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  • Este domingo, Jesús para hablarnos del amor utiliza una imagen: la AMISTAD, que es mucho más que un mero sentimiento, es una fuerza concreta de querer y hacer el bien del otro. Incluye la generosidad, el sacrificio, la paciencia y el perdón, así como la comunión expresada en el compartir y la solidaridad.

    ¿Qué significa sentirse amado por amigos y no por siervos? ¿Quién es el amigo?
    El amigo es movido por la gratuidad. No sigue horarios laborales, sorprende, llega cuando puede y se siente libre de llamar en caso de necesidad. El amigo anhela el encuentro y no hace sentir "en deuda de...": acepta el regalo cuando y cuanto puede ser ofrecido.

    La amistad se construye en las pequeñas cosas y florece a partir de pasiones e intereses comunes. Tanto es así que al final se termina pareciendo. Se aprecia al otro por lo que es. Por ello, en la amistad aprendemos cosas sobre nosotros mismos y conocemos mejor al amigo.


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  • Este domingo, Jesús se atribuye a sí mismo la imagen de la viña y la vid, imágenes que se repiten muchas veces en la Biblia. La viña es símbolo de Israel, la vid es figura de los tiempos mesiánicos y el vino es la bebida de amor y alianza de los amantes. En Cristo se cumplen estas realidades: él es la vid y el vino nuevo.
    La imagen de la vid y los sarmientos nos transmite de manera efectiva el vínculo vital que vivimos en la relación con Jesús y también con la comunidad.
    Permanecer en él y dar fruto son lo mismo, en una tensión mutua y fecunda que nos llama ante todo a esa raíz fundamental sin la cual nos volvemos estériles.
    Dicho esto, también es necesario subrayar que no se da fruto solos ni como bateadores libres, sino siempre dentro de una fraternidad, que también es una meta a perseguir.
    Pensemos en San Francisco Javier, que en misión en el Oriente pasó mucho tiempo solo. Le consolaba llevar siempre en el bolsillo interior de su camisa, en un pedacito de carta recortada, los nombres escritos de sus compañeros, de quienes guardaba en el corazón el vivo recuerdo. Dar fruto no es obra de solitarios, sino siempre dentro de un contexto de amor, un contexto que es fruto de la misma misión


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  • El capítulo 10 de Juan describe la fiesta de la Dedicación del Templo. ¿En qué consistía esta fiesta? Cuando regresaron del exilio de Babilonia (537 aC), Judas Macabeo, líder del pueblo israelita quiso celebrar la ocasión para agradecer la ansiada libertad. Para la fiesta, se leía el cap. 34 del libro de Ezequiel que sirve de fondo a este capítulo 10 de Juan, que es una fuerte crítica a las autoridades político-religiosas que buscaban favorecerse de su cargo. (Ver: Ez 34 en la 3ª página).
    Un ejemplo de ello es la escena cuando Jesús al llegar al templo, agarra un chicote y saca a los vendedores del templo, ¿por qué? Era una “mafia” que se aprovechaba del culto y de los ritos creados para manipular más la ignorancia de la gente, haciéndoles creer que con el puro rito atraían a Dios.
    Jesús es el buen pastor que conduce a las ovejas, como Dios lo hizo con el Pueblo de Israel, va a guiar a las ovejas a una tierra segura donde encontrarán pastos abundantes. Jesús es el camino que lleva a donde hay vida en plenitud. Es a ese estado de vida que Jesús quiere llevar a su pueblo. ¡Basta ya de tanta mentira y ver por los propios proyectos! En este texto se ve la clara diferencia entre Jesús pastor y los líderes mercenarios, que son todos ladrones y asaltantes. Es una frase muy fuerte, pero así los llama Jesús. ¿Por qué eso?


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  • “Contaron lo que había pasado en el camino”. En este tiempo pos-pascual, los Evangelios, en diferentes formas y maneras, nos muestran cuál fue el camino escogido por Jesús Resucitado para que sus discípulos pudieran regresar a la fe. La fe en Cristo no es algo que dependa de una decisión personal; hay un camino que recorrer y Jesús hizo que sus apóstoles recorrieran ese camino.

