エピソード
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Esa noche, a la hora de dormir, no tenía una gota de sueño. La mezcla de pensamientos cruzados no me dejaba descansar. Decidí levantarme a beber algo de whisky hasta que me llegara el sueño. No dejaba de pensar en lo que me dijo mi tía, y la posibilidad de que Pedro me hubiese hecho algo. Mientras me quedé con la vista perdida, noté como la botella de whisky se giró sobre sí misma. Fue un movimiento mínimo, apenas unos grados, pero no había manera de que se pudiese mover de esa manera por quedar mal apoyada. No sentí miedo ni nada por el estilo. Observé la botella con detenimiento esperando a que pasara algo más. De pronto, salió volando estrellándose contra la pared. Salté del susto y encendí las luces
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Una noche, entre los tres fuimos a este hogar con todos los implementos. Tengo que confesar que nunca había sentido tanta adrenalina en un solo momento. La hora, casa abandonada, velas, y rituales… todo eso junto creaba una atmosfera fascinante. Llegó el momento de comenzar con el ritual y les expliqué el procedimiento con los detalles que había anotado. Les mostré la fotografía de mi pretendiente, y quedaron deslumbrados. Según Juan Carlos, yo no podría estar con alguien así. Álvaro me cuestionó si de verdad era correcto que le hiciese un amarre a Valeria. Según él, no creía que verdaderamente hubiese algo entre nosotros. Me pidió que lo reconsiderada, que los amarres solo se efectúan cuando hay algún tipo de lazo o vínculo. Ojalá le hubiese hecho caso
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Pasé toda una tarde de nervios. Me sentía observado constantemente como si no estuviera solo en mi casa. Aquella casa ya no parecía mía, me sentía un extraño bajo mi propio techo. En la noche, el timbre sonó, y antes de salir a abrir escuché algo golpearse dentro de mi casa. Fue el mismo sonido que escuché en aquel hogar abandonado, y aquello me llevó a ese día, a ese momento que hice el amarre. Al abrir la puerta estaba ella, era Claudia. Sus ojos estaban enrojecidos por el llanto, me abrazó y me pidió perdón. No quería dejarla entrar, pero sin darme cuenta se lo permití. Al momento de abrazarla
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Tan pronto dije aquellas palabras, aquel sonido que escuché en la casa abandonada se escuchó por la casa. Sentí el tiempo pasar lentamente. Mis oídos me transportaron a aquella noche donde hice el amarre. Una serie de ideas y pensamientos llegaron a mí en un instante, comparando todo lo que estaba pasando con aquel día. Quedé en shock olvidándome de lo que me rodeaba. Mariela me hablaba, me notó extraño, y le pedí que se fuera a su casa. Ella se marchó en llanto mientras no me sacaba de la cabeza el amarre. Me planteé si lo que hice y lo que estaba pasando era correcto. Para mi cabeza de joven un amarre era algo tan inocente como un estimulante, pero no, fue más profundo y lo aprendí en carne propia
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Dolida, solo podía maldecir a aquel desgraciado que la dejó embarazada y desapareció sin dejar rastro alguno. Yo siempre fui muy devota a La Santa Muerte. Le tenía mucho respeto, y le pedía favores a mi niña blanca, pero solo cuando era muy necesario. Una noche, mientras mi esposo dormía, fui al pequeño altar que tenía y encendí una vela. Dejé unas frutas como ofrenda y le pedí mi favor. Intenté ser lo menos vengativa posible, pero el dolor que tenía dentro me lo tenía que sacar de alguna manera.
