エピソード

  • Lee Génesis 26:6–35

    Si bien a menudo celebramos la maravillosa gracia de Dios, en el fondo podemos sentir que sería mejor si de alguna manera pudiéramos hacer algo para recibirla. Quizás nuestro orgullo se calmaría si de alguna manera pudiéramos ganarnos el favor de Dios. Sin embargo, una y otra vez, las Escrituras nos enseñan que el compromiso de Dios de salvar y redimir a Su pueblo no se basa en nada de lo que hayamos hecho, sino únicamente en Su gracia.

    En Génesis 26, Isaac actuó con miedo a pesar de que Dios había prometido estar con él y protegerlo (vv. 2–5). Como su padre antes que él, Isaac temía ser maltratado a causa de su esposa. Entonces, dijo que Rebeca era su hermana (v. 7). Pero, como suele decirse, “Con el tiempo, es mejor una verdad dolorosa que una mentira útil”. Isaac fue visto “acariciando” a su esposa de una manera que dejaba claro que ella no era su hermana (v. 8). Cuando Abimelec se enteró, emitió un decreto para garantizar que Isaac y Rebeca estuvieran a salvo (v. 11).

    En todo esto, Dios estuvo con Isaac, protegiéndolo y bendiciéndolo con abundantes cosechas (vv. 12–13). Su riqueza provocó la envidia de quienes lo rodeaban y fue expulsado a otra zona del país (v. 16). Después de esto, Isaac tuvo una serie de problemas por los derechos al agua. Sin embargo, Dios protegió y proveyó por Isaac. Al final, las potencias políticas de la región firmaron un tratado con él. Estos reyes gentiles vieron claramente la mano del Señor con Isaac e hicieron las paces con él (vv. 28–29).

    Un comentarista de la Biblia describió a Isaac así: “Es tímido, teme por su propio pellejo; está dispuesto a mentir y poner en riesgo a su esposa para salvarse”. Sin embargo, a pesar de su debilidad, Dios sería fiel a Sus promesas de que a través de Abraham el mundo sería bendecido.

    ¿Cómo podría alguien describir tus defectos de carácter? A pesar de tus debilidades, ¿cuáles son algunas maneras en que has experimentado la gracia de Dios en tu vida?

    Ora con nosotros

    ¡Señor, eres un Dios misericordioso! Al enfrentarnos a nuestros defectos, dificultades y tristezas, podemos decir: “en el día de la aflicción él me resguardará en su morada; . . . me protegerá y me pondrá en alto sobre una roca” (Salmos 27:5).

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  • Lee Génesis 26:1–5

    Cuando una pareja se casa, promete amarse, honrarse y ser fiel el uno al otro “hasta que la muerte los separe”. Qué tan bien cumplan esas promesas tiene un efecto decisivo en su relación. Si esas promesas no se cumplen, su relación lo resiente.

    Génesis 26 comienza con la frase: “En ese tiempo hubo mucha hambre en aquella región” (v. 1). Las hambrunas eran comunes en la antigua Canaán, pero eso no las hacía menos intolerables. El hambre llevó a la gente a desarraigar sus vidas en busca de alimentos. En esa parte del mundo, la mayoría de la gente sobreviviría yendo a Egipto. Gracias a las inundaciones del río Nilo, Egipto no dependía de la lluvia para sus cultivos y a menudo estaba a salvo del hambre.

    Isaac viajó a Guerar en busca de comida. Tal vez iba a Egipto ya que Guerar estaba en camino. Ahí, el Señor se le apareció y le advirtió: “No vayas a Egipto” (v. 2). Isaac no debía confiar en su capacidad ni en la sabiduría del mundo para sobrevivir esta hambruna, sino en Dios. Esta es la primera vez en la Biblia donde Dios le dice a alguien: “Yo estaré contigo” (v. 3). Dios afirmó la promesa que le hizo a Abraham de multiplicar la descendencia de Isaac y darles la tierra de Canaán (vv. 3–4). Dios llamó a Isaac a creer y confiar en Su promesa, tal como lo había hecho Su padre (v. 5).

    Dios ha prometido estar con Sus hijos hoy (Mateo 28:20). Él ha prometido que, si tenemos fe en lo que Jesús ha hecho por nosotros, podremos ser perdonados y tener vida eterna con Él (Juan 3:16).

    ¿Qué pudo haber hecho que Isaac dudara de la promesa de Dios? ¿Qué nos hace dudar de que Dios proveerá? ¿Cómo puedes fortalecer tu fe en la fidelidad de Dios y que te guardará hasta el fin? (1 Corintios 1:8)

    Ora con nosotros

    Señor Dios, has sido fiel a Abraham, Isaac y Jacob. Les enseñaste a confiar en Ti y no en sus habilidades o en la sabiduría del mundo. Te agradecemos que de la misma manera enseñas y guías a Tu pueblo hoy.

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  • Lee Génesis 25:19–34

    No es fácil esperar. Estamos acostumbrados a conseguir las cosas rápidamente. La Internet ha hecho posible obtener casi cualquier información que queramos de forma inmediata. Cuando se trata de pedir cosas en línea, me impaciento si no llegan a casa en un día.

    Hoy comenzamos nuestro estudio de la segunda mitad del libro de Génesis. En el capítulo 25, conocemos a Jacob, el hijo de Isaac, un hombre que aprendería mucho sobre esperar en el Señor. Antes de que él naciera, Rebeca, la madre de Jacob, notó que algo extraño sucedía en su vientre. Angustiada por esto, consultó al Señor, quien le contestó: “Dos naciones hay en tu seno . . . uno será más fuerte que el otro y el mayor servirá al menor” (v. 23). Contra toda expectativa, Dios le dijo a Rebeca que el menor sería el líder de la familia y recibiría la promesa de Abraham.

    Aunque Jacob y Esaú eran hermanos, no tenían mucho en común. Esaú amaba el aire libre, la caza y un estilo de vida activo, mientras que Jacob era una persona hogareña (v. 27). Esaú era el favorito de su padre, mientras que Rebeca prefería a Jacob (v. 28).

