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  • 📝 Notas y enlaces del capítulo: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/213-almudena-martin-castro-beethoven-la-nasa-la-especializacion-y-los-insectos/

    En los más de 200 capítulos que llevamos, han pasado por el podcast todo tipo de personas. Muchas con perfiles multidisciplinares, que se interesan por numerosas disciplinas diferentes. Bueno, pues es posible que mi invitada de hoy se lleve la palma.

    Cómo será la cosa, que yo la tenía en el radar por temas tan diferentes que no era consciente de que en todos ellos era la misma persona. Y es que hoy me acompaña Almudena Martín Castro, alguien que rehúye etiquetas, seguramente porque etiquetarnos tiende a limitarnos. Algo que, sospecho, es casi imposible hacer con ella.

    De sí misma dice que escribe cosas, dibuja cosas y diseña cosas. Aunque eso, no da ni para empezar. Efectivamente, escribe, es divulgadora y tiene un estupendo libro llamado La lira desafinada de Pitágoras. Por supuesto dibuja, es licenciada en Bellas Artes y comparte en Instagram su creatividad. Y, sí, diseña cosas, porque ha trabajado como diseñadora de producto en múltiples empresas. Pero es que además, es graduada en Física y una apasionada de la música. Y la combinación de todo eso la ha llevado a participar y ganar una competición de la NASA o a descubrir la probable respuesta a un misterio sobre Beethoven que llevaba más de dos siglos atormentando a músicos de todo el mundo. Vamos, que Almudena es un perfil muy kaizen. Y si a eso le sumamos que grabamos la entrevista en directo con un público maravilloso, creo que el resultado fue muy especial. Un poco friki a veces, porque yo me vine arriba con las preguntas, pero muy especial.

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  • 📝 NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/212-los-hilos-rojos-del-destino-ii-que-es-la-libertad/

    Hablábamos en el capítulo anterior de la nostalgia y creo que el comienzo de este va a traer un recuerdo especial a algunas personas. No sé a cuántas, porque no sé quiénes serías tan frikis como yo lo era a los 10 años, tanto como para pasar incontables horas frente a un juego que consistía en posicionar estratégicamente bolas de bolos, ventiladores, globos, tijeras, bombillas, lámparas, cañones y hasta ratones, gatos y peces para lograr un objetivo de lo más tonto.

    Aquel juego se llamaba The Incredible Machine y en cada pantalla había que conectar un montón de mecanismos diferentes para que funcionaran coordinadamente, en lo que se suele llamar una Máquina de Rube Goldberg. O lo que es lo mismo: un aparato excesivamente sofisticado que realiza una tarea muy simple de manera deliberadamente indirecta y elaborada, normalmente haciendo uso de una reacción en cadena.

    Seguro que has visto cosas parecidas en películas o en series o en algún vídeo de Youtube. Una pelota que se desliza por una regla, golpea un libro, éste tira de una cuerda, que hace girar una manivela… y 17 pasos absurdos después, tienes una tostada medio quemada y con la mantequilla mal untada.

    Bueno, pues si empiezo por aquí hoy es porque vamos a volver a ese difícil debate que dejamos abierto la temporada pasada sobre el destino. Sobre si todo lo que va a suceder está ya escrito en todo lo que ha sucedido antes o si, por el contrario, hay espacio en el universo y en nuestras vidas para el azar y el libre albedrío.

    Y es que para mucha gente todo lo que nos rodea, y hasta nosotros mismos, no es más que una complicadísima máquina de Rube Goldberg. Todo es el resultado de mecanismos físicos y químicos que nos llevan inevitablemente a hacer lo que hacemos y a vivir lo que vivimos.

    Y eso es algo que a muchos, a mí el primero, nos cuesta aceptar, porque no es nuestra experiencia de la vida. Por ejemplo, ¿por qué estás escuchando o viendo este capítulo? Pues porque has decidido hacerlo, ¿no? Vale, pero ¿por qué has decidido hacerlo? ¿Por qué justo ahora? ¿Realmente has sido tú quien ha tomado esa decisión?

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  • 📝 Notas y enlaces del capítulo aquí: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/211-por-que-nos-domina-la-nostalgia/

    «Herrería años 90». Estas palabras para ti no tendrán demasiado sentido, pero cuando las leí una mañana en mi bandeja de correo, mis ojos se fueron de inmediato a buscar al remitente. Y me hizo una enorme ilusión ver que era alguien con quien había perdido el contacto hacía muchos años. Lo enviaba Rubén, al que mando un abrazo desde aquí, que al parecer llevaba tiempo escuchando el podcast, hasta que un día le dio por buscar mi nombre en internet y al ver mis fotos alucinó, tanto como yo con su mensaje, al darse cuenta de que nos conocíamos.

