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El 10 de julio de 2021 Isaac Gil golpeó en la cabeza hasta la muerte a su cuñado, Pedro Fernández, con una barra de hierro. Era la culminación de una conspiración, de una trampa que habían tendido a la víctima para infringirle un mortal escarmiento por los supuestos malos tratos –nunca probados- que infringía a su pareja, Loli Vázquez.
Loli tiene una hermana gemela, Pili Vázquez, que es la novia de Isaac Gil, el autor material del asesinato. La justicia entendió que los tres se conjuraron para acabar con la vida de Pedro Fernández.
Además de unos audios extraídos de sus teléfonos móviles, tan descarnados como inculpatorios, un vecino de la escalera grabó a Isaac pasando por encima del cadáver de su cuñado y a las gemelas limpiando el rellano de las innumerables manchas de sangre que inundaban suelo y paredes.
Los tres fueron declarados culpables y fueron a prisión. Durante el juicio no se aclararon las verdaderas razones del crimen. El fiscal del caso reconoció que desconocía el móvil, pero que tenía muy claros quienes eran los responsables. -
Pili Vázquez está muy preocupada por su hermana gemela, Loli, que sale con Pedro Fernández, con el que forma una pareja tóxica, salpicada de continuas idas y venidas, de rupturas y reconciliaciones agravadas por el consumo de alcohol y por los celos.
Pili cree que Loli está siendo víctima de malos tratos y lo comparte con su pareja, Isaac, por lo que ambos, antes amigos de Pedro, rompen con él toda vinculación. El rechazo llega a tal punto que la convulsa pareja empieza a verse en secreto, a espaldas de sus cuñados, para no ser motivo de discusión.
A pesar de la distancia, un diabólico plan para matar a Pedro está en marcha. -
Fehlende Folgen?
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Era una calurosa noche de verano en la ciudad de Sabadell. Pili y su novio Pedro están en la cama. Pasan unos minutos de las dos de la mañana. La puerta del apartamento se abre y, a continuación, entra Isaac, el cuñado de la pareja, que acaba golpeando en la cabeza a Pedro con una barra de hierro.
Pedro es fuerte y, pese a lo agresivo de la embestida, logra salir al rellano. Allí Isaac lo remata salvajemente, con tanta violencia que los golpes alertan a los vecinos que llaman a los Mossos por el alboroto.
Cuando llegan los policías al edificio se encuentran en el rellano a Isaac bañado en sangre, con el torso descubierto y en pantalones cortos. “Está muerto y es mi cuñado”, les dice a los agentes cuando descubren el cadáver. El asesino confeso, su novia Pili que lo acompaña y la hermana gemela de esta, Loli, son llevados a comisaría para interrogarlos porque hay muchas piezas que no encajan. -
El delantero centro del FC Barcelona Enrique Castro, Quini, permaneció en 1981 encerrado durante 24 días en un zulo de apenas 8 metros cuadrados construido en un semisótano de un taller mecánico de Zaragoza.
Sin ventilación, sin poder distinguir cuándo era de día y cuándo de noche, los secuestradores accedieron a facilitarle un receptor de televisión cuando se acordó la entrega de los 100 millones de pesetas que exigían como rescate. El pago debía realizarse en una cuenta corriente de un banco suizo, lo que presuntamente garantizaba el anonimato de su titular.
Una brillante operación policial y judicial, en coordinación con las autoridades helvéticas, permitió detener a uno de los secuestradores, quien no tardó en confesar el paradero del pichichi azulgrana, lo que permitió su inmediata liberación.
Trasladado a Barcelona, en plena madrugada, una manifestación espontánea de centenares de aficionados barcelonistas le dio la bienvenida en las dependencias de la Jefatura Superior de Policía en la Via Laietana.
El jugador, abrumado ante la multitud, dijo perdonar a sus secuestradores y manifestó su deseo de jugar cuanto antes. Aquella temporada ganaría el Pichichi y la Copa del Rey. -
El secuestro de Enrique Castro, Quini, el ariete del FC Barcelona y Pichichi de la Liga en 1981, se prolongó por un espacio de tiempo mucho mayor de lo que preveían los raptores y lo que esperaban familiares, dirigentes deportivos y fuerzas policiales. El dinero del rescate estaba a punto para ser entregado pero las dudas y la desconfianza de los delincuentes de no caer en una trampa alargaron las negociaciones por espacio de tres semanas.