    El pasaje finaliza con una breve historia que caracteriza a ambos hermanos. Se nos presenta a Esaú como irreflexivo y guiado por el apetito. Volvió de cazar hambriento y le rogó a su hermano por algo de guisado (v. 30). Para obtenerlo, estuvo dispuesto a vender su primogenitura (vv. 32–33). Cambió uno de los derechos más importantes y valiosos que tenía por una comida. Jacob, por otra parte, se nos presenta como alguien de sangre fría y calculador. En lugar de tener compasión por su hermano, aprovechó la oportunidad para avanzarse a sí mismo (vv. 31–33). En lugar de esperar el tiempo del Señor, utilizó su propio esfuerzo.

    ¿Hay algún área de tu vida en la que tienes que esperar? ¿Cómo ha trabajado Dios durante los tiempos de espera en tu pasado?

    Ora con nosotros

    Al comenzar el estudio de este mes, Te pedimos, Señor, que aumentes nuestra fe en Tus promesas y que nos infundas paciencia para esperar su cumplimiento. Qué alegría es saber que Tu tiempo es perfecto y Tus promesas son fieles y verdaderas.

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  • Lee Mateo 28:16–20

    Si alguna vez has hecho una caminata por un parque estatal, sabes que el camino no siempre es claro. Llegas a un desvío en el camino y te preguntas si debes dirigirte hacia la izquierda o hacia la derecha. Tal vez consultes a tu guía de senderos o busques un marcador que te indique la dirección correcta.

    Al cerrar el evangelio de Mateo, vemos a Jesús resucitado reunir a Sus discípulos en una montaña de Galilea (v. 16). Ahí Jesús les presenta la que se ha llama “La gran comisión”. Este fue un momento importante para los discípulos, y confiarían en Jesús para que los ayudara en sus próximos pasos.

    Con estas palabras, Él los desafía a salir de su zona de confort, a ir y hacer discípulos de todas las naciones (v. 19) y luego les da la seguridad que necesitan. Él promete Su presencia: “Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (v. 20). La promesa de Jesús trae consuelo y fortaleza a Sus discípulos. Él les asegura, y a nosotros también, que no importan los desafíos que enfrentemos al seguirlo, no estamos solos.

    Al comienzo del evangelio Mateo declaró que Jesús es Emanuel “Dios con nosotros” (1:23) ahora, en el último versículo, completamos el círculo. Este último capítulo sobre la muerte y resurrección de Jesús hace eco de muchos de los temas que se presentaron en la narrativa del nacimiento de Jesús, no solo que Dios está con nosotros, sino que los gentiles serían incluidos en el plan de Dios (v. 19).

    Como seguidores de Cristo, debemos aventurarnos en el mundo, hacer discípulos y bautizar en Su nombre, todo con el consuelo de la presencia interminable del Señor. Al dar un paso en obediencia, tomemos en serio la bendición de la presencia del Señor “con nosotros” no sólo para hoy sino también para todos nuestros mañanas.

    ¿Estás listo para obedecer el mandato de Dios de “ir y hacer discípulos”? ¿Cómo te ayuda la seguridad de Su presencia a dar el siguiente paso?

    Ora con nosotros

    Equípanos, prepáranos, Señor Dios, para ir y hacer discípulos como Tú ordenaste en la gran comisión. Tu promesa de estar con nosotros siempre, “hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20), nos da esperanza y fuerza para hacerlo.

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  • Lee Mateo 28:1–10

    ¿Qué pasaría si de repente recibieras un mensaje de un ser querido que pensabas nunca volverías a ver? ¿Cómo reaccionarías? Ciertamente, sus palabras te impactarían por las buenas noticias y probablemente sentirías una gran alegría. Esto captura un pequeño fragmento de lo que las mujeres y los discípulos debieron haber sentido en Mateo 28 cuando experimentaron la poderosa presencia de su Señor resucitado.

    Este mes nos hemos centrado en el tema de la presencia de Dios en el Evangelio de Mateo. Pero en un giro irónico, el tema de la presencia del Señor en este pasaje se destaca por Su ausencia. (v. 26) La ausencia del cuerpo de Jesús de la tumba no es sólo una poderosa demostración de la victoria del Señor sobre el pecado y la muerte, sino que también proporciona una valiosa lección sobre Su presencia.

    María Magdalena y la otra María visitaron la tumba de Jesús al amanecer (v. 1). Para su sorpresa, un ángel del Señor estaba presente, habiendo quitado la piedra (v. 2). Era un lugar tan impactante que todos los presentes, incluidas no sólo las mujeres sino también los guardias romanos, temblaron de miedo (vv. 4–5).

    Luego, el ángel les dio a las mujeres un mensaje que lo cambió todo: “No está aquí, pues ha resucitado, tal como dijo. Vengan a ver el lugar donde estaba” (v. 6). Podemos estar seguros de que las emociones chocaron en el corazón de estas mujeres: ¡Jesús, a quien amaban y creían haber perdido, estaba vivo! Angustiadas por el miedo y por una gran alegría, corrieron a dar la buena nueva a los discípulos (v. 8). Mientras huían del sepulcro el Señor se les apareció personalmente, y abrazaron Sus pies y le adoraron (v. 9).

    La resurrección de Jesús es un poderoso recordatorio de la presencia de Dios. El Señor está con nosotros y Su presencia es nuestra principal fuente de esperanza, gozo y vida.

    ¿Qué esperaban encontrar las mujeres durante su visita a la tumba? ¿Qué descubrieron en su lugar? ¿Cómo fortalece esta escena tu propia fe?

    Ora con nosotros

    Qué maravilloso, Señor, que Tu tumba vacía sea una manifestación más de Tu presencia con nosotros. Nos regocijamos por Tu victoria sobre el pecado y la muerte y esperamos ansiosamente Tu regreso. ¡Mantennos fieles, oramos!