    El caso es que este reencuentro por sorpresa me transportó mentalmente a una edad que, por otro lado, nunca he tenido la sensación de abandonar del todo. Y esto va a requerir algo de explicación, pero nos llevará a algún sitio, lo prometo.

    Te he hablado alguna vez de esa casa que tengo perdida en la Serranía de Cuenca. Está en una aldea que suele conocerse como la Herrería. Allí pasé unos cuantos veranos de mi vida, casi todos los que recuerdo, hasta los 15 o 16 años. Es decir, en la primera mitad de los años 90. Ahora seguro que tiene más sentido ese asunto que te decía antes.

    Y aunque era, y es, un sitio realmente aislado y en invierno apenas vivía nadie allí, a partir de junio poco a poco iba llenándose hasta que nos juntábamos un grupo de 15 o 20 chavales. Y pasábamos los días con las bicis, jugando al baloncesto en una canasta mal puesta en la pared de la iglesia o al fútbol entre cardos y piedras o incluso a una especie de escondite en el que pegábamos patadas a una lata.También bajábamos a bañarnos al río, nuestros padres nos llevaban a las fiestas de los pueblos de alrededor…Y veíamos, claro, Bola de Dragón, jugábamos a la Super Nintendo, primero, y a la Playstation después…En fin, que eran de esos veranos que todos recordamos eternos.Veranos en los que te reencontrabas con tus amigos, año tras año, a medida que ibais poco a poco recorriendo las etapas que os llevaban de la niñez a la adolescencia. A esa época en la que, como dice Rodrigo Cortés, los padres se vuelven insoportables. Esa misma época en la que se forjan muchos de nuestros gustos y en la que, sin saberlo, empezamos a sembrar las semillas de una de las fuerzas más poderosas que existen y a la que vamos a dedicar el capítulo de hoy: la nostalgia.

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    📝 Notas y enlaces del capítulo aquí: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/210-cual-es-la-idea-mas-peligrosa-que-existe/

    El de hoy va a ser un capítulo corto… pero intenso, ya te aviso. Vamos a hacer un curioso recorrido que nos va a llevar por la política, la filosofía, la literatura y las matemáticas. Y todo por culpa de una pregunta.

    ¿Cuál es la idea más peligrosa que conoces?

    Hace tiempo se me ocurrió preguntar esto en twitter. Porque yo voy a seguir llamándolo twitter toda la vida, ya te aviso. El caso es que recibí todo tipo de respuestas. De hecho, te voy a dejar el enlace en las notas por si quieres cotillear.

    Pero ya te adelanto que unos decían que el comunismo y otros que el capitalismo.

    Hubo quien pensó en las religiones y quien se acordó del Estado, de la redistribución de la riqueza y hasta del altruismo, esa no la vi venir, lo confieso.

    También hubo quienes hablaron de esas ideas que yo llamo Mr. Wonderful: que sigas tus sueños, que si quieres puedes, que la generosidad siempre se ve recompensada, que hay tiempo para todo o que los malos siempre pierden al final.

    Hubo incluso quien respondió que el brócoli. No la verdura en sí, sino la idea de hacernos creer que está bueno y que es comestible.

    También me recordaron un artículo de alguien que pasó por este podcast, Kiko Llaneras, en el que hablaba de un pequeño discurso que dio Isaiah Berlin en 1994, apenas tres años antes de morir, titulado «Mensaje al siglo XXI».

    Berlin, que no era un personaje de la Casa de Papel, sino un destacado filósofo y politólogo, por entonces tenía 83 años. De etnia judía, nació en 1909 en lo que hoy es Letonia, pero que entonces era parte del imperio ruso, del que él y su familia emigraron tras la llegada de la Revolución del 17. Es decir, que había vivido casi todo el siglo XX, y había sido testigo directo de muchos de sus grandes cambios. Y de ese siglo sacó una conclusión.

    Según él, los mayores horrores en la historia de la humanidad no habían sido causados por emociones negativas como el temor, la avaricia, el odio o las ansias de poder. No. Él pensaba que la causa había sido una idea tan simple como que existe una sociedad perfecta a la vuelta de la esquina. Que podemos alcanzar una sociedad ideal, la mejor posible, cambiando algunas cosas —a veces de forma radical, eso sí.

