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  • + Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22, 66a; 23, 1b-49

    C. Pilato lo interrogó, diciendo:
    S. « ¿Eres tú el rey de los judíos?»
    + «Tú lo dices»
    C. Le respondió Jesús. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud:
    S. «No encuentro en este hombre ningún motivo de condena.»
    Pilato volvió a dirigirles la palabra con la intención de poner en libertad a Jesús. Pero ellos seguían gritando:
    S. « ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!»
    C. Por tercera vez les dijo:
    S. « ¿Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad.»
    C. Pero ellos insistían a gritos, reclamando que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento. Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo. Dejó en libertad al que ellos pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos.
    C. Cuando llegaron al lugar llamado «del Cráneo», lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía:
    + «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»
    C. Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos.
    C. Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó:
    + «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.»
    C. Y diciendo esto, expiró.
    C. Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando:
    S. «Realmente este hombre era un justo.»
    C. Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho. Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.

    Palabra del Señor.

  • + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 8, 12-20

          Jesús dirigió una vez más la palabra a los fariseos, diciendo: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida.»

          Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale.»

          Jesús les respondió: «Aunque yo doy testimonio de mí, mi testimonio vale porque sé de dónde vine y a dónde voy; pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy.

          Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie, y si lo hago, mi juicio vale porque no soy yo solo el que juzga, sino yo y el Padre que me envió.

          En la Ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo doy testimonio de mí mismo, y también el Padre que me envió da testimonio de mí.»

          Ellos le preguntaron: «¿Dónde está tu Padre?»

          Jesús respondió: «Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre.»

          El pronunció estas palabras en la sala del Tesoro, cuando enseñaba en el Templo. Y nadie lo detuvo, porque aún no había llegado su hora.

    Palabra del Señor.