エピソード

  • Lectura del santo evangelio según san Juan (11,45-57):
    EN aquel tiempo,muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.
    Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron:
    «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación».
    Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo:
    «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera».
    Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.
    Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos.
    Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban:
    «¿Qué os parece? ¿Vendrá a la fiesta?».
    Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.
    Palabra del Señor

  • Lectura del santo evangelio según san Juan (10,31-42):
    EN aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.
    Elles replicó:
    «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».
    Los judíos le contestaron:
    «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios».
    Jesús les replicó:
    «¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre».
    Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.
    Muchos acudieron a él y decían:
    «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad».
    Y muchos creyeron en él allí.
    Palabra del Señor

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  • Lectura del santo evangelio según san Juan (8,51-59):
    EN aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
    «En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».
    Los judíos le dijeron:
    «Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?».
    Jesús contestó:
    «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría».
    Los judíos le dijeron:
    «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?».
    Jesús les dijo:
    «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy».
    Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
    Palabra del Señor

  • Lectura del santo evangelio según san Juan (8,31-42):
    EN aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él:
    «Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres».
    Le replicaron:
    «Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”?».
    Jesús les contestó:
    «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra no cala en vosotros. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre».
    Ellos replicaron:
    «Nuestro padre es Abrahán».
    Jesús les dijo:
    «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios; y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre».
    Le replicaron:
    «Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios».
    Jesús les contestó:
    «Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió».
    Palabra del Señor

  • Lectura del santo evangelio según san Juan (8,21-30):
    EN aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
    «Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros».
    Y los judíos comentaban:
    «¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: “Donde yo voy no podéis venir vosotros”?».
    Y él les dijo:
    «Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis en vuestros pecados: pues, si no creéis que Yo soy, moriréis en vuestros pecados».
    Ellos le decían:
    «¿Quién eres tú?».
    Jesús les contestó:
    «Lo que os estoy diciendo desde el principio. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me ha enviado es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él».
    Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre.
    Y entonces dijo Jesús:
    «Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada».
    Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.
    Palabra del Señor

  • Lectura del santo evangelio según san Juan (8,1-11):
    EN aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
    Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
    «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
    Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
    Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
    Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
    «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
    E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
    Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
    Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
    Jesús se incorporó y le preguntó:
    «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
    Ella contestó:
    «Ninguno, Señor».
    Jesús dijo:
    «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
    Palabra del Señor

  • Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,26-38):
    A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
    El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
    Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
    El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
    Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
    El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
    María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
    Y la dejó el ángel.
    Palabra del Señor

  • Lectura del santo evangelio según san Juan (7,1-2.10.25-30):
    EN aquel tiempo, recorría Jesús Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas.
    Una vez que sus hermanos se hubieron marchado a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.
    Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron:
    «¿No es este el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que este es el Mesías? Pero este sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene».
    Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó:
    «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía; a ese vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado».
    Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.
    Palabra del Señor

  • Lectura del santo evangelio según san Juan (5,31-47):
    EN aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
    «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí.
    Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
    Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.
    Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no lo creéis.
    Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros.
    Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis.
    ¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».
    Palabra del Señor

  • Lectura del santo evangelio según san Juan (5,17-30):
    EN aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
    «Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo».
    Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.
    Jesús tomó la palabra y les dijo:
    «En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro asombro.
    Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.
    Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.
    En verdad, en verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.
    En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán.
    Porque, igual que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en sí mismo. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre.
    No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio.
    Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».
    Palabra del Señor

  • Lectura del santo evangelio según san Juan (5,1-16):
    SE celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
    Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.
    Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
    Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
    «¿Quieres quedar sano?».
    El enfermo le contestó:
    «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».
    Jesús le dice:
    «Levántate, toma tu camilla y echa a andar».
    Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
    Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:
    «Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla».
    Él les contestó:
    «El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”».
    Ellos le preguntaron:
    «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».
    Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado.
    Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
    «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor».
    Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
    Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
    Palabra del Señor

  • Salve, custodio del Redentor
    y esposo de la Virgen María.
    A ti Dios confió a su Hijo,
    en ti María depositó su confianza,
    contigo Cristo se forjó como hombre.

