エピソード
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El último capítulo de «Familia Romana», primer volumen del método Orberg, es un extracto del «Ars minor» de Elio Donato (siglo IV d.C.), un librito sobre gramática que sirvió como material educativo hasta bien entrada la Edad Media. Con esto llegamos al final de la primera temporada. Volveremos con «Roma Aeterna». ¡Gracias por escuchar!
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Hemos avanzado tanto en el estudio de la lengua latina que ya somos capaces de leer textos originales. En este capítulo, en el que continúa la fiesta en casa de Julio y Emilia y ya nos despedimos de los personajes, podrás leer poemas de Ovidio, Catulo y varios epigramas de Marcial.
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Emilia les lee a sus invitados la carta que acaba de recibir de su hermano Emilio, que está luchando en el frente de Germania contra los bárbaros. Así descubrimos cómo se organizaba el ejército romano y apreciamos, de primera mano, cómo se vivía la guerra desde la perspectiva de un soldado, alguien que está arrepentido de no haber continuado sus estudios.
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En este capítulo veremos por última vez a Medo y Lidia, quienes, tras un pequeño susto con supuestos piratas, prosiguen su camino hacia Grecia. Pero todavía tenemos tiempo para conocer un poco más sobre la vida del que fue esclavo de Julio y sobre cómo terminó sin libertad.
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Seguimos en el banquete que han preparado Julio y Emilia para sus amigos Orontes, Paula, Cornelio y Fabia, pero el vino empieza a hacer mella en uno de ellos. Además, las conversaciones se cruzan y aparece el nombre de Medo, el esclavo ladrón. Por otro lado, es la primera vez que aparece una cita de un autor clásico, Ovidio. Y se nos introduce el gerundio. Un capítulo muy completo.
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Julio y Emilia han invitado a dos parejas a cenar. Asistimos, pues, a todo un banquete en el triclinio, el espacio dedicado a comer dentro de una casa romana. Comen cerdo, verdura, nueces, manzanas... y todo regado con el mejor vino del anfitrión, aunque a sus invitados no les guste demasiado.
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En la antigua Roma se decía que alguien era más feliz que Arión. No era para menos. Cuenta la fábula que Arión de Lesbos hizo gran fortuna en Italia cantando y tocando la lira. De regreso a Grecia, los marineros del barco en el que iba le robaron y pretendían lanzarlo por la borda. Pero él pidió un último deseo: cantar antes de saltar. ¿Qué pasó después? Nos lo cuenta el timonel del barco en el que viajan Medo y Lidia.
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En alta mar, una vez pasada la tormenta, Medo le pregunta a Lidia sobre ese «señor» al que invocó antes y que, según ella, les ha permitido no naufragar. Es momento de leer algunos pasajes de la Vulgata, la traducción latina de la Biblia por parte de san Jerónimo a finales del siglo IV d.C., algo que, aun con ligeras modificaciones, ya puedes hacer a estas alturas del método Ørberg.
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Nos trasladamos en este episodio a un lugar cercano al monte Albano, donde Julio tiene unos terrenos en los que cultiva trigo y uva. Allí encuentra solaz. Pero algo no marcha bien hoy: uno de sus agricultores le debe varios meses de dinero y se acaba de enterar de que el pastor casi pierda a una de sus ovejas (algo que nosotros ya sabemos desde el capítulo noveno). Para colmo, en estas páginas aprendemos cómo se forma el subjuntivo en latín.
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Después de la muerte del Minotauro, el rey Minos la toma con el constructor del laberinto, Dédalo, y lo encierra allí junto con su hijo, Ícaro. Esta nueva fábula, que abarca todo el capítulo, introduce también el gerundio. Con ella, la esclava Syra pretende que Quinto entienda que siempre hay que hacer caso a los padres. Para no terminar como Ícaro: dando nombre a una isla.
