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En 1948, Ruth Handler, de 28 años, fundó la juguetera Mattel junto a su marido. Ella había notado que mientras su hijo Ken tenía muñecos con los que jugar a ser astronauta, vaquero o policía, su hija Bárbara solo tenía bebés a los que alimentar, bañar y cambiar pañales. ¿Por qué no crear una muñeca para que las niñas jugaran a ser médico, secretaria o profesora, que viajara en coche y se bañara en el mar? Así nació Barbie. Hoy, 60 años después, sigue siendo adorada, estudiada y debatida y todavía es una revolucionaria.
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Considerada una de las mujeres más excéntricas y escandalosas de su época, Peggy Guggenheim consiguió que su apellido no fuese una losa para ella. "Siempre me consideraron la 'enfant terrible' de la familia Guggenheim. Imagino que pensaban que era una especie de oveja negra y que nunca haría nada de valor. Pienso que les sorprendí", aseguraba Peggy. Salvadora de gran parte del arte contemporáneo occidental, tuvo una agitada vida sentimental (con más de 400 amantes) que no le impidió vivir a caballo entre Nueva York, París y Venecia adquiriendo obras de arte y luchando por la conversación de las misma: "Yo era una mujer liberada antes de que hubiera un nombre para eso".
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Amiga del modisto Roy Halston, compañera de confidencias de Diane von Furstenberg y diseñadora de espíritu libre e indomable, la italiana Elsa Peretti revolucionó el mundo de la alta joyería gracias a la inspiración que encontró en sus viajes a Barcelona. Una artista que reivindicó la independencia profesional y emocional femenina y que llegó a cancelar una boda para encontrar su propio camino enfrentándose así a su padre. Una vida que exprimió al máximo convirtiéndose no solo en la diseñadora fetiche de Tiffany & Co, sino también en una firme defensora de la preservación de la cultura y la educación. Pasó sus últimos años en Sant Martí, un pequeño pueblo de Girona, en la casa que antes había pertenecido al bailarín Antonio Gades. Su labor de mecenazgo desde el año 2000 con su fundación Nando y Elsa Peretti, en recuerdo de sus padre, la llevó a recibir el Premio Nacional de Cultura de Cataluña 2013.
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Con tan solo 14 años Nadia Comaneci consiguió fascinar al planeta y con ella nació una leyenda. Sucedió en los Juegos Olímpicos de Montreal, en el verano de 1976, durante varios minutos, la aniñada gimnasta saltó, se columpió y voló ante los ojos de los miles de espectadores. Al terminar, el tablero mostraba una extraña puntuación, un 1.00, que en realidad era un 10, el primero de la historia de la gimnasia olímpica. Pero todo el esfuerzo y la gloria se truncaron por motivos políticos y Nadia comenzó a estar bajo el yugo de la dictadura de Ceaucescu, de la que se vio obligada a huir. Pese a que la gente se volvió en su contra por ello y porque no le perdonaron que dejara de ser una niña, Nadia consiguió a lo largo de su vida, nueve medallas olímpicas, cinco de ellas de oro; cuatro medallas del Campeonato Mundial y doce del Campeonato Europeo. Actualmente sigue muy vinculada a la gimnasia y allá a donde va, le recuerdan aquel 10 perfecto que ejecutó siendo casi una niña. Y siempre asegura: “La perfección no es algo permanente, solo dura un instante”.
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Nacida en Alemania en 1903, Maria Reiche encontró el propósito de su vida al otro lado del mundo, en Perú. Era una mujer brillante. Hablaba cinco idiomas y se había graduado en matemáticas, física y astronomía en la universidad. Pero en 1941 conoció las enigmáticas figuras del desierto de Nazca, los gigantescos geoglifos trazados milenios atrás por una cultura misteriosa, y decidió dedicar por entero su vida al estudio y conservación del yacimiento. Casi hasta su muerte, en 1998, Maria Reiche vivió en soledad en medio del páramo, descubrió nuevas figuras y estudió su posible origen. Los lugareños llamaban a aquella alemana silenciosa la "bruja de la Pampa" y la "mujer que barre el desierto".
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Tenía un talento fuera de lo común, pero sus orígenes puertorriqueños pesaban demasiado en un Hollywood lleno de prejuicios hacia los hispanos. La carrera de Rita Moreno empezó con personajes raciales sin ninguna importancia en la trama, floreros mudos que explotaban su belleza exótica. Hasta que, en 1962, se convirtió en la primera actriz latina que ganaba un Oscar gracias al papel de Anita en ‘West Side Story’. No fue fácil, pero con el tiempo su talento se impuso a los estereotipos. Rita Moreno pertenece a un selecto club formado solo por 15 miembros: el de los artistas que han logrado el EGOT (Emmy, Grammy, Oscar y Tony). Hoy, a sus casi 90 años, es el espejo en el que se miran muchos artistas latinos. Y volverá a 'West Side Story' en la versión que está rodando Steven Spielberg.