Se planificaron entregas en tren, barco y avión, pero ninguna fructificó. La última intentona, a iniciativa de los secuestradores, fue ingresar los 100 millones de pesetas del rescate en un banco suizo, que garantizaba el anonimato de los titulares. Conseguir que el dinero llegara a la capital helvética contravenía la legislación vigente, pero la vida del futbolista asturiano dependía de ello. -
En la convulsa España de 1981, apenas una semana después del 23-F, fue secuestrado el delantero centro del Futbol Club Barcelona, Enrique Castro, "Quini". El rapto del ariete asturiano, querido y admirado por todas las aficiones, preocupó sobremanera a la población y sometió a las fuerzas de seguridad a una fuerte presión para resolver cuanto antes su captura. Pero los secuestradores, sin antecedentes, actuaron con extrema eficacia, sin dejar rastro alguno que seguir. Solo cabía esperar sus instrucciones telefónicas para efectuar un rescate valorado en 100 millones de pesetas que debía abonar el club azulgrana.
Aunque dodo parecía indicar que el caso se resolvería de manera inmediata y feliz, las horas pasaban y el temor a un error fatal mantuvo a ciudadanos, deportistas, periodistas y a la sociedad en general con el alma en vilo. -
Montserrat Méndez desapareció sin dejar rastro el 23 de octubre de 2013, después de tomar unas copas en la zona de bares de Can Gibert del Pla. Nadie vio nada. Ninguna de las pistas seguidas por los Mossos d'Esquadra dio ningún resultado.
Meses después, el 13 de junio de 2014, entre las cenizas de un incendio en un apartamento cercano a la Puerta del Sol, se descubrió el cadáver de la danesa Anne Strande. Tampoco la Policía Nacional consiguió encontrar ninguna pista para dar con el culpable del crimen.
Probablemente ambos sucesos estaban destinados al cajón de los casos sin resolver. Sin embargo, una dosis de fortuna dio un giro sorprendente a las pesquisas policiales. -
La joven Romina Celeste vino a España en 2010 desde su Paraguay natal para prosperar y formar una familia, un proyecto con el que soñaba desde adolescente. Dejó con la abuela al hijo que ya había tenido con 18 años e inició un viaje intercontinental que terminó en Alcobendas. Pero las cosas no salieron como imaginó. Una relación de la que nació su segundo hijo tampoco sirvió para colmar sus esperanzas. Al poco, aquel noviazgo se rompió.
Fue tras aquella separación, e iniciando un periodo durante el que empezó a coquetear con la prostitución, que conoció a un ingeniero de Endesa con el que creyó que por fin podría fundar un hogar. Hicieron planes para irse a vivir a Lanzarote y casarse, y aunque tales objetivos se cumplieron, Raúl Díaz Chacón no aceptó a sus hijos y eso lastró el nuevo matrimonio que, por otro lado, garantizaba los papeles de extranjería que Romina tanto necesitaba.
Tras varios episodios de malos tratos, un amago de suicidio y un rosario de desavenencias, Romina desapareció la Nochevieja de 2018. La Guardia Civil inició una investigación que acabaría con la detención de Raúl Díaz. -
No hay una respuesta contundente para determinar si el ser humano es bueno o malo por naturaleza y menos cuando se trata de comprender por qué un niño puede llegar a cometer un asesinato. ¿La maldad es congénita? ¿O son responsables los padres, el entorno social y el nivel económico?
El periodista e historiador César Alcalá y la psiquiatra forense Blanca Navarro han establecido en su libro Perfiles psiquiátricos de niños asesinos un abanico de modelos homicidas infantiles que contempla desde la enfermedad neurobiológica hasta la incidencia de un entorno social negativo.
Cada uno de los perfiles que señalan está ilustrado con ejemplos reales de crímenes atroces cuya autoría corresponde a un ser del que se espera que sea inocente e inofensivo. Relacionar una muerte con un menor siempre resulta chocante y suponer que lleva la semilla del mal de nacimiento, estremecedor. -
El 27 de enero de 2012 aparecieron muertos los dos miembros de un matrimonio octogenario y su nieta adolescente en su piso del barrio de la Sagrada Familia de Barcelona. El criminal había acabado con sus vidas a martillazos. Los cuerpos los descubrió la única persona que también vivía en ese domicilio y que no fue objeto del salvaje ataque: Mónica Claveguera. Era hija de los ancianos y tía de la muchacha.
En un escenario lleno de sangre y desordenado con la intención de simular un robo, los investigadores de homicidios de los Mossos d’Esquadra descubrieron que el asesino había dado la vuelta a todas las estampas religiosas y fotos de la familia y las había puesto cara a la pared. Ese rastro psicológico y la cobertura de los cuerpos con trapos y edredones les hizo pensar que el criminal era alguien muy cercano y que la figura de Mónica Claveguera era la clave para esclarecer el triple crimen de la Sagrada Familia. -
El logroñés Francisco Javier Almeida López de Castro es un violador y un asesino. Abusó de una niña en 1989, por lo que fue juzgado y condenado, pero obtuvo beneficios penitenciarios por buena conducta y al poco tiempo salió en libertad provisional. En 1989, violó y mató a una chica de 26 años. De nuevo fue juzgado y condenado, esta vez a la pena máxima vigente en aquel momento: 25 años de cárcel.
