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Imaginemos un viaje por el espacio interestelar, observando las estrellas como enormes fábricas donde se forjan los elementos químicos que componen toda la materia que conocemos. Desde el comienzo de Universo, las fraguas estelares han ido convirtiendo los átomos más pequeños, hidrógeno y helio fundamentalmente, en átomos cada vez más pesados. Y no solamente se han limitado a crearlos, además los han ido diseminando por todo el Cosmos. Así, poco a poco, el Universo se fue enriqueciendo de carbono, oxígeno, nitrógeno, hierro y toda la variedad de átomos que ahora nos forman a nosotros y a nuestro pequeño mundo habitado. Cada átomo tiene su propia historia que investigadores como Adriá Casanovas, nuestro invitado en Hablando con Científicos, se esfuerzan en descubrir. Adriá se ha centrado en estudiar cómo se creó un átomo muy pesado y especial cuya formación ha intrigado a los científicos desde hace tiempo: el Plomo 204, un tipo de átomo clave para comprender el origen y evolución de nuestra galaxia y el Sistema Solar.
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En el episodio de hoy, el Dr. Grande Covián nos ilustra sobre los principales conocimientos sobre la nutrición y el deporte que ya eran conocidos en la década de los 80 del siglo pasado, e incluso antes. Estos conocimientos siguen siendo de plena actualidad, y me temo que tan ignorados como lo eran en aquella época por los deportistas y la población en general. El Dr. Grande comienza así su artículo: La alimentación del deportista ha estado, y continúa estando, influida por toda suerte de creencias infundadas acerca del papel de los alimentos en el desarrollo y mantenimiento de la capacidad física del hombre, con olvido de los conocimientos científicos que poseemos. Os invitamos a escuchar sus explicaciones.
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Cuando hablamos de emociones pensamos en sentimientos como la alegría, la tristeza, el miedo, el amor o la envidia, por mencionar algunas de las más comunes. Para muchos de nosotros son sentimientos típicamente humanos, aunque la ciencia nos está demostrando que también forman parte de la vida de muchos otros animales como perros o delfines, por ejemplo. En un mundo en el que la inteligencia artificial (IA) está cobrando cada día más protagonismo, muchos se preguntan: Ya que la IA puede resolver ecuaciones, crear imágenes inéditas, escribir relatos originales, generar música o mantener conversaciones más o menos inteligentes con los humanos, ¿puede aprender a tener o sentir emociones? El investigador Alberto Hernández, nuestro invitado en Hablando con Científicos, propone, en un artículo publicado en Scientific reports, un marco genérico de autoaprendizaje emocional para máquinas. Os invitamos a escucharlo.
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Hace siglo y medio, en 1870, el geólogo estadounidense Benjamin Franklin Mudge descubrió en Kansas los restos fósiles de un ave con dientes. En 1872, envió los restos a Othniel Charles Marsh. Sin embargo, Marsh no reconoció de primeras la importancia del fósil, puesto que creyó que las mandíbulas dentadas no pertenecían al ave, sino a una nueva especie de reptil marino, al que llamó Colonosaurus mudgei en honor de su descubridor. El ave recibió el nombre de Ichthyornis, “ave-pez”, debido a la semejanza de sus vértebras cóncavas con las de los peces. En 1873, al extraer los fósiles de la roca, Marsh reconoció su error. Ichthyornis se convirtió en la primera ave fósil con dientes conocida, lo que reforzó la teoría de la evolución de Darwin, y la hipótesis de la relación evolutiva entre las aves y los reptiles.
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Es preocupante para los científicos y los seres racionales, en general, el negacionismo de aspectos importantes y vitales de la realidad que la ciencia ha desvelado, como negar que las vacunas sean eficaces para salvar vidas, y en su lugar causen enfermedad y muerte, o negar el cambio climático, atribuyendo oscuros objetivos políticos y apocalípticos a quienes avisan desde hace décadas de su existencia y de sus terribles consecuencias. En mi humilde opinión, el negacionismo es favorecido por el hecho de que lo esencial es invisible a los ojos, como dijo Antoine de Saint-Exupéry en su obra El Principito. Sin duda, lo esencial en ciencia es invisible a los ojos, y solo lo hemos podido ir descubriendo al hacer uso de instrumentos de detección y medida cada vez más sofisticados y empleando nuestra razón, tanto para fabricar esos instrumentos como para interpretar los datos que nos iban desvelando.