—Quiero que el sujeto que dejó embarazada a mi hija lo pague —le pedí —. Que lo pague bajo tu juicio, pero que no se quede como si nada hubiese pasado. Que tenga lo que merece
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Salí de aquel hogar sin resultados, solo con un número de teléfono. Al llamar, escucho una voz rasposa, muy rasposa, casi afónica. Parecía tener una lija en la garganta. Le dije quién me dio el número y el motivo, y me indicó la dirección de su hogar. Al llegar, sentí escalofríos, parecía un templo más que una casa. Una señora morena quien se hacía conocer como “La Cubana” me recibió. Comprendí por qué su voz tan afónica. “La Cubana” fumaba de un gran habano más grande que su propia mano. Me invitó a pasar y le expliqué mi pedido. Le dije que quería amarrar a Carla, y no tuve vergüenza alguna explicar su profesión y que quería de ella. “La Cubana” expresó una risa curiosa, como si mi idea le causase gracia. Pero a su vez, parecía aprobarla, o más bien darle intriga. Aceptó hacer el amarre, aunque
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Creí que el beso daría una respuesta definitiva. Contrario a lo que suponía, solo se sembraron más dudas. No sabía si el beso le gustó o no. Se marchó del departamento dejándome con un enorme vacío en el corazón. En ese momento me obsesioné con él. No me parecía justo que Marcelo sufriera por estar con una mujer que no lo hacía feliz, mientras que yo, que lo conocía mejor que nadie estaba ahí viéndolo desde la vidriera y sin poder disfrutarlo
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Furioso fui a ella y le vomité todo, no podría ahora replicar la cantidad de groserías que le dije, para poner un ejemplo las palabras que salieron de mi boca serían iguales a las que emplearía si alguien me hubiese chocado el carro, mi esposa se quedó petrificada, nunca me había visto tan molesto Y doña Clara, sin embargo transformó su rostro dejó ver su expresión de víbora y olvidó su papel de anciana vulnerable, verla sí me hizo arrepentirme de mis palabras no por miedo a hacerla sentir mal, sino por miedo a ella misma...
ojalá te ahogues en tu propia mierd
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El doctor que me atendió fue muy considerado conmigo, me explicó que esos síntomas eran productos de prácticas con necrofilia. Horrorizada, Marcos se me vino en la mente. Le conté de mi experiencia sexual y mi sospecha de que él me hubiese contagiado. El doctor me recomendó que debía de hacer la denuncia. Así lo hice. Luego de tomarme unos días entre antibióticos y reposo, asistí a la policía para realizar la denuncia. Conté todo lo que recordaba sobre Marcos, y si bien no tenía información de él, recordé exactamente el domicilio. Tras una hora de espera, un oficial me apartó para hablar conmigo, ya que mi denuncia solo me puso en el ojo de la tormenta. Según el oficial, la persona que yo denunciaba había muerto tres semanas atrás debido a una complicación de salud. Marcos, era investigado por necrofilia
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Algo en él me hizo sospechar que ocultaba algo. Lo conocía perfectamente. La seriedad tan calma con la que me habló, era la forma que tenía de reprimir la ira que liberaba en otro sitio. No salí de mi habitación, pero pegué la oreja en la puerta. Aunque escuchaba muy bajo, podía oír a él levantándole la voz a su madre. Se me erizó la piel cuando escuché las palabras:
—No le hagas más nada a mi esposa.
Fue cuando me di cuenta de que lo de bruja, no solo era su aspecto. Me senté en la cama aterrada, no sabía cómo reaccionar. Sentí que me bajó la presión de los nervios. Mi esposo regresó, y al verme se preocupó. Notó mi estado, me dijo que estaba pálida. Traté de fingir que no pasaba nada, pero él me insistía en que no estaba bien. Me trajo algo dulce para que me sintiera mejor, y fue cuando se lo dije.
—Escuché la discusión —le dije —. ¿Hay algo que tenga que saber?
Mi esposo bajó la mirada, no se atrevía a decírmelo, aunque yo ya suponía que era. Ante su silencio le exigí explicaciones, y no tuvo más remedio que decirme la verdad. Me dijo que su madre me hizo brujería
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Cuando por fin logré salir con él sentí que lo tenía en mi poder. Salimos a tomar un café, y poco a poco se fue soltando conmigo. Era yo quien hablaba más, pero lograba que de a poco se dejase llevar. Ver esa faceta de él descontracturada, quitándose el saco, hablando sobre sus gustos y sus cosas se me hizo como encontrar un tesoro del que tanto estuve buscando. Finalmente, logré desnudar su alma. Luego de ese café, tuve que incentivarlo para que me invitase a su hogar. Si hubiese sido por él no me invitaba. Sabía que él vivía solo pero no me daba detalle alguno de su vida. Cuando llegamos noté que su apartamento era muy acogedor como para un hombre soltero. Las decoraciones, los muebles, los cuadros, todo parecía ser de una casa de familia. Mínimamente de un matrimonio
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Como bien nos advirtieron, cambiamos la cerradura de la puerta y tomamos medidas para evitar que entrara. También colocamos cámaras de seguridad dentro de casa por cualquier eventualidad. Tan solo a cuatro días de nuestra llegada, amanecí con un regalo en la puerta de casa. Un trabajo de brujería. Una cabeza de gallina con velas consumidas, maíz, bombones y algunas cosas más. No era creyente hasta ese entonces, así que lo más inteligente fue juntar todo en una bolsa de basura, tocar la puerta de “la loquita” y entregársela.
