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De todos los milagros relatados en la historia del éxodo israelita, ninguno como el episodio del Mar Rojo, el análisis crítico de este pasaje exige replantear la visión más popular, retomando errores filológicos y de interpretación textual y geográfica. Como en ningún otro episodio narrado en la Biblia, múltiples disciplinas (biblistas, historiadores, filólogos, arqueólogos, geólogos, geógrafos, oceanógrafos, climatólogos, teólogos, etc) han tenido algo que opinar en algún momento. Quizá se nos exija un poco de simplificación, un poco de sentido común para aceptar la plausibilidad de algunas hipótesis menos grandilocuentes que las mostradas por Hollywood, pero más ajustadas a los patrones de evidencia disponibles.
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De todos los milagros relatados en la historia del éxodo israelita, ninguno como el episodio del Mar Rojo, el análisis crítico de este pasaje exige replantear la visión más popular, retomando errores filológicos y de interpretación textual y geográfica. Como en ningún otro episodio narrado en la Biblia, múltiples disciplinas (biblistas, historiadores, filólogos, arqueólogos, geólogos, geógrafos, oceanógrafos, climatólogos, teólogos, etc) han tenido algo que opinar en algún momento. Quizá se nos exija un poco de simplificación, un poco de sentido común para aceptar la plausibilidad de algunas hipótesis menos grandilocuentes que las mostradas por Hollywood, pero más ajustadas a los patrones de evidencia disponibles.
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Las 10 plagas de Egipto son uno de los relatos más recordados de la Biblia; como todo el núcleo de las historias del éxodo, son de una amplia recordación en la cultura popular y permanecen inmersas en el saber colectivo de la humanidad. Los habitantes del siglo XXI encuentran difícil comprender la noción de plagas, para muchos bordean el reino de lo irreal; son materia de cuentos, mitos y leyendas, pero olvidamos que catástrofes climáticas, ambientales o epidémicas están a la orden del día y nos rodean sin que nos percatemos de ello. Así lo fue para el mundo bíblico, las plagas fueron muy reales, incluso omnipresentes en la historia antigua. Una vez más a través de diversas hipótesis intentaremos darle marco histórico a los relatos de la Biblia, en esta ocasión a las 10 plagas, narración inmersa en algún momento de la historia de Egipto.
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La discusión de la historicidad de Moisés parte de la crítica textual, ya que hasta el momento no existe evidencia arqueológica que demuestre su existencia histórica. Los textos presentan un personaje vívido, rico en matices y de psicología compleja, un personaje con una vida privada fracturada en múltiples ocasiones por el dolor y el sufrimiento, pero una vida pública absolutamente pasmosa que retumba hasta nuestros días. Las múltiples caras de Moisés, su vida como príncipe, como militar y finalmente como "rey" y legislador de una nación en busca de un territorio, contrastan con su vida como pastor en Madián, sus inseguridades en el episodio de la Zarza ardiente, el golpe a la Roca, su "muerte" en Moab y el incierto destino de sus hijos, que reflejan las paradojas de un siervo sufriente, con hondos sacrificios en su vida privada, pero trascendental en lo público como pocos.
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Moisés es un personaje trascendental en la historia de la religión y de la humanidad, es una figura central para el judaísmo, el cristianismo y el Islam. Para el judaísmo Moisés es la piedra angular de su edificio, mucho más que un mero legislador, un profeta, un general o un rey. Realmente Moisés es el padre fundador de Israel, aquel que consolidó las promesas hechas sobre los patriarcas en un proyecto social utópico, pero duradero, que representa nada menos que uno de los cimientos de la civilización occidental tal y como la conocemos. Se discute muy a menudo su historicidad, pero la resonancia histórica de su figura, su sombra, deja pocas dudas de su paso por la tierra.
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Repensar la narrativa bíblica del periodo patriarcal y del éxodo ubicándola en el imperio medio de Egipto sincroniza maravillosamente la evidencia arqueológica y el texto, tanto los hechos narrados acerca de la conquista, como del periodo de Jueces se sincronizan con eventos históricos datables en fuentes extra bíblicas. No obstante, un problema cronológico de 170 años pareciera desautorizar el versículo de 1 Reyes 6:1. Muchos expertos han reclamado una reconstrucción de la cronología egipcia de la antigüedad, pero esto implicaría serias consecuencias para las cronologías que dependen de la egipcia (Canaán, Asiria, Mesopotamia, Grecia); la mayoría de expertos ven esto como un imposible.
