Эпизоды

  • En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue:

    «Hace ya más de ocho años que viví una unión libre con una mujer... Me separé de ella y volví con mi esposa, pero fui tan miserable que dejé embarazada a esa otra mujer.... Y hace más de cuatro años la mujer murió de muerte repentina.... Ahora reconozco que, aparte de que soy un miserable, no merezco vivir. Hasta he contemplado el suicidio como una opción....

    »Hoy mi hija que es fruto de ese amor está viviendo con su abuela y, a pesar de que inicié unas acciones legales para tenerla a mi lado, decidí quizá renunciar a ella. Tengo demasiada vergüenza con sus familiares.»

    Este es el consejo que le dio mi esposa:

    «Estimado amigo:

    »[Comprendemos] que usted reconoce que no hay manera alguna de volver atrás y enmendar sus errores, y que debido a eso ha contemplado el suicidio. [Por eso le] parece más fácil morir que vivir consciente de lo que... ha hecho.

    »¿Ha oído hablar del apóstol llamado Judas Iscariote? Él era uno de los seguidores más cercanos de Jesucristo antes de traicionarlo. Cuando Judas reflexionó sobre lo que había hecho, se suicidó. No tuvo suficiente valor para volver a verse con los otros apóstoles, así que optó por la vía de escape más fácil.

    »Cuando Cristo murió en la cruz, Él pagó el castigo por todos los pecados, no apenas por los pecados más pequeños o más socialmente aceptables. Sin embargo, para que seamos perdonados tenemos no sólo que lamentar haber cometido esos pecados y pedirle perdón a Dios nuestro Padre, sino también demostrar ese arrepentimiento viviendo de una manera diferente en el futuro. Si esperamos que Dios perdone nuestro pasado, tenemos que estar dispuestos a aprender y seguir sus enseñanzas....

    »Su hija nunca podrá tener una relación con la mamá, y ahora usted quiere negarle que tenga una relación con usted también. Siendo una niña pequeña, tal vez parezca que no lo echa de menos a usted, pero a medida que crezca ella se preguntará cada vez más qué mal hizo para que perdiera a la mamá y también al papá.

    »En vez de tratar de obtener la custodia legal, le recomendamos que primero comience a aportar ayuda económica mensual a la abuela para contribuir a sufragar los gastos de la niña. Luego asegúrese de que el nombre suyo aparece en el certificado de nacimiento de ella. Si no aparece, entonces haga lo necesario para probar que usted es el padre biológico a fin de que se enmiende esa falta.

    »El siguiente paso es pedir que se le permita visitarla bajo supervisión.... Si la abuela no lo permite, entonces será necesario pedirle a un juez que le conceda tales visitas. De cualquier manera, le recomendamos que consulte a un abogado a fin de que lo ayude.»

    Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo puede leerse con sólo pulsar la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 702.

    Carlos Rey
    Un Mensaje a la Conciencia
    www.conciencia.net

  • Un profesor de psicología les dio a sus estudiantes un examen de asociación de palabras. Les dijo que escribieran lo primero que les viniera a la mente tan pronto como él dijera cada palabra. Por ejemplo, si decía «conversación», podían escribir «teléfono» o «diálogo». Una de las palabras de ese día causó diversas reacciones y asociaciones sumamente interesantes. La palabra era «Navidad».

    Estas fueron algunas de las palabras que asociaron con la Navidad: cohetes, fiesta, lechón asado, baile, licor, regalos, árbol y luces. Entre todas las asociaciones no hubo ninguna referencia a Jesucristo, ni siquiera a su nacimiento.

    La verdad es que muy poco de lo que hacemos hoy día se asocia con lo espiritual. Muy pocas de nuestras actividades tienen alguna relación con lo divino. Muy pocos de nuestros pensamientos abordan lo religioso. Hablamos con vehemencia en contra del materialismo. Nos sorprendemos cuando alguien afirma que es ateo. Nos enojamos cuando alguna persona ridiculiza las cosas religiosas. Y sin embargo guardamos muy poca relación con lo espiritual. Claro que de cuando en cuando vamos a la iglesia, quizás una vez al mes o hasta una vez a la semana. Pero muchas veces lo hacemos para salir de una exigencia social. Desde luego que buscamos a Dios en los momentos de tragedia, pero esto también viene a ser un acto de último recurso, cuando no nos queda otra esperanza en la vida. Mientras tenemos buena salud y disfrutamos de popularidad, mientras nuestros amigos nos acogen y todo nos va bien, no buscamos seriamente a Dios. Así que aquellas asociaciones con la palabra «Navidad» revelan algo que se expresa en todas las facetas de nuestra vida.

