エピソード
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Romanos – Un llamado a la unidad cristiana. Unidad que gira en torno a la obra del Dios Triuno por su pueblo, obra que nos asegura que somos justificados por la fe, elegidos para ser conformados a Cristo, y llamados para glorificar a Dios.
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Pasa entonces a realizar una feliz despedida, con unos saludos de amigos, y una hermosa doxología, una expresión de alabanza a Dios el Padre por medio de nuestro Señor Jesucristo. También en esta última sección encontramos algunos aspectos ya vistos en la carta pero que el apóstol insiste en resaltar, para que los podamos recordar
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Pablo no quiere dejar su carta sin presentar todo su consejo, y es por eso que encontramos ahora, antes de su despedida con una doxología, una exhortación final, que nos lleva a recordar la misma instrucción del Señor Jesucristo a sus discípulos acerca de este tema, Mt. 7:15-20.
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Un hombre que tenían mucho trabajo, que tenía responsabilidad por muchas iglesias locales, tiene el espacio para saludar y recordar con afecto de manera personal a varios hermanos de una iglesia local, eran sus hermanos en la fe, no desconocidos, no meros “asistentes de sus conferencias”. Luego de recomendar a la posible mensajera que llevaba esta carta y recordar con gran afecto a sus colaboradores más cercanos como Priscila y Aquila, comienza a mencionar ciertos nombres en particular, que seguramente tienen su propia historia y su propio lugar en el desarrollo de la extensión del evangelio en su propia época, pero solo tenemos poca información sobre algunos, y ciertas posibilidades. Pero consideremos en esta segunda parte de los saludos especiales, algunas razones o circunstancias que dieron origen a estos saludos afectuosos.
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Así, después de solicitar ayuda en oración, mediante una exhortación solemne, el apóstol se dirige a concluir su epístola no sin antes enviar los respectivos saludos a las personas que conocía y que hacían parte de la iglesia que estaba en Roma, esos que han sido hechos hijos de Dios por medio de la fe en Jesucristo así como el mismo Pablo.
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Consideremos a la luz de los últimos versos del capítulo 15 de Romanos, el pedido que hace el apóstol a la iglesia a la cual está escribiendo, un pedido que no puede pasar desapercibido, un pedido que toda la iglesia puede atender porque ha sido capacitada por Dios para ello.
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Vimos la semana pasada que para esto es necesario tener claras y organizadas las prioridades; para continuar la labor misionera en otros lugares, Pablo debía cumplir ciertos compromisos, meditemos entonces a la luz de la experiencia del apóstol Pablo, en el hecho que la misión de anunciar el evangelio a todas las naciones todavía continúa
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Ahora el apóstol manifiesta lo que Dios ha hecho a través de él, y su deseo de seguir expandiendo el evangelio por todo lugar, lo que incluye visitar incluso a los hermanos que estaban en Roma, y hacerlos partícipes de la extensión de la obra misionera
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Pablo se acerca al final de su carta, en la cual presentará su conclusión y aplicación práctica de la doctrina de la justificación por la fe. Y debemos entender que incluso en esta sección en donde se ve al pastor tan cercano a las ovejas, sigue siendo un maestro inspirado por el Espíritu Santo, para edificar al cuerpo de Cristo.
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El llamado a la unidad cristiana entonces no se trata de esa idea barata de ecumenismo, ni del sueño de una sola religión mundial que muchos quieren sacrificando en medio de todos los ídolos al Dios Verdadero, al único Señor y Salvador Jesucristo.
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Terminábamos la reflexión anterior diciendo que la perseverancia y consuelo de Dios, que hallamos solo en las Escrituras, es la que nos produce esperanza, y esto es para la gloria de Dios, puesto que es Dios mismo el padre de toda paciencia y consolación
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Ante esta obra del Señor Jesucristo, nuestros corazones deben inflamarse de profundo gozo y reverencia como sucede con el mismo apóstol Pablo, que llamando a poner la mira en Cristo para hacer su voluntad y seguir su ejemplo, expresa una noble oración a favor de la iglesia para que vivan en esa esperanza que otorga la perseverancia y consuelo de Dios.
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Ahora en el capítulo 15 se continúa ilustrando el principio de la regla del amor, llevándonos a considerar a Cristo, a considerar las Escrituras, para que podamos atender nuestro llamamiento de perseguir la paz y la edificación
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El apóstol Pablo reitera el llamado a andar conforme a la regla del amor, nos ha dicho que no debemos dar pie para que se hable mal del evangelio del reino de Dios, se nos ha exhortado a entender que el reino de Dios no se trata de cuestiones externas como la comida o la bebida sino de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Pero el apóstol no nos está animando a tomar un curso o diplomado de resolución de conflictos, o a una conferencia especial que no pasa de ser eso, una mera conferencia. Nos insiste de una y otra forma para que comprendamos el imperativo que nos es puesto de andar conforme a esta regla del amor, por la cual debemos vivir persiguiendo la paz y la edificación mutua, como observaremos en los versos 18-23. Meditemos entonces sobre este imperativo conectado con lo que se venía diciendo en los versos 16-17 que estudiamos la semana pasada. Es un imperativo para todo aquel que se haga llamar cristiano, para todo aquel que haya conocido la gracia de Dios, para todo aquel ha recibido y conocido el amor de Dios.
