ellos no llegaban a entenderlo. Quizás por eso seguían discutiendo sobre quien era el mayor entre ellos, quien podría ser el que no seguía al Señor con todo su corazón, o cuántas espadas tenían en posesión. El hecho de que no llegaban a entender lo que se acercaba explica que después de cenar, cuando fueron al huerto a orar, los discípulos se quedaran dormidos mientras Jesús agonizaba en oración. Su Padre sí sabía lo que venía, y le envió un ángel que lo fortaleciera. Jesús, fortalecido y dispuesto a llevar a cabo la obra a la que había venido aquí a la tierra, despertó a sus discípulos y los animó a orar, para no entrar en tentación. Simón Pedro, el que pensaba estar firme, el que prometió seguir a Cristo hasta la muerte no sabía que una gran tentación se le iba a echar encima.
¿Estás tú atento a las tentaciones que puedan avecinarse? ¿Pasas tiempo en oración para ser fortalecido? Es fácil descuidarnos cuando no entendemos que se aproxima la prueba. Quizás por eso el Señor nos exhorta a velar en oración. No que debemos orar y no dormir, pero recordemos que nuestra fuerza para superar las pruebas viene de Dios. No seamos como los discípulos esa noche en Getsemaní, porque perderemos la oportunidad de fortalecernos en el poder de la fuerza de Dios. - Näytä enemmän