    Si estamos realmente convencidos de que existe una solución para todos los problemas humanos y que si hacemos lo necesario la alcanzaremos, entonces ningún precio será demasiado alto. Ese fin es tan noble y tan obvio que sólo los estúpidos o malvados se resistirán. Quienes se opongan deberán ser persuadidos o, si no es posible, se deberán aprobar leyes para contenerlos. Y si eso tampoco funcionara, habría que recurrir a la violencia, al terror o a la carnicería.

    Decía Berlin que en la raíz de esa forma de ver las cosas estaba la creencia de que las preguntas más importantes de nuestra vida, ya sea individual o social, tienen una única respuesta verdadera. Y que una y otra vez a lo largo de la historia de la humanidad ha habido quienes han estado convencidos de que la conocían y de que los únicos obstáculos para llevarla a cabo eran el vicio y la estupidez humanas.

    Es como ese viejo chascarrillo que se dice a veces sobre el comunismo: que cada generación piensa que si fracasó antes fue porque no estaban ellos para llevarlo a cabo. Aunque eso mismo podría decirse de muchas otras ideas.

    Lo cierto, decía Berlin, es que si la creencia de que una sociedad perfecta nos espera a la vuelta de la esquina es peligrosa es porque no existe una sociedad ideal para todo el mundo. Porque incluso los valores más fundamentales, esos que consideramos casi universales, no siempre son armónicos entre sí. Deseamos la libertad, la seguridad, la igualdad, la felicidad, la justicia, el conocimiento… pero no se puede tener todo de todos ellos. La libertad absoluta no es compatible con la igualdad absoluta o la seguridad perfecta. Y no todos queremos la misma cantidad de todos esos valores.

    Pero paremos un momento aquí y volvamos a mi pregunta inicial, esa de «¿cuál es la idea más peligrosa que conoces?». Porque entre las respuestas también hubo quien dijo que la idea más peligrosa era pensar que había ideas peligrosas. Que era como pensar que había tecnologías malas. Dicho de otro modo, que el problema no son las ideas, sino lo que hacemos con ellas. Lo cual nos obliga a dar un paso atrás y hacernos otra pregunta: ¿existen las ideas peligrosas?

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  • (NOTAS Y ENLACES DE LA ENTREVISTA AQUÍ: )

    No es habitual empezar una entrevista hablando de perfiles generalistas y terminarla con una obra tan excelsa como el Pollo Pepe. Y menos aún si por el camino hablamos del sistema educativo, de cómo nos transforma la paternidad y cómo nos ayuda a entender a nuestros padres, de futuros imperfectos y de estoicismo o de liderazgo.

    Pero es que esto es lo que me suele suceder a mí cuando me siento a charlar con el invitado del capítulo de hoy. Su currículum es prácticamente imposible de resumir, así que sólo diremos que Guillermo de Haro ha combinado su pasión académica con una exitosa carrera empresarial. Es doble doctorado, en economía e ingeniería, ha trabajado en empresas de software, de tecnología, de comercio minorista y hasta de la industria del entretenimiento y hoy es Vicedecano en la escuela de Ciencia y Tecnología de la IE University. Es autor de multitud de artículos y de varios libros, entre otros uno a medias con un viejo conocido de este podcast: Javier González Recuenco.

    Pero más allá de todo eso, Guillermo tiene una curiosidad insaciable que demuestra en cada una de sus respuestas. De hecho, confieso que me quedé con la sensación de que cada pregunta que hice habría dado para una entrevista en sí misma y que apenas arañamos la superficie de su conocimiento. Aún así, espero que nuestra charla sea una invitación a descubrirle y a aprender más de él. Y, si te gusta la entrevista dímelo, que siempre puedo intentar liar a Guillermo para repetir.

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  • (NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/208-en-busca-de-la-sabiduria-i-las-bases-de-nuestra-naturaleza/)