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  • Lee Mateo 27:45–55

    Todos hemos visto escenas espantosas en las noticias, ya sean las secuelas de un desastre natural o los efectos devastadores de la guerra. Es aún más impactante cuando eres testigo de un evento trágico con tus propios ojos, como un terrible accidente automovilístico. En cualquier caso, te abruma una oleada de empatía, compasión y una sensación de conexión profunda y dolorosa.

    Imagínate la profunda reacción de los presentes en la crucifixión de Jesús. Ser testigo de este evento sin duda sacudió a los espectadores hasta la médula, dejándolos aturdidos y asombrados. Mateo registra una de esas reacciones, la del centurión romano. Ante la muerte de Jesús, el hombre se dio cuenta de la presencia de Dios, lo que lo llevó a él y a otros presentes a declarar: “¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!” (v. 54).

    En la cruz, la presencia de Dios fue a la vez oscurecida y poderosamente revelada. Se oscureció por el anochecer y el grito de abandono de Jesús. El versículo 45 dice: “toda la tierra quedó en oscuridad”. Al mismo tiempo, se reveló en los acontecimientos trascendentales que sucedieron después del último aliento de Jesús; “la cortina del santuario del Templo se rasgó en dos, de arriba a abajo. La tierra tembló y se partieron las rocas” (v. 51). Además, se vio en el impacto transformador de la muerte de Jesús en quienes la presenciaron como el centurión (v. 54).

    La narrativa de la crucifixión en Mateo 27:45–55 no es fácil de procesar, pero contiene una verdad poderosa sobre la presencia de Dios. Dios está ahí incluso durante la oscuridad más profunda y el dolor más insoportable. Al contemplar la cruz hoy y los poderosos acontecimientos que rodearon la muerte de Jesús, quedémonos asombrados por el profundo amor y la presencia de Dios. Que esta reverencia nos impulse a declarar nuestra fe en Dios como el centurión.

    ¿Qué declaró el centurión romano acerca de Jesús? ¿Por qué lo dijo? ¿Qué cosas te llevaron a declarar que Jesús es el Hijo de Dios?

    Ora con nosotros

    Estamos asombrados por la poderosa revelación de Tu presencia en la Cruz. “La cruz excelsa al contemplar do Cristo allí por mí murió, nada se puede comparar con las riquezas de su amor” (Isaac Watts, 1707).

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  • Lee Mateo 26:17–30

    Las fiestas de despedida son ocasiones agridulces porque suelen ser una celebración alegre y un reflejo de los años pasados junto al que se va, pero también son un desafío emocional porque el homenajeado se va y los que quedan no podrán disfrutar la presencia física personal de la persona una vez que se marcha.

    En nuestro pasaje Jesús tiene una cena de despedida. Lo que generalmente se llama la “última cena” era parte de la celebración de la Pascua (v. 17). Durante la comida, Jesús parte el pan (v.26), que representa Su cuerpo que iba a ser sacrificado en la cruz, y sirve una copa de vino (v. 27), que simboliza Su sangre que será derramada. Luego comparte estos elementos con Sus discípulos, invitándolos a participar de este ritual como lección objetiva de Su sacrificio, Su amor y Su presencia. Toda la comida proporcionó un recuerdo de Su presencia entre ellos, pero en este punto Jesús declara que ya no beberá más del fruto de la vid hasta que todos estén físicamente reunidos nuevamente en el reino del Padre (v. 29).

    Cuando participamos de la comunión, el Señor no sólo es el anfitrión original de esta ordenanza, sino que también dirige nuestra atención a un tiempo futuro de observancia cuando todos estaremos juntos “con” Él, y Él una vez más participará de ella, el fruto de la vid en celebración de nuestra unificación física con Él en el “reino de mi Padre” (v. 29).

    La última cena sirve como un poderoso símbolo del amor y la presencia de Dios. Jesús, en vísperas de Su crucifixión, elige cenar con Sus discípulos, compartiendo con ellos no sólo la cena de Pascua sino, en última instancia, a Sí mismo. En Sus palabras y acciones, Él revela el amor íntimo y sacrificial de Dios por la humanidad y la realidad de la presencia del Señor entre nosotros.

    ¿Qué representan los elementos de la cena del Señor? ¿Qué significa cuando participamos en un servicio de comunión?

    Ora con nosotros

    Jesús, Tú nos diste otra señal de Tu presencia con nosotros cuando instituiste la comunión durante la “última cena”. Gracias por este poderoso recordatorio cada vez que participamos en la comunión de que Tú eres “Dios con nosotros”, nuestro Emanuel.

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  • Lee Mateo 25:31–46

    ¿Qué pasaría si tuvieras un espejo que no sólo reflejara tu apariencia exterior, sino que también pudiera revelar tu interior? El espejo mostraría cómo interactúas con otras personas que te rodean, particularmente con los más necesitados y menos reconocidos entre nosotros. Esto es similar a lo que hace Jesús en Mateo 25:31–46, cuando comunica una verdad profunda sobre el reconocimiento de Su presencia en aquellos con quienes nos encontramos en nuestra vida diaria.

    Este pasaje contiene la parábola de las ovejas y las cabras (vv. 31–40). Jesús examina a toda la gente de todas las naciones, separándolos en dos grupos: ovejas y cabras (v. 31). A uno se le da “castigo eterno” y al otro “vida eterna” (v. 46). Jesús usa un método único para distinguir a un grupo del otro; y se identificó con “lo más pequeño”: el hambriento, el sediento, el extraño, el desnudo, el enfermo y el prisionero (vv. 35–39). Cuando actuamos con amor hacia estas personas, nos encontramos con el Señor vivo mismo. Por el contrario, al descuidarlos, le damos la espalda a Jesús y corremos el riesgo de incurrir en castigos futuros.

    Jesús nos llama a ser personas de compasión. La presencia de Dios no sólo se encuentra en lugares esperados, como donde nos reunimos regularmente para adorar con otros creyentes, sino también a través de nuestros actos humildes de bondad hacia los demás. Debemos cultivar un corazón de compasión hacia “los más pequeños” (v. 40) porque cuando nos acercamos a los necesitados que nos rodean, lo hacemos como si el destinatario fuera Jesús mismo.