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Nancy Davis tenía un discreto currículum en Hollywood cuando conoció a Ronald Reagan, también actor. Su historia de amor empezó entre bambalinas en los años 50, y aunque ambos dejaron su carrera en el cine para centrarse en las ambiciones políticas de él, la vida del matrimonio terminó siendo digna de una película. Cuando Ronald Reagan fue elegido presidente de Estados Unidos en 1981, Nancy comenzó una etapa como primera dama marcada por el lujo (llegó a gastar 200.000 dólares en una vajilla nueva para la Casa Blanca), el conservadurismo de sus ideas, la homofobia, la negación de la epidemia del sida, un atentado contra el presidente y la cruzada contra las drogas. En el guion no faltan, incluso, personajes secundarios tan extraños como la astróloga que llegó a diseñar la agenda del presidente.
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Fue la primera mujer periodista española con un contrato fijo en un periódico. Eran los primeros años del siglo XX y desde las páginas del Diario Universal, Carmen de Burgos, bajo el pseudónimo de Colombine, se atrevía a hablar del divorcio, el adulterio o el derecho de la mujer a tener una educación. Era independiente y libre, viajada y cosmopolita. Fue, incluso, corresponsal en la guerra de Marruecos en 1909. Personaje indispensable de la intelectualidad española, tuvo una tortuosa relación con Ramón Gómez de la Serna. Murió en 1932 y el franquismo casi borró su nombre de la historia, hasta que, en décadas recientes, se ha reivindicado a Carmen de Burgos como una pionera.
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Lisa Halaby era una joven nacida en Estados Unidos de una familia cosmopolita y había estudiado arquitectura en Princeton. Pero su perfil de mujer profesional independiente cambió de forma radical cuando, a los 26 años, se convirtió en la cuarta esposa del rey Hussein de Jordania. Además de soberana del país árabe, Noor de Jordania (como pasó a llamarse) fue, en los años 70 y 80, la reina de la prensa rosa. Su educación occidental y su elegancia hicieron de ella la mejor embajadora de Oriente Medio en el mundo. Muchos vieron en su historia un cuento de hadas, aunque en realidad, no lo fue tanto.
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Billie Holiday había nacido para cantar jazz. Nadie lo hacía como ella. Pero en los años 50 en Estados Unidos eso significaba poco si eras negro. Su canción más famosa, ‘Strange Fruit’, hablaba de los linchamientos a los afroamericanos en los estados del sur. Era un grito desgarrado contra el racismo que incomodó a las autoridades. Lady Day, como la llamaban sus admiradores, había conocido la pobreza y el abuso en los primeros años de su vida, pero, al final, fue su adicción a las drogas y al alcohol y el acoso sin pausa de las autoridades los que silenciaron su voz. Y dieron alas a su leyenda.
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Con solo siete años, Drew Barrymore se convirtió en una auténtica estrella en todo el mundo gracias a la película 'ET El extraterrestre', de Spielberg. Pero con el éxito, la actriz iniciaba también una andadura dramática que la llevó a la adicción al alcohol, el tabaco y las drogas cuando solo era una niña. Un camino de autodestrucción al que contribuyeron las continuas presiones de Hollywood, del que se salvó al ser ingresada en un centro de trastornos mentales. Allí, le enseñaron a tomar las riendas de su vida, a alejarse de las personas nocivas, incluidos sus padres, y a empezar de cero. A su curación contribuyó su libro de memorias "Litle girl lost", que fue un éxito instantáneo. Así consiguió, al fin, que la volvieran a tomar en serio como actriz, con papeles como el de Scream e inicio una gran trayectoria como productora. Una historia de superación que la llevó a ser feliz y afirmar con rotundidad: "Sin ninguna duda, me encanta mi vida".
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El nombre de Erin Brockovich corrió de boca en boca en el 2000 gracias a la película protagonizada por Julia Roberts. Fue el filme más taquillero de ese año, la actriz ganó un Óscar por su interpretación y el mundo entero descubrió la historia de esa madre divorciada, con tres hijos, sin estudios y en el paro que, a fuerza de tesón, y desde un pequeño bufete en el que trabajaba como secretaria, ganó la demanda colectiva más grande de la historia de Estados Unidos. La compañía Pacific Gas and Electric tuvo que pagar 300 millones de dólares en indemnizaciones por contaminar el agua de un pueblo. La vida de Erin Brockovich fuera de la pantalla es una historia de superación con todas las letras. Y sigue al pie del cañón.
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Es una de las mejores escritoras del siglo XX gracias a novelas como "La señora Dalloway" o "Las olas". Virginia Woolf era inteligente, inconformista y, sobre todo, libre. En todos los sentidos. En la sociedad machista y conservadora de principios del siglo XX, Virginia fundó el bohemio grupo de Bloomsbury, formado por artistas e intelectuales que tenían la casa familiar como epicentro. Además, escribió uno de los primeros manifiestos feministas, el ensayo ‘Una habitación propia’, que da nombre a nuestro podcast, y, aunque estaba casada con el editor Leonard Woolf, dio rienda suelta a su sexualidad con la escritora Vita Sackville-West. Sin embargo, el trastorno bipolar que padecía minó su vida: el 28 de marzo de 1941, hace justo 80 años, Virginia Woolf se metió en el río Ouse con un puñado de piedras en los bolsillos para no emerger nunca más. Su legado, por suerte, brilla más que nunca.