    Desde el inicio, en el Evangelio de Lucas, vemos a un Jesús en marcha, caminante, un Jesús que emigra de un pueblo a otro. En la infancia de Jesús, desde su nacimiento, sus padres se ponen en marcha, después de su nacimiento, emigran a otro pueblo, luego regresan. Durante su ministerio y su camino a Jerusalén, San Lucas necesita diez capítulos para escribir esta marcha hacia Jerusalén. Así que igualmente encontramos en Lucas un Jesús pascual que va siempre recorriendo algún camino.


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  • Al atardecer de aquel mismo día, los discípulos ya habían escuchado las palabras de las mujeres que habían visto a Jesús, pero ellos seguían encerrados, pues tenían miedo de padecer la misma suerte de Jesús, tenían miedo del sufrimiento, del fracaso, estaban llenos de dudas. Jesús, como nos dice el Evangelio, se presentó en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Jesús toma la iniciativa y entra allí donde están reunidos, al verlo, los discípulos sintieron esa confianza profunda porque no solo habían escuchado a las mujeres, sino que veían a Jesús, sintiendo así una grande alegría.

    La paz de Jesús, no es esa paz que es ausencia de violencia, de conflicto o de persecución, no, sino todo lo contrario, el Shalom de Jesús significaba en ese momento, sentirse en una relación de harmonía con Él y con los que están allí reunidos, es hacer la experiencia profunda del espíritu de familia, es sentir esa confianza, los unos con los otros, es el inicio de una aventura juntos, que solo puede vivirse si existe esa paz que recrea la harmonía entre las relaciones que es un don de Jesús resucitado. ¡Sería imposibles para nosotros, construir con nuestro propio esfuerzo, una paz así!


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  • En este texto del primer Domingo de Pascua, la liturgia nos presenta tres personas diferentes, tres discípulos que los une en una misma experiencia: el Amor único y personal por el Maestro y el dolor profundo por su muerte: María Magdalena, Pedro y Juan el discípulo que Jesús amaba.
    Los discípulos de Jesús eran hombre y mujeres como nosotros y no eran ni héroes ni santos. Discípulos que en el momento de la Pascua eran prisioneros de la experiencia dramática de la muerte de Jesús, un duelo sin precedentes, e incapaces ellos mismos de liberarse de tal experiencia. Ciertamente, Jesús sabía que ellos no eran perfectos, porque los aceptó, así como eran. Y fue allí en el corazón de su más grande pena, de sus angustias, miedos y dudas, que Jesús Resucitado entra en la realidad de sus corazones, en la realidad de sus vidas. Cada uno diferente, porque diferente fue la experiencia personal con Él.


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  • Desde pequeños estamos acostumbrados a escuchar historias que nos ayudan a crecer, a reflexionar, a entender el sentido de la vida o simplemente a aprender muchas cosas útiles para la vida cotidiana. No hay cultura que no tenga una colección de historias, más o menos conocidas, donde la gente se sienta representada e involucrada. Hay muchos tipos de cuentos, pero el que más se recuerda y nunca se cansa es el relato ligado a una historia de amor.

    El texto de hoy podríamos definirlo como un relato de amor, pero no como muchos otros que a menudo escuchamos desde pequeños, o que forman parte de nuestra sociedad actual. El relato de amor que la liturgia de hoy nos hace meditar es un relato donde el amor es sinónimo de pasión. Es el relato de la pasión de Jesucristo.


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  • Durante el tiempo de Cuaresma, a menudo somos invitados a realizar algún gesto, a llevar a cabo alguna acción práctica que nos ayude a ponernos en la perspectiva de caminar con el Jesús sufriente. La limosna, la oración, el ayuno son ciertamente los pilares de este tiempo fuerte y significativo en nuestra vida de fe. Siguiendo esta línea, el Evangelio que se nos ofrece para la quinta semana de Cuaresma nos invita a detenernos primero en los deseos.
    "Señor, queremos ver a Jesús". Este es el deseo expresado por algunos griegos durante una festividad en un momento de oración, a Filipo. Si nos detenemos en el significado etimológico de la palabra "deseo", descubriremos que proviene del latín, compuesta por dos palabras "de" y "sidus", que significa la falta de algo que es fundamental, vital, de lo que no podemos prescindir. Podría ser algo que antes teníamos, pero que ahora no está en nuestro poder.
    Lo que a estos griegos les faltaba intensamente era la posibilidad de ver a Jesús, estar cerca de él, escucharlo, tocarlo. Probablemente ya habían oído hablar de él o incluso lo habían encontrado o escuchado antes. Es por eso que ahora no pueden prescindir de él y sienten el deseo de encontrarlo, con la solicitud explícita: "queremos ver a Jesús".