    «– ¿Cuántos años tienes?
    — 34, acabo de cumplir los 34.
    — ¿Cuál es el mejor consejo que le podrías dar a tu yo más joven? Si hablaras con tu yo de los 20 años, ¿qué es lo más importante que le dirías?
    — Tienes que entender que quién eres hoy es un conjunto de programas. Tu cerebro es como el sistema de un ordenador. Y quién eres es simplemente lo que tus padres te enseñaron, lo que las instituciones te enseñaron… Si formaste parte de estructuras religiosas o deportivas o lo que sea, eso es lo que eres. Es un programa en tu cerebro. Así que, si no te gusta la situación en la que estás, te sientes limitada o piensas que el resto del mundo está triunfando y tú no, es sólo porque hay un virus en tu programa y tienes que reprogramar tu mente. Meditación, visualización… Yo trabajé en Sports Illustrated los últimos dos años y, aunque nadie habla de ello, gente como Steph Curry meditan antes de un partido, visualizan. Michael Jordan decía que era tan importante pasar tiempo en el gimnasio de la mente como en el del cuerpo. Kobe pensaba que cada tiro que hacía iba a entrar. Así que todo es un juego mental. No es más que eso. Y una vez que te programas para ganar, sólo puedes ganar. Es la única opción»

    El vídeo que acabas de oír se hizo viral en twitter este pasado verano y acumuló nosecuántos millones de visualizaciones. Vamos a dejar de lado por hoy el sentido que tiene construir nuestra visión del mundo a partir de vídeos de apenas un minuto de duración, de personas random entrevistadas por la calle que sueltan ensaladas de palabras y mensajes Mr Wonderful… Y nos vamos a centrar en el contenido: ¿es cierto lo que dice? ¿Realmente lo que pensamos es sólo el producto de los programas que nos han instalado? ¿O hay cosas que traemos de serie? ¿Qué es en el fondo lo que influye en nuestro comportamiento?

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  • (NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/qa12-sistemas-de-aprendizaje-comunicacion-no-violenta-maternidad-y-paternidad-perfiles-hibridos-incentivos-al-educar-dolor-y-cambios-sociales/)

    ¡Primer capítulo de preguntas y respuestas de esta temporada! Y con este, además, creo que me pongo al día de los mensajes acumulados. De hecho, me estoy planteando cambiar el formato y organizar de vez en cuando alguna grabación en streaming en la que podamos interactuar de forma más directa, pero no lo tengo del todo decidido y no sé tampoco si voy a tener realmente el tiempo de hacerlo, porque es probable que dentro de poco mi tiempo disponible se reduzca por un buen motivo, pero ya te lo contaré más adelante.

    Hoy el menú es de lo más variado, hablamos de sistemas de aprendizaje, de comunicación no verbal, de maternidad y paternidad, de cómo encajan los perfiles híbridos en el mundo laboral, del uso de incentivos al educar, del dolor y de cambios sociales. Casi nada.

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  • (NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/207-toma-de-decisiones-ix-experiencias-transformativas/)

    Imagina que tienes la oportunidad de convertirte en un vampiro o en una vampiresa. Un rápido e indoloro mordisco y serás para siempre una criatura de la noche. Tu vida sería completamente diferente. Experimentarías todo tipo de nuevas, intensas y reveladoras sensaciones. Lograrías una fuerza, una velocidad y un poder increíbles. Y serías inmortal, a no ser que te diera por tomar el sol. Bueno, y tendrías que beber sangre, eso también. No todo iban a ser ventajas.

    Supón que todos tus amigos, toda esa gente que conoces con intereses, puntos de vista y vidas similares a la tuya, ya lo han hecho. Ya son vampiros. Y todos te dicen que les encanta. Te describen sus nuevas vidas absolutamente entusiasmados y te animan a que hagas lo mismo. Calman, además, tus temores y te explican que los vampiros modernos no matan humanos, que beben sangre de vaca y de pollo. Dicen cosas como que jamás volverían a ser humanos si pudieran. Que su vida ha adquirido un nuevo significado y un propósito que nunca antes sintieron. Que ahora entienden la realidad de una forma que simplemente no podían concebir cuando eran humanos. Y que su nueva vida es tan increíble, que realmente no te la pueden explicar. Tienes que ser un vampiro para saber cómo se siente.

    Supongamos también que si dejaras pasar esta oportunidad, no volverías a tener otra nunca.

    ¿Entonces? ¿Cuál es tu respuesta? ¿Lo harías?

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  • (NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/206-maximo-gavete-la-verdad-la-libertad-y-otras-respuestas-imposibles/)

    Creo que he mencionado alguna vez en el podcast un pedacito de una canción de Celtas Cortos que decía algo así como «déjanos cantar, en libertad, de lo bonito, de lo feo y de lo innombrable, de esta vida, de la muerte y de quien sabe, de los amores, la injusticia y de su padre». Pues de muchas de esas cosas, aunque no de todas, hablamos Máximo Gavete y yo en esta primera entrevista de la 7ª temporada de kaizen.

