Bölümler
-
La lectura del Santo Evangelio en la Misa del jueves de la semana XXIV presenta el pasaje de la pecadora en casa de Simón. La reacción de Jesús manifiesta una extremada sensibilidad. Démosle alegrías al tratarlo en las normas de piedad creando verdaderos ámbitos de lo sagrado, advirtiendo la gran diferencia entre hacerlo y no hacerlo. Las normas de piedad son ejercicio de virtudes teologales.
-
La enseñanza de Jesús no consiste solo en palabras, sino también con sus hechos: Gestis verbisque. Lo mismo en la vida de los santos: aprendamos de san Josemaría a reaccionar como él ante las dificultades. ¿Qué hace? Acude a María. En situaciones graves para la Obra, va a Loreto en 1951 y a México en 1970. Vivamos con la confianza segura de que María, la mejor de las madres, nos dará lo que precisamos pues una madre, cuando puede remediar la carencia de su hijo, siempre lo hace.
-
Eksik bölüm mü var?
-
Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad del hombre. Este deseo tiene un origen divino: Dios nos lo imprimió en lo más hondo para orientarnos a Él, que es la Suma y Eterna Felicidad. La cuarta bienaventuranza nos habla del hambre y la sed de amar justicia, es decir, el ansia de amar más y más a Dios. Nuestra vida consiste en la constante reorientación de nuestros deseos hacia su propia verdad.
-
¿Por qué se nos ha revelado la existencia de la Santísima Trinidad? Porque de no conocer esa verdad, no podríamos afirmar la esencia de Dios, que es el amor. ¿A quién amaría, si no, antes de la Creación? Agradezcamos conocer el más profundo de los misterios. Gocémonos al saber, no como una fantástica ilusión sino como una verdad de fe, que Dios vive en lo más hondo de nuestro ser.
-
¿Qué imagen de la Virgen te da más devoción? ¿Por qué ha querido Dios que María tenga tantas advocaciones? Sin duda porque en Ella encuentran realidad todos los ideales. Busquemos incursionar en su Corazón, por ejemplo, cuando pensamos en sus dolores. Advertiremos la inseparabilidad entre el dolor y el amor. Y nuestra vida se meterá en caminos de desagravio.
-
Cuando rechazamos la Cruz, nuestra vida declina. En lo personal y en las comunidades. No se trata de adaptarnos al mundo moderno, sino de plantar la Cruz de Cristo en todas las actividades humanas. La Cruz ahuyenta todos los males, y es lo que nos da eficacia. Una mortificación interesante: la curiosidad.
-
El salmo 23 recoge de manera entrañable la figura del buen pastor. Jesús lo dice de Sí mismo: ¿lo reconocemos a Él como a nuestro buen Pastor? Él se manifiesta especialmente bueno en el sacramento de la reconciliación. Vamos ahí a un tribunal, pero de misericordia. Antes de recibirlo, cuando lo preparemos, seamos conscientes de que hemos causado disgustos a una Persona que nos ama mucho.
-
Es un motivo de alegría conocer su nombre. Así podemos dirigirnos a ella en su singularidad. Dios lo dispuso, y ese nombre tiene una energía especial y un indicio de fuerza divina. En María adquieren realidad todos los ideales, y de manera muy especial el de estar toda impregnada del amor, ese mismo amor a que todos estamos llamados.
-
Estando inmersos en un mundo de pecado, procuremos mantener la sensibilidad para no acostumbrarnos a su presencia. La mayor desgracia del mundo es haber perdido el sentido del pecado, porque haciéndolo pierde también la contrición. ¿Para removernos, o para remover a otros? La contemplación de la Pasión del Señor: el amor que asume todo pecado.
-
Al Ser infinito y omnipotente, Señor de Cielos y Tierra, ante el que los ángeles han de cubrirse por no poder contemplar el esplendor de su rostro, me es dado llamarlo Abbá, papá. Así lo aprendimos de Jesús, especialmente en su oración de Getsemaní. Para encontrar el camino del Reino hay que dejarse empapar de esta confianza de niño que se halla en el fondo de la palabra Abbá.