    Las palabras de Jesús son al mismo tiempo mesuradas y esclarecedoras: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí” (v. 40). La presencia de Jesús está intrínsecamente entrelazada con nuestras acciones e interacciones con los demás, especialmente aquellos que se encuentran al margen de la sociedad.

    ¿Cuál fue tu reacción ante esta parábola de las ovejas y las cabras? ¿Qué grupo refleja mejor tus acciones? ¿Cómo se puede cultivar un corazón compasivo?

    Ora con nosotros

    Espíritu Santo, enséñanos a reconocer la presencia de Jesús en los demás y a estar dispuestos a ayudarles. La parábola de las ovejas y las cabras nos humilla, al ver que Jesús se identifica con “el más pequeño”, las personas que a menudo evitamos o descuidamos.

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  • Lee Mateo 24:42–51

    Todas las familias de militares saben lo que se siente al esperar el regreso de su ser querido en servicio activo. No saben el día ni la hora exacta en que regresará su familiar, por lo que se mantienen preparados, ansiosos y atentos. La anticipación de la familia por el regreso de su ser querido a casa refleja nuestra vigilancia por el regreso de Cristo.

    En Mateo 24:42–51, Jesús nos llama a un estado de vigilancia constante a la luz de Su presencia física venidera. Aquí Jesús enfatiza la importancia de estar preparado. Como un dueño de casa que no sabe cuándo va a atacar un ladrón, debemos permanecer alerta (v. 43). Se nos anima a mantener nuestra casa espiritual en orden y permanecer alerta a las señales de Su venida.

    Además, la parábola de los dos siervos nos insta a usar sabia y responsablemente los dones que Dios nos ha dado (vv. 45–51). El siervo sabio y fiel, que está listo cuando su amo regresa, se contrasta con el siervo malo, que baja la guardia. Jesús afirma que el maestro “volverá el día en que el siervo menos lo espere” (v. 50).

    La presencia del Señor no es sólo una experiencia pasada reconfortante o simplemente una esperanza futura. Más bien, es una realidad cotidiana que nos llama a un nivel de vida más alto en el presente. En el ajetreo de nuestra vida, podemos sentirnos tentados a volvernos como el siervo imprudente, complaciente y negligente con nuestros deberes. Pero el Señor nos llama a vivir de manera diferente: a permanecer despiertos, velar y actuar responsablemente.

    Vivir con anticipación nos transforma. Convierte nuestra espera en vigilancia, nuestra complacencia en alerta y nuestras responsabilidades en actos de fidelidad, no en rituales. Pregúntate hoy con qué anhelo esperas el regreso de Jesús. Busca formas tangibles en las que la presencia del Señor pueda empoderarte para mantenerte despierto, vivir sabiamente y permanecer fiel.

    ¿Qué cambios harías si supieras que el Señor regresa hoy? ¿Qué cambiarías? ¿Qué dejarías de hacer? ¿Qué comenzarías?

    Ora con nosotros

    Señor, gracias por los importantes principios que revelaste en las parábolas de hoy. Que les prestemos atención y nos mantengamos vigilantes, alertas a las señales de Tu venida y que vivamos sabiamente y permanezcamos fieles.

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  • Lee Mateo 23

    Cuando nace un ave, el polluelo es pequeño y vulnerable. Todavía no tiene las plumas completamente desarrolladas para proteger su cuerpo. Entonces, para mantener a sus bebés seguros y calientes, la madre los coloca bajo sus propias alas. Su presencia brinda protección, consuelo y seguridad de amor. A menudo en las Escrituras vemos la descripción de Dios como un ave materna que nos mantiene a salvo bajo Sus alas.

    En Mateo 23, Jesús se lamenta por Jerusalén, anhelando reunir a sus habitantes como la gallina reúne a sus polluelos, pero ellos se rehusaron (v. 37). Estas imágenes vívidas reflejan la profundidad del anhelo de Dios de proteger y consolar a Su pueblo. Es un recordatorio conmovedor de la presencia de Dios constante y que nos rodea y a la que a veces resistimos. Jesús agonizó por el rechazo de Su pueblo, pero Sus brazos permanecieron abiertos y Su presencia protectora siempre disponible.

    El pasaje está lleno de advertencias respecto a los fariseos. Una y otra vez, Jesús los llama “hipócritas”, “serpientes” y “camada de víboras”. (vv. 13, 15, 23, 25, 27, 29, 33). Advierte sobre los resultados de su flagrante desobediencia. El pasaje concluye con las palabras proféticas de Jesús: “Y les advierto que ya no volverán a verme hasta que digan: ‘¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!’” (v. 39). Esto no es sólo una predicción del futuro oscuro de Jerusalén porque no estaban dispuestos a Seguirle, sino una invitación abierta a cualquiera que lo reconozca y le dé la bienvenida.

    Hay un contraste sorprendente entre las fuertes palabras dirigidas a los líderes judíos con la imagen cálida e íntima de una gallina reuniendo a sus polluelos (v. 37). Se nos recuerda el abrazo íntimo, protector y amoroso de Dios: un anhelo santo de que estemos en comunión con Él. Es un llamado a volver a casa, a entrar en el círculo de Su amor y a experimentar la plenitud de vida en Su presencia.

    ¿Qué significa para ti la imagen de Dios como un ave materna? ¿Qué nos enseña esta imagen sobre nuestra relación con Él?

    Ora con nosotros

    Cristo, anhelamos tener comunión Contigo, pero confesamos que a menudo nos distraemos por las tentaciones y preocupaciones de este mundo. Gracias por Tu llamado a volver a casa y recibir Tu amoroso abrazo. ¡Estamos perdidos y sin hogar hasta que escuchemos Tu llamado!