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Todos se confiesan ante ella. En su programa, el ciclista Lance Armstrong admitió que se dopaba y Ellen de DeGeneres habló, por primera vez, de su homosexualidad. El último terremoto ‘made in Oprah Winfrey’ ha sido conseguir que los Duques de Sussex, Harry y Meghan, hablasen del racismo dentro de la Casa Real británica. La mujer que ha hecho sudar a la reina de Inglaterra se siente cómoda en el ojo del huracán y está acostumbrada a romper barreras. En su familia todas las mujeres eran criadas. Nada parecía indicar que ella se convertiría en la mujer más poderosa del mundo del entretenimiento.
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Nació en una de las zonas más pobres de Estados Unidos, donde la gente no puede ni soñar con ser una estrella. En el instituto fue elegida la “chica con menos probabilidades de triunfar”. Ambos, el destino y sus compañeros, se equivocaron: Dolly Parton es la mejor voz del country, su peluca rubia y sus excesivos estilismos, un icono americano; y hasta triunfa en Netflix. Todos la adoran y motivos no faltan. ¿Su última prueba de amor al mundo? Donar un millón de dólares para la investigación de la vacuna de Moderna contra la Covid. Como ella dice, “hay un cerebro debajo de este pelo y un corazón debajo de estas tetas”.
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Tenía 21 años y llegó a la consulta del doctor Josef Breuer con un cuadro clínico terrorífico: parálisis, mudez, ceguera y alucinaciones fruto de sus traumas psicológicos. El médico vienés trató a Bertha Pappenheim y consiguió, a través del habla, liberarla de sus demonios. Su caso inspiró a Sigmund Freud la teoría psicoanalítica. Para mantener su anonimato la llamaron Anna O, pero además de protegerla, el pseudónimo también la borró de la historia. Sin embargo, Bertha Pappenheim, una mujer inteligente que hablaba cinco idiomas, consiguió canalizar su historia hacia la lucha por la liberación femenina. ¿Cómo llegó hasta ahí?
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Enero de 1945. Una joven y desconocida escritora de 23 años gana la primera edición del Premio Nadal con una novela de título enigmático: ‘Nada’. De la noche a la mañana, Carmen Laforet se convierte en un revulsivo para el panorama literario español, manchado por el gris de la posguerra y la censura del régimen franquista. La fama instantánea hace que los medios la acosen a entrevistas. Después se supo que ‘Nada’ fue una catarsis para Carmen Laforet, un saco en el que la autora volcó su propia biografía y sus frustraciones. ‘Nada’ le dio todo, pero también le condujo al callejón sin salida en el que se convirtió su vida. ¿Qué le pasó a Carmen Laforet para que nunca lograse superar el éxito de su primera novela?
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Su obra '1080 recetas de cocina' no sólo ha enseñado a cocinar a varias generaciones -y lo sigue haciendo a día de hoy- sino que revolucionó en los años 60 la gastronomía en muchos hogares introduciendo platos internacionales como suflés, quiches o crêpes. Y el éxito de fue tal que es el tercer libro más leído de la historia de España.
Esta gourmet entusiasta heredó de su abuela borgoñesa su pasión por la gastronomía y su preciado cuaderno de cocina. Voraz lectora, apasionada de la música y amante de las grandes conversaciones con los intelectuales de la época que solían frecuentar su casa, Simone adoptó, para firmar su libro, el apellido de su marido, José Ortega Spottorno. Él solía decir, bromeando "he pasado de ser el hijo de Ortega y Gasset a ser el marido de Simone Ortega". -
No es fácil crecer junto a una madre como Marie Curie. La pionera de la radiactividad había ganado dos premios Nobel, pero también había sufrido el escrutinio social por el hecho de ser mujer. Y sus amados experimentos terminaron por matarla de cáncer. Irène, la hija mayor del matrimonio Curie, también consiguió entrar en el Olimpo de la ciencia. Sin embargo, en una carambola del destino, su vida fue casi paralela a la de su madre. Investigadora brillante, Irène ganó el Premio Nobel de Química en 1935 por haber descubierto la radiactividad artificial. Un descubrimiento que abría mil posibilidades en el ámbito de la energía, pero que también acabó con su vida y contribuyó, pese a sus intentos por evitarlo, a inaugurar la era del horror nuclear.
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Sufrió el abandono y el desarraigo antes de cumplir los seis años, tuvo una relación complicada con su madre, odiaba a muerte a su padrastro, nunca aceptó su propia homosexualidad; era alcohólica, maleducada y tacaña… pero también genial. La vida y la personalidad de la escritora Patricia Highsmith tenía demasiadas aristas, pero las aprovechó para crear novelas tan complejas y magníficas como ‘Extraños en un tren’ o ‘El talento de Mr. Ripley’. Sus asesinos, antisociales y seductores, aún nos fascinan.
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