-
“Huye del triste amor, amor pacato…”. Esta poesía de Antonio Machado puede darnos tema para nuestra oración. Porque el amor triste, el amor pacato, es el amor que se queda a medias, que no llega a la totalidad. Es triste que eso suceda en el amor humano, y más triste en el divino. Es la tibieza, que trae consigo infelicidad. Nos precavemos de ella con la contemplación y la oración de escucha.
-
El misterio de los misterios es la Misa. San Juan Eudes decía que, para nuestra participación en la Misa, necesitaríamos tres eternidades: una para prepararnos, otra para celebrarla y otra para dar gracias. Busquemos encontrar en cada Misa matices nuevos, nunca agotaremos la profundidad de ese misterio: el Cielo entero está pendiente, con nosotros, de la Víctima adorable.
-
“Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida”. El vínculo de amor vivo entre el Padre y el Hijo es el Espíritu Santo. Dador de toda vida, aparece desde el inicio cuando “se cernía sobre la superficie de las aguas”. Desciende sobre María en la Encarnación y llena de vida divina el alma humana de Jesús. En Pentecostés, la plenitud. Creamos en Él y creamos en su acción vivificante.
-
Zaqueo, jefe de publicanos y rico, no tenía resuelta su ansia de felicidad. Sabe que la encontrará en Jesús, y no para en mientes para encontrarse con Él. No le importan los respetos humanos, y tiene la alegría de recibir al Señor en su casa. Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. La letanía de la humildad nos ayudará a que no se infiltren en nuestro interior los ataques permanentes de la soberbia.
-
Jesús afirma con absoluta claridad su identidad con el Padre. Hacerlo fue la causa de su condena. Muchos intentos a lo largo de la historia han pretendido presentar un Cristo que no es Dios: desde los fariseos hasta el islam, pasando por Arrio, que quiso hacer más fácilmente aceptable a los paganos la figura de Jesús. Tenemos el riesgo de ser arrianos cuando se nos desdibuja la divinidad del Señor.
-
En la carta a los Colosenses, san Pablo enseña que los verdaderos cristianos permanecen siempre en acción de gracias. Obligación fundamental de la creatura con el Creador, del hijo con su padre, del que no tiene nada para con Aquel de quien ha recibido todo. La confianza en el Padre nos lleva a dar gracias siempre, también por las desgracias de la humanidad. Él sabrá sacar bienes de los males.
-
Santo Tomás, cantor de la Eucaristía, tiene en el Adoro te devote su máxima creación. La estrofa quinta reza así: Oh memorial de la muerte del Señor / Pan vivo que da la vida al hombre / haz que mi alma de ti viva / y que siempre saboree tu dulzura. Mi cuerpo vive del alimento que le proporciono. Quiero que mi alma viva de la Eucaristía. Purificarme para no vivir de resentimientos, o de intereses egoístas. Erradicar lo que estorbe para que, luego de tantos años de recibir la Eucaristía, sea Ella la que nos viva.
-
Jesús quiso que lo visualizáramos como pastor que conoce a sus ovejas y da su vida por ellas. La imagen tiene una larga tradición bíblica, pues Israel era un pueblo de pastores nómadas. La relación entre el pastor y sus ovejas era muy estrecha, pues transcurrían días y días en soledad. Ellas reconocen su voz y lo siguen; Jesús nos pide que sepamos responder a su voz y andar tras sus pasos. El salmo 23 -el Señor es mi Pastor- llena de consuelo el alma.
-
El Espíritu Santo condujo a Jesús al desierto. San Marcos dice que “lo arrastró”. Es una acción particular del Paráclito, que interviene en Jesús, como en todo hombre, de doble modo: con la acción habitual y con intervenciones especiales. Se trata de los dones, que nos resultan completamente pasivos: auténticos regalos de Dios para nuestra santificación. Tratemos de advertirlos, e incluso de consignarlos por escrito.
-
“Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida… nadie me la quita, Yo la doy voluntariamente”. Jesús está perfectamente asimilado a la voluntad del Padre, desea llevarla hasta el final. El Padre nos amará si le damos voluntariamente, por amor, nuestra vida. No nos atemos con cadenas de hierro, sino con cadenas de Cristo. Entonces adquiere todo su sentido aquello que decía san Josemaría: “Porque me da la gana es la razón más sobrenatural”.
- Daha fazla göster