    Máximo es filósofo y diseñador. Ha trabajado para marcas muy conocidas del ecosistema startup español, como Ontruck, Aplazame o Devengo, donde de hecho trabaja actualmente. Es también el autor creador de Honos, una newsletter en la que habla de diseño, pero también de cultura y filosofía. Y es el director del curso de Filosofía como ventaja táctica en el Instituto Tramontana, donde como ya sabes, yo también dirijo un programa. Tanto el suyo como el mío tienen alguna plaza libre para las próxima edición, así que si te interesa te dejo los enlaces en las notas.

    Pero bueno, no me voy a enrollar más y te dejo ya con esta conversación que tanto disfruté con Máximo Gavete. Ojalá a ti te guste tanto como a mí.

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  • (NOTAS COMPLETAS Y ENLACES AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/205-guerra-a-la-entropia/)

    🎟️ Entradas para la grabación del próximo capítulo en directo: https://www.eventbrite.com/e/entradas-kaizen-en-directo-entrevista-a-maximo-gavete-1008288436857

    Somos ocho mil millones de personas en la Tierra. Cada una de ellas, protagonista de su propia historia. Luchamos por lograr algo, por alcanzar algún destino. En nuestras vidas se suceden las tramas, principales y secundarias, aparecen aliados y enemigos, amores, competencias, éxitos y derrotas. Para algunos, la meta es llegar a la cima de sus profesiones. Para otros, cultivar conocimiento y experiencias. Hay quienes ponen el amor y las relaciones por encima de todo y quienes las sacrifican para lograr algún deseo.

    Somos ocho mil millones de personas. Somos ocho mil millones de historias únicas. Historias que nos ayudan a navegar por el complicado mundo que tenemos alrededor. Claro que todos sabemos que hay algo indispensable para cualquier buena historia: un gran villano. Y, aunque no seamos conscientes, los ocho mil millones de nosotros compartimos un mismo enemigo: la entropía.

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  • (NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/bonus-los-incentivos-mueven-el-mundo-con-ion-cuervas-mons-y-francois-derbaix/)

    Por si no los tienes ubicados, te diré que François es un histórico del sector tecnológico y emprendedor español, al que conozco desde hace muchos años, cuando yo trataba con poca fortuna de sacar adelante un proyecto bastante alocado. Él fue, por ejemplo, fundador de TopRural y, más recientemente, de Indexa Capital, de la que te he hablado muchas veces. Y te puedo asegurar que, además de un tipo encantador, es alguien de quien aprendo algo cada vez que hablamos, porque tiene una capacidad realmente especial para sacar aprendizajes de sus experiencias y transformarlas en un sentido común muy poco común. Y creo que eso se nota en nuestra charla.

    Ion, además de podcaster y maestro de ceremonias en este capítulo, es un perfil muy kaizen. Es arquitecto de formación, aunque tiene ese punto friki e híbrido tan típico de este podcast. Es un lector y consumidor de contenidos voraz y ha sido directivo y emprendedor en diferentes compañías. Actualmente es fundador de Rauda, una empresa dedicada a aplicar inteligencia artificial a la atención al cliente. Por cierto, que si te interesa la inteligencia artificial tienen también una newsletter imperdible: Raudamatic.

    Es curioso. Porque los tres tenemos un perfil muy asociado a los negocios tecnológicos y, sin embargo, nos liamos a hablar de algo enormemente humano: cómo funciona nuestra motivación, cómo se ve moldeada por los incentivos y cómo podemos tratar de trabajar con todo ello. Por el camino hablamos de innovación, de crianza y hasta del capitalismo y del comunismo. Y, por supuesto, de libros. De hecho, la idea de este capítulo surgió de un libro concreto que recomendé en Nada Que Ganar: Mixed Signals, de un israelí con apellido impronunciable: Uri Gneezy

    Y dicho todo esto, te dejo ya con esta conversación que tanto disfruté con Ion y François. Espero que a ti también te guste.

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  • ¡Hola! ¡Cuánto tiempo! ¿Qué tal ha ido tu verano? Espero que muy bien. El nuestro ha sido el primero con la pequeña dictadora en modo caminante y la verdad es que ha sido intenso. Hasta el punto de que hemos acabado pensando que necesitábamos vacaciones de las vacaciones. Afortunadamente, mis vacaciones de las vacaciones se llaman kaizen y el regreso del podcast está ya a la vuelta de la esquina: el próximo martes empieza, por fin, la séptima temporada, que se dice pronto.