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Aunque Marte es conocido por su superficie desértica y árida, su atmósfera alberga fenómenos sorprendentes, como la formación de nubes. Estas nubes, similares a los cirros terrestres, tienen una textura tenue y un brillo característico al reflejar la luz solar, incluso llegan a generar fenómenos de halo. El estudio de las nubes marcianas, gracias a misiones como el rover Perseverance y su instrumento MEDA, ha revelado datos inesperados. Uno de los hallazgos más destacados es la variación en la abundancia de hielo de agua en la mesosfera marciana durante el solsticio de verano, a altitudes superiores a los 35-40 km. Estas variaciones están asociadas con el calentamiento de la atmósfera durante el periodo estival. Hoy exploramos estos fascinantes descubrimientos con Daniel Toledo, investigador del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) y miembro del equipo científico de la misión Mars 2020, quien nos ayudará a comprender cómo estas observaciones contribuyen a desentrañar los secretos del agua en el clima marciano.
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Hoy, el Dr. Grande Covián nos introduce por la excentricidad de las dietas de moda, en particular por la llamada dieta de Hay, popularizada en España en los años 80 del siglo pasado. Comienza así su artículo: “La aparición de nuevas dietas destinadas, al parecer, a curar todos los males de la humanidad doliente se sucede con tal rapidez que es prácticamente imposible estar al tanto de todas ellas. El éxito pasajero que tales dietas alcanzan, aun las más descabelladas, muestra claramente la credulidad del género humano, su escasa capacidad crítica y su falta de información en cuanto a cuestiones relacionadas con la nutrición se refiere. Muchas de estas dietas son pronto olvidadas y no vuelve a hablarse de ellas, lo que parece indicar que los resultados obtenidos no han debido estar a la altura de las esperanzas que despertaron”. Escuchad con atención lo que el Dr. Grande Covián nos cuenta al respecto, porque estoy convencido de que sus enseñanzas os van a traer a la mente problemas sociales que siguen de plena actualidad.
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Los cetáceos son animales sorprendentes en muchos sentidos. Algunos, como las ballenas, tienen un tamaño enorme, tan grande que se han ganado el sobrenombre de “gigantes del mar”. Otros, como los delfines y las orcas, destacan por su inteligencia y su capacidad para desarrollar soluciones únicas a problemas complejos. Además, hay cetáceos que se comunican mediante un lenguaje sofisticado, con el que transmiten cultura y enseñanzas de generación en generación, de forma similar a los seres humanos. Aunque puedan parecer peces, en realidad son mamíferos. Respiran aire, tienen sangre caliente y cuidan a sus crías alimentándolas con leche materna. Pero sus habilidades van mucho más allá, como podemos aprender en el libro Historia de las ballenas y otros cetáceos, cuya autora, Ana J. Cáceres, es nuestra invitada en Hablando con Científicos.
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El tráfico ilegal de fauna silvestre, incluyendo cuernos, pieles y otras partes de animales, se realiza a través de puertos internacionales, donde los biomateriales, e incluso animales vivos, son ocultados y camuflados en contenedores. El intenso volumen de tráfico internacional de mercancías hace imposible que las autoridades puedan inspeccionar exhaustivamente todos los contenedores que llegan a los puertos.Una alternativa a la tecnología son los perros sabuesos entrenados para detectar olores procedentes de los materiales traficados. Sin embargo, estos son demasiado grandes como para introducirse a fondo por todos los recovecos de los contenedores. Un grupo de investigadores de Tanzania, Sudáfrica, Bélgica y Estados Unidos ha unido esfuerzos para estudiar un animal mucho más pequeño que un sabueso, pero con un olfato de sensibilidad similar, e incluso superior, que podría ser entrenado para identificar partes de animales, animales vivos, drogas o incluso armas. Ese animal es la rata gigante africana.