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  • Hoy es el "domingo de laetare", el domingo de alegría dentro del camino penitencial de la Cuaresma que hemos estado recorriendo durante un mes.
    En realidad, cada domingo es una celebración de alegría y todas nuestras celebraciones y actos de oración deberían conducirnos a la alegría.
    El Evangelio de hoy parece discordar con este llamado a la alegría. Se habla de condena, de Jesús siendo levantado en la cruz, de una luz que tendemos a esconder dentro de nosotros. ¿Qué tiene todo esto que ver con la alegría?
    La fe cristiana se basa en una experiencia. Siempre es el fruto del reconocimiento de nuestros pecados y fragilidades que encuentra la mirada misericordiosa de Dios que nos ama y nos acoge tal como somos.
    Es de este encuentro que nace la verdadera alegría, aquella que nadie podrá quitarnos jamás. Es la alegría de quien se siente amado por lo que es. Es la alegría del creyente que se siente acogido y amado por Su Creador, a pesar de sus pecados y caídas. Es la mirada del hombre que se da cuenta de que está siendo mirado y amado por Dios incluso antes de buscarlo.
    Y nadie podrá quitarnos esta alegría porque no depende de ningún factor externo. Es parte de nuestro propio ADN, el de ser hijas e hijos amados por Dios.
    Y la prueba de que Dios nos ama tal como somos es que de lo contrario nos habría hecho de otra manera. Si nos hizo así es porque nos quiere y nos ama tal como somos. Ese es precisamente el significado de la expresión de que hemos sido hechos "a su imagen y semejanza".
    ¡No dejemos de alegrarnos! Y si aún no hemos experimentado esta gran alegría, la Cuaresma quizás sea el momento adecuado para empezar.


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  • A menudo se habla de la necesidad de imitar a Cristo en nuestra vida. Sin embargo, cuando pensamos en imitar las palabras y acciones de Jesús, el pasaje de hoy no es el primero que nos viene a la mente.
    Jesús en el Evangelio de hoy perturba la imagen suave y apacible que muchos tienen de Él. Jesús se presenta hoy más bien como un revolucionario y un subversivo que con fuerza y "violencia" derriba mesas y expulsa a las personas con un látigo de un templo.
    Este pasaje me hace pensar en cuando era pequeño y asistía al catecismo. Recuerdo que una de mis catequistas comentó este episodio diciendo: "¡Aquí, esta vez, chicos, Jesús se equivocó!"
    De niño me quedé perplejo ante este comentario. ¿Cómo puede Jesús, que es Dios, equivocarse? ¿En qué sentido se equivocó? Creciendo, estas preguntas se quedaron dentro de mí y hoy creo que no fue Jesús quien se equivocó, sino que fue mi catequista quien, al no poder aceptar una imagen diferente de Él a la que tenía, prefería creer que Jesús, al menos en esa ocasión, habría hecho mejor en comportarse de manera diferente.


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  • "Coge ahora a tu hijo, tu único hijo, a quien tanto amas, a Isaac, y vete a la región de Moriah. Allí ofrécemelo en holocausto en uno de los montes que te indicaré" (Génesis 22,2-3). Raras veces en la Escritura hemos escuchado una orden más despiadada e incomprensible por parte de Dios. Isaac nació para Sara y Abraham de manera humanamente imposible: de un vientre estéril y de una semilla vieja. Él, el hijo de la risa, debía ser el primero de una generación tan numerosa como la arena del mar y las estrellas del cielo, el heredero de la bendición. Esta era la promesa de Dios. Y ahora, precisamente Dios parece faltar a su palabra. Parece que el verbo es necesario. ¿Qué le pide realmente Dios a Abraham?
    ¿Le pide que sacrifique a ese hijo único, tan esperado y amado? ¿O le pide que "lo haga subir" a una montaña que le indicará, para ofrecer junto a él un holocausto? Hay ambivalencia en las palabras usadas por Dios. ¿Cómo las interpretará Abraham? Este es el camino que estamos llamados a recorrer con él en este valioso y difícil relato. Es el camino que, en el fondo, deberíamos recorrer cada vez que se nos dirige la palabra del Señor. ¿Siempre está claro lo que Dios quiere decirnos? Podemos darle infinitos significados, pero de uno u otro significado depende nuestra vida y la de aquellos que viven junto a nosotros.