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  • Lee Mateo 22:23–33

    ¿Alguna vez has intentado armar un mueble nuevo sin detenerte a leer el manual de instrucciones? Aunque al principio pueda parecer obvio, no hay nada más preocupante que llegar al final del proyecto con varias piezas sobrantes. Nadie quiere empezar de nuevo. Claramente, necesitabas más información.

    En Mateo 22:23–33, Jesús confronta a los que no entendían algo importante. Los saduceos eran un grupo religioso rico y poderoso. Creían en la Torá, los primeros cinco libros de la Biblia, y enfatizaban el libre albedrío individual. Tampoco creían en la vida después de la muerte, por lo que su pregunta a Jesús fue deshonesta.

    Los saduceos interrogaron a Jesús sobre el matrimonio con la esperanza de atraparlo (v. 23). Su pregunta reveló que no comprendían completamente lo que sucedía después de la muerte y cómo sería estar en la presencia de Dios por la eternidad. Jesús respondió afirmando la realidad de la resurrección y la eternidad de la presencia de Dios. Él corrige su malentendido afirmando: “Él no es Dios de muertos, sino de vivos” (v. 32). El apóstol Pablo aborda esta cuestión en 1 Corintios: “Si no hay resurrección, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado” (15:13).

    Los saduceos necesitaban orientación y claridad. La presencia de Dios no se limita a nuestra existencia terrenal; es perpetua y abarca tanto el ahora como lo eterno. Su presencia va más allá de nuestra comprensión temporal hacia una realidad eterna. Este conocimiento debe inspirarnos asombro, devoción y gozo y motivarnos a profundizar más en Su Palabra y buscar vivir con mayor plenitud en Su presencia.

    Jesús criticó a aquellos que “desconocen las Escrituras y el poder de Dios” (v. 29). Nos recuerda que no debemos tomar a la ligera el privilegio que se nos ha dado de leer y aprender de la Palabra de Dios.

    ¿Qué creían los saduceos? ¿Cuál era su error? ¿Cuáles son algunas ideas populares sobre Dios y la eternidad en nuestra cultura que son anti bíblicas?

    Ora con nosotros

    Señor, es un gozo reflexionar en Tus palabras, que Tú eres el Dios de los vivos. Nos diste nueva vida en Ti y eternidad en Tu reino. Esta verdad nos motiva a profundizar en Tu Palabra dadora de vida.

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  • Lee Mateo 21:1–17

    La Semana Santa narra los últimos ocho días de la vida terrenal de Jesús desde Su llegada a Jerusalén hasta Su muerte en la cruz. La última parte del libro de Mateo se centra en ese importante período de la vida de nuestro Salvador. Jesús había estado dirigiéndose a Jerusalén, y en Mateo 21 finalmente había llegado (v. 1).

    La bienvenida que recibió Jesús fue dramática y significativa. “Había mucha gente que tendía sus mantos sobre el camino”, y el pueblo lo saludó gritando “¡Hosanna al Hijo de David—¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” (vv. 8–9).

    Pero la siguiente escena no fue tan positiva. Cuando Jesús entró al Templo en Jerusalén, descubrió que se había transformado en un bullicioso mercado. Se refiere a ella como una “cueva de ladrones”, lejos de su verdadero propósito como “casa de oración” (v. 13). Su respuesta es inmediata y dramática. Jesús vuelca las mesas de los cambistas y expulsa a los que compran y venden (v. 12).

    Después de esto, vinieron a Él los ciegos y los cojos y Él los sanó (v. 14). A través de Sus acciones, Jesús estaba reafirmando que el Templo debe ser un espacio para sanidad y la comunión con Dios, no para la explotación y el avance económico personal.

    La escena del templo muestra dramáticamente el poder y la justicia de la presencia de Dios. Nos llama a honrar lo que es sagrado y a tener reverencia por la presencia de Dios en “Su casa”. Así como sanó a los ciegos y a los cojos, Jesús nos invita a la sanidad y la plenitud que sólo Su presencia puede brindar. Para los creyentes, la presencia de Dios debe ser respetada como un espacio sagrado, un refugio pacífico frente al clamor del mundo. Atesoremos Su presencia, honrémoslo con nuestras oraciones hoy y dejemos a un lado nuestras agendas personales.

    ¿Qué cosas en tu vida hacen que tu tiempo devocional con Jesús sea difícil? ¿Cómo puedes priorizar y proteger tu tiempo con el Señor?

    Ora con nosotros

    Jesús nuestro Señor, ayúdanos a dejar de lado las búsquedas de nuestra propia exaltación. Concédenos por Tu Espíritu, la capacidad de vivir a la luz de Tu presencia, con genuina humildad amando a nuestro prójimo.

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  • Lee Mateo 20:20–28

    Imagina un jefe corporativo que, a pesar de su alto estatus, regularmente se toma el tiempo para escuchar y ayudar personalmente a sus empleados sin importar cuál sea su función o estatus dentro de la empresa. Ciertamente, ese sería el tipo de jefe para el que cualquiera de nosotros querría trabajar. El liderazgo humilde es una cualidad poco común.

    No tenemos mayor ejemplo de liderazgo humilde que Jesús. En Mateo 20, la madre de Santiago y Juan, dos de los discípulos de Jesús, pidió lugares de honor para sus hijos en Su reino (vv. 20–21). Jesús respondió: “Ustedes no saben lo que están pidiendo” (v. 22). Seguir y servir a Jesús no se trataba de prestigio, sino de seguir Su camino de servicio y sufrimiento.

    Jesús explicó que en Su reino la verdadera grandeza se encontraría en el servicio a los demás: “el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás” (v. 27). Esto hace eco de algunos de los temas principales de Mateo para este libro: la abnegación a uno mismo, la negación del estatus, el liderazgo de servicio y el propósito de la misión de Jesús.