    Si aquel profesor les hubiera dicho la palabra que pusimos como ejemplo, «conversación», habría escogido una de las palabras que más debiéramos asociar con la Navidad. Porque a los ojos de Dios, lejos de representar cohetes, fiestas, lechón asado, baile, licor, regalos, árbol y luces, la Navidad fue el principio de un nuevo diálogo que entabló Él con nosotros. Esa primera Nochebuena, Dios el Padre, mediante el nacimiento de su Hijo Jesucristo, reparó la línea de comunicación con nosotros que se había cortado a fin de que pudiéramos restablecer con Él la comunión que habíamos perdido. De modo que ahora todos podemos tener comunión íntima y constante con Dios. Él está esperando que respondamos a la llamada celestial que nos hizo por medio de su Hijo. Pues es mediante esa conversación que restablecemos la conexión y mostramos que comprendemos el verdadero sentido de la Navidad.

    Carlos Rey
    Un Mensaje a la Conciencia
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  • En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos:

    «Tuve una relación abierta con un hombre divorciado.... Estuve saliendo con él durante dos años, pero debido a que la relación no se formalizó, decidí terminarla. El hombre siguió con otras mujeres... [y luego] volvió a buscarme; pero ante mi negativa, decidió tomarme contra mi voluntad... [e] intentó matarme....

    »Desde entonces, tengo miedo de salir de casa.... Como la situación ha afectado mi salud, he tratado de irme de la ciudad donde vivo, pero por la situación económica no he podido.... Interpuse una denuncia, de la que salió absuelto por falta de evidencias.... Me volvió a escribir hace poco y quiere verme, y eso me da mucho miedo.»

    Este es el consejo que le dio mi esposa:

    «Estimada amiga:

    »¡Cuánto sentimos lo que ha estado sufriendo y el continuo trauma que afronta! ... Con razón que se siente ansiosa y con miedo.

    »Mudarse a otra ciudad, tal como ha tratado de hacer, hubiera sido una buena solución. Y tratar de obtener una orden de restricción fue también una medida prudente de su parte.

    »Afortunadamente hoy en día hay dispositivos económicos a la venta que pueden ayudarle a mitigar el miedo que tiene. Uno de ellos es una alarma de seguridad personal que usted puede llevar en la mano cuando esté fuera de casa. Si cree que está en peligro, simplemente hale la clavija y la alarma sonará fuerte y estridente, llamando la atención de todos los que estén alrededor. La mayoría de los perpetradores huirán cuando vean que hay otras personas mirando. El otro dispositivo es una cámara inalámbrica que puede configurarse con su teléfono móvil y colocarse dentro de una ventana de su casa que dé al exterior. El sensor de movimiento puede notificar a su teléfono cuando hay movimiento afuera.

    »Dios quiere que seamos sabios y nos protejamos de la mejor manera posible, pero también podemos aprender de personas en la Biblia que afrontaron peligro y tuvieron miedo. Uno de los mejores ejemplos es David, antes de que llegara a ser rey de Israel. Huyó del rey Saúl y tuvo temor por su vida.1 Mientras se encontraba huyendo, David compuso algunas de las oraciones que podemos ahora encontrar en el libro de los Salmos en la Biblia. En uno de esos salmos, David ruega desesperadamente a Dios, describiendo su situación y su temor. Pero termina diciendo: “Tú eres el Dios que me protege; tú eres el Dios que me ama. Por eso te cantaré himnos, porque eres mi fortaleza, porque has sido mi refugio en momentos de angustia.”2

    »De modo que después de protegerse lo mejor posible, lea los Salmos en voz alta y cante alabanzas a Dios tal como hizo David. Permita que Dios la consuele a medida que se comunica con Él y aprende a confiar en Él. ¡Dios la ama muchísimo!»

    Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 821.

    Carlos Rey
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    1 1S 23 2 Sal 59:16b-17
  • Cuando salió a andar en busca de agua, no estaba comprometida con nada ni con nadie. No intentaba otra cosa que encontrar agua aquella encantadora muchacha del pueblo de los nivaklé. Pero se encontró más bien con un árbol robusto, llamado Nasuk. Fue tan grande la atracción del árbol, que ella sintió que la estaba llamando. No pudo ni quiso resistirlo, sino que lo abrazó apretando el tronco con todo el cuerpo, y clavó las uñas en la corteza, hasta que sangró.

    Cuando por fin lo soltó, se despidió de él, desconsolada, con estas palabras: «¡Cómo quisiera, Nasuk, que fueras hombre!»