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  • La página del Génesis que marca el comienzo de la Cuaresma de este año se basa en un símbolo muy evocador: el arcoíris. Estamos en la última parte del capítulo 9, donde concluye la experiencia dramática del diluvio y el arcoíris, que aparece en el cielo ya despejado de nubes, sella un pacto entre Dios y la humanidad: Dios promete no volver a destruir la tierra. Es la segunda vez que el mundo es, por así decirlo, creado de nuevo. El primer relato de la creación estaba marcado por la complacencia de Dios ante sus obras, principalmente el hombre y la mujer. Poco después, las cosas cambian radicalmente: la desobediencia de los primeros padres, el homicidio de Caín, son solo el comienzo de la crisis. La maldad y la violencia comenzarán a extenderse por el mundo hasta corromperlo por completo.
    Ante este drama, Dios se arrepiente de haberlo creado y reconoce en su corazón que no hay otro remedio que volver a hacerlo, comenzando de nuevo desde donde comenzó, es decir, desde el abismo, donde las aguas sobre el firmamento y las aguas debajo de la tierra, según la cosmología de la época, estaban fusionadas sin espacio alguno para la tierra firme. El diluvio habría cubierto todo y por el tiempo necesario para hacer morir toda forma de vida. El mal debía ser erradicado y con él, la humanidad. Pero junto a este plan destructivo, a la violencia del hombre, ¡Dios respondería con una violencia aún mayor! Dios implementa un proyecto de vida que él mismo llevará adelante minuciosamente. Ve que en la tierra no todos estaban corrompidos, un hombre, Noé, "encontró gracia ante los ojos del Señor". Solo la "gracia", el favor gratuito e inmerecido, puede dar esperanza frente a una situación de pecado tan grave. Por un lado, la ira divina que amenaza con la muerte y la destrucción, por otro lado, su amor gratuito que se dirige a un solo hombre, sin mérito por su parte. Desde aquí se reiniciará la historia de la humanidad.


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  • La palabra de este domingo nos presenta a un leproso, una persona que era excluida de la sociedad, alguien a la cual no se podía acercar y mucho menos tocar, la primera lectura nos narra el comportamiento que la persona enferma de lepra tenía que observar: “. El que haya sido declarado enfermo de lepra, traerá la ropa descosida, la cabeza descubierta, se cubrirá la boca e irá gritando: ‘¡Estoy contaminado! ¡Soy impuro!’ Mientras le dure la lepra, seguirá impuro y vivirá solo, fuera del campamento”.

    En el evangelio contrariamente a lo que la ley de Moisés dictaba, este leproso se acerco a Jesús, se arrodillo y le suplico que lo sanara, estos tres gestos de este hombre, me hacen pensar a una persona que no se resigna con su situación y busca una salida a pesar de la prohibición de la ley, rompe las barreras y se acerca a Jesús.
    Acercarse sabiendo que podía ser rechazado, pero se acerca con esperanza, quien sabe cuanto había escuchado hablar de Jesús y de como acogía a los que la sociedad de su tiempo excluía, seguramente esta esperanza lo llevó a tomar la decisión de acercarse.

    La narración continúa diciendo que le suplicaba de rodillas que lo sanara, reconocer a Jesús, su poder sanador, la confianza que el tiene en la Persona de Jesús es tan grande que no necesita tantos discursos para pedirle que lo sane, solo le suplica diciendo: “Si tú quieres puedes curarme.”

    La respuesta de Jesús es maravillosa y sorprendente: “Si quiero sana”, estas palabras seguidas de los gestos más hermosos y humanos de Jesús, que se repiten en el evangelio: “Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó”. Contrariamente a la ley, Jesús rompe esas barreras y reintegra al hombre enfermo y excluido a la sociedad.

    Ante este milagro el leproso no podía callar su alegría y agradecimiento y contrariamente a la orden de Jesús de ir solamente delante del sacerdote y presentar su ofrenda, él se convirtió en un divulgador del Amor Misericordioso de Dios Padre en la persona de Jesús.

    Delante de este evangelio, podemos preguntarnos: ¿Cuáles son los leprosos en nuestras sociedades actuales, a cuáles personas excluimos? 