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Se nos llama a considerar que nuestro hermano es de aquellos por los cuales Cristo Jesús derramó su sangre y no podemos ser hallados destruyendo a nuestros hermanos, sería atentar contra la obra de Dios. La exhortación continúa en los versos que nos corresponde meditar en esta oportunidad, añadiendo instrucciones concordantes con las anteriores, para que sepamos de manera concreta lo que significa, lo que implica, andar conforme a la regla del amor.
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Todos le pertenecemos Cristo, y ninguno de nosotros vive o muere para sí mismo, sino para el Señor, ya que le pertenecemos por completo. Creo que era muy importante para los hermanos que estaban en Roma recalcar esta enseñanza para que las diferencias en cosas que no son en sí pecaminosas no los llevara a la división sino a la verdadera unidad, a la consideración mutua, a expresar verdaderamente el amor cristiano, entre ellos mismos, y hacia los de afuera. ¿Será que es importante para nuestra iglesia local recalcar que Somos del Señor?, ¿será que en todo momento comprendemos las implicaciones de esta realidad en nuestras vidas?, ¿vivimos nuestro día a día, vemos todas las cosas a luz de esta enseñanza?. Creo que hoy debemos insistir en esto hermanos, Somos del Señor, no nos pertenecemos a nosotros mismos, no vivimos para nosotros, sino para nuestro Salvador, para nuestro Rey, nuestro Señor Jesucristo. Así que continuemos nuestra segunda parte de la reflexión titulada somos del Señor.
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Ya se nos ha dicho que los fuertes no deben menospreciar a los débiles, y que los débiles no deben condenar a los fuertes, que ninguno puede usurpar el lugar de Dios para pasar juicio sobre la cabeza de otro, que cada creyente, sea débil o sea fuerte en la fe está bajo el Señorío de Cristo, debe rendirle cuentas a Cristo, y es sostenido por Cristo. En los versos 5-9 vamos a seguir hablando de este Señorío de Cristo sobre el creyente, incluso en las cosas que pudiéremos decir son moralmente indiferentes. El entendimiento del Señorío de Cristo nos dará una perspectiva adecuada de todas las acciones, actitudes, expectativas, de toda nuestra vida. Pablo da algunos ejemplos para manifestar cómo Reina Cristo sobre los suyos. No se limita a enunciar que Dios es Soberano, no se limita a enunciar que Jesucristo es el Señor, sino que enseña cómo todos los aspectos de la vida cotidiana son para nosotros una oportunidad de manifestar el Señorío de Cristo, por eso en esta sección meditaremos en el hecho que Somos del Señor.
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La parte introductoria de romanos 14, nos plantea la realidad de las diferencias entre los cristianos verdaderos, la existencia de los débiles y los fuertes en la fe, y comienza a dar los principios para abordar las diferencias en el amor de Cristo. Ya se ha dicho a la mayoría como manifestar el amor hacia la minoría, es decir cómo los fuertes deben recibir a los débiles, pero no para armar contienda respecto a sus opiniones. Ahora le corresponde el turno a los que son débiles o minoría, se les dice cómo actuar respecto a su conciencia y respecto a los demás hermanos que son fuertes. Interesante que en este aspecto de conciencia delante de Dios, Pablo no favorece a ningún grupo en demérito del otro, aunque él se incluye entre los que son fuertes. El principio que se mantiene es el amor cristiano por aquellos por los cuales murió Cristo. Continuemos entonces con este tema de débiles y fuertes en la Iglesia.
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Vivir como de día, con las armas de la luz, vestidos de Cristo, sin dejarse gobernar por el pecado, tiene implicaciones también en nuestra relación como hermanos en la fe que somos diferentes y que no pensamos todos de la misma manera en cuanto a muchas cosas. El mismo Pablo que nos llama a ser de un mismo sentir, y pensar una misma cosa, nos plantea en esta carta que existen diferencias entre los mismos cristianos que no son necesariamente pecaminosas, y que en lugar de separarnos deben unirnos en el amor de Cristo. Pero desde ya quiero advertir que no se trata de ninguna práctica o cosmovisión pagana que debe ser refutada y combatida como vimos en el capítulo uno, tampoco de prácticas religiosas que se consideren en alguna manera como meritorias para lograr la salvación, cosa que también fue combatida y condenada en el capítulo dos. Este capítulo 14 y 15 guarda semejanzas y diferencias con las demás cartas de Pablo que abordan temas similares (1 Corintios, Colosenses y Gálatas), cada una en su propio contexto tiene un enfoque propio y una exhortación particular. Debemos entonces aclarar que en el caso de los Romanos, en este capítulo 14 se habla de diferencias respecto a prácticas que en sí mismas no eran pecaminosas por las cuales no debía menospreciarse ni juzgarse mutuamente. ¿pero cómo debían tratarse dichas diferencias?, ¿cómo nos puede ayudar esto hoy día a tratar nuestras diferencias como cristianos verdaderos?
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Los versos 12 y 13 de manera muy específica nos llama la atención sobre los tipos conducta que no deben caracterizar al cristiano y lo que es necesario para actuar sabiamente. Un no cristiano verá con asombro estas cosas, y más en esta época podríamos decir - así como manifestaba el mismo Pablo puesto que en su época se veían cosas similares - la cosmovisión de la mayor parte de la gente en ese entonces, así como ahora, era una cosmovisión pagana.
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