Como sucede con la mayoría de los violadores, su conducta en el presidio fue ejemplar. A pesar de que los informes de los técnicos del centro penitenciario de El Dueso (Cantabria) rechazaban frontalmente cualquier beneficio en la condena por riesgo “medio-alto” de reincidencia, el juez le concedió el tercer grado en marzo de 2020.
Almeida se instaló en Lardero, a las afueras de Logroño, en una tranquila zona residencial, la urbanización Villa Patro. Y como cabía esperar, el 28 de octubre del mismo año, mientras sus vecinos celebraban Halloween, el monstruo apareció de nuevo. -
Durante las fiestas de San Buenaventura, las calles del pueblo cacereño de Moraleja se llenaban todos los meses de julio de vecinos y trabajadores de todas las fincas esparcidas por el término municipal. El caserío de Malladas era una de esas propiedades. Albergaba a campesinos, mozos de cuadra, sirvientas y niños y prácticamente quedaba desierta durante aquellos esperados días de asueto estival. Se sucedían grandes comidas y festejos taurinos.
La fiesta mayor de Moraleja de 1915 fue la más amarga de su historia. El 15 de julio, un muchacho se adentró en la finca de Malladas y localizó asesinadas allí a hachazos a dos niñas, las madres de las menores, y a un varón. Las mujeres eran doncellas de aquella hacienda y el hombre, un mayordomo.
Muy pronto la Guardia Civil y la comisión judicial se centraron en cinco segadores, vecinos de Moraleja, a los que convirtieron en sospechosos a pesar de que estaban trabajando a 80 kilómetros de allí, en unos campos de la provincia de Salamanca. Los cinco de Malladas acabarían por entregarse y ser sometidos a un juicio plagado de irregularidades. -
Presumía de vasco, pero era madrileño. Se jactaba de tener amistades de alto copete para medrar en la política, en el periodismo, como empresario del sector de la hostelería… Pero todos sus proyectos, que tenían un inicio fulgurante, acabaron en denuncias por impagos, deudas a proveedores y la súbita desaparición de César Román.
En 2016 hizo realidad su sueño más ambicioso. Triunfó como responsable de una cadena de restaurantes especializada en platos asturianos, entre el que destacaba un filete empanado relleno de jamón y queso, el cachopo. Pero también este proyecto tuvo un mal final: la muerte y descuartizamiento de de su pareja, la joven mulata hondureña Heidi Paz. -
A Déborah Fernández-Cervera Neira le faltaban tres días para cumplir los 22 años cuando despareció durante un paseo por la playa de Samil en Vigo. Estuvo diez días desaparecida. Su localización no fue la esperada por la familia. La chica fue hallada muerta a 60 kilómetros de su casa en los márgenes de una carretera.
Su cuerpo estaba desnudo y quien la abandonó allí montó con ella una escenografía macabra. La dejó desnuda en posición fetal, arrojó junto a ella un preservativo usado y le introdujo semen artificialmente una vez muerta con ánimo de despistar a los investigadores.
El caso ha sufrido cierres y reaperturas. Actualmente, vuelve a estar archivado provisionalmente y sin esclarecerse 20 años después de los hechos. La familia se siente abandonada por la justicia en su conjunto. -
En enero de 2003, la policía de Barcelona buscaba desesperadamente identificar y detener a un asesino en serie del que apenas se tenía pista solvente alguna. El psicópata había matado violentamente dos mujeres, exactamente en el mismo lugar: el último rincón del quinto sótano del párking de la calle Beltrán 28 de Barcelona, en el barrio del Putxet, y con solo once días de diferencia. El modus operandi de ambos crímenes era similar y todo apuntaba a que un tercer cadáver podía aparecer en cualquier momento.
Bajo una presión insoportable, los agentes buscaban el sospechoso casi a ciegas: un chico joven, delgado, vestido con una cazadora con hebilla y con el pelo corto. El perfil era demasiado genérico, imposible de precisar. Hasta que se detectó una peculiaridad: parecía que presentaba un principio de calvicie en la zona occipital, la coronilla. -
El acusado, Emilio Álvarez Garzón, dijo durante la instrucción del caso que una vez hubo arrebatado la vida al joven profesor cántabro Borja Obregón su prioridad fue cómo quitarse “el muerto de encima”. Para ello contó con la ayuda del otro encausado, el colombiano Nelson Lozano, que colaboró en ello cargando el cuerpo en el maletero del coche de su amigo.