    ¿Cómo manifestamos agradecimiento a Dios por lo que nos regala cada día: la vida, el aire, el sol, el trabajo, nuestra familia, la salud, la enfermedad, las dificultades? ¿cuáles son nuestras actitudes delante de esto, tenemos plena confianza que Dios nos acompaña y ayuda? ¿Somos anunciadores de la Bondad de Dios para nosotros?

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  • Es interesante notar que en Mc 9,33, en esta misma casa, Jesús reprenderá a los discípulos preocupados por saber quién es el más grande entre ellos, diciendo: "Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos".

    Mientras esto sucede, la gente de Cafarnaúm parece esperar a que pase el día de sábado, en el cual está prohibido visitar y curar a los enfermos, para llevar a Jesús a todos "los que están mal y poseídos por demonios". Toda la ciudad está reunida. Una multitud se agolpa, personas que sufren por diversas razones, como vemos muchas a nuestro alrededor y a través de la televisión. Marcos ofrece aquí una imagen vívida del deseo de la humanidad de encontrarse con el corazón de Dios que se manifiesta en Jesús, de la necesidad que todos tienen de salvación, porque no hay nadie que no se encuentre en alguna situación de pobreza, necesidad, confusión o sufrimiento. Todos sentimos que Jesús puede decirnos algo, puede hacer algo por nosotros.


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  • Para mí, la palabra "escucha" es la guía de nuestra reflexión. Recordemos el texto. Jesús está en la ciudad de Cafarnaúm, es sábado, como un auténtico judío que era, está en la sinagoga. Había muchas personas allí que lo escuchaban con placer. De hecho, Jesús enseña con maestría. Su enseñanza despierta una gran admiración en los oyentes. El texto subraya que no enseña como las autoridades judías, cuyas palabras tienen novedades que encantan a quienes lo escuchan.

    Pues bien, en este agradable ambiente de escucha, algo fuera de lo común sucede: un lunático, poseído por un espíritu maligno, perturba el lugar. De esta manera, los oyentes cambian el enfoque de su atención, y Jesús mismo cambia su conducta. Así es como el hombre poseído capta la atención de todos.

    Notemos que esta persona también trae algo nuevo, ella sabe quién es Jesús, es decir, el Santo de Dios.

    Para entender el poder de la autoridad de Jesús y la nueva enseñanza que trae, es importante tener presente otros textos, el bautismo de Jesús y la transfiguración. En ambos, Dios se revela como Padre amoroso: "Tú eres mi Hijo amado" (Mc 1,11); "Este es mi Hijo amado, escuchad lo que él dice" (Lc 9,7); y también la tentación de Jesús en el desierto. Podemos percibir que Jesús es guiado por el Espíritu y también por el amor de Dios Padre. De esta manera, su enseñanza está llena de una experiencia amorosa confiada.

    Volviendo a nuestro lunático, en muchas ocasiones hemos presenciado una escena similar a la de Jesús en la sinagoga. Me ha sucedido dos veces. La primera vez fue cuando me estaba preparando para dejar Brasil. Un hombre muy borracho entró por el pasillo central durante la misa. Se dio cuenta de que las personas estaban llorando, porque pronto las dejaría. Rompió el silencio y dijo: "¿Por qué están llorando? ¿Quién murió?". Y todos empezaron a reír y se preguntaban: "¿Por qué estamos llorando?".

    La segunda vez fue recientemente. Estaba presidiendo la celebración de la Palabra en una de nuestras comunidades. Una mujer muy extraña, mal vestida, sucia, entró en la iglesia justo cuando estaba explicando el evangelio. En ese momento, nadie prestaba atención a lo que yo decía. Todos miraban hacia ella. Continué con la predicación, ella se acercaba lentamente. Podía sentir su respiración. Pensé que me abrazaría. Dio un grito y se fue. ¡Me llevé un gran susto!

    Después de lo sucedido, pensé: "¿Qué habría hecho Jesús en mi lugar?". Creo que él habría abrazado tanto al hombre como a la mujer. Y habría aplaudido al hombre borracho por su pregunta: "¿Por qué están llorando?". ¡Porque la partida de una misionera siempre será motivo de gran alegría!

    Creo que la enseñanza del texto de este domingo es: escuchemos y veamos cómo enseña y actúa Jesús, el Hijo amado, el nuevo profeta del Padre. Su autoridad está en su forma de amar, que aprendió del Padre. Él acoge a todos, sin distinción. Su acogida está llena de misericordia.