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Los microorganismos son los ingenieros invisibles que habitan en cada rincón del planeta, en una cantidad y diversidad inimaginables. Se estima que existen más de un billón de especies distintas, y el número total de individuos es tan grande que requeriríamos un número con 30 ceros para expresarlo. La inmensa mayoría de estas especies aún son desconocidas para la ciencia, lo que garantiza trabajo para los microbiólogos durante muchos años. Olga Sánchez, nuestra invitada en Hablando con Científicos, es catedrática en la Universidad Autónoma de Barcelona y ha publicado recientemente un artículo sobre estos fascinantes microorganismos, incluidos los que habitan en las profundidades del océano. Hoy nos habla sobre estos minúsculos habitantes, tanto marinos como terrestres, la mayoría de los cuales viven aportando beneficios a otros seres vivos, incluidos los humanos.
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Poco antes de morir, Kafka publicó un relato relacionado con la nutrición, y los extraños y tal vez absurdos personajes de los ayunadores, relato que el Dr. Grande aprovecha sesenta y cuatro años después de su publicación, es decir, en 1988, para ilustrarnos sobre los límites del ayuno. Jorge Laborda nos invita a escuchar las sabias palabras del Dr. Grande Covián, pronunciadas con su propia voz y estilo, que, como sabéis, ha podido rescatar gracias a la inteligencia artificial.
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Todos esperamos que un terremoto haga vibrar el suelo bajo nuestros pies; es algo normal, y para medir ese movimiento existen los sismómetros. Sin embargo, estos aparatos detectan muchas otras vibraciones que no tienen nada que ver con movimientos sísmicos: la traca final de las fiestas del pueblo, la euforia de la afición local cuando su equipo marca un gol, los saltos de la multitud en un concierto, el paso de un camión de gran tonelaje, etc. Estos son pequeños movimientos del terreno que se suman a muchos otros, como los generados por las olas del océano, la lluvia, el viento y otros fenómenos naturales. Así, junto a las ondas generadas durante un terremoto, los sismómetros detectan muchas otras vibraciones en forma de un ruido de fondo difícil de interpretar: el ruido sísmico. Hasta hace poco, el ruido sísmico se descartaba en los estudios por considerarse una señal inoportuna, pero ahora, gracias a investigaciones como las de Jordi Díaz, nuestro invitado en Hablando con Científicos, se ha convertido en una fuente de información muy interesante.
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Aunque los euriptéridos no son realmente escorpiones, algunos, como Terropterus, que vivió hace aproximadamente entre 440 millones de años, tenían una gran semejanza con ellos. Poseía una cola en forma de aguijón curvado, que podía proyectar hacia adelante por encima de la cabeza y el tercer par de apéndices recuerda a las pinzas de los escorpiones. Algunos podían salir a tierra firme, como demuestra un rastro fósil de seis metros de largo y 95 centímetros de ancho descubierto en 2005 en rocas del Carbonífero de Escocia. El tamaño y la anatomía de las patas que dejaron el rastro se corresponde con un ejemplar de 1,6 metros de longitud del euriptérido Hibbertopterus. Las patas, de distintos tamaños, se movían a la vez, y el animal reptaba despacio, con movimientos torpes, arrastrando la cola.
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Hoy hablamos de la empatía. esa capacidad tan social y humana de sentir o, al menos, comprender lo que siente el otro, de ponerse en su lugar, y de anticipar sus deseos y sus acciones. Si la capacidad empática no hubiera aparecido, ya en las especies de animales ancestros de la nuestra, y no se hubiera potenciado más aún a lo largo de nuestra propia evolución, probablemente la especie humana no habría podido sobrevivir hasta nuestros días. Hoy, la empatía por el prójimo sigue siendo una fuerza civilizadora e integradora fundamental, que, por supuesto, radica en la estructura y función de ciertas zonas cerebrales.