    Cuentan los indígenas de esa región que Nasuk, el guayacán, se hizo hombre y salió en busca de ella. Y no se dio por vencido hasta que la encontró, le mostró la marca de las uñas en la espalda y se tendió a su lado.1

    Si hay algo que «nos suena» de esta ingeniosa leyenda de los nivaklé, no será por nada. Lo que hizo aquel guapo guayacán se asemeja bastante a lo que nos narra la historia sagrada que hizo el admirable Hijo de Dios. Ambos se encarnaron —se hicieron hombres— porque sólo así podrían identificarse con el objeto de su amor. Sólo así podrían probarle su amor y estar a su lado para siempre. Pero hay algo sumamente importante que distingue al uno del otro. El guayacán no parece haber tenido otra intención que la de pasar el resto de su vida aquí en la tierra con su amada, mientras que el Hijo de Dios vino para dar su vida por la suya aquí en la tierra, y así poder estar con ella en el cielo por toda la eternidad.

    Nuestro Nasuk divino recibió el nombre de Emanuel, es decir, «Dios con nosotros», precisamente porque vino para eso: para estar con nosotros, que somos su amada. Si Jesucristo no se hubiera hecho Hijo del hombre, no habría podido cumplir su misión de buscar y salvar lo que se había perdido.2 Una vez que nos encuentra, nosotros, que estamos perdidos buscando agua que sacie nuestra sed espiritual, encontramos en Él una fuente inagotable de agua. Si bebemos de esa agua, no volvemos a tener sed jamás, sino que dentro de nosotros esa agua se convierte en un manantial del que brota vida eterna.3 Sabemos que la vida que nos ofrece es eterna porque Él no sólo sangró y murió por nosotros, sino que resucitó para estar con nosotros hasta el fin del mundo.4 Y sabemos que resucitó porque, mediante los ojos de la fe que le faltó al apóstol Tomás, podemos ver la marca de los clavos en sus manos.5 Y no podemos dejar de exclamar agradecidos: «¡Cuánto me alegro, Emanuel, que te hiciste hombre!»

    Carlos Rey
    Un Mensaje a la Conciencia
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    1 Eduardo Galeano, Memoria del fuego I: Los nacimientos, 18a ed. (Madrid: Siglo XXI Editores, 1991), p. 15. 2 Lc 19:10 3 Jn 4:14 4 Mt 28:20 5 Jn 20:24-29
  • (Aniversario de la Muerte de Simón Bolívar)

    Intentaron matarlo más de treinta veces, pero jamás lograron siquiera herirlo. A cualquier otro hombre lo hubiera hecho desistir de su magna empresa lo ocurrido la noche del 10 de diciembre de 1815. Pero a él lo sostuvo su férrea resolución, su valeroso empeño en luchar hasta obtener la victoria.

    Acababa de renunciar voluntariamente a la jefatura del ejército libertador de su patria, y se encontraba refugiado en Kingston, Jamaica. Las aventajadas tropas del español Morillo habían reconquistado el territorio colonial perdido y habían vuelto a adueñarse de la recién libertada Venezuela.

    Aquella noche el desilusionado galán volvió a desahogar sus penas en compañía de una dama, la dominicana Julia Crober. Pero se quedó en la casa de ella más tiempo de lo acostumbrado, totalmente inconsciente de que Morillo había tramado asesinarlo. A su esclavo, el negro Pío, lo había contratado un catalán, a quien Morillo había comprometido por la suma de cinco mil pesos. Cobijado por la más densa oscuridad, el esclavo penetró sigilosamente en la habitación de su amo. Sabía cuál era la hamaca en que dormía el caudillo americano, así que se deslizó hacia ella y, sin vacilar un solo instante, hundió el puñal en el pecho del dormido. ¡Misión cumplida!

    A la mañana siguiente, ¡cuál no sería su consternación al enterarse de que no se estaba practicando el levantamiento del cadáver del general Simón Bolívar sino el de don Félix Amestoy, fiel amigo del Libertador! Esa noche en la casa de hués­pedes de Rafael Poisce, don Félix había aprovechado la ausencia de su compañero caraqueño y se había acostado en la hamaca de él a fin de descansar mejor.1 ¿Cómo iba a saber que esa infeliz decisión lo llevaría a un descanso permanente?

    Al igual que Bolívar, el celebrado hijo de la patria, también Jesucristo, el Hijo de Dios, renunció voluntariamente a la jefatura de un ejército, pero no terrenal sino celestial. Y a diferencia de Bolívar, a Cristo sí lo hirieron y lo mataron, pero sólo porque Él así lo dispuso.2 Teniendo el poder para salvarse, Cristo no se salvó a sí mismo, sino que nos salvó a todos nosotros,3 incluso a Bolívar. Pero no nos salvó de una muerte inesperada sino de la muerte segura, y no de forma temporal sino eternamente.