—Se le perdió esto —le dije.
Ella tomó la bolsa, observó su contenido, y levantó la mirada hacia mí con una sonrisa tan inquietante que me hizo comprender por qué le pusieron ese apodo. Por un momento se me heló la sangre al intercambiar miradas. De pasar de ser una mujer cualquiera, su rostro parecía ser de la hija del diablo. Me dio miedo, solo con esa sonrisa me demostró que sería capaz de cualquier cosa
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Mi padre estaba sentado a la altura de los pies de la cama, me costó comprender qué sucedía, mi padre emitía una sonrisa enternecedora Bajo su bigote, verlo me hizo feliz entendí que estaba soñando y viendo eso o por lo menos creyéndolo, me di el gusto de hablarle...Hola papá le dije, Hola mijo respondió.... como lo hacía habitualmente, me quedé contemplándolo no tenía realmente qué decirle, intenté incorporarme pero mi padre apagó su sonrisa y con un gesto de su mano él me detuvo... No, dijo con firmeza, aquella seriedad me estremeció de como lo conocía solo hablaba Así cuando había una situación que era realmente seria hasta me hizo sentir culpa, como si hubiese cometido algún pecado, pero no se trataba de eso.... esa mujer ya no te quiere, déjala, dijo mi padre no me lo ordenó directamente sino me lo dijo como si fuese un consejo, lo dijo de una manera tan sincera, tan fría
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Le escondí que le hice brujería a mi abuelo, aunque fui honesto con la parte de las pesadillas que tenía con él. Fue muy estresante recordarle a mi madre, la basura de persona que era Don Antonio y que solo servía para hacernos daño. Pero tras mi estado de salud, y algunas cosas que sucedían en el hogar, aceptó la visita de la bruja. Una vez que esta llegó, mi madre se mostró muy incómoda. Le temía como si nos fuese a hacer daño. La bruja notó la incomodidad de mi madre, pero no le dijo nada. La aparté a la bruja y le pedí disculpas por ella, pero dijo estar acostumbrada, así que lo tomó bien. Mientras esta mujer recorría la casa, mi madre lanzó un grito por la casa. Dijo que escuchó a mi padre llamarla por su nombre. Casi le da un ataque de nervios. Comenzó a llorar y a agitarse. La bruja habló con ella, le dijo que mi padre se aferraba a la casa, pero que se iba a encargar de que su alma se elevara y descansara en paz
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No toqué el tema del cementerio, me sentí muy culpable por hacer algo así. Entonces, traté de descansar. Fue una noche muy dura, sentía calor y frío al mismo tiempo. Me despertaba cada 15 minutos con fuertes dolores de cabeza, por lo que me moví de lado a lado tratando de dormir. Al despertarme en la mañana, una gran comezón me castigaba en los genitales. Toda la zona de la ingle estaba rojiza. Pensé que algún insecto me picó provocándome una reacción alérgica. Mi novia no estaba en la cama, y al recorrer la casa la encontré sentada en el suelo contra un rincón. Estaba pálida, con la mirada perdida como en una especie de estado de shock. Le hablé, no obtenía respuestas de ella, estaba absorta en su propio mundo. Preocupado por su estado, debí llamar a emergencias. Sin importar que hiciera no reaccionaba, incluso a los doctores que la atendieron. Me preguntaron si pasó por alguna circunstancia traumática, de manera automática contesté que no
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Claudia me dijo que escuchaba cosas durante las noches, decía que se sentía una vibra muy mala en la casa. Sospechaba que Mariza nos estuviese haciendo algún tipo de brujería. Era cierto. Ambas estábamos muy mal. Yo comencé con migrañas, mientras que a Claudia se le adelantó su periodo una semana y media. Las dudas sobre Mariza comenzaron a aumentar cada vez más, pero no nos atrevíamos a hacer algo al respecto. Quise echarla de la casa, pero Claudia tenía miedo. Incluso cada vez que Mariza llegaba a casa, Claudia se escondía. Yo no lo soportaba más, tenía que hacer algo. Tuve que hablar con Claudia y exigirle que fuese valiente. Ella creía mucho en brujería, pero solo era una fanática del tema. A la práctica, no sabía nada, ni tampoco conocíamos a alguien quien pudiese guiarnos. Tampoco me atrevía hablar con mi padre, y decirle a mi novio no era buena idea. Incluso llegué a considerar que si le decía a él que sospechaba que Mariza nos hacía brujería, iría corriendo a contarle