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El ascenso del escepticismo en torno a la verdad histórica del éxodo a lo largo de la segunda mitad del siglo XX se propició ante todo por los hallazgos de la excavación de Jericó por parte del equipo de Kathleen Kenyoun; Jericó si cayó en un patrón de hechos como los narrados en el libro de Josué, pero la datación arqueológica nos envía al año 1550 a.C, tres o cuatro siglos antes de lo esperable según la teoría "remsesiana" del éxodo. Repensar estos hechos y ubicar la narrativa bíblica del periodo patriarcal y del éxodo en el imperio medio de Egipto sincroniza maravillosamente la evidencia arqueológica y el texto, pero genera un problema cronológico de 170 años que pareciera desautorizar el versículo de 1 Reyes 6:1. Muchos expertos han reclamado una reconstrucción de la cronología egipcia de la antigüedad, pero esto implicaría serias consecuencias para las cronologías que dependen de la egipcia (Canaán, Asiria, Mesopotamia, Grecia); la mayoría de expertos ven esto como un imposible.
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La evidencia arqueológica del éxodo es esquiva y los datos disponibles ubican tanto la vida de los patriarcas, como el éxodo en el Imperio Medio de Egipto y no en el Imperio Nuevo como ha sido la postura clásica. Reconciliar la evidencia existente implica replantearse aspectos cronológicos y textuales, tanto académicos como biblistas deben estar dispuestos a renunciar a posiciones inamovibles.
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La historia del éxodo es la más inspiradora de las tradiciones del judaísmo, es de hecho su hito fundacional. Ninguna historia de la Biblia (excepto la vida misma de Yeshúa) ha causado más fascinación y perdurabilidad en el imaginario colectivo, en la cultura universal que el relato del Éxodo Israelita. De como un pueblo esclavo es liberado de la opresión ejercida por el mayor imperio de la época, de las 10 plagas, de la muerte de los primogénitos, de la apertura del mar, de la muerte del Faraón, de la icónica y grandiosa figura de Moisés. Nos quedamos cortos al establecer el prolegómeno del capítulo que tenemos en frente y los que se nos vienen, en este el último capítulo de la segunda temporada de la Biblia en la Historia que nos sirve además como excusa e introducción a nuestra tercera temporada. Los hechos narrados son tan extraordinarios, que han sido comidilla por igual de los escépticos y de los antisemitas por generaciones.
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El libro de Génesis concluye con los interesantes relatos de la muerte de Yaacob y Yósef en Egipto, relatos que evidencian aspectos que fácilmente pasamos por alto en la lectura, por ejemplo, que Yaacob y Yósef fueron momificados, pero que finalmente sus restos fueron dispuestos en la tierra de Israel (en Siquem y en Hebrón respectivamente). El relato nos muestra la tentadora discusióm de comparar la visión de la muerte que tenían los egipcios, con la rotundamente diferenciada visión que al respecto marcaron los hebreos. La cultura funeraria egipcia, absolutamente exuberante, es al mismo tiempo pueril en términos filosóficos, sobre todo si se la compara con la visión que el pueblo de Israel recibió en la Torah. La Torah es llamada el libro de la vida, entre tanto, y en contraposición, el libro de los muertos fue el canón fundamental del credo egipcio.
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El ascenso de un esclavo al poder, es un relato que tiene un profundo significado espiritual y profético para los creyentes (la historia de salvación de Israel y sus hijos), pero al margen de ello, es una de las obras maestras de la literatura universal, entretejida a través de un relato delicado, preciso y conmovedor que le convierten en una pieza literaria clásica. Claro está, nos interesa apreciar cómo los hechos relatados son perfectamente enmarcables en el segundo periodo intermedio egipcio, un momento de desagregación política y social, difícilmente retratado por los escribas y en el que un Visir semita es completamente plausible. El libro de Génesis muestra como el papel político que jugó Yósef es perfectamente coincidente con las funciones del Visir, relatadas en otras fuentes de la historiografía egipcia.
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Mashiaj Ben Yósef, Mesías hijo de José, es la visión talmúdica que se designó para condensar en una persona las profecías acerca del siervo sufriente, aquel que traería la redención a Israel. La mejor de todas estas sombras es proyectada sobre la vida de Yósef, de allí su nombre. El fino arte literario que contiene Génesis relatando las vidas de Yaacob y de Yósef empieza a llegar a su clímax; la sucesión de coincidencias providenciales van entretejiendo el momento de redención para Yósef, quien estando preso interpreta acertadamente los sueños de dos funcionarios de la casa real. Al final, un detalle le impide a Yósef salir de la cárcel, su obediencia no había sido perfeccionada.