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  • (NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/204-juanjo-gomez-cadenas-neutrinos-neandertales-y-poemas/)

    «No te tomes demasiado en serio, sólo eres un mono con un plan»

    —Naval Ravikant

    Creo que he citado alguna vez en el podcast esta frase de Naval Ravikant. Porque me parece muy acertada, creo que es un buen recordatorio del lugar que ocupamos cada uno en el universo. Pero, a la vez, es injusta. Porque estos monos que somos, con esos planes que tenemos, hemos alcanzado un conocimiento realmente profundo de ese universo.

    El de hoy es el último capítulo de la temporada de kaizen. El podcast y yo volveremos en septiembre. Pero terminamos por todo lo alto: con una charla con Juan José Gómez Cadenas. Un físico y divulgador, que ha trabajado en el CERN, en Estados Unidos, en Japón y que en la actualidad dirige el experimento NEXT en el laboratorio subterráneo de Canfranc, donde investiga sobre la naturaleza de los neutrinos, unas partículas muy especiales que, como él mismo cuenta en nuestra conversación, pueden ser las responsables de que nuestro universo sea como es.

    Juanjo y yo no nos conocíamos pero conectamos de inmediato, el uno con el otro y también con las más de cincuenta personas que había en el público. La verdad es que se generó un ambiente muy bonito y fue una entrevista muy especial. Hablamos, por supuesto, del universo y de los neutrinos, pero también de mis comeduras de coco con la realidad, de literatura —porque Juanjo es, además, un excelente escritor— y hasta de nuestras infancias nómadas. Creo sinceramente que todos los que estuvimos allí lo disfrutamos y que salimos un poco más listos y un poco más reconciliados con estos monos con planes que somos.

    Pero bueno, no me enrollo más y te dejo con lo importante: espero que disfrutes tanto como lo hicimos todos con esta conversación con Juanjo Gómez Cadenas

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  • (NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/203-el-misterio-de-la-vida-y-vi-mas-alla-de-la-muerte/)

    Tenía que pasar, después de toda la temporada hablando del misterio de la vida, de la consciencia y de todas esas cosas, era inevitable que acabáramos llegando aquí: a casi el final de la temporada (nos queda sólo un capítulo más después de éste) y, sobre todo, a qué demonios pasa cuando bajamos el telón de nuestras vidas.

    Que, a ver, no lo vamos a resolver, te lo digo ya. Pero creo que sí vamos a poder asomarnos a algunas ideas interesantes acerca de ese otro gran misterio de la vida del que no hemos hablado aún: el de qué puede haber más allá de ella. Tal vez, como en el estupendo relato corto de Andy Weir con el que comienza el capítulo, todo lo que nos rodea, una y otra vez a lo largo de los tiempos, no sea más que un huevo esperando a que nazcamos de verdad.

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  • (NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/202-vivimos-en-la-era-de-la-mediocridad/)

    A principios de los 90, dos artistas rusos llamados Vitaly Komar y Alexander Melamid tuvieron una idea bastante original. Decidieron que contratarían a empresas de investigación de mercados para averiguar cómo era el arte que más se valoraba en distintas partes del mundo. Y después las pintarían. Querían crear una serie de obras que reflejaran las diferencias culturales entre países tan diferentes como Rusia, China, Francia, Kenia o Estados Unidos. La titularían: «La elección del pueblo». Cada una sería diferente y única, un símbolo de la manera especial que tenían los habitantes de cada país de ver el mundo. Pero la cosa no salió como esperaban.

    En casi todos los países lo único que la gente quería era un paisaje con algunas figuras alrededor y animales en un segundo plano, con un fondo principalmente azul. Tras terminar aquel trabajo, Komar, uno de los autores, se lamentaba:

    «Viajamos por todo el mundo negociando con empresas de estudios de mercado, consiguiendo fondos para hacer las encuestas y acabamos recibiendo una y otra vez los mismos resultados. Pintando una y otra vez, los mismo fondos azules. Buscando la libertad encontramos la esclavitud»

    Sin embargo, esa fue precisamente la gracia de su obra. Nos gusta pensar que somos individuos únicos, pero nos parecemos, todos a todos, mucho más de lo que querríamos admitir. Es más: hay quien cree que hoy, 30 años después, vivimos en un tiempo en el que la originalidad ha muerto. En el cine, la moda, la arquitectura, la publicidad o la música todo se parece a todo y todo está dominado por las convenciones y los clichés. Bienvenidos a la era de la mediocridad. ¿O quizás no?