    Me gustaría concluir nuestra reflexión con una imagen, la del girasol. Otro día, mientras caminaba, vi uno que era espléndido, a pesar de estar rodeado de mucha maleza, un ambiente hostil, pensé. El sol brillaba en él. Esta imagen me hizo reflexionar que, al igual que el girasol busca el sol, nosotros también, si mantenemos nuestros ojos fijos en Jesús, seremos capaces de superar todas las adversidades y florecer, incluso en ambientes hostiles. Que sepamos también reconocer la autoridad de Jesús sobre nuestras vidas, escuchar y adherirnos a su nueva enseñanza.

    ¡Gratitud por la escucha!



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  • Juan Bautista confirma una vez más esta verdad íntima del discernimiento como acompañamiento en la intimidad con Dios. De hecho, hombres y mujeres de todas las épocas siempre han manifestado una fuerte sed insatisfecha de entrar en intimidad con Dios. Esta sed se materializa a través de la multiplicación y diversificación de los sacrificios como vía de acceso. De hecho, la palabra "sacrificio" significa hacer algo sagrado, entrar en comunión con lo divino. Entonces, el sacrificio es tanto más grande cuanto más alto es el deseo de lo divino. Es en ese momento que el sacrificio humano se considera el más grande, aunque siempre se considere horrible y, por lo tanto, condenado en la Biblia.

    Después de diversas transformaciones y adaptaciones, el cordero es considerado el objeto sacrificial más sublime y apacible. Esto también marca la transformación de la relación entre Dios y su pueblo, así como la comprensión, un conocimiento mucho más profundo e íntimo de su Dios.
    Después de esta digresión, podemos concentrarnos en el título "Cordero de Dios" que Juan Bautista atribuye a Jesús. La primera imagen que viene a la mente es el cordero pascual, evocando toda la historia pascual que probablemente no sea desconocida para los dos discípulos. La otra imagen sería el sacrificio de Abraham y la última, la de Moisés, el cordero que pesaba más que el Faraón y todos sus carros, que no tuvieron la capacidad de impedir el paso del Mar Rojo.
    Aunque no podemos decir con precisión cuál de las ideas capturó más la atención de Moisés, podemos afirmar que Juan Bautista allana el camino para reconocer a Jesús como el "objeto sacrificial perfecto" que nos introduce en la intimidad de Dios.
    "¿Qué están buscando? ... ¿Dónde moras?": esta pregunta-respuesta refleja toda la profundidad del discernimiento que Jesús propone a los dos discípulos. A partir de ahora, la realización de lo sagrado, o mejor dicho, la comunión con Dios, ya no pasará por el sacrificio del cordero, sino más bien a través de una relación íntima con el Cordero, el verdadero, que lleva en sí todo el Amor del Padre. El camino del discernimiento ahora se realiza yendo hacia el Cordero, viéndolo vivir con el Padre, eligiendo quedarse con Él en la Palabra, para finalmente morar en el Amor del Padre.







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  • Es innegable que hoy estamos viviendo situaciones familiares, sociales y mundiales de grave desorientación, especialmente moral y ética. Sentimos nuestra impotencia y la falta de un respiro de esperanza y confianza, no solo por la falta de medios y dinero. Mucha gente siente que está viviendo en la oscuridad, especialmente los más desprotegidos, los más pequeños e inocentes. La oscuridad de hoy no es tan diferente de la de la época de Herodes.
    Sentimos que las hermosas palabras ya no nos ilusionan, ya no pueden engañarnos. Hemos afinado nuestro olfato para desenmascarar discursos y políticas ambiguas, religiosidades no auténticas, relaciones superficiales pero vacías. Pero después de rechazar lo que no nos convence y lo que no es auténtico, ¿dónde vamos a buscar algo mejor, algo verdadero y sólido? Después de criticar, desenmascarar y condenar la oscuridad, ¿qué alternativa nos queda? ¿Qué luz podemos encender o esperar?
    El Evangelio de la Epifanía (Mt 2,1-12) nos presenta el escándalo de la búsqueda de los magos: hombres dispuestos a emprender un largo viaje siguiendo solo la pista de una estrella. Parecía una locura entonces, ¡y no es menos ahora! ¿Qué ven y esperan más allá de la estrella? ¿Qué razón y ganancia los guía, a pesar del riesgo? Buscan al nuevo Rey para recibirlo, reconocerlo y adorarlo. ¿No había reyes poderosos a quienes reverenciar como Herodes? Nos impacta la extraña humildad, la esperanza tenaz y la desarmante sencillez de corazón de estos grandes personajes.
    Al mirar y seguir la estrella, ellos mismos se revisten de luz, la Gloria de Dios está sobre ellos (Is 60): son signo y luz del camino también para otros que, como ellos, buscan el verdadero Tesoro, la Perla preciosa de la vida.