    Al igual que el jefe corporativo que deja de lado el estatus para servir a su equipo, siendo Dios mismo, Jesús, entró en la historia de la humanidad cuando era un bebé. Luego sirvió a la humanidad sacrificando Su propia vida para ofrecer vida eterna. La presencia de Jesús estuvo marcada por la humildad y el servicio, no por el dominio y el control. Aunque merecía toda la gloria, Jesús usó Su vida para llevar esperanza y justicia a los marginados. Su presencia trajo sanidad, restauración y dignidad a los ignorados.

    Ciertamente esta es una perspectiva contracultural de la grandeza. En el Reino de Dios, la grandeza no se trata de poder, control o estatus, sino de servicio y amor sacrificial. Es un hermoso cuadro de las palabras de Jesús en el versículo 28: “el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos”.

    ¿Cuáles son algunas maneras en que podemos tratar de servir como sirvió Jesús? ¿Cómo podemos humillarnos y, al hacerlo, atraer a otros a unirse a la presencia amorosa y transformadora de Dios?

    Ora con nosotros

    Eres el Rey Todopoderoso y, sin embargo, dijiste que viniste a servir. En nuestro mundo que glorifica el poder, ¡éstas son palabras impactantes! Señor Dios, examina hoy nuestros corazones y ayúdanos a seguir Tu ejemplo de siervo humilde.

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  • Lee Mateo 19:13–15

    El ministerio infantil es una parte importante de cada iglesia. ¿Por qué? Porque lo que los niños aprenden a una edad temprana los moldea por el resto de sus vidas. Muchos creyentes te dirán que llegaron a la fe salvadora cuando eran niños, a menudo bajo la guía de un amoroso maestro de escuela dominical que les explicaba el evangelio de una manera que podían entender.

    En Mateo 19, aprendemos que Jesús tenía un lugar especial en Su corazón para Sus seguidores más pequeños. Aquí vemos a Jesús recibir a los niños en Su presencia con gusto (v. 14). Les permitió acercarse tanto que pudo poner Sus manos sobre ellos para bendecirlos (v. 15).

    En la primera parte del capítulo 19, Jesús habla del matrimonio y el divorcio (v. 4). Inmediatamente después, la gente comenzó a traer niños pequeños a Jesús para que orara por ellos (v. 15). Los discípulos, preocupados, intentaron detenerlos, pero Jesús respondió: “Dejen que los niños vengan a mí; no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos” (v. 14).

    Jesús no sólo acogió con agrado la presencia de los niños, sino que también abogó por aquellos que acuden a Él con una fe sincera, confiada y sin obstáculos. En Su presencia amorosa y compasiva, encontramos un amor que nutre, consuela y transforma.

    Recuerda las palabras de David en el Salmo 16:11: “Me has dado a conocer el camino de la vida; me llenarás de alegría en tu presencia y de dicha eterna a tu derecha”. La presencia del Señor es nuestro refugio, un lugar de gozo, seguridad y deleites eternos. Que aprendamos a acercarnos a Jesús con la sencillez y apertura de un niño, encontrando en Él nuestra alegría y satisfacción suprema. También es importante aprovechar cada oportunidad para enseñar a los niños en nuestras vidas sobre el amor de Dios. Para recibir el estudio familiar Hoy en la Palabra, visita www.radiomoody.org/hoy-en-la-palabra.

    ¿Por qué crees que los discípulos disuadieron a los niños de acercarse a Jesús? ¿Qué quiso decir Jesús con Su respuesta?

    Ora con nosotros

    ¡Dios, gracias por Tu amor reconfortante! Ayúdanos a acudir a Ti con alegría y con fe de niño. Que recordemos contarles a los niños en nuestras vidas acerca de Tu amor y guiarlos a Tu presencia.

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  • Lee Mateo 18:15–20

    Una banda sinfónica está compuesta por músicos que tocan diferentes tipos de instrumentos. Está la sección de instrumentos de viento con clarinetes y saxofones. La sección de metales cuenta con trompetas y trombones. A ellos se unen instrumentos de cuerda como el violín y el violonchelo. Cada uno produce un sonido único. Pero cuando los músicos tocan juntos, guiados hábilmente por su director, producen una música armoniosa y hermosa.

    Mateo 18:15–20 enfatiza la importancia de que los creyentes vivan juntos en hermosa armonía, pero hay una fuerza poderosa que puede hacer que esto funcione: la presencia del Señor mismo. “Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (v. 20).

    Mucha gente ha asociado este versículo con personas que se reúnen para orar. Y si bien la oración en grupos es ciertamente algo bueno, el enfoque central de este pasaje es el proceso de restaurar a los creyentes extraviados (v. 15). Jesús claramente quiere que Sus discípulos sepan que si nosotros, como creyentes, emprendemos la difícil tarea de restaurar a otros en el nombre de Jesús (v. 20) dentro de la iglesia, Él estará allí, entre nosotros, ayudando a que eso suceda.

    El objetivo aquí es la reconciliación, no la condena. Estamos llamados a resolver los conflictos con gracia y amor, esforzándonos por mantener la unidad entre los creyentes. Dios está en el negocio de la restauración, por eso Jesús promete Su propia presencia para ayudar a los creyentes en ese difícil proceso. Al reflexionar en este pasaje, recordemos las palabras del Salmo 133:1: “¡Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos convivan en armonía!” Luchemos por la unidad y la reconciliación, creando espacio para que la presencia de nuestro Señor se mueva entre nosotros para restaurar a los que se están extraviados. Al reunirnos en Su nombre, podemos estar seguros de que nuestro Señor nos está guiando y bendiciendo con Su presencia divina.

    ¿Qué pautas encontramos en Mateo 18 para la confrontación bíblica entre creyentes? ¿Cómo podemos asegurarnos de que Dios esté presente en estas conversaciones difíciles?

    Ora con nosotros

    Señor, Tu promesa de estar con nosotros de una manera especial cuando nos reunamos nos impulsa a esforzarnos por la unidad, la reconciliación, la gracia y el amor en nuestras iglesias. ¡Restaura a los que se han extraviado! Tráelos de vuelta, oramos.