    Hace unos meses surgió un pequeño debate en el Programa de desarrollo directivo y liderazgo del Instituto Tramontana. Hablábamos de marketing y yo contaba cómo desde la llegada de Internet se había producido un efecto interesante: se había desbloqueado un mercado que hasta entonces era casi imposible de atender. Lo que en inglés llaman el “long-tail” o la cola larga; es decir, toda esa demanda de productos, servicios o contenidos súper específicas que nadie antes podía abastecer.

    Piensa en música rara, en espadas decorativas o en, no sé, podcasts sobre cualquier frikada posible. Vamos, esos mercados que antes eran nichos que no era rentable servir porque estaban dispersos por todo el mundo y ahora, de pronto, sí podemos conectar.

    Y entonces Irene, una de las alumnas, me llevó la contraria. E hizo bien. Esa es la gracia de las clases, que todos aprendemos, yo el primero. Bueno, no me llevó la contraria exactamente. Pero sí dijo cómo parece que en lugar de en un mundo cada vez más variado, vivimos en uno cada vez más uniforme. Y nos compartió un artículo realmente interesante de un tipo llamado Alex Murrell sobre el tema en el que cuenta precisamente esa misma historia sobre aquellos artistas rusos con la que hemos empezado.

    Y yo, que tiendo a ser obsesivo cuando no encuentro respuestas, llevo dándole vueltas a este debate desde aquella clase. Y ya va siendo hora de llegar a alguna conclusión.

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  • (NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/201-descentralizacion-iii-la-guerras-cripto-antes-de-bitcoin/)

    «Gobiernos del Mundo Industrial, cansados gigantes de carne y acero, vengo del Ciberespacio, el nuevo hogar de la Mente. En nombre del futuro, os pido a vosotros del pasado que nos dejéis en paz. No sois bienvenidos entre nosotros. No tenéis soberanía alguna sobre el lugar donde nos reunimos

    No hemos elegido ningún gobierno, ni es probable que lo hagamos, así que me dirijo a vosotros sin más autoridad que aquella con la que la libertad siempre habla. Declaro el espacio social global que estamos construyendo independiente por naturaleza de las tiranías que estáis buscando imponernos. No tenéis ningún derecho moral a gobernarnos, ni disponéis de métodos para forzarnos a cumplir vuestra ley que tengamos razón para temer.

    Los gobiernos derivan sus lícitos poderes del consentimiento de los que son gobernados. No habéis pedido ni recibido el nuestro. No os hemos invitado. No nos conocéis, ni conocéis nuestro mundo. El Ciberespacio no se halla dentro de vuestras fronteras. No penséis que podéis construirlo, como si fuera una obra pública. No podéis. Es un acto natural que crece de nuestras acciones colectivas.

    No os habéis unido a nuestras reuniones, ni creasteis la riqueza de nuestros mercados. No conocéis nuestra cultura, nuestra ética, o los códigos no escritos que ya proporcionan a nuestra sociedad más orden que el que podría obtenerse por cualquiera de vuestras imposiciones.

    Proclamáis que hay problemas entre nosotros que vosotros necesitáis resolver. Usáis esto como una excusa para invadir nuestros límites. Muchos de estos problemas no existen. Donde haya auténticos conflictos, donde haya errores, los identificaremos y resolveremos por nuestros propios medios. Estamos creando nuestro propio Contrato Social. Esta autoridad se creará según las condiciones de nuestro mundo, no del vuestro. Nuestro mundo es diferente.»

    Así empezaba un texto mítico de la contracultura digital de los años 90: la declaración de independencia del ciberespacio, escrita por John Perry Barlow en 1996. Si escuchaste el capítulo que dediqué a la cultura hacker recordarás que muchos de sus valores me parecía que eran especialmente relevantes en el mundo que tenemos hoy y, sobre todo, en el que tendremos mañana. También te decía que, ahora que con todo el movimiento crypto se habla tanto de descentralización, yo veía en esas conversaciones mucho del idealismo de aquella cultura hacker de los 80 y 90. Y no es casualidad. En el origen de mucho de todo esto estaban, claro está, hackers. Precisamente investigando esos orígenes, y uniendo las piezas de mi propia memoria, me encontré con una historia que creo que es digna de ser contada. No ya por lo interesante que pueda parecerme, sino por el debate que encierra sobre nuestros derechos como ciudadanos. Y a esa historia y a ese debate, vamos a dedicar el capítulo de hoy.