    Don Félix murió sin proponérselo en el lugar de su amigo Bolívar, sin saber que su decisión lo conduciría a un inesperado descanso permanente. En cambio, nuestro amigo Jesucristo se propuso morir en nuestro lugar, consciente de que su decisión nos llevará a un anhelado descanso eterno... si lo reconocemos a Él como nuestro Libertador espiritual. Porque si bien es cierto que Bolívar libertó a muchos al lograr escapar hasta inconscientemente de la muerte, y así obtuvo la victoria con que consumó la libertad temporal, Cristo nos libertó a todos al entregarse conscientemente a la muerte, y así obtuvo la victoria con que consumó nuestra libertad eterna.4

    Carlos Rey
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    1 Alfonso Rumazo González, Manuela Sáenz: la Libertadora del Libertador, 6a ed. (Caracas: Ediciones EDIME, 1962), p. 60. 2 Is 53:4-5 3 Lc 23:33-43 4 Jn 8:32; 19:30
  • La niña, bien vestida, contemplaba con gran entusiasmo las muñecas que había en la tienda. En una de sus manitas tenía un rollo de billetes. Al ver una muñeca que le gustaba, se daba vuelta y le preguntaba a su padre si tenía suficiente dinero para comprarla. A pesar de que él le contestaba que sí, ella seguía buscando hasta encontrar otra que le llamaba la atención, y volvía a preguntarle:

    —Papi, ¿tengo suficiente dinero para comprar ésta?

    Mientras la niña se entretenía buscando la muñeca perfecta, un niño entró en la tienda y comenzó a observar los juguetes que había al otro lado del pasillo. Su ropa estaba bien cuidada pero gastada, y su abriguito le quedaba muy apretado. Al igual que la niña, él llevaba dinero en la mano, pero no pasaba de unos cinco dólares.

    A él también lo acompañaba su padre. Cada vez que lo cautivaba uno de los juegos de video, su padre meneaba la cabeza, dándole a entender que no le convenía eso.

    Al fin la niña escogió la muñeca que más le gustó, una que se veía tan elegante que seguramente sería la envidia de todas las niñas de la cuadra. En eso se dio cuenta de la conversación que sostenían el otro padre y su hijo. El niño, cabizbajo y desilusionado porque no podía comprar ninguno de los juegos de video, había escogido un álbum de colección de postales. Luego se encaminó con su padre a otro pasillo, alejándose así de la niña, que había visto lo ocurrido.

    La niña volvió a poner la muñeca selecta en el estante y corrió adonde estaban los juegos de video. Con renovado entusiasmo escogió uno que estaba encima de los demás, le dijo algo a su padre y se dirigió a toda prisa hacia la caja registradora para hacer su compra. Cuando el niño y su padre hicieron cola detrás de ella, la niña no pudo disimular el placer que sentía.

    Tan pronto como la cajera le entregó el paquete de la compra, la niña se lo devolvió y le dijo algo al oído. La cajera sonrió y colocó el paquete debajo del mostrador. Luego atendió al niño y le dijo:

    —¡Felicitaciones! ¡Eres mi cliente número cien y te has ganado un premio!

    Dicho esto, le entregó el juego de video al niño, quien no pudo hacer más que mirarlo incrédulo.

    —¡Es precisamente lo que quería! —exclamó.

    La niña y su padre fueron testigos de esta emocionante escena desde la puerta de la tienda. En el rostro de la pequeña se dibujaba una sonrisa de oreja a oreja. Al salir del almacén, su padre le preguntó por qué lo había hecho.

    —¿No es cierto, papi, que mi abuelito y mi abuelita me dijeron que comprara algo que me hiciera muy feliz? —le contestó la niña.

    —¡Claro que sí, hija mía!

    —Bueno, ¡pues eso es lo que acabo de hacer!1

    Así como aquella niña, todos tenemos suficiente como para darle a alguna persona necesitada, aunque no sea más que comprensión y cariño. Ese es el espíritu que agrada a Dios en toda ocasión en que damos y recibimos regalos. Más vale que aprendamos de su Hijo Jesucristo, el autor del refrán que es la moraleja de esta historia, que de veras «Hay más dicha en dar que en recibir.»2

    Carlos Rey
    Un Mensaje a la Conciencia
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    1 Sharon Palmer, Tennessee, EE.UU., Mensaje divulgado vía correo electrónico, 1999. 2 Hch 20:35