Durante el juicio, celebrado en junio de 2007, afloraron incógnitas inquietantes que debían despejarse como quién fue la mujer que llamó por teléfono a Emilio días antes del crimen para decirle que su esposa tenía una aventura con Borja o si el profesor estaba todavía vivo cuando lo llevaron hasta el acantilado desde donde lo arrojaron al mar. Al parecer, la novia del joven recibió una llamada desde el móvil de la víctima a una hora en la que se suponía que ya había fallecido. -
El profesor cántabro Borja Obregón, de 29 años, fue asesinado en 2005 por el carpintero Emilio Álvarez porque daba por hecho que el docente tenía una aventura amorosa con su esposa. Ella trabajaba en el mismo colegio que la víctima, el Gerardo Diego, de Santa María de Cayón. La Guardia Civil está convencida de que tales celos eran infundados, al menos en lo referido al asesinado.
Tanto el carpintero como el ciudadano colombiano, Rubin Nelson Lozano, que le ayudó a cargar el cadáver en el coche, aseguraron que arrojaron a Borja al mar Cantábrico desde un acantilado, pero la imprecisión de sus declaraciones y la aparición de una vidente llegada de Barcelona, llevó a la familia y amigos a buscar el cadáver por tierra y mar.
El cuerpo del profesor tardaría varios meses en aparecer y lo haría muy lejos de Cayón. -
Borja Obregón Becerril, de 29 años, era profesor de primaria en el colegio Gerardo Diego de Santa María de Cayón, en Cantabria. Con planes para casarse muy pronto, voluntario en la Cruz Roja y entregado a su labor docente, el 20 de octubre de 2005, y teniendo un comportamiento del todo fuera de lo común en él, no fue a dormir a casa ni se presentó por la mañana a dar clases.
Su familia muy alarmada –todavía vivía en casa de sus padres- se movilizó para dar con Borja. Fueron pasando las horas. Se habló con el colegio, donde nada sabían de él, y se contactó con la Guardia Civil. Finalmente, se dio con el coche del profesor cerca del domicilio de un carpintero que le estaba preparando un proyecto de cocina y que lo recibió en su garaje. Ese fue el último lugar donde los testigos situaron al desaparecido.
Una serie de coincidencias dotaron al asunto de un barniz inquietante: el carpintero era el marido de una compañera de trabajo de Borja. Ambos eran profesores en el colegio Gerardo Diego. Al día siguiente de la desaparición, la mujer mantuvo una entrevista con la Guardia Civil en la que hizo unas sorprendentes y turbadoras revelaciones. -
En la primavera de 2020, los habitantes de las poblaciones de las comarcas limítrofes de Valencia y Teruel tenían dos motivos de honda preocupación: la evolución de los afectados por el virus covid-19, que les obligaba a permanecer en sus casas, y las andanzas de Pedro Lozano, conocido como el Rambo de Requena, un ladrón que ocupaba casas y robaba víveres. El Rambo iba armado, por lo que se consideraba que era un delincuente potencialmente peligroso. En uno de sus asaltos llegó a disparar contra un viticultor, si bien lo hizo con cartuchos de fogueo. Sin embargo, una vez localizado en la villa turolense de Muniesa, y acorralado por dos miembros de la Guardia Civil, Lozano disparó a matar y malhirió a uno de los agentes. El fantasma de Igor el Ruso, un pistolero serbio que en 2017 mató a un joven ganadero y a dos guardias civiles, puso en alerta a las autoridades policiales. Más aún cuando el Rambo se dirigió a la misma población donde Igor el Ruso cometió sus crímenes: Andorra, la capital de la comarca de Sierra de Arcos. Había que detener al Rambo inmediatamente y se pusieron todos los medios para conseguirlo.
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En los primeros meses de 2020, un misterioso individuo mantuvo en vilo a los habitantes de las comarcas de los Serranos y de la Foia de Buñol, en el interior de Valencia. Ocupaba casas, hacía acopio de víveres y robaba vehículos a punta de escopeta.
Por su habilidad en camuflarse y desaparecer por los bosques y montes de la zona, los medios de comunicación lo bautizaron como el Rambo de Requena. Y el Rambo hizo honor a su apodo burlando una y otra vez los controles de la Guardia Civil.
Cuando el Gobierno español decretó el estado de alarma para contener la espiral de contagios provocados por el virus covid-19, las fuerzas del orden concentraron sus esfuerzos en garantizar la aplicación de las medidas extraordinarias que se decretaron y relajaron la persecución del fugitivo.
Las apariciones esporádicas del Rambo de Requena se mantuvieron en plena pandemia y cada vez fueron más agresivas. En la aldea de Ahillas, llegó a disparar a bocajarro al viticultor Juan José Martínez, a quien le intentaba robar su coche.
La víctima, sin embargo, no sufrió ni un rasguño. En una casa ocupada por el Rambo se descubrió que vaciaba meticulosamente los perdigones de los cartuchos que cargaba en su arma. En realidad sus disparos eran de fogueo. - Mehr anzeigen