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  • (NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/200-no-todos-los-que-vagan-estan-perdidos/)

    «Me detengo en la orilla del mar, solo, y comienzo a pensar… ahí están las olas embravecidas… montañas de moléculas, cada una ocupándose estúpidamente solo de sus propios asuntos… trillones de fragmentos… formando al unísono un oleaje blanco.

    Durante eras y eras… antes de que los ojos las pudieran ver…

    año tras año…batiendo atronadoramente la orilla como ahora. ¿Para quién? ¿Para qué? En un planeta muerto sin vida a la que entretener.

    Nunca en reposo… azotadas por la energía… derrochada prodigiosamente por el Sol… vertida en el espacio. Una gota hace rugir el mar.

    En la profundidad del océano todas las moléculas repiten los patrones hasta que se forman otras nuevas más complejas. Creando otras a su semejanza… y comienza un nuevo baile.

    Crecen en tamaño y complejidad… seres vivos, masas de átomos, ADN, proteínas…

    danzando en un patrón cada vez más intrincado.

    Fuera de la cuna, en tierra firme… aquí están de pie… átomos con conciencia… materia con curiosidad…

    Detenidos frente al mar… se maravillan ante el asombro… Yo… un universo de átomos… un átomo en el universo.»

    Esta especie de poema de Richard Feynman me ha parecido la forma más apropiada de comenzar hoy, que llegamos al capítulo 200 de Kaizen, que se dice pronto. Siendo sincero, en realidad van bastantes más, porque hay muchos que no he enumerado, al considerarlos bonus o capítulos especiales. Pero oficialmente éste es el 200. Y lógicamente va a ser algo distinto a los habituales. O no tanto, porque es cierto que de vez en cuando me da por hacer capítulos más reflexivos, generalmente, coincidiendo con números redondos, como este o con finales de temporada, y a esta le queda poco. Así que todo encaja.

    En resumen, hoy vamos a hablar un poco de lo que decía Feynman en su texto: cómo nosotros, seres con consciencia, materia con curiosidad, vagamos por la vida tratando de darle sentido.

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  • (NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/qa11-encuentros-inesperados-organizar-nuestra-informacion-diseno-humano-cambios-de-sector-estoicismo-objetivos-y-un-intringulis/)

    ¡Último Preguntas y respuestas de la temporada! Y ha quedado bastante bastante variado.

    Se nos han cruzado fortuitos, Sistemas de organización de nuestra información, diseño humano, cambios de sector, estoicismo, formas de organizar nuestros objetivos y hasta una pregunta hipotética sobre cómo vivir miles de vidas.

    Por cierto, que me habéis avisado varias personas de que en algunos de los anteriores, las preguntas de la audiencia sólo sonaban por un canal y no en estéreo. Perdonad, fue un fallo técnico al exportarlas desde whatsapp, pero espero que haya quedado resuelto.

    Con este capítulo creo que me he puesto casi al día, me parece que queda algún audio suelto, pero esos ya serán para la próxima temporada.

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  • (NOTAS COMPLETAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/199-conversaciones-dificiles)

    Hay cuatro palabras ante las que hasta la persona más valiente tiembla:

    «Cariño, tenemos que hablar»

    Aunque en realidad, para quien las pronuncia tampoco suele ser sencillo. Es más, habitualmente van precedidas de días de darle vueltas a lo que sea de lo que se quiere hablar. A los argumentos que se usarán, a las reacciones de la otra persona o a las posibles consecuencias que esa conversación tenga.

    Y todo esto es antes de que suceda. Durante la conversación, la mitad de las veces acabamos por no decir lo que queríamos decir. Y casi la otra mitad, por decirlo mal o porque la conversación descarrile y acabemos discutiendo sobre nosequé cosa que sucedió hace nosecuántos meses sin saber muy bien cómo hemos terminado allí.

    Esto, además, no sucede sólo en nuestra vida personal. Ocurre constantemente en el ámbito profesional. Nos suele costar mucho abordar cualquier tipo de conversación incómoda o difícil sobre nuestro trabajo, nuestro salario, dar nuestra opinión a otras personas…

    Sin embargo, las conversaciones difíciles son una parte esencial de nuestras interacciones con otros. A veces, nos maravillamos ante quienes tienen la capacidad de afrontarlas con empatía y asertividad, quienes son capaces de decir lo que necesitan decir, sin que la cosa descarrile y, mejor aún, sin hacer que la otra persona se sienta atacada.

    ¿Qué hacen diferente esas personas? ¿Podemos aprender de ellas? Pues espero que sí, porque vamos a dedicar el capítulo de hoy, precisamente, a las conversaciones difíciles.

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