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La esclava Syra, que viene de Grecia, sabe muchas fábulas y relatos de allí. Una de esas historias es la de Teseo y el Minotauro. En este nuevo capítulo descubriremos cómo logró el joven ateniense salir del laberinto gracias a la ayuda de Ariadna, lo que sucedió con ella después y lo que le ocurrió a Egeo, el padre de Teseo.
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La esclava Syra hace compañía al joven Quinto, que sigue convaleciente desde que se cayó de un árbol hace ya varios capítulos. El niño quiere saber lo que ha ocurrido con su hermano y con esa visita inesperada y es el momento perfecto para introducir el pluscuamperfecto, una forma de construcción muy sencilla.
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En este episodio, además de aprender el participio y el infinitivo de futuro en latín (que aparece en la conocida frase CAESAR, MORITURI TE SALUTANT), asistimos a la lectura de la carta del maestro Diodoro, lo que no va a gustar al paterfamilias Julio, que terminará encerrando en su habitación al díscolo Marcos.
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Un visitante llega a la villa de nuestra familia y lo primero que ve es la inscripción que hay en el umbral de la puerta: CAVE CANEM. Vendría a ser: «Cuidado con el perro». De ese verbo CAVEO viene «precaución» o «precavido». ¿Quién llega? Es el cartero, quien, después de un encontronazo con el perro, logra entregarle al portero de la villa la misiva del MAGISTER Diodoro.
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Marcos vuelve de la escuela mojado, ensangrentado y sucio. Se ha peleado con un compañero y ha caminado bajo la lluvia durante un buen rato. Está tan sucio que su padre le dice que parece un cerdo. En el relato de lo acontecido, Marcos tiene que utilizar el tiempo perfecto, por lo que ya conocemos una nueva forma verbal.
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Es tiempo de hablar del futuro, ya que nuestra familia romana pronto tendrá un miembro más. Emilia está embarazada y, a pesar de que en un primer momento Julio no parece saber por dónde van los tiros, está aparentemente feliz. Aunque su esposa cree que lo estará aún más si el futuro bebé es niño en lugar de niña. ¿Qué pensará de todo esto la pequeña Julia?
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Mientras Marcos está en la escuela, Quinto durmiendo y Julia (suponemos) jugando con alguna esclava, los esposos, los cónyuges pasean por el peristilo de la villa y recuerdan tiempos pasados. Es un buen momento para introducir el pretérito imperfecto, que es muy fácil de reconocer, pues en latín la forma regular siempre tiene la desinencia -BA-, como en la primera conjugación del español.
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Es el turno de practicar la escritura en la escuela. Veremos que Diodoro, el maestro, tiene muchísima paciencia, sobre todo con Marcos, que aprovecha cualquier momento para sacarlo de quicio. Él, como todos los alumnos de la antigua Roma, escribían en tablillas enceradas con un punzón, algo muy parecido a los que hoy utilizan tabletas y lápices electrónicos.
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Volvemos a la escuela, donde el MAGISTER DIODORUS trata de enseñarles los números. Pero cuidado, porque hay algunos NUMERI DIFFICILES. Pronto lo veremos. Sabemos que nos encontramos en la primera etapa de la educación romana, la que comprendía entre los 7 y 11 años, donde los niños básicamente aprendían las letras, los números y algunas cuestiones básicas de civismo. Y, tal como pasa en la actualidad, ¿qué mejor forma de comprender las cuentas que con monedas? Y así conoceremos el AS, el DENARIUS o el SESTERTIUS.
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En este nuevo capítulo del método Ørberg nos adentramos en una nave romana que parte hacia Grecia con dos conocidos nuestros: Medo y Lidia. También nos servirá para aprender y comprender algunos verbos deponentes, verbos que se conjugan en voz pasiva en latín, pero que se traducen al español en voz activa. Pronto, el barco y toda la tripulación se verán envueltos en una tempestad y temerán por sus vidas. Medo pide auxilio a Neptuno, pero Lidia lo hace a un DOMINUS al que el esclavo no conoce. ¿De quién se trata?
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