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  • En la entrada del Nuevo Año, son los pastores quienes nos presentan a Jesús, María y José, presentes en Navidad. Nos ayudan a acercarnos a Cristo, no solo durante el nuevo año, sino a lo largo de toda nuestra vida. Son los pastores quienes nos muestran cómo acercarnos a Dios, cómo crecer en nuestra conexión con Él. Cada uno de nosotros está invitado a meditar y prestar atención a los pastores que aparecen en nuestro camino. Nos enseñan tres actitudes.

    Tener una fe confiada.
    Justo después del anuncio del ángel "Ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Cristo el Señor", los pastores se pusieron en marcha con prontitud para glorificar al Cristo y al Señor. Los pastores son creyentes confiados, creen en lo que se les anuncia porque tienen una gran apertura en sus corazones, lo que les permite aceptar lo que, por sí mismos, nunca habrían imaginado: ¡"Un Salvador ha nacido para nosotros"!
    En el umbral del Año Nuevo, los pastores nos ayudan a perseverar en una gran confianza en Dios, quien se ha acercado a cada uno de nosotros al venir a nuestra humanidad, haciéndose hombre y naciendo entre nosotros.

    Experimentar al Salvador en nuestra vida.
    Los pastores son hombres de fe y confianza, pero no se conforman con creer. Necesitan ver, necesitan experimentar al Salvador en sus vidas. Se ponen en marcha, aceptan recorrer el camino para encontrarse con Jesús, María y José. Y lo hacen juntos, animándonos con su ejemplo a hacer lo mismo: recorrer el camino juntos para buscar, encontrarse y descubrir al Señor.
    Los pastores llegaron a Jesús: aceptaron embarcarse en un camino de fe y descubrieron que el camino que habían elegido era el correcto. Nos animan a avanzar juntos en el camino de la fe, en la Iglesia, rodeándonos de hermanos y hermanas que se convierten en compañeros de viaje atentos y generosos apoyos. Es caminando juntos que nos damos cuenta de las maravillas y la bondad del camino que hemos elegido. Los pastores nos instan a avanzar en el camino de la fe también con otros, haciendo de nuestra vida cotidiana una realidad marcada por la alabanza y convirtiéndonos en testigos de que el Salvador ha nacido entre nosotros. Después de experimentar al Dios Salvador del pesebre, podemos buscar glorificar a Dios en nuestra vida, un poco más cada día, hasta que nuestra vida se convierta en una alabanza a la gloria de Dios.

    Ser contemplativos, humildes y atentos en nuestras acciones.
    En cuanto a María, la Madre de Dios que honramos especialmente al comienzo del Año Nuevo: san Lucas nos dice que "guardaba todas estas cosas en su corazón" (Lc 2, 19). María se caracteriza por su acogida, su fe y confianza en una actitud humilde y atenta.
    De Gabriel había aprendido que su hijo sería el Mesías, Hijo de Dios y Señor; de los pastores que recibieron el anuncio del ángel sabía que era el Salvador. Pero María, con toda certeza, no sabía concretamente qué significaban y, menos aún, qué significarían estos títulos. María medita sobre todo esto en su corazón, porque está lejos de haberlo comprendido todo. Es con una disposición interior recogida, humilde y atenta, siguiendo el ejemplo de María, que podemos acoger la voluntad de Dios en nuestra vida y decir sí a su proyecto de paz, unión y amor. Dios no se muestra en el ruido de nuestras teorías, nuestras tesis, nuestros bonitos discursos y mucho menos en nuestros corazones llenos de ruido y haciendo todo como si fuéramos nosotros los salvadores del mundo y de los pueblos. Es con una disposición recogida, humilde y atenta que Dios se encarnó, y es con estas mismas actitudes que Dios se encarna en nuestros proyectos y en nuestra misión.