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Llegué a casa con las cosas y le mostré a mi novia los regalos. No le gustaron para nada solo por venir de parte de una amiga. Incluso le mostré la blusa, y me observó de manera extraña. Le insistí en que tuvo un detalle con ella, y fue cuando se le pasó un poco el malestar. Tanto mi novia como aquella amiga tenían cuerpos similares, por lo que aquella prenda le quedó a medida. Se lo probó y se miró al espejo, se sentía muy cómoda con la prenda y se la dejó puesta. Por mi parte, limpié un poco las estatuillas de cerámica y los coloqué sobre un mueble adornando el hogar.
No pasaron muchas horas para que comenzaran a pasar cosas extrañas. Mi novia estuvo con vómitos todo el día. No era normal en ella, hemos comido cualquier cosa en la calle y no le ha pasado nada. Siempre tuvo un estómago muy fuerte, por lo que se me hizo muy inusual. Creo que de los seis años de relación que teníamos en ese entonces, fue la primera vez que la vi vomitar. Fui hasta la farmacia a comprarle medicamentos, y al regresar a casa noté que perdí las llaves
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Desperté a los gritos, aterrado, con el sudor frío recorriendo mi cuerpo. Traté de levantarme, pero un fuerte mareo me lo impidió. Respiraba como si verdaderamente me hubiesen ahorcado. Podía sentir mi garganta rasposa, y al tocar mi cuerpo noté una sensación extraña en mi piel. Acudí hasta el baño para encontrar rasguños en la zona. Algo había estado en mi casa, eso ya no era solo un sueño, aquello se manifestó físicamente.
No tenía forma de recurrir a alguien porque no sabía lo que estaba pasando. Solo se me ocurrió que tenía un muerto dentro de mi casa, aunque nunca me imaginé como pudo haber pasado. Asistí a la iglesia para hablar con el cura y contarle mi experiencia, aunque no se vio muy convencido
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No se negó a recibirme, pero tampoco demostró esa emoción que esperaba de él. Fue una de las cosas que me llamó mucho la atención y me llevaron a sospechar que algo pasaba. Tomé algunas cosas y mi ropa como para pasar la semana con él y me fui a su casa. Un jueves, yo tenía el día libre y me iba a quedar sola en su casa mientras él trabajaba. Antes de irme, él me dio una advertencia. En un pasillo antes de la cocina, me señaló una pequeña puerta sobre la pared. No daba a ninguna habitación, parecía ser algún tipo de armario pequeño de esos que están por dentro de la pared. Y fue que me dijo: —esa puertita que está ahí, no se abre
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Isabela se retiró de la habitación dejándome a solas. Creí que tenía sueño, así que intenté dormir. Pero no era eso, tampoco una resaca por alcohol. De todas formas, no pude dormirme. Intenté moverme como pude, sentarme en la cama fue toda una odisea. Puede que suene exagerado, pero mi cuerpo se sentía realmente pesado. Bebí el vaso de jugo de un solo sorbo. Era cierto, estaba reseco. Traté de recordar cuanto había bebido en la noche anterior, pero recuerdo llegar bastante sobrio a su hogar. Me levanté con toda la paciencia del mundo y fui por mis cosas. Lo primero que hice fue revisar mi billetera, tenía todo el dinero. Mientras veía la decoración de su casa y buscaba respuesta a lo que había pasado, noté sobre una repisa algo un tanto sospechoso. Había un libro colocado de una manera extraña, como si intentase cubrir algo. Al moverlo, encontré una figura satánica. Era un muñeco completamente negro de Baphomet
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