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La vida de Yosef es la consumación de la historia de Israel, es el primogénito, la sombra del Mesías sufriente, la redención de Israel. Es a la vez la clave histórica más reveladora del libro de Génesis. Un hecho extraordinario de su vida, el ascenso desde la esclavitud hasta el gobierno de Egipto, por extravagante que suene, se constituye en la bisagra para entender la cronología comparada de la era patriarcal.
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La historia de Siquem es apasionante, allí el patriarca Jacob compró los primeros terrenos en Canaán, allí se vivió el primer conflicto (el rapto de Dina), allí fue Yosef a buscar a sus hermanos cuando fue vendido, allí se proclamaron las bendiciones y maldiciones de la Torah, allí entró en pacto Israel con el Señor en época de Moshé y se ratificó en época de Yeoshúa, allí Yeshúa habló con la samaritana. Allí fue el lugar en el que Abram recibió la promesa de posesión de la tierra, es la PUERTA misma de Israel.
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La vida de Yaacob ofrece uno de los ejes proféticos de la Biblia. El patriarca es una señal para la historia de Israel, todos los aspectos de su vida reflejan de forma directa la vida de la nación: su carácter, su peregrinación, las dos diásporas, los dos campamentos, las 12 tribus, la enemistad con Esaú, la primogenitura, el sacerdocio, la servidumbre y la señal de la redención, todos son sombras de la historia de Israel. Incluso la muerte del patriarca y su sepultura ofrecen ecos proféticos y políticos que subyacen hasta nuestros días.
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Venimos (en los dos capítulos anteriores) de plantear una dicotomía histórica medular en la Biblia: la descendencia de Abraham (el "hijo del esfuerzo humano" en contraposición al "hijo de la promesa"; Ismael versus Isaac) y especulábamos en torno a los ecos históricos de esta disyuntiva. Como si fuera poco, en Isaac se repite el fenómeno y la vida de los mellizos plantea un reto similar. Si la Biblia, es en un sentido simple "Una Historia de Israel (Jacob)", pues Israel tiene un hermano, Edom (Esaú) y su papel en la Biblia es trascendental.
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La vida de Ismael entrega al lector una coordenada histórica que contiene ecos vigentes para entender el panorama geopolítico actual. La presencia de odios remotos (por muchos calificados como una sobre-explicación, prácticamente un cliché) que han trascendido al plano de lo nacional, encuentran una tentadora explicación mítica y psicológica en el "Hombre indómito" descrito en Génesis. Aunque no es lo único que caracteriza la vida de Ismael, aspectos proféticos y éticos embellecen los pasajes de Génesis que narran la vida del patriarca.
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Continuamos con nuestra serie de la era patriarcal. La vida de Isaac nos ofrece muchas coordenadas históricas, pistas, retos de interpretación dada la concurrencia de múltiples anacronismos que para gusto de muchos evidencian distintas capas compositivas del relato y apoyan fuertemente la hipótesis documental de Wellhausen. Un interesante, rico y denso capítulo.
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Como dice Paul Johnson en su magistral introducción a “La Historia de los judíos”, Hebrón es una muestra de la tenacidad del pueblo judío para superar los avatares de la historia y al mismo tiempo un fiel reflejo de la insegura ambivalencia en la ocupación de la tierra. El proceso de construcción de una identidad nacional se consuma con el reconocimiento a la ocupación de un territorio y esa ha sido la gran tragedia y la gran paradoja del pueblo judío a lo largo de su historia y Hebrón uno de los mejores símbolos para reflejarla. La Vía Maris (camino del mar) ha desempeñado un papel histórico relevante en los procesos históricos del Levante, Mesopotamia y Egipto, por así decirlo ha sido el eje geográfico del desarrollo de la civilización en esta región. Reflexionamos sobre algunos aspectos históricos, proféticos y de identidad de los israelitas y puntualmente del pueblo judío, tomando como eje temático LA VÍA MARIS.
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Múltiples señales indirectas nos permiten indicar la ubicación del periodo patriarcal al inicio del segundo milenio. A la misma cronología bíblica, el precio de los esclavos, la estructura narrativa de los pactos, el contexto geopolítico, señales climáticas y ecológicas y referencias históricas a Egipto (entre otras) se añaden para permitirnos establecer esta asociación.
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