    En este primer día del Año Nuevo, pedimos el don de la paz para cada uno de nosotros y para el mundo entero, especialmente para los países en conflicto armado. Que muchas mujeres, hombres y niños en medio de estas guerras encuentren pastores que les lleven la buena noticia de la paz. Finalmente, en el umbral del nuevo año y en los días venideros, que el Señor nos conceda la bendición propuesta en la primera lectura: "El Señor te bendiga y te guarde. El Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda gracia. El Señor te mire con benevolencia y te dé paz" (Nm 6,22-26).









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  • "Este domingo es, de hecho, el que llega inmediatamente después de la Navidad; aún está vivo en nosotros el recuerdo de esta gran fiesta ofrecida a toda nuestra humanidad en el regalo del Niño Jesús. Y ahora el evangelista Lucas nos lleva a contemplar el misterio de Jesús Niño rodeado por sus padres.

    En los versículos que preceden a este texto de hoy, Lucas nos presenta a José y María como dos personas arraigadas en sus tradiciones judías. La llegada de este Niño especial en sus vidas no los aísla de su deber como padres y creyentes. Como verdadero padre, José asume toda su responsabilidad hacia este Niño. Se preocupa por hacerlo crecer como un verdadero judío y educarlo en la obediencia a la ley del Señor, aunque aún no sea consciente de la profundidad del misterio que lo envuelve. De hecho, según lo prescrito por la ley del Señor y con humildad, se dirigieron a ser censados en Judea (Lc 2,4); después de ocho días de su nacimiento, lo hicieron circuncidar y hoy es presentado en el Templo y consagrado al Señor (Lc 2,23). El Templo es el lugar santo, el lugar donde Dios mora. Devuelven a Dios el don perfecto recibido de Él en la persona de este dulce y frágil Niño. Este Hijo, que en realidad Dios mismo ha consagrado y enviado al mundo, es devuelto al Señor para estar plenamente a su servicio. En este gesto, José y María están atentos a no ser en modo alguno un obstáculo a lo que Dios Padre ha previsto desde el principio.

    El misterio que rodea a este Niño sigue siendo profundo y asombra a todos los que rodean a esta humilde familia de Nazaret. Pero el Espíritu Santo, que ha estado obrando desde el principio en la concepción del Hijo del Altísimo, no cesa en su obra de precursor, revelador y guía. Así, impulsa al anciano Simeón hacia el Templo, el lugar del encuentro de Dios con su pueblo. La oración profética de Simeón y Ana revela la identidad y misión de Jesús: Él es la salvación, la luz que ilumina a las naciones paganas y la gloria del pueblo de Israel y también de todos aquellos que creerán y reconocerán en este Niño al Enviado del Padre.

    María escucha y medita todo en su corazón. El misterio es tan grande que ella ni siquiera se atreve a hacer una pregunta, como lo hizo en la anunciación con el ángel Gabriel (cf. Lc 1,34). Su total obediencia al plan de Dios ya estaba contenida en su "Fiat", en su sí inicial; y no cambia incluso cuando se anuncia la vocación, dolorosa y al mismo tiempo gloriosa, de Jesús: Jesús no será solo la luz de las naciones, sino también señal de división, de caída y de resurgimiento de muchos en Israel (Lc 22,34). La fe en Jesús no es una fe amorfa, sin consecuencias en nuestra vida. Cambia nuestra perspectiva de vida y trastorna nuestros planes, cualesquiera que sean. Quien entra en este dinamismo y lo acoge con toda verdad se eleva y puede ser "unido a su divinidad, ya que Él mismo ha tomado nuestra humanidad".

    Acogida, asombro, contemplación, obediencia, alabanza, agradecimiento y bendición... son actitudes espirituales profundas que emanan claramente de este magnífico pasaje de Lucas. Que nos iluminen en nuestra forma de vivir diariamente nuestra relación con Dios. Que también caractericen nuestra oración cuando pensamos en todas las maravillas que Dios obra en nosotros, para nosotros y alrededor de nosotros. La Maravilla de las maravillas es el regalo de su Hijo, nacido en Belén. Gracias a Simeón y Ana, también María y José pudieron comprender la grandeza de su misión; la de acoger a Jesús en su vida, darle un hogar y afecto parental, y acompañarlo paso a paso en la revelación de su misterio.

    Entonces, también nosotros estamos entre aquellos que lo ayudan a crecer, a ser conocido en este mundo y a cumplir su misión de salvación y paz para toda la humanidad."


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