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  • Lee Mateo 16:21–28

    Al afrontar un ascenso difícil los alpinistas deben dejar el peso innecesario y fijar la vista en la ruta correcta para llegar a la cima. Lo mismo ocurre con los discípulos de hoy en día que buscan seguir todo lo que nuestro Señor nos ha mandado hacer.

    Mateo 16 es un capítulo fundamental, cuando Jesús comienza Su viaje hacia Jerusalén (v. 21). Justo después de la gran confesión de Pedro al Señor: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v. 16). Jesús invita a Sus discípulos, y a nosotros a seguirlo. Pero seguir a Jesús no es gratuito; implica abnegación y tomar nuestra cruz. Sin embargo, Jesús nos asegura que todo lo que perdamos por causa de Él lo recuperaremos en el reino de Dios (v. 27). Termina con la promesa de Su regreso personal en gloria, acompañado por Sus ángeles (vv. 27–28).

    Tomar nuestra cruz significa entregar nuestros deseos y prioridades para alinearnos con la voluntad de Dios. Es en la entrega que descubrimos la plenitud de la presencia y el propósito de Dios para nuestras vidas. También requiere un enfoque inquebrantable y singularidad en nuestro llamado a seguirlo. Aunque este camino puede llevarnos a través de desafíos y pruebas, la promesa de la presencia de Dios y la esperanza de Su reino eterno pueden sostenernos.

    El escritor de Hebreos resumió esto en Hebreos 12:2: “Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios”. El viaje del discipulado ciertamente no es fácil, pero es un viaje en el que nunca estamos solos porque seguimos de cerca a Jesús.

    ¿Qué ajustes necesitas hacer en tu resolución de seguir bien a Jesús? ¿Qué te hace falta? ¿Necesitas volver a centrar tu mirada en la meta final? Reflexiona sobre esto hoy.

    Ora con nosotros

    Padre Celestial, reconocemos que no es fácil ser discípulo de Tu Hijo Jesús. Preferimos divertirnos que tomar nuestras cruces. Condúcenos, Te pedimos, por el camino hacia Jesús. Ayúdanos a recordar que Tu presencia y la esperanza de Tu reino nos sostienen.

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  • Lee Mateo 15:1–20

    A veces actuamos como si seguir a Jesús requiere construir un currículum religioso impresionante. Nos aseguramos de que nuestro calendario esté lleno de muchas tareas pendientes para Jesús. ¿En cuántos comités de la iglesia hemos servido? ¿Cuántas veces hemos leído la Biblia? ¿Tenemos una asistencia perfecta a los servicios religiosos? ¿Parecemos ser un cristiano perfecto?

    Mateo 15 contiene una conversación entre Jesús y los fariseos sobre la tradición y la pureza. Los fariseos acusaban a los discípulos de Jesús de romper la tradición al no lavarse las manos antes de comer (v. 2). Jesús respondió resaltando la hipocresía de los fariseos, enfatizando que no es lo que entra en la boca lo que contamina a una persona, sino lo que sale de ella (v. 11). Jesús estaba redirigiendo su atención de los rituales externos a la condición de su corazón. Declaró que lo que contamina a una persona proviene del corazón y no es causado por lo que consume.

    Jesús enumeró varias cosas inmundas que salen de nuestra boca y que en realidad provienen de nuestro corazón. De nuestro corazón salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual y la calumnia (vv. 18–19). La boca simplemente revela lo que ha estado en nuestros corazones todo el tiempo.

    ¿Qué podemos aprender de esto? Es fundamental priorizar el estado de nuestros corazones sobre el desempeño de los deberes religiosos. Jesús dijo: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (v. 8). La presencia de Dios no depende de nuestras prácticas externas sino de nuestro amor y compromiso con Dios. Él desea corazones devotos más que personas que simplemente cumplan con la tradición. Es fundamental que hagamos una “limpieza interna” para descubrir qué mal acecha en nuestros corazones a través de la confesión y el arrepentimiento.

    ¿En qué nos parecemos a veces a los fariseos? ¿Qué comportamientos consideramos hoy impuros y limpios? ¿Priorizamos el desempeño de los deberes religiosos sobre el estado de nuestro corazón?

    Ora con nosotros

    ¿Cómo nos deshacemos de la hipocresía? Jesús, confesamos que muchas veces nos parecemos a los fariseos cuando Te honramos con los labios, pero nuestro corazón está endurecido. Guíanos por Tu Espíritu a amarte con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas.

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  • Lee Mateo 13:1–23

    ¿Alguna vez has intentado plantar un jardín? Las cosas que necesitas son bastante básicos: semillas, agua, luz del sol y tierra. Pero si alguno de ellos falta o no es ideal, los resultados pueden ser decepcionantes.

    En Mateo 13, Jesús cuenta una serie de parábolas (el mayor número de ellas en cualquier capítulo del evangelio de Mateo). Pero Jesús no se limita a contar anécdotas divertidas. Está utilizando estas lecciones objetivas para destacar un punto importante. En Sus dos sermones anteriores, Jesús presentó la idea de Su reino: Su ética (capítulos 5–7) y Su misión (capítulo 10). En el capítulo 13, Él responde a muchas de las objeciones y preocupaciones que tenían las multitudes sobre el reino venidero, como ¿por qué no vendría pronto?

    Jesús habla de un sembrador que esparce semillas en varios tipos de suelo (vv. 3–8). Algunas semillas caen en el camino donde las aves se las comen. Algunas caen sobre suelos pedregosos, brotan rápidamente, pero se marchitan sin raíces profundas. Algunas caen entre espinos y son ahogadas. Pero la semilla que cae en buena tierra florece y produce una cosecha abundante.

    Esta parábola nos enseña acerca de la Palabra de Dios y el poder de Su presencia en nuestras vidas. La versión de Marcos de esta parábola afirma que la semilla es la Palabra de Dios, y el suelo son los diferentes niveles de receptividad de las personas a esa Palabra (Marcos 4:13–20). La Palabra de Dios está siempre disponible y es siempre poderosa. Sin embargo, la condición de nuestro corazón determina qué tan bien recibimos y cultivamos Su presencia.