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Lo que somos está contenido en nuestro ADN, una inmensa biblioteca distribuida en 23 pares de “salas”, nuestros cromosomas, donde las instrucciones se escriben con un alfabeto de solo cuatro letras. En el ADN hay más de 6.000 millones de estas letras. La información se copia en cada célula desde el embrión, en un proceso que no está exento de errores. Normalmente, estos errores no tienen consecuencias, pero en muy raras ocasiones, el cambio de una sola letra puede tener efectos dramáticos. Ese es el caso de la progeria, una enfermedad genética extremadamente rara que provoca un envejecimiento prematuro. En el Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas, Ignacio Benedicto Español y su equipo buscan nuevas vías para tratar esta enfermedad.
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El doctor Grande Covián, a mediados de los años 80 del pasado siglo, nos informaba de que el ayuno ya había sido estudiado como un medio de alargar la vida. Entre otras cosas, decía lo siguiente: “Muchos de los entusiastas de la dieta macrobiótica parecen creer, equivocadamente, que se trata de una idea nueva. Pero la esperanza de prolongar la vida mediante la moderación en el consumo de alimentos es, en realidad, una idea muy antigua, que fue ya considerada en los escritos de la medicina china (Huang Ti) hace más de tres mil años. Hace unos dos mil quinientos años, Pitágoras de Samos, en un tratado que lleva, precisamente, el título Macrobioi, recomendaba el uso de una dieta frugal como medio de alcanzar una vida larga.” Hoy Jorge Laborda nos invita a escuchar aquel escrito con la voz de Grande Covián clonada por IA.
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Los íberos, una civilización que habitó las regiones costeras orientales y meridionales de la península Ibérica durante la Edad del Hierro (siglos VIII-I a.C.), solían incinerar a sus muertos y enterrar las cenizas en necrópolis. Pero no actuaban así con los recién nacidos. En varias excavaciones se han encontrado restos de bebés enterrados sin incinerar en el interior de las viviendas. ¿Qué sucedió con estos niños? ¿Tuvieron una muerte natural o fueron sacrificados siguiendo algún ritual macabro? La respuesta a este enigma se encuentra en un estudio publicado en Journal of Archaeological Science, cuya autora principal es la estudiante de doctorado Ani Martirosyan, nuestra invitada en Hablando con Científicos.
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Todos estamos condicionados por los tiempos en que hemos vivido y la educación recibida, y eso hace que cataloguemos determinados asuntos como buenos o malos, o incluso como temas prohibidos. Uno de los que caen dentro de esta categoría, al menos para muchos y muchas, es el tema de lo que Jorge Laborda llama el autoservicio sexual, eufemismo con el que me refiero a la masturbación. Hoy analiza el tema desde una perspectiva evolutiva, preguntándose si este comportamiento tiene ventajas adaptativas o reproductivas en el reino animal, o si se trata de una patología.
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Venus, nuestro planeta vecino y el segundo en orden de distancia al Sol, ha sido objeto de fascinación para los seres humanos debido a su brillo y movimiento en el firmamento. Aunque similar a la Tierra en cuanto a tamaño, las condiciones en Venus son extremas: su atmósfera densa y rica en dióxido de carbono genera un efecto invernadero descontrolado, con temperaturas superficiales que superan los 450 °C y una presión atmosférica aplastante. A pesar de estos desafíos, numerosas misiones espaciales han intentado desentrañar sus misterios. Ahora, la Agencia Espacial Europea (ESA) se prepara para su próxima misión: EnVision. Una de las personas involucradas en la misión es Gabriella Gilli, investigadora del Instituto de Astrofísica de Andalucía, quien hoy nos acompaña en Hablando con Científicos.
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Esta semana os ofrecemos un nuevo episodio de la serie In Memoriam, que, como sabéis, pretende mantener viva la memoria del gran científico Francisco Grande Covián, del que Jorge Laborda tuvo el privilegio de ser su alumno y del que ha podido recuperar su voz y su estilo gracias a la inteligencia artificial. En esta ocasión, el Dr. Grande Covián, en su artículo titulado del Hambre a la Abundancia, nos habla de los peligros con los que, tanto la una como la otra, amenazan a la humanidad.
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