    Oh, bienaventurado José,
    muéstrate padre también a nosotros
    y guíanos en el camino de la vida.
    Concédenos gracia, misericordia y valentía,
    y defiéndenos de todo mal. Amén.

  • Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,9-14):
    EN aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:
    «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
    “Oh, Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.
    El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “Oh, Dios!, ten compasión de este pecador”.
    Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
    Palabra del Señor

  • Meditación del Papa Francisco

    Para conocer a Dios nuestro intelecto, la razón es insuficiente. Dios se conoce totalmente en el encuentro con Él, y para el encuentro la razón no basta. Hace falta algo más:

    ¡Dios es amor! Y sólo por el camino del amor puedes conocer a Dios. Amor razonable, acompañado de la razón. ¡Pero amor! '¿Pero cómo puedo amar lo que no conozco?'; 'Ama a los que tienes cerca'. Y esta es la doctrina de los dos mandamientos: El más importante es amar a Dios, porque Él es amor; Pero el segundo es amar al prójimo, pero para llegar al primero debemos subir los escalones del segundo: es decir, a través del amor al prójimo llegamos a conocer a Dios, que es amor. Sólo amando razonablemente, pero amando, podemos llegar a este amor.

    Es por eso que debemos amarnos los unos a los otros, porque el amor es de Dios y quien ama ha sido engendrado por Dios. Para conocer a Dios hay que amar. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 8 de enero de 2015, en Santa Marta).

  • Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,14-23):

    EN aquel tiempo, estaba Jesús echando un demonio que era mudo.
    Sucedió que, apenas salió el demonio, empezó a hablar el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron:
    «Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios».
    Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Él, conociendo sus pensamientos, les dijo:
    «Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues, también Satanás se ha dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Pues vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú. Pero, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.
    Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín.
    El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama».

    Palabra del Señor

  • Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,17-19):

    EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
    «No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
    En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
    El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
    Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».

    Palabra del Señor

  • Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,21-35):

    EN aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
    «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?».
    Jesús le contesta:
    «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
    Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
    “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.
    Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo:
    “Págame lo que me debes”.
    El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo:
    “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré”.
    Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
    Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
    “¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”.
    Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
    Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».

    Palabra del Señor

  • Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,24-30):

    HABIENDO llegado Jesús a Nazaret, le dijo al pueblo en la sinagoga:
    «En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naámán, el sirio».
    Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo.
    Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.

  • Lectura del santo evangelio según san Lucas (15,1-3.11-32):

    EN aquel tiempo, se acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
    «Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
    Jesús les dijo esta parábola:
    «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
    “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.
    El padre les repartió los bienes.
    No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
    Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
    Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían ¡os cerdos, pero nadie le daba nada.
    Recapacitando entonces, se dijo:
    “Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
    Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
    Su hijo le dijo:
    “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.
    Pero el padre dijo a sus criados:
    “Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”.
    Y empezaron a celebrar el banquete.
    Su hijo mayor estaba en el campo.
    Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
    Este le contestó:
    “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado e! ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.
    Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
    Entonces él respondió a su padre:
    “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.
    El padre le dijo:
    “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».

    Palabra del Señor

  • Lectura del santo evangelio según san Mateo (21,33-43.45-46):

    EN aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
    «Escuchad otra parábola:
    “Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cayó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos.
    Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon.
    Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: ‘Tendrán respeto a mi hijo’.
    Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: ‘Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia’.
    Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron.
    Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?”».
    Le contestan:
    «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo».
    Y Jesús les dice:
    «¿No habéis leído nunca en la Escritura:
    “La piedra que desecharon los arquitectos
    es ahora la piedra angular.
    Es el Señor quien lo ha hecho,
    ha sido un milagro patente”?
    Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».
    Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos.
    Y, aunque intentaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.

    Palabra del Señor