    Así como un agricultor prepara la tierra antes de sembrar, nosotros debemos preparar nuestro corazón para recibir la Palabra de Dios. Esto implica eliminar distracciones, buscar el perdón y acercarnos a la Palabra de Dios con apertura y expectativa. Cuando permitimos que Su Palabra eche raíces en nuestras vidas, no sólo nos transforma sino que también produce frutos que benefician a otros.

    ¿Qué podemos hacer para preparar nuestro corazón para la Palabra de Dios? ¿Qué tipo de suelo tiene tu corazón y cómo afecta eso tu tiempo en la Palabra?

    Ora con nosotros

    Querido Jesús, gracias por las parábolas que contaste mientras caminabas en la tierra. Nos llegan siglos después con poder y sabiduría. Danos comprensión y humildad para aprender de ellas y permitir que Tu Palabra habite en nosotros.

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  • Lee Mateo 12:22–37

    Probablemente conozcas el “tira y afloja”, un juego en el que dos equipos tiran de los extremos opuestos de una cuerda. Cada miembro debe trabajar en conjunto, luchando contra la oposición. Sin embargo, si algún miembro del equipo decide soltarse o comienza a tirar en la dirección opuesta, su equipo comenzará a perder.

    Así es en nuestra relación con Jesús. O estás con Él o en contra de Él. Así como en el tira y afloja, no hay una posición neutral porque hay fuerzas de oscuridad alineadas contra Él. Debes elegir de qué lado estás. Mateo 12:30 dice: “El que no está de mi parte está contra mí; y el que conmigo no recoge esparce”. Si no estás trabajando para Jesús, estás trabajando activamente en Su contra.

    En Mateo 12, Jesús sana a un endemoniado que era ciego y mudo (v. 22), lo que provocó diversas reacciones en la multitud. Muchos se maravillaron ante el milagro (v. 23), mientras que otros cuestionaron que Él fuera el “Hijo de David” (es decir, el Mesías, v. 23). Lamentablemente, otros lo acusaron abiertamente de usar poder demoníaco (v. 24). Jesús responde a estas acusaciones con la afirmación de que Su poder es divino, diciendo: “Pero si expulso a los demonios por medio del Espíritu de Dios, eso significa que el reino de Dios ha llegado a ustedes” (v. 28).

    La presencia de Dios, encarnado en Jesús, no es sólo un faro de luz en un mundo envuelto en oscuridad, sino que Él está “presente” en medio de él. Su poder sobre el mal, la enfermedad y la muerte nos asegura Su autoridad divina y Su compromiso de anular los efectos del pecado y mantener bajo control las fuerzas espirituales oscuras. El punto de Jesús es que no hay manera de que Él pueda estar alineado con fuerzas demoníacas ya que Sus enseñanzas y Su obra están en directa oposición a lo que Satanás quiere.

    ¿A qué equipo perteneces? ¿Tus valores y acciones se alinean con Jesús? ¿De qué manera tangible puedes demostrar tu lealtad hoy, incluso frente a la oscuridad espiritual que nos rodea?

    Ora con nosotros

    Señor misericordioso, Tu presencia aleja las tinieblas. Nos has sacado de la esclavitud del pecado a Tu luz maravillosa. Que podamos aferrarnos a Ti, con el deseo de hacer Tu voluntad, incluso cuando enfrentamos la oscuridad espiritual de este mundo.

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  • Lee Mateo 11:25–30

    Imagínate a alguien que se ha aventurado demasiado en el océano. La marea lo aleja cada vez más de la costa y lucha por mantener la cabeza fuera del agua. Agotado, asustado e incapaz de regresar a la playa, ve a un salvavidas que se lanza al agua nadando hacia él, listo para rescatarlo y llevarlo sano y salvo a la orilla.

    En Mateo 11:28, Jesús les habla a los cansados y exhaustos diciendo: “Vengan a mí . . . y les daré descanso”. Pero justo antes de que Jesús haga esta invitación, Mateo muestra a Jesús describiendo a los discípulos como de Su círculo íntimo, aquellos a quienes el Hijo eligió revelarse (v. 27). Jesús sabía que vivir como Sus discípulos no siempre sería fácil. Sus seguidores no serían comprendidos ni apreciados y seguir a Jesús por fe crearía todo tipo de dificultades.

    En respuesta a esas luchas, Jesús invitó a los discípulos, y a nosotros también, a encontrar descanso en Él mismo. Jesús no invita a los “sabios e instruidos” a venir a Él (v. 25), sino a aquellos que se sienten abrumados y arrastrados por las corrientes de la vida. Jesús no sólo ofrece rescate y seguridad, sino verdadero descanso (v. 28).

    La presencia de Jesús ciertamente no nos hace inmunes a las luchas, pero sí nos promete consuelo y descanso durante nuestras pruebas. Su sola presencia proporciona un refugio donde podemos dejar nuestras cargas pesadas y recuperar el aliento. Una vez que aceptamos la invitación de Jesús a encontrar descanso en Él, y entregarle nuestras cargas, experimentamos una paz profunda que sólo Él puede darnos. No importa cuán pesadas sean nuestras cargas, podemos encontrar descanso en Su presencia y ayudar a otros a hacer lo mismo.

    ¿Estás cansado, agobiado o abrumado? Humíllate y acepta la invitación de Jesús. Encuentra un lugar tranquilo para acercarte a Él en oración, leyendo y reflexionando sobre Su Palabra. Encuentra descanso en Su presencia, permitiéndole renovar tus fuerzas y traer paz en medio de tu cansancio.

    Ora con nosotros

    En nuestro cansancio y desánimo recordamos Tus palabras: “Vengan a mí . . .” (Mateo 11:28). Compartimos nuestras cargas contigo hoy y encontramos descanso en Tu presencia, Señor. “Los que confían en el SEÑOR renovarán sus fuerzas